ECONOMIA INTERNACIONAL: IVAN CACHANOSKY & NICOLE LECLERQ

El dilema social de la pobreza

El concepto de pobreza es un concepto relativo, que ha ido mutando a lo largo de la historia humana.

26 de Julio de 2013
Iván Cachanosky es Licenciado en Administración de Empresas y candidato a Magister de la Maestría en Economía Aplicada de la Universidad Católica (Argentina). Nicole Leclercq es investigadora de la Fundación Libertad y Progreso (Argentina).
 
El concepto de pobreza es un concepto relativo, que ha ido mutando a lo largo de la historia humana. Este enfoque fue sistematizado a comienzos del siglo XX por el británico Seebohm Rowntree en Poverty: A Study of Town Life (1901). La pobreza comienza a ser percibida y asumida como problema cuando resulta causa de insatisfacción en su reflejo o contraste con la sociedad. Por ejemplo, en la Edad Media, donde las economías eran mayormente de autoconsumo y la mayoría de la población vivía con bajos estándares de vida, la pobreza no era percibida como un problema a nivel social. Luego de la Revolución Industrial, cuando parte de la población comienza a aumentar sus estándares de vida, la pobreza comienza a visualizarse como tal a partir de la desigualdad entre los que alcanzan mejores condiciones de vida y los que aún no las alcanzan. El tema de la desigualdad comienza a ser central en el debate. Es tomada, por ciertas ideologías, como la causa fundamental de la pobreza a pesar de ser ésta no causa sino producto del aumento generalizado de la calidad de vida.
 
El presente artículo pretende, en primera instancia, mostrar la dificultad para poder definir la pobreza debido a la subjetividad del término. En segundo lugar, intenta dar cuenta que para analizar de una forma acertada los números de pobreza es importante concentrarse en la “movilidad social” y no en la “desigualdad”. Por último, se concentrara lo analizado en las perspectivas a futuro para la Argentina.
 
 
La dificultad en la definición de pobreza
 
A lo largo de la historia, podríamos considerar tres etapas definidas: preindustrial, la  industrial y la postindustrial. Las diferentes formas productivas y sus consecuentes configuraciones sociales han dado lugar a diferentes representaciones de la pobreza e interpretaciones de sus causas.
 
La primera, antes de la Revolución Industrial, donde la producción era fundamentalmente rural y la industria era artesanal y a domicilio, con un importante componente de autoconsumo. Hasta comienzos del siglo XIX la pobreza era considerada como la norma de la vida humana. En esta primera etapa el problema principal radicaba en la falta de producción suficiente para vivir sin penurias y sin hambre en el propio terruño donde vivía el 80% o 90% de la población. Se trataba entonces de una pobreza generalizada.
 
La segunda, que se inicia con la revolución industrial, se caracteriza por la división del trabajo, la concentración de la producción en la fábrica o en las explotaciones mineras alrededor de las cuales nacen ciudades. La  característica fundamental de esta etapa, es la distribución del ingreso que se genera a través del empleo y que, a su vez, impulsa el consumo, el ahorro, la inversión y el nuevo ingreso. El problema deja de ser la incapacidad de producir los bienes suficientes y el dilema comienza a ser la distribución de esos bienes que se juega en el mercado laboral.
 
La tercera etapa, en ciernes desde las últimas décadas, se caracteriza por el fuerte y acelerado desarrollo tecnológico, nuevas formas productivas y consecuentemente una nueva configuración social. En los países desarrollados comienza a percibirse un alto desarrollo del sector terciario de la economía, el sector de los servicios, el cual está probando compensar la pérdida de empleo del sector industrial. Este nuevo fenómeno está produciendo una mayor distribución de las unidades de producción hacia una estructura más atomizada de pequeñas empresas, la cual favorece la aparición de un subsistema de distribución socialmente más objetivo al estar más cerca del sistema de precios en sus decisiones. 
 
De las tres etapas mencionadas, podemos destacar un punto positivo y uno negativo. El punto positivo es que la pobreza, gracias a la Revolución Industrial, se consiguió reducir abruptamente. Antes de la Revolución Industrial era normal que hasta un 80% de las poblaciones viviera en la pobreza. Hoy, los países desarrollados se encuentran por debajo del 20%. Como señala el economista Henry Hazlitt, lo que existe en la actualidad son bolsas de pobreza y no una pobreza generalizada.
 
Por el otro lado, el punto negativo es que la discusión acerca de la pobreza se desvío hacia el concepto de la desigualdad. Es común hoy en día que muchos economistas y políticos hagan hincapié en que la pobreza es un problema de desigualdad. Por lo general, estos economistas suelen ver a la economía como un juego de suma cero en donde si alguien gana es a costa de que otro pierda. Este concepto es erróneo ya que la riqueza puede crearse y eso es lo que ha demostrado el capitalismo a partir de la Revolución Industrial. Steve Horwitz señala que el enfoque de la desigualdad es erróneo. Horwitz sostiene: “Si a una persona se le pregunta si prefiere comer 1/6 de pizza o 1/9 de pizza, la respuesta debería ser que depende del tamaño de la pizza”. En otras palabras, puede existir una mayor desigualdad en la distribución de las porciones, pero si la pizza es más grande me conviene esa mayor desigualdad porque se obtiene un mayor pedazo de pizza. No importa demasiado la proporción de la pizza que me toque sino el tamaño de esa proporción, que dependerá siempre del tamaño de la pizza.
 
El concepto señalado por Horwitz no es menor ya que, si la desigualdad no es lo que importa para resolver el dilema de la pobreza, ¿qué es lo que interesa entonces? El mismo economista señala que es importante ver la evolución de las personas que en algún momento fueron pobres. Es decir, analizar la movilidad social.
 
Movilidad social
 
Teniendo en cuenta que la desigualdad no mide pobreza, lo interesante a analizar es ver que sucedió con la gente a lo largo del tiempo. Por ejemplo, si en un año determinado hay un 20% de pobres en un país, se debe analizar luego de un período de tiempo, cuántas de esas personas logran salir de la pobreza. Puede ocurrir que por ejemplo, años más tarde, la pobreza siga siendo un 20%, pero que sean distintas personas. Esto querría decir que los que se encontraban en situación de pobreza lograron salir de esa situación. Si eso ocurriera, el 20% de pobreza nuevo estaría compuesto por lo que se denomina los “nuevos pobres”.
 
Si bien no hay que abandonar jamás la lucha por bajar el porcentaje de pobreza a cero, también es importante asegurarse que los que tienen la desgracia de encontrarse en esa situación puedan salir. De esta manera cabe preguntarse: ¿Es posible la movilidad social?
 
El ya mencionado Horwitz, cuenta que hay información de la Universidad de Michigan que revela que entre 1975 y 1991, un 95% de familias de EE.UU. que vivían en la pobreza, dejaron de serlo en esos años. A pesar de que la data corresponde a varios años, no deja de demostrar que la movilidad social es posible.
 
Desafortunadamente no existe data disponible para el caso de Argentina, aunque de todos modos pueden aproximarse unas conclusiones. Argentina posee una gran cantidad de planes sociales. A pesar que los índices de pobreza en los años posteriores a la crisis del 2001/2002 bajaron, dichos planes sociales se han incrementado notablemente durante los últimos diez años, lo que indirectamente nos revela que sigue existiendo una gran cantidad de gente en situación de pobreza. La pregunta es si se trata de las mismas personas o no.
 
 
El caso de la Argentina
 
En un contexto global de alta tecnologización, especialización y competitividad, la Argentina, a pesar de todas sus posibilidades, se aleja cada vez más de formar parte del sistema global. La debilidad institucional, falta de reglas claras y de respeto a la Constitución Nacional que limite los desbordes gubernamentales, resulta en la falta de estabilidad y crecimiento socioeconómico sostenido en el largo plazo.
 
En la última década, el gobierno kirchnerista ha sostenido su gestión sobre el relato de “la justicia social”, la disminución de la pobreza y del desempleo. Para ello, se han implementado políticas de redistribución de la riqueza a través de la alta presión tributaria, otorgamiento de subsidios, planes sociales y generando un alto gasto público que ha pasado del 30% al 43% del PBI. El número de empleados públicos creció un 50% en los distintos niveles de estado, duplicando aún más el crecimiento del empleo privado.
 
La pregunta es: por un lado, en base a estas políticas, ¿se redujo la pobreza? Y por otro lado, ¿qué costo produjeron?
 
En lo que respecta a los costos podemos observar que las regulaciones impuestas por el gobierno y la alta presión tributaria sumado a la inflación, consecuencia del indiscriminado gasto público, ha derivado en una extrema fragilidad del sector productivo más eficiente y el desincentivo a la inversión tanto extranjera como local resultando en la pérdida de la competitividad a nivel global y reprimiéndose un crecimiento sostenido a largo plazo.
 
El escenario no es del más positivo para Argentina. Para eliminar la pobreza es indispensable que los ciudadanos puedan conseguir trabajo y estabilidad y para lograr esto, cada vez se exige mayores niveles de educación. ¿Cómo se encuentra Argentina en relación a estos conceptos?
 
Según un informe de IDESA, para el año 2009, el 46% de la Población Económicamente Activa (PEA) no había terminado la secundaria. Por lo general, las personas sin título de bachiller completo consiguen lo que se denomina “trabajo no calificado” y hoy en día es menor la cantidad de “trabajo no calificado” que se demanda haciendo que todos los trabajadores busquen especializarse cada vez más. Para el 2009 también, la demanda para el “trabajo no calificado” era del 19%. Esto hace que la oferta y la demanda de trabajo se encuentren dislocadas.
 
Es esta falta de coordinación entre estructura laboral y la PEA por nivel educativo lo que hace difícil que se genere una movilidad social, ya que estas personas en vez de especializarse para competir terminan “beneficiándose” de los planes sociales y en definitiva sin poder salir de la situación de pobreza.
 
Un trabajo de investigación realizado por la fundación Libertad y Progreso indica un impresionante aumento en el número de planes sociales durante la última década lo cual no debería conciliar con la disminución de la pobreza. Si la pobreza disminuye así también deberían hacerlo los planes sociales. Ahora bien, si la baja en los índices de pobreza ésta determinado por los planes sociales, no se puede decir que ese grupo de gente haya superado la pobreza. Más bien la realidad es que su mejoría económica depende exclusivamente del estado y lo más probable es que sea transitoria. A su vez produce costos tan altos como lo es el de la inflación, la cual afecta principalmente a éstos sectores de mayor vulnerabilidad. Las mediciones privadas de los últimos años lo demuestran. Según el Observatorio de la deuda social, a nivel urbano, la tasa (máxima) de pobreza alcanzó para el año 2010 casi el 30%. Si bien en el año 2011 el porcentaje se redujo a casi un 25%, en el año 2012 la tasa (máxima) volvió a incrementar a casi un 27%.
 
Aun habiendo informes que indican que las tasas de pobreza serían más altas si el estado no pagara la Asignación Universal por Hijo, ni la pensión prevista para madres de siete o más hijos, especialistas en investigaciones sociales acuerdan en que las políticas de transferencia no solucionan la problemática social. Por un lado, el otorgamiento de planes sociales muchas veces genera dependencia que puede ser transmisible de generación en generación, lo que imposibilita el real crecimiento y ascendencia en la escala social de aquellos sectores destinatarios de planes sociales. Por otro lado ningún tipo de auxilio social resulta posible si no es sobre la base de una economía productiva. Es por esto que “La solución no está en dividir, sino en multiplicar el producto social. Los que dedican su atención a problemas de distribución cometen siempre el error de querer distribuir más de lo que la economía nacional está en condiciones de hacer en proporción a su productividad” (Ludwing Erhard, Bienestar para todos, Union Editorial, 1989).
 
 
Conclusiones
 
Se ha tratado de demostrar que la solución a la pobreza radica en producir riqueza más que en distribuirla. A pesar que la desigualdad social suele crear tensión, ya que las carencias se miden en términos comparativos con el resto de la sociedad, es importante no confundir el concepto de pobreza con dicha tensión social. Como se ha dicho anteriormente, por más desigualdad que exista entre los miembros de una sociedad, la importancia radica en que todos ellos dispongan de los bienes necesarios más allá del porcentaje de la “torta” que les pertenezca. Cuanta más riqueza se produce en una sociedad mayor es el producto del que cada individuo dispondrá más allá del porcentaje destinado a cada uno. Centrar el esfuerzo en aminorar las desigualdades muchas veces no resulta eficiente. En primer lugar, de nada sirve reducir  las desigualdades si esto implica disminuir la riqueza, lo que podría resultar en una generalización de la pobreza. En segundo lugar, resulta muy difícil acordar que es lo que debe ser igualado y de qué forma debe igualarse. Los intentos de reducir las desigualdades,  muchas veces resultan de decisiones arbitrarias en manos de unos pocos, quienes determinan a quien se le debe quitar y a quien se le debe dar. Son estas decisiones arbitrarias, a su vez, las que pueden crear fragmentaciones o categorizaciones sociales que dificultan la movilidad social. Se ha mencionado, en este caso, los efectos que produce el otorgamiento de los planes sociales.
 
Es por esta razón que se le ha puesto el foco, con el fin de abordar el problema de la pobreza, al concepto de la movilidad social. La importancia radica, entonces, en que los que se encuentran en situación de pobreza puedan crecer por sus propios medios. Para ello resulta indispensable un sistema sociopolítico que favorezca el crecimiento económico y el respeto a las instituciones que aseguren la defensa de los derechos individuales y la estabilidad normativa. Se ha hecho, también, especial hincapié en la educación, como determinante fundamental en la movilidad social.
 
De un mundo de escasos recursos se ha pasado, con la revolución industrial, a un mundo de alta productividad con el conflicto puesto en el subsistema de la distribución del ingreso. Actualmente, con el avance del capitalismo y el desarrollo de nuevas tecnologías, se percibe un mundo de estructuras productivas mucho más atomizadas, conformándose, consecuentemente, un subsistema distributivo “socialmente más objetivo” como se mencionó anteriormente.
 
En la Argentina, sin embargo, todavía estamos lejos de comprender la importancia que tienen esos tres pilares fundamentales del desarrollo que son la institucionalización que facilita el aprendizaje social dando lugar al verdadero proceso de acumulación que no es otra cosa que la acumulación de conocimiento a través del capital humano en una economía cada vez más tecnologizada.
 

Referencias
 
Cachanosky, Iván. 2011. “Argentina: Atención la Educación”. El Cato.
Hazlitt, Henry. 1973. La conquista de la pobreza. Unión Editorial.
Horwitz, Steve. “Are the Poor Getting Poorer?”
Krause, Martín. “La desigualdad no es pobreza”.
Rowntree, Seebohm. 1901. Poverty: A Study of Town Life. Policy Press.
 
Iván Cachanosky & Nicole Leclerq | The Cato Institute, sitio web en español