Al pan, pan. Y, al trigo, libertad de mercados
Cuando el esfuerzo de esos rudimentarios colonos, que de la nada hicieron todo, se llegó a producir más trigo que en la actualidad. La Argentina era un país en formación y asomaba como futuro "granero del mundo"...
10 de Julio de 2013
Cuando el esfuerzo de esos rudimentarios colonos, que de la nada hicieron todo, se llegó a producir más trigo que en la actualidad. La Argentina era un país en formación y asomaba como futuro "granero del mundo". El arado tirado por bueyes -luego, por caballos- era la herramienta precarias y original que supo surcar las praderas; sus frutos alcanzaban incluso para transitar los mares hacia la vieja Europa. El trigo empezaba a exportarse. Ese extraordinario esfuerzo, que daba inicio en las frías madrugadas y culminaba al ponerse el sol, fue acentuándose con los años: prosperaban en nuestros campos las cosechas que ya nos proyectaban como gran potencia agropecuaria.
Italianos, alemanes, polacos y españoles llegaron a la nueva América para cultivar la tierra, y vivir con la esperanza de forjarse un rico porvenir. Los años y las distancias se fueron compenetrando en esa fusión invulnerable para desarrollar el gran proyecto de país que, con el tiempo, se prepararía para alimentar a más de trescientos millones de personas.
La actividad agropecuaria por naturaleza, fue, es, y será el engranaje conductor de nuestra economía. Hoy, el campo se encuentra en condiciones de alcanzar tales metas. Pero solo las locuras de algún trastornado pueden impedirlo. La asombrosa evolución de la agricultura en el mundo es respaldada por un formidable desarrollo tecnológico y vio genético, llevando esta producción a niveles incalculables en volúmenes, calidad e innovaciones.
Nuestro país supo acompañar aquellos avances, importando, desarrollando y desplegando esa modernidad, afianzando una producción en escala solo comparable a la de las naciones más avanzadas. La mejor herencia de que dispone hoy la actividad agrícola argentina coincide con sus fértiles tierras, su excelente infraestructura y su admirable capital humano. Solo faltan gobiernos honestos.
Ya desde el inicio agrícola, el trigo de nuestras pampas era considerado uno de los mejores del mundo dada su calidad y su alto contenido proteico. Merced a esas condiciones, la Argentina supo conquistar grandes mercados pero que, por desidia o equivocaciones, ya se han perdido. Actualmente, nuestro país produce -en promedio- alrededor de catorce millones de toneladas; si proyectamos la posible expansión de siembra conforme la capacidad operativa disponible y su moderna infraestructura, podrían alcanzarse sin inconvenientes los treinta millones. El potencial productivo augura esas cifras.
Pero, ¿qué sucedió en esta última década, como para que hoy el país se haya quedado sin trigo? Ocurrió lo que se veía venir; la irracionalidad y la locura son la explicación.
En un desconocimiento total de cómo funciona el mercado, el Gobierno Nacional desalentó este cultivo -base principal de la alimentación humana-, a través de medidas arcaicas. Se llegó a la enésima potencia de los disparates, para defender -o así dijeron- la "mesa de los argentinos".
La iniciativa consistió en un arbitrario cerrojo contra las exportaciones, para lograr que el mercado exhibiera sobreoferta. De esa manera, el precio se estacionaría, pues la harina hubiese quedado disponible solo para consumo interno. Pero las consecuencias no se hicieron esperar: en la última cosecha, se recolectaron solo ocho millones de toneladas, dada la menor superficie de siembra.
La serie de tropiezos generó -computada la falta de demanda- que los productores debieran retener o malvender forzosamente la producción, provocando los debidos quebrantos. Para, en muchos casos, destinarlo como alimento para la ganadería. Siendo que, en este gobierno, todo es arrebato e improvisación, el trigo -que acusaba prohibición para exportarse- pasó a ser un bien despreciable.
El producto terminó exhibiendo un precio irreal -resultado de la falta de transparencia- y un futuro incierto, sumado ello a una inflación galopante que elevó los costos en dólares estadounidenses. Finalmente, solo desde la ingenuidad del Secretario de Comercio Guillermo Moreno podría alguien apostar a incrementar la superficie de siembra para perder dinero.
Luego de la cadena de fracasos, el Gobierno Nacional se quedó sin argumentos: la realidad fue la encargada de poner las cosas en su justo lugar. No existe más trigo debido a las trabas superpuestas que forzaron a los productores a buscar rentabilidad en otros cultivos. Resultado: el precio del pan llegó a niveles hoy escalofriantes. No es necesario buscar más justificaciones, porque esta es la verdad. La evidencia es la mejor prueba.
En medio del conflicto agropecuario, señalamos lo que pasaría, y así fue. La Administración redobló la apuesta, tratando al campo de avaro, oligarca, relacionándolo con "grupos de tareas" y otra serie de "virtudes escatológicas" más. omo último aporte a la sensatez -con la idea de no caer en la actual desgracia-, los productores ofrecieron regalar el volumen del consumo interno, a cambio de obtener reglas claras y de no cerrar los mercados. Pudo más la soberbia de un gobierno indiferente, aferrado a sus propias locuras. Consecuencia: no hay trigo para elaborar harina; el precio del pan se dispara.
Los yerros se pagan caros. ¿Dónde están los exitosos resultados de las intervenciones del Señor Moreno? Debería explicar el corolario de estos desenlaces a la población, pero sin relato y asumiendo el fracaso que le corresponde. Luego, debería presentar su renuncia al cargo, por arrogante, ignorante y violento. Sugerencia: deje al Campo producir en paz, que éste sabrá cómo hacerlo.
Como justificativo para el disparate, el Secretario de Comercio amenaza ahora con confiscar los excedentes por vía de su arcaica "Ley de Abastecimiento". Podrá hacerlo cuando quiera: hoy, nadie lo retiene, dado que ya se ha comercializado lo poco que había y, si algo queda, está en poder de sus amigos, los exportadores. Estos fueron parte del plan oficial, para quedarse con un gran negocio.
Esta es la fatídica consecuencia de arbitrar imposiciones a voluntad y sin tener noción de lo que se hace. Ignorando, ex profeso, el mecanismo de funcionamiento de la oferta y la demanda. Ecuación tan vieja y justa como la misma planta de trigo. Este avasallamiento contra la sensatez rematará con la vergonzosa decisión de importar el cereal para que, en la "mesa de los argentinos", haya pan. Increíble, pero real.
La incidencia de la harina en el precio del pan es solo del 13 %; el resto pertenece a costos de elaboración y comercialización. Le erraron en la estrategia, por ineptos.
En esta última década desperdiciada y perdida, el trigo aumentó alrededor de un 140%. ¿Por qué el pan lo hizo en un 800%? Será hora de que la Señora Presidente dé las explicaciones correspondientes en Cadena Nacional, pero con humildad, y dejando de echar culpas sobre quienes no la tienen. Tiene, en sus ministros vergonzantes, un espejo dónde reflejarse, si de lo que se trata es de seguir destruyendo todo. Es momento para que reflexione y se permita rodearse de gente sensata y competente. El "Vamos por Todo" terminará con ellos primero.
El campo hace rato que expresó su verdad. Por no escucharlo, se llegó a este extremo.
* Foto de portada: Guillermo Moreno, Presidente Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner y Andrea Del Boca. Clarín