ECONOMIA INTERNACIONAL: DIEGO SANCHEZ DE LA CRUZ

Por qué la Tasa Tobin es una mala idea

Algo va mal para los defensores de la Tasa Tobin, si hasta Francia se plantea dar marcha atrás en la implementación de este tributo.

26 de Julio de 2013
Diego Sánchez de la Cruz es periodista económico y profesor asociado en IE University (España). Escribe regularmente en Libertad Digital y La Gaceta (España).
 
Algo va mal para los defensores de la Tasa Tobin, si hasta Francia se plantea dar marcha atrás en la implementación de este tributo.
 
Más concretamente, el Ministro de Economía del gobierno de Hollande ha señalado públicamente que este polémico impuesto “puede resultar perjudicial para el futuro industrial de la plaza financiera de París” pero también “para la financiación de la economía francesa”. Por eso, ha pedido a la Comisión Europea que recapacite sobre la conveniencia de impulsar este impuesto a las transacciones financieras.
 
Algo parecido ha expresado Carlo Cottarelli, Director del Fondo Monetario Internacional para Asuntos Fiscales. El economista italiano describió recientemente la Tasa Tobin como un impuesto “anticuado”, invitando a los líderes europeos a enterrar este gravamen en el baúl de los recuerdos tributarios.
 
Este repentino recelo ante el impuesto a las transacciones financieras empezó a cocerse en la segunda mitad de 2012, más concretamente en octubre. Entonces, el anuncio de adopción de este gravamen por parte del Ejecutivo francés hundió la compra venta de acciones más de un 15%. Las advertencias de unos pocos comenzaban a hacerse realidad.
 
En España, el impacto estimado por la aplicación de este impuesto también habla de una caída del 15% en la negociación bursátil. Tanto el centro de investigaciones Open Europe como la analista de Renta 4, Natalia Aguirre, estiman la caída de la negociación en más de 100.000 millones de euros. Ante semejantes perspectivas, el gobierno español ha expresado cada vez más reservas ante la llegada de este tributo.
 

Argumentos falaces
 
Lo más triste del debate sobre la Tasa Tobin es que, a menudo, se basa más en la esperanza que la experiencia. A continuación, expongo cuatro ejemplos:
 
En primer lugar, muchos partidarios de este gravamen lo defienden con argumentos recaudatorios, algo que la propia Francia puede desmentir a raíz de su experiencia en 2012, cuando los ingresos fiscales no llegaron ni a la mitad de lo previsto.
 
En segundo lugar, otros entusiastas de la Tasa Tobin afirman que sirve “para reducir la especulación”. Semejante argumento ignora que cualquier inversor puede recurrir a productos derivados para “replicar” el tipo de operaciones que intenta disuadir este impuesto. Los informes de la Asociación Francesa de los Mercados Financieros así lo confirman.
 
En tercer lugar, hay otro grupo de defensores de este tributo que creen que su implantación reduce la “volatilidad”. En realidad, esta cuestión quedó zanjada en 2004, cuando el Banco Central Europeo presentó un estudio encargado por el gobierno belga en el que explicó que la Tasa Tobin no tiene efectividad alguna en este sentido.
 
En cuarto lugar, encontramos los argumentos de quienes creen que gravar las transacciones financieras mina el “trading de alta frecuencia”. Para quienes expresan tanta preocupación por esta cuestión, no está de más recordar los trabajos de Jonathan Brogaard. En ellos comprobamos que este tipo de operaciones no diverge en gran medida del comportamiento de inversores centrados en un horizonte temporal menos cortoplacista.
 
Al margen de todo lo anterior, no faltan quienes defienden la Tasa Tobin como una medida que servirá para “controlar” al sector financiero sin dañar la economía real. Dicha postura ignora que, según la propia Comisión Europea, el PIB comunitario caerá un 1,8% si se aplica un tipo del 0,1% a las transacciones financieras.
 
Pero existen más razones de peso para oponerse a la Tasa Tobin. Por ejemplo, como ha explicado Thornton Matheson, “quienes sufren a largo plazo el impacto del impuesto a las transacciones financieras son los trabajadores”. Matheson ha destacado que este tributo “reduce la productividad y los salarios” y “distorsiona la economía, alimentando una incorrecta asignación de recursos”.
 
Por si no fuese suficiente, también conviene recordar el informe presentado por Oliver Wyman sobre este gravamen. Dicho estudio explica que aplicarlo en Europa asestaría un golpe especialmente duro “a fondos de pensiones, empresas y compañías aseguradoras, que se verían obligadas a traspasar buena parte de estos costes directos e indirectos a sus usuarios finales”.
 
 
La experiencia sueca
 
Como ha explicado Magnus Wiberg en las páginas del Financial Times, “Suecia ya probó la Tasa Tobin en los años 80… y no funcionó. Aplicar este tributo en toda Europa es una decisión poco sabia”. Wiberg ha subrayado que la caída del beneficio medio en la Bolsa de Estocolmo "superó el 60% entre las acciones más fuertes".
 
El gobierno socialdemócrata del reino escandinavo había proyectado que este tributo conseguiría una recaudación de 1.500 millones de coronas al año, pero los datos reales rebajaron esta cifra hasta los 50 millones. Ante este fracaso, el gravamen fue ampliado para incluir a los bonos, pero dichos intercambios se redujeron en un 85% y el aumento de la recaudación no llegó al 5% de lo esperado.
 
Lo que sí consiguió la Tasa Tobin es generar una fuga de inversiones de la que Londres salió especialmente beneficiada. Entre 1985 y 1990, el 50% de la compra venta de acciones suecas se había desplazado a Londres. De hecho, abolir esta tasa en 1991 permitió que, en apenas un año, el mercado bursátil sueco subiese un 50%.
 
Wiberg ha señalado también que “los estudios sobre el efecto de esta tasa en Suecia coinciden en que redujo la liquidez del mercado, pero no su volatilidad”. Por último, también recuerda que el gravamen “es difícil de definir, poco útil en economías abiertas, ineficiente para generar recaudación tributaria…” por lo que apunta que “Europa debería aprender de Suecia” y abstenerse de mantener el impuesto a las transacciones financieras.
 
Este artículo fue publicado originalmente en Intereconomía (España) el 22 de julio de 2013.
 
Diego Sánchez De la Cruz | The Cato Institute, sitio web en español