SOCIEDAD: ARMANDO RIBAS

De Hume a Mill y de Alberdi a Rand

De estos principios surge la conciencia de que los intereses particulares son contrarios al interés general (bien común) y por consiguiente se descalifica éticamente el comercio.

12 de Julio de 2013
Armando Ribas es abogado, profesor de filosofía poltica, periodista, escritor e investigador. Es autor de Cuba: Entre la Independencia y la Libertad, Argentina 1810-1880: Un Milagro de la Historia, Los Condicionamientos Eticos de la Libertad, entre otros.
 
Ya no debiera de caber duda alguna sobre que el origen de la diferencia entre la libertad y la opresión reside en dos versiones antitéticas de la ética. Estas dos concepciones giran alrededor del concepto de egoísmo y del concepto del deber. Pero he dicho conceptos cuando, en realidad, son concepciones valorativas y, por tanto, se encuentran en el ámbito de la moral.
 
Permítaseme comenzar al tema con una cita al respecto de John Stuart Mill en su obra Sobre la libertad, donde refiere: "La única libertad que merece el hombre es la de perseguir nuestro propio bien, en nuestra propia forma, en tanto y en cuanto no intentemos privar a los demás de la suya o impedir sus esfuerzos por obtenerla (...) Si bien esta doctrina no es nueva y para algunos personas tiene el carácter de una tautología (obviedad), no hay una doctrina que encuentre más directamente en oposición a la tendencia general de la opinión y la práctica existente".
 
Si alguna duda nos queda frente a la oposición a esa doctrina, ahí tenemos las palabras del anterior Papa, Benedicto XVI, respecto a la avaricia, sugiriendo que egoísmo y avaricia serían sinónimos en términos éticos. Pero he aquí que la historia nos ha demostrado que la riqueza no existe sino que se crea y ésta comenzó con la instauración del mal llamado capitalismo y fue así que Ayn Rand dijera: "El capitalismo no creó la pobreza, sino que la heredó".
 
Volvamos a las palabras de Mill: "La humanidad tiene una mayor ganancia de sufrir el vivir cada uno como le parezca mejor a sí mismo que obligando a cada uno a vivir como le parece al resto", y aquí surge la supuesta ética del deber (imperativo categórico), supuestamente basado en la razón. Ese es el punto de partida de la justificación del poder absoluto. De ahí se deduce que sólo es moral lo que se hace por deber, y de acuerdo a Kant, el deber es tan obvio como el bien común. En el pensamiento kantiano la razón está en la historia y ésta se desarrolla a través del antagonismo. Así dice en su Idea para una historia universal con un propósito cosmopolita: "El hombre desea la concordia, pero la naturaleza, conociendo mejor lo que es bueno para la especie, desea la discordia". Estos son los principios por los cuales Hegel llega a la conclusión de que la eticidad está en la guerra y los derechos individuales son puro capricho.
 
De estos principios surge la conciencia de que los intereses particulares son contrarios al interés general (bien común) y por consiguiente se descalifica éticamente el comercio. O sea el sistema capitalista que ha sido el generador de la riqueza que desde Marx a el día de hoy se considera por dada y que la moral consiste en su distribución (justicia social).
 
Del presupuesto de que la ética reside en la guerra llegamos a lo que considero la conclusión absurda de que la sociedad que progresa requiere un enemigo que justifique su supervivencia. Así se llega a otro absurdo que es explicar que la caída del Imperio Romano se produjo como consecuencia de la victoria frente a Cartago en las Guerras Púnicas. Es decir, el culpable fue Escipión el Africano. En consecuencia sería de lamentarse la implosión del Imperio Soviético, pues la hegemonía de lo que se considera, a mi juicio erróneamente, el Imperio Americano, determinaría inexorablemente su descomposición.
 
Volviendo a Ayn Rand, en su Filosofía quien la necesita escribió que la diferencia entre EE.UU. y Roma era que el primero había logrado lo que tenía construyéndolo, en tanto que Roma lo había hecho robándole a los demás. Esa es la incomprensión que persiste y que ahora Samuel Huntington trata de rescatar como La lucha de las civilizaciones. Pero como muy bien señala en un artículo de Foreign Affairs Tony Blair, lo que enfrentamos es la lucha por la civilización. Y es ésta  la que yo diría coincidiendo con Ayn Rand que se está perdiendo, en nombre de la ética de los denominados derechos colectivos que representan la violación de los derechos individuales, en nombre del bien común.
 
Es una falacia el pensar que el enriquecimiento de otras naciones perjudica a la economía estadounidense, y así existe y se acepta el concepto de Lenin de imperialismo como etapa superior del capitalismo. En otras palabras, que la riqueza de EE.UU. surge de la explotación de otros países a través de las corporaciones internacionales. Ese ha sido el fundamento tribal europeo histórico, y como bien señala Ayn Rand: "La filosofía americana de los derechos del hombre (individuales) nunca fue reconocida totalmente por los intelectuales europeos". Pero ya David Hume en su ensayo "Los Celos del Comercio" había escrito: "Yo me atrevería a sostener que el incremento de la riqueza y del comercio en cualquier nación, en vez de perjudicar, generalmente promueve la riqueza y el comercio de sus vecinos, y que un estado difícilmente puede llevar muy lejos su comercio y su industria, si los estados que lo rodean están sumidos en la ignorancia, la indolencia y la barbarie".
 
Hume igualmente había tomado conciencia de lo que Ayn Rand considera la virtud del egoísmo y había escrito al respecto: "Bien que la pasión del interés propio (egoísmo en nuestros términos) sea viciosa o virtuosa  es indiferente (...) Así, si es virtuoso los hombres se hacen sociales por su virtud; si es un vicio, su vicio tiene el mismo efecto". La realidad es que, al contrario del pensamiento de Hume y de Ayn Rand, es Kant quien está vigente y quien ignora la realidad de la naturaleza de que la compasión es incapaz de producir siquiera una bolsa de trigo. Pero esa percepción es la que permite que los europeos, tal como dijera Ayn Rand, pasaran del Derecho Divino de los reyes, a que la voz del pueblo es la voz de Dios (Vox Dei). O sea: "Cambiaron de la esclavitud al jefe de la tribu a la esclavitud a la tribu".
 
No fue otra la razón por la cual el propio Karl Popper reconoció que el nacionalismo es tribal y que la utopía es la madre de la violencia. Y señala que todos los grandes dictadores han pretendido convencer a sus pueblos que ellos representaban una moral superior (SIC). Y esa es la moral del bien común que como bien dice Ayn Rand: "La noción tribal del bien común ha servido como justificación moral de la mayoría de los sistemas sociales y de todas las tiranías en la historia". Es la forma de esconder el egoísmo de los detentadores del poder bajo la hipocresía del interés general tal como lo postulara Hegel y que hoy se manifiesta en la retórica de los derechos humanos.                    
 
Pero ya hasta Marx se había dado cuanta de la falacia del postulado ético de la burocracia de Hegel y en su Crítica la Teoría del Estado de Hegel, escribió: "En la burocracia la identidad del interés del Estado y el propósito privado particular es establecido de tal forma que el interés del Estado se convierte en un propósito particular privado opuesto a otros propósitos privados". Lamentablemente el proyecto que surgió de su filosofía de la historia resultó en una mayor burocracia bajo la dictadura del proletariado y el resultado fue la tiranía y la pobreza. Hasta los chinos se han dado cuenta de la falacia del interés general opuesto a la propiedad privada.
 
Pero tal vez pueda darles una sorpresa. Ya he mencionado en diversas oportunidades que la Argentina se adelantó a Europa en 100 años a partir de la Constitución 1853 y nos encontramos que, en 1880, Juan Bautista Alberdi ya era randiano o Ayn Rand se convirtió al Alberdismo. Así, en su discurso "La omnipotencia del estado es la negación de la libertad individual" expone claramente la falacia de la entelequia del estado como representante del interés general y se refiere expresamente al tema ético del egoísmo y dice: "Los pueblos del Norte no han debido su opulencia y grandeza al poder de sus gobiernos, sino al poder de sus individuos. Son el producto del egoísmo más que del patriotismo. Haciendo su propia grandeza particular cada individuo contribuyó a labrar la de su país (...) El egoísmo bien entendido sólo es un vicio para el egoísmo del gobierno, que personifica al estado". Alberdi había tomado conciencia que no había que ser esclavo. Ni del jefe de la tribu, ni de la tribu.
 
Armando Ribas | The Cato Institute, sitio web en español