POLITICA: MATIAS E. RUIZ

Un traidor como los nuestros

El cristinismo redacta los capítulos finales de su ciclo de vida. Desde su inigualable vocación por la autoflagelación -conforme se ha venido reportando...

16 de Julio de 2013

El cristinismo redacta los capítulos finales de su ciclo de vida. Desde su inigualable vocación por la autoflagelación -conforme se ha venido reportando desde Twitter, Matías E. Ruizeste espacio-, la Presidente parece seguir al pie de la letra los consejos que remiten a los modos óptimos con los que demoler el propio modelo. La lista de "enemigos públicos" (militares, empresarios, el campo, el espectro político opositor, los medios "corporativos") ha llegado a su fin. Y, naturalmente, la dinámica exige continuar la faena, rastreándolos entre las propias filas. Acaso inconscientemente.

De tal suerte que, en las postrimerías del relato, Cristina Fernández Wilhelm se ha anotado un colorido milagro: despanzurrar -bautismo del General César Milani mediante- a la regurgitación derechohumanista que tantos beneficios cosechara para el subsistema gobernante desde 2003. Atiéndase a la curiosidad: el oficialismo aglutina hoy en la misma vereda a Estela Barnes de Carlotto, Hebe Pastor de Bonafini, el camporismo, Luis D' Elía y otros autoproclamados "luchadores sociales", junto a reputados dignatarios del Proceso de Reorganización Nacional que en su momento espiaran y operaran con miras a aniquilar a la guerrilla de objetivación ideológica marxista en los años setenta.

Así las cosas, la voracidad expuesta por Balcarce 50 a la hora de masacrar a su propia construcción propagandística gana empuje en una cadencia por demás inquietante. A pocos días de condenar en tierra boliviana al establishment del espionaje norteamericano -Caso Snowden en carpeta-, Cristina se entrega al librillo operativo de Milani para suplir los fallos de una inteligencia civil que ya no responde a los requerimientos verbales del poder. En el seno de las Fuerzas Armadas, el general de raíces coscoínas es visto como un ingrato judas, fundamentalmente, a partir del siniestro criterio que lo empujara a entregar llave en mano la "Lista de los 4300" a Sergio Szpolsky (adoptando sugerencias del comunicador oficial y, a la sazón agente triple y agent provocateur, Horacio Verbitsky). El listado remite a una recopilación antojadiza de identidades de ex oficiales de Inteligencia cuya misión era infiltrar y debilitar a la estructura celular de la orga guerrillera durante la Temporada del Plomo.

Décadas después, y aparentemente evaporada la amenaza procubana, las redes del espionaje local -en sus versiones civil y militar- se alejaron de su objetivo primario para redescubrirse en las mieles de la impunidad y el enriquecimiento personal. Así, se ha asistido a obscuros episodios en los que operativos de Inteligencia devienen fácilmente en narcotraficantes de alto vuelo, comisionistas polirubro, operadores políticos de excelencia y nombres de paja de alquiler, todos ellos con elevada cotización. En pocas palabras, un edulcorado revival de Le Carré, pero con personajes y superestructura de configuración subdesarrollista. Al final del partido -y no sin la concomitante dosis de naiveté-, asoma la intentona de contralor de parte de un puñado de congresistas opositores que pretenden controlar lo incontrolable. Olvidando, en el proceso, que no están capacitados siquiera para comprender el prólogo de la historieta. Referencia obligada para los legisladores y periodistas que chillan ante los antecedentes de César Santos Gerardo del Corazón de Jesús Milani de cara al ya vetusto Operativo Independencia cuando, en rigor, deberían preocuparse por lo que su objeto de deseo está haciendo ahora mismo: inteligencia interior. Sobrevolar el cosmos del espía no es una tarea adecuada para ineptos; la hipocresía y el golpe de facturación limitada por izquierda jamás deben ser las varas con las cuales encarar el análisis. La perorata languidece en la más palmaria expresión cortoplacista.

En tanto las acciones de Carlos Zannini se precipitan hacia la baja, Milani ha ganado terreno, convirtiéndose hoy en confidente primigenio y protegé de Cristina Kirchner. Su misión principal -decidió aceptarla- coincide con complementar operacionalmente el mandato más reciente de la Jefa, esto es, neutralizar al Gobernador de Buenos Aires. Daniel Scioli es, solamente previo a las elecciones de octubre, un instrumento necesario para los objetivos electorales de la viuda. Si bien es cierto que, en ese sentido, el olfato de los columnistas dominicales no falla, no es errado apuntar que la Presidente ya ha elaborado un bosquejo para -apenas se notifique de una derrota en las urnas- expiar sus culpas en un tercero. Y es el esposo de Karina Rabolini quien mejor cuadra con el ropaje de idiota útil que CFK tanto necesita. La descarnada realidad se ocupará, a su debido tiempo, de hacerle notar a Daniel Osvaldo Scioli que la estrategia de la "no confrontación" es del todo ineficaz: caerán sobre su humanidad las responsabilidades por un sonoro caso de inseguridad urbana, y sufrirá en carne propia una inacabable serie de reprimendas en clave carmesí. Acompañadas de la esperable condena verbal: "Perdimos la Provincia por culpa de la impopularidad del Gobernador". Inundaciones, secuestros, homicidios, violaciones, serán parte del corolario de tropiezos que se le adjudicarán. Es la trillada crónica de la muerte anunciada.

En una función en la que la Presidente está relegada a ocupar el rol de mera figura decorativa, la descripción del panorama general no es ajeno para el entendido. Verbistky es el puppet-master y autor tras bambalinas del libreto (retórica y propaganda); Nilda Garré será la actriz estelar en la difusión de la ortodoxia pro bolivariana desde su confortable asiento en Washington/OEA, y César Milani -hoy bajo la lupa del Ministerio de Defensa español, los Patrones Americanos del Abecedario y el Ministère des Affaires étrangères francés- es, desde ahora, operador y armador desde el terreno. Mientras que gran parte de la construcción teatral tiene como fin montar un escenario que distraiga de los negocios privados, el error de la Administración -existe consenso- es haber depositado las operaciones de Inteligencia en el Ejército Argentino.

Es que la task force bajo comando del general coscoíno representa un problema existencial de difícil estudio, alcance y verificación, como también lo es Sergio Berni, el indescifrable "Coronel del Pueblo". Se asiste al suicidio preterintencional de CFK quien -solo tal vez- debiera atender al axioma que recuerda que el espía tiene siempre por enemigo al político. El topo se debe a sí mismo, y solo exhibe lealtad para con su propio sindicato. En esos términos lo sintetiza el propio John Le Carré"Una vez que Usted ha vivido en el mundo del revés del espionaje, jamás lo abandona. Se trata de una mentalidad; una doble moral de la existencia".


* Título relativo a la novela de John Le Carré 'Our Kind of Traitor' (2010)

 

Matías E. Ruiz