Glasnost en clave cristinista: cómo destruir una moneda nacional
Durante la segunda mitad de los años ochenta, Mikhail Gorbachov -por entonces presidente de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas- implementó una serie de medidas...
Durante la segunda mitad de los años ochenta, Mikhail Gorbachov -por entonces presidente de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas- implementó una serie de medidas orientadas a la transparencia y la apertura económicas; este programa se denominó Glasnost o, en tinte suburbano, Perestroika. Las demandas libertarias de la ciudadanía poco tuvieron que ver con los motivos que condujeron a la iniciativa: Gorbachov comprendió -sin necesidad de mayor reflexión- que la dinámica de los episodios de corruptela protagonizados por personeros del Partido Comunista y, a la sazón, el Politburó, terminarían por invitar a la quiebra del estado soviético. El rublo comenzaba ya a desbarrancarse, merced al formidable gasto público; el peculiar romanticismo que sobrevolaría luego los análisis de reputados comentaristas en occidente llevó a éstos a concluir que la victoria en la Guerra Fría se debió a una estrategia magistral de Washington. Cuando, en rigor, fue Moscú fue quien se derrotó a sí misma. El quebranto de la URSS registró el resultado esperado: una devaluación sin precedentes de la moneda nacional, el lógico proceso hiperinflacionario, la ruptura definitiva del Estado y, a la postre, un tendal de millones de individuos que, desde 1991, debieron desayunarse con que el Partido se desentendía abruptamente de su manutención y supervivencia.
Como la ex Unión Soviética en aquel instante de la Historia, hoy la Argentina padece un incordio similar. El carácter polimórfico de la subsidización estatal -energía, transportes, tipo de cambio- se disfraza con el ropaje de la veterana expresión "círculo vicioso". Como se citara oportunamente, Jorge Milton Capitanich Popovich arriba, bisturí en mano, para intentar desmadejar la siniestra trama de distorsiones legada por el modelo cristinista que -ahora se observa- no atendía otro fin que asistir en la perpetuación electoral del subsistema político de marras. Pero, si acaso algo era previsible, era que alguien debería pagar, eventualmente, las abultadas facturas del convite, portador de una confesa objetivación cortoplacista.
Así las cosas, la Glasnost de Cristina Fernández Wilhelm precisaba de un alter ego que desempeñara el rol de antipático dignatario del ajuste; este papel no podría ser ocupado por otro que el gobernador chaqueño, cuyo terruño -conforme confiesa ante íntimos interlocutores- ya le quedaba "chico". No obstante el auspicioso debut, Capitanich inaugura sus sesiones de quirófano con un inoportuno interdicto con Washington, que este lunes los matutinos se han ocupado de reflejar. Ante la "preocupación" surgida del país del norte, que ilustraba sobre la grotesca sangría de dólares que protagoniza por estas horas el Banco Central de la República, Jorge Milton esbozó la respuesta clásica del recién llegado, esto es, enhebrar la devolución del golpe desde la crítica a EE.UU. a raíz de su ampliación de su propia masa monetaria y porque ese país se encuentra insanablemente endeudado en más del 100% de su Producto Bruto Interno. Como si los desórdenes macro nada tuvieran que ver con la confianza y las expectativas.
Desde el subterfugio, y no sin una soterrada dosis de extemporaneidad, Jorge Milton malinterpretó la reprimenda: después de todo, la Administración Obama solo apuntaba que la Argentina necesitaría de un compendio de medidas simultáneas útiles para generar un shock de confianza, pero no a la manera mal llamada neoliberal sino, antes bien, a criterio de que el ajuste sobre la economía nacional no termine implementándose a los trompicones, como ya se viera en 1975, 1989 o 2001. Atropellando a la sociedad y a sectores productivos por igual, en una suerte de conmemoración del ciclo que algunos dan en llamar "de los diez años".
Todo para fisgonear en la conclusión que ya circula en el seno del mundillo de los mercados, a saber, que el Jefe de Gabinete no solo yerra por enterrar inicialmente el bisturí en donde no debería (enviando el consumo de un puntapié hacia el freezer), sino porque sus ocurrencias no van precisamente de la mano, por cuanto las aplica secuencialmente y con la poco disimulada meta de ahorrarle dolores de cabeza a los amigos de Balcarce 50.
En tanto ampulosamente deficitario, Fútbol Para Todos no debería esgrimirse en una prioridad. O, en todo caso, le correspondería ser parte de la receta para cercenar el excesivo gasto estatal y el consabido despilfarro de ANSES y la insufrible Aerolíneas Argentinas. Asimismo, el aspecto más inviable del languidenciente modelo no bordea necesariamente la cuestión del gasto per se, sino que invita a considerar el perturbador efecto multiplicador del mismo, que empuja a los tenedores de pesos que operan dentro del propio Estado Nacional a dirigirse al mercado paralelo para transformar -con efecto inmediato- sus devaluados pesos argentinos a divisa estadounidense. Compútense un puñado de ejemplos:
- La totalidad del espectro de los 'servidores' públicos (en AFIP, la propia ANSES, y ministerios) que, percibiendo haberes superiores a AR$15 mil, se encamina a paso veloz hacia las cuevas cada comienzo de mes, para hacerse de dólares billete. El periódico La Nación ha citado hoy el colorido affaire de los directivos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos que ahorran... en moneda norteamericana.
- La adjudicación de licitaciones hacia adentro del aparato estatal que, en formato de dos años y bajo el formato 50-50 (adjudicatario y funcionario estatal a cargo se dividen, de común acuerdo, el monto involucrado) compele a los participantes a deshacerse velozmente de la masa de pesos recolectados. Al igual que otros, corren hacia el Blue.
- Escasean billetes verdes, pero los portavoces del subsistema gubernamental continúan rehuyéndole a la alternativa de imponer límites al presupuesto monumental de la caja diplomática, destinado a los gastos en moneda dura (euros o dólares) de personal no idóneo que se desempeña en consulados y embajadas de la República Argentina en el exterior. Oportunidad inmejorable para circuncidar al elemento joven e inexperto que se obsequia -entre risotadas- la dolce vita, tras deshacerse de antecesores con nutridos antecedentes en el servicio exterior.
- Nada se conoce de programas de ajuste que recaigan en la Secretaría de Inteligencia, cuyas expensas ascendían -en tiempos en que el dólar estadounidense cotizaba a AR$3.05- a $3 millones diarios. Se trata, ni más ni menos, de una ingeniería financiera de órbita subterránea que sostiene, por ejemplo, a "periodistas militantes" en negro (sobres, "parte B"), y que ha sabido congraciarse con trabajadores de prensa de espacios privados, ahora contrapuestos a los intereses de la Casa Rosada.
Desde el fulgor de su atril, Jorge Capitanich está llamado a anotar su nombre en el clan de los recortadores tardíos (Celestino Rodrigo, Domingo Cavallo, López Murphy, Remes Lenicov) solo por negarse a comprender una realidad fundamental: que el ajuste no debería producirse sobre el consumo, sino en desmedro de la erogación estatal. En esta equivocación se resume, de manera fehaciente, el aterrizaje recurrente en el citado "ciclo de los diez años". Olvidándose también que, a la postre, la interposición de obstáculos a la capacidad de compra del ciudadano promedio, termina licuando el capital político del operador.
Considérese también que los mensajes que perpetúan la distorsión arriban, fundamentalmente, desde dos ámbitos: 1) el reconocimiento explícito de que los funcionarios del Gobierno desconfían del peso; y, 2) el apuro por blanquear el accionar de los capitostes del desfalco, desde la promoción del Nuevo Código Civil de Lorenzetti y Highton; herramienta legal que ha convenido el tratamiento entre algodones de aquellos que, corruptela mediante, se esmeran a diario por dinamitar el valor real de la moneda nacional.
El bueno de Jorge Milton entiende que los grandes culpables del abismo macroeconómico y el spread cambiario son los pudientes que se atiborran de yates, vehículos y otros artículos suntuosos vía tarjeta de crédito black.
Acaso el nativo de Saenz Peña deba hacerse a la idea de que un mal diagnóstico siempre viene acompañado de un mal comienzo. Y de un peor final.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.