INTERNACIONALES: DAVID BOAZ

Estados Unidos: ¿confianza en el Estado?

En medio de la preocupación acerca de los abusos del Servicio de Rentas Internas (IRS, por sus siglas en inglés), del espionaje de periodistas, y del encubrimiento de un desastre en Bengasi, surgieron nuevos problemas para la Administración Obama.

12 de Agosto de 2013
En medio de la preocupación acerca de los abusos del Servicio de Rentas Internas (Internal Revenue Service o IRS, por sus siglas en inglés), del espionaje de periodistas, y del encubrimiento de un desastre en Bengasi, surgieron nuevos problemas para la Administración Obama. Los periodistas reportaron que la Agencia de Seguridad Nacional (National Security Agency, NSA, por sus siglas en inglés) está recolectando los registros telefónicos de millones de estadounidenses en virtud de una orden judicial ultra secreta, y luego que la NSA y el FBI están coleccionando correos, audios, y otros datos directamente de los servidores de empresas de Internet como Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, y AOL. Bajo una creciente presión, Obama dijo:
 
"Si la gente no puede confiar ni en el Poder Ejecutivo, ni en el Congreso, y sino confía en los jueces federales, para asegurar que estemos actuando de acuerdo con la Constitución, respetando el debido proceso y el Estado de Derecho, entonces aquí vamos a tener algunos problemas".
 
Pero eso no detuvo las críticas. El presidente estadounidense aprendió que la desconfianza en el Estado está en la composición genética del pueblo en su país. Resultó que a los ciudadanos estadounidenses no les convenció la explicación de que el Ejecutivo, algunos cuantos miembros del congreso, y algunos jueces federales desconocidos se han asegurado así mismos de que un programa secreto está siendo desarrollado de manera adecuada.
 
El presidente nos asegura que la gente con acceso a toda esa información “toma muy en serio su trabajo. Ellos valoran nuestra Constitución”. Por supuesto, el Comité Church del senado en 1975 encontró evidencia de que la CIA había abierto, en secreto, 200.000 ítems enviados por correo. En 1992, se descubrió que funcionarios del Departamento de Estado habían buscado en los archivos de los pasaportes y de los registros de viajes de Bill Clinton evidencia que podría desacreditar su candidatura presidencial. El reportero David Burham escribió en su libro de 1980 A Law Unto Itself: The IRS and the Abuse of Power: “En casi todas las Administraciones desde la creación del IRS, la información y el poder de la agencia tributaria han sido utilizados para propósitos explícitamente políticos”.
 
Así que, a los estadounidenses, podría perdonárseles el hecho de no confiar ciegamente en la clase política.
 
A la clase dirigente le disgusta ser cuestionada. Considere al presidente Barack Obama hace un mes en la Universidad Ohio State denunciando a aquellos que promoverían la desconfianza en el Estado: “Desafortunadamente, ustedes han crecido escuchando voces que de manera continua advierten que el Estado no es nada más que una entidad separada y siniestra que se encuentra en la raíz de todos nuestros problemas; algunas de estas mismas voces también están haciendo lo mejor para estropear el trabajo que se hace. Les advertirán que la tiranía está siempre a la vuelta de la esquina. Deberían rechazar estas voces”.
 
Sonaba como el fiscal general John Ashcroft en 2001: “Para aquellos que asustan a las personas que aman la paz con fantasmas de libertad perdida; mi mensaje es este: Sus tácticas solo ayudan a los terroristas —ya que erosionan nuestra unidad nacional y disminuyen nuestra determinación. Le dan armas a nuestros enemigos”.
 
En las tardías audiencias en el congreso acerca del espionaje de la NSA, el presidente del Comité de Inteligencia del congreso, Mike Rogers (Republicano por Michigan) sonaba como Joe McCarthy al denunciar a los informantes como los “enemigos en casa” que son “casi igual de perjudiciales que nuestros enemigos en el extranjero”.
 
El columnista del New York Times David Brooks se quejó de que las revelaciones acerca de cómo nuestro gobierno nos espía reflejan una preocupante “sospecha profunda de la autoridad” y que esta corroería los “lazos invisibles” que nos mantienen unidos. Si, es totalmente posible que la gente sospeche de quiénes hicieron visibles esos lazos.
 
¿Por qué no deberíamos confiar en el Estado, como nos lo piden el presidente Obama y el congresista Rogers? Porque si sabemos quién y qué es el Estado. El Estado es una fuerza. Necesitamos un Estado limitado para restringir y castigar a quienes causan daño. Pero eso no elimina nuestro escepticismo acerca de los peligros de apoderar a ciertas personas para que empleen la fuerza contra otros. El Estado está constituido por personas. No es una formación platónica. El poder que el Estado tiene es ejercido por la gente y la gente es imperfecta. Algunos son corruptos, otros son malos. De hecho, algunos de los peores son atraídos al poder estatal.
 
Por esta razón los estadounidenses siempre han desconfiado del Estado. Como Thomas Jefferson escribiera en la Resolución de Kentucky de 1798, condenando las Leyes de Extranjeros y de Sedición:
 
“La confianza es, en todas partes, la madre del despotismo. El gobierno libre se funda en la desconfianza, y no en la confianza; es la desconfianza, y no la confianza, la que prescribe constituciones limitadas que restrinjan a aquellos a quienes estamos obligados a confiarles poder. (...) En cuestiones de poder, entonces, que no se escuche nada más acerca de la confianza en el hombre, sino más bien átenle las manos con las cadenas de la Constitución para que no pueda cometer maldades”.
 
Las constituciones no se hacen respetar por sí solas. La gente todavía tiene que mantener una vigilancia eterna; para hacer eso, siempre debemos permanecer sospechosos y desconfiados.
 
Considerando el comportamiento del Estado, no es tan difícil.

 
Este artículo fue publicado originalmente en el Cato Policy Report (EE.UU.), edición de julio/agosto de 2013.
 
David Boaz | The Cato Institute, sitio web en español