La Fundación Atlas, hacia una sociedad más libre
Muchas veces, en el mundo occidental, damos por sentadas palabras como libertad, democracia y libre mercado. Sin embargo, no nos damos cuenta de que estos aspectos...
02 de Diciembre de 2013
Muchas veces, en el mundo occidental, damos por sentadas palabras como libertad, democracia y libre mercado. Sin embargo, no nos damos cuenta de que estos aspectos -básicos para el funcionamiento de las personas y de las sociedades- no se encuentran plenamente garantizados en todas las naciones del orbe. Son necesarios institutos y organismos que reflexionen a fondo en relación a estos conceptos y que, desde su actividad, recuerden, por un lado, la importancia de estos valores que dan sentido a nuestros sistemas y, por otro, los fomenten allá donde no son aplicados.
Tal es el doble cometido de The Atlas Foundation, cabeza de una red de más de cuatrocientos think tanks en los cinco continentes que tiene su sede en Washington, D.C. Desde allí, da soporte a la creación de “tanques de pensamiento” a lo largo del globo. Su presidente, Alejandro Chafuen, recibe en entrevista a USA Hispanic Press y, de su mano, revisamos los fundamentos de estos conceptos básicos, conocemos más la labor de los think tanks y analizamos los principales retos políticos y sociales en distintas regiones del mundo, con especial énfasis en América Latina.
Esta es la primera parte de la entrevista, dividida en dos piezas. Concretamente, esta “introducción” busca reflexionar acerca del concepto de libertad y familiarizar al lector con los ‘think tanks’, término que muchos han oído pero cuyas funciones se desconocen. Se trata de centros de pensamiento esenciales para la sociedad civil y que, en el caso de Atlas, resultan claves para potenciar la libertad económica en el mundo, en un contexto político que presenta numerosos retos, como veremos próximamente en la segunda porción de esta entrevista.
Pregunta.- La libertad es un valor esencial. Pero, ¿hasta qué punto está ligada a otros conceptos, como libre mercado o democracia?
Respuesta.- Sin dudas, lo más importante es la libertad. Esta es una característica única del ser humano, que es el único ser que puede actuar libremente. Ahora bien, esa libertad necesita de marcos adecuados para desarrollarse plenamente, entre ellos el libremercado, esencial para todas las libertades. Sin un mercado en el que sus agentes económicos puedan operar de forma libre, y en el que por tanto se pueda dar la iniciativa privada, el estado termina arrogándose un papel predominante, que afecta a todos los terrenos. Por ejemplo, en el caso de la prensa es claro; allí donde el estado es el único dueño de los medios, no existe libertad de prensa realmente y, por ende, se dice lo que el gobierno quiere que se diga. Para evitar este peso del estado, los padres fundadores de Estados Unidos buscaron crear una república donde el poder pudiera dividirse, con el objetivo de que los gobernantes no abusaran de él. Así establecieron un marco para que las personas puedan actuar en libertad. Crearon un sistema republicano para dar un campo adecuado a la democracia.
P.- ¿Y puede haber democracia sin libre mercado?
R.- Creo que realmente democracia y libremercado van de la mano. Ahora bien; todo depende de cómo definamos la democracia. Cuando yo era joven, los comunistas utilizaban mucho esta palabra. Ahí está el caso de Alemania Oriental, denominada “República Democrática y Popular de Alemania”. Existen periodos en los que puede existir una economía muy semejante a la economía de mercado, pero sin democracia real como, por ejemplo, existe en China ahora, o como en un momento hubo en Chile bajo un gobierno autoritario, en el cual las reglas democráticas se habían suspendido. En cualquier caso, el concepto que ayudó a hacer crecer a la civilización fue el de la república, y el de la importancia de la división de poderes para proteger los derechos humanos. Estos no son otorgados por las mayorías o por los gobiernos, sino que son inherentes a la persona humana.
P.- ¿Por qué son importantes los think tanks?
R.- Las cosas pasan en el mundo por cuatro razones: por las ideas; por los incentivos (los economistas a veces definimos la economía en dos palabras: los incentivos importan); por el liderazgo, porque las ideas por sí solas no se mueven -ideas sin acción son sólo ideas-; y, por último, siempre existe un elemento de suerte, o de providencia si uno es creyente.
El primero es especialmente importante, ya que el ser humano -a diferencia de los animales- antes de actuar, siempre piensa. El acto puramente humano es, por tanto, racional y libre, y su acción comporta objetivos determinados.
Así pues, las ideas son claves para todo. Y en el campo de cómo estructurar una sociedad, de cómo llegar a una república, de cómo tener un marco de mercado y de economía hay gran competencia de ideas. Los think tanks, como dice la palabra “tanques de pensamiento”, son centros de producción y diseminación de ideas. Se trata de laboratorios de pensamiento que, en mi opinión, cumplen un rol esencial en la sociedad civil, ya que democratizan un proceso de análisis y creación de ideas que, en cierto modo, hasta hace no mucho, era patrimonio exclusivo de entes como las universidades.
P.- ¿Qué diferencia existe entre un think tank y la labor investigadora que pueda realizar una universidad?
R.- Existen áreas comunes, pero también de separación entre think tanks y las universidades, que no son fáciles de definir. Desconozco si la primera academia, la de Platón, fue una universidad o un think tank. Los tanques de pensamiento nacieron prácticamente al margen de las universidades, sobre todo después de que éstas se acercaran mucho a los gobiernos -gobiernos que crecieron mucho-, siendo reticentes a que se tocaran ciertos temas. Por lo general, en las universidades no pueden abordarse temas con la rapidez que se necesitan.
Esto lo vemos claramente a través del fundador de nuestra organización, Sir Anthony Fisher, ciudadano británico cuyo primer instinto era quizá ir a la política, o a trabajar en las universidades para cambiar las ideas. Sin embargo, en 1955, cuando creó su primer think tank, precursor de Atlas, fundada en 1981, las universidades en Inglaterra se hallaban dominadas por el socialismo y por la izquierda. Así, él empezó a trabajar desde fuera de las universidades, en un instituto de asuntos económicos (Institute of Economic Affairs, Reino Unido). Desde entonces, especialmente después de los años setenta, se han multiplicado los think tanks. Algunos han crecido mucho. Uno de ellos, la Heritage Foundation, ya tiene presupuestos casi a nivel como el de una universidad promedio. Concretamente, 80 millones de dólares anuales.
Gracias a la competencia de los think tanks, las universidades están dando un poquito más de libertad a sus profesores para tener centros dentro de investigación y análisis dentro de la propia universidad. Pero uno de los problemas que todavía comportan es que, al depender del gobierno de la universidad, existen ciertas cosas que no pueden hacer, y con toda razón, ya que la institución académica debe cuidar su nombre. Puede resultarle contraproducente tener think tanks internos muy poderosos con productos que se asemejen cercanos a política partidaria. Debido al concepto de “universidad”, tampoco pueden transformarse en una organización identificada con la “gloria” de una persona determinada o un centro interno, sino que tiene que balancear todos los intereses de la comunidad académica.
De todas formas, por lo general, casi todos los tanques de pensamiento utilizan profesores en la universidad para realizar algunas de sus investigaciones. Sólo los institutos más grandes pueden darse el lujo de tener gente de gran capacidad a tiempo completo haciendo investigación.
P.- ¿Qué influencia real ejercen estos think tanks en las políticas públicas y aquellos que toman las decisiones?
R.- Este es un tema muy difícil de comprobar: cómo una idea llega a ponerse en práctica. No se trata de una ciencia exacta. Uno elabora una idea. Después, busca quién puede tener el incentivo para llevarla a la práctica. Posteriormente, se lleva a cabo un estudio y se trata de involucrar a los medios de comunicación para que la gente hable de este tema, y se trata de conseguir a alguien que quiera asistir para cambiar una ley al respecto. Pero incluso los políticos interesados en cambiar una ley propuesta por un think tank, tienen incentivos para adjudicarse la idea más que darle el crédito a otros, como los centros de pensamiento.
Una analogía que creo que ilustra bien la actividad de los think tanks era la que utilizaba Martin Anderson, miembro del equipo de economistas de Ronald Reagan y gran economista de la institución Hoover, en Stanford University (un ejemplo de think tank dentro de una universidad). Este utilizaba la imagen del glaciar. Uno va trabajando en el campo de las ideas, va empujando de a poco, como el hielo: es importante privatizar, cuidar la moneda sana, no seguir expandiendo la emisión... Y comienza a escribir y preparar estudios. Así, acumula presión, como los glaciares, hasta que -de súbito- tienen lugar ciertas circunstancias que hacen que lo que uno está proponiendo se torne posible, que el hielo se libere y caiga al agua, convirtiéndose en parte asimilada e incorporada de la sociedad.
P.- ¿Es, por tanto, un proceso a largo plazo la creación de un estado de opinión pública?
R.- En la mayoría de los casos, sí. En estados parlamentarios, a veces alcanza con estar cerca del primer ministro y de sus personas cercanas. En países como Estados Unidos es más difícil, ya que siempre existe una competencia fuerte por parte de poderes e intereses en cualquier tema, y no es fácil cambiar. Irónicamente, resulta más sencillo a veces en regímenes autoritarios, tanto del lado de la izquierda (como China), como de la derecha (en el Chile durante Pinochet). Los líderes se dan cuenta de la necesidad de cambio y se lanzan a aplicar estas políticas. Los cambios que se dieron en Chile, desde la privatización de la seguridad social hasta la liberación prácticamente total del comercio internacional, son factores que condujeron a un gran progreso en el país y a disminuir notablemente la pobreza. Unos cambios diseñados por un grupo numeroso de economistas, entrenados muchos de ellos en la Universidad de Chicago, que contaban con el visto bueno del gobierno de ese entonces.
Es también difícil calcular el impacto real de los centros de investigación. Tenemos algunos ejemplos relevantes. En Estados Unidos, los investigadores de tanques de pensamiento fueron los primeros en promover con fuerza parte de la privatización de la administración de las autopistas, recomendando la introducción de aparatos electrónicos que nos ayudan a medir que estamos pasando por allí. En el caso de Perú, el trabajo de Hernando de Soto sobre las trabas que enfrentaban los productores pequeños en su país para poder registrar una empresa y trabajar en blanco fue clave tratar de simplificar regulaciones en muchos países. Los índices tan útiles de libertad económica, que nos permiten saber si está avanzando o no en la liberalización de la economía, no salieron de universidades sino de think tanks como el Fraser Institute (Canadá) y la Fundación Heritage. Todos estos son cambios que se han producido en los últimos veinte años, y no fueron las universidades las que sacaron estos estudios, sino think tanks. Las universidades vinieron luego, y hoy se registra infinidad de académicos que estudian los dos temas; el de la regulación que estorba a los empresarios y el de la importancia de la libertad económica.
P.- ¿Cómo ayudan a otros think tanks a comenzar en otras partes del planeta?
R.- Fisher dio comienzo a un instituto que hacía estudios escritos en un lenguaje suficientemente riguroso para ser usados en universidades, pero también suficientemente claros para ser entendidos por un público educado. La primera ministro Margaret Thatcher le dio crédito por haber ayudado a crear el clima de ideas que hizo posible el cambio de economía en Inglaterra, que por décadas venía en decadencia. Cuando el Reino Unido aplicó las políticas de economía de mercado recomendadas por el think tank de Fisher, retomó su posición de prestigio económico en el mundo.
Nuestro fundador no se quedó ahí, sino que ayudó a crear otros centros en otros países, empezando a crearse una demanda para constituir una organización como la nuestra que ayude a otros centros.
Siempre se necesita el factor humano. Por eso, una de las cosas que hacemos es concentrarnos en personas a las que llamamos ‘empresarios intelectuales’ (en inglés, intellectual entrepreneurs). Estos, como el buen empresario, no sólo deben descubrir la necesidad de una nueva idea, solución o programa educacional, sino que han de tener capacidad de atraer recursos e invertirlos para producir el libro, hacer la conferencia o el estudio de políticas públicas. Nosotros damos entrenamiento a estas personas. A veces también les conseguimos recursos y les ponemos en contacto con otros que hayan confeccionado estudios relacionados. Así, desde entrenamiento hasta referencias y donaciones tratamos de ayudar a gente que quiera crear estos centros de producción y diseminación de ideas.
P.- Ustedes buscan realzar a los talentos de distintos países en cuanto a libertad. ¿Qué programas de liderazgo en libertad tienen?
R.- Nosotros nos hemos enfocado más que nada en la administración y gestión, mientras que hay otros centros y universidades que se dedican a formar a la gente en el campo de las ideas. Nos hemos dedicado más a formar en cómo producir y diseminar ideas que a enseñar las mismas. La forma en que lo hicimos por muchos años fue a través de talleres, donde había algunas clases de formación sobre la idea de la libertad pero dos terceras partes tenían que ver con temas de administración. Cómo se analizaba un tema puntual de políticas públicas, cómo conseguir recursos para analizar ese tema, como gerenciar una ONG, recomendaciones para conseguir que los artículos o los libros tengan buen impacto y demás.
Hoy en día, gracias al crecimiento de la red de institutos que apoyamos, tenemos dos productos clave. Por un lado, una vez al año buscamos a 24 o 25 líderes de institutos ya más maduros, y hacemos un entrenamiento muy fuerte que se llama Think Tank MBA. Por otro, utilizando las nuevas tecnologías en línea tenemos unos cursos que se llaman Atlas Leadership Academy, donde la gente acumula créditos, como en una universidad a distancia, toman cursos sobre cómo escribir una buena misión de un instituto a cómo hacer un plan de trabajo, o cómo buscar fondos.
De todas formas, y a pesar de las nuevas facilidades tecnológicas, seguimos también haciendo eventos donde la gente puede encontrarse cara a cara. Y además creamos incentivos con “concursos”. Damos premios a institutos que hacen mejor labor en una determinada área.
Y, en todas nuestras actividades, buscamos tocar contacto con temas con los que la gente no esté en contacto de manera adecuada, estar antes que el resto y analizar esos asuntos. Atlas fue la primera organización en presentar las computadoras y los sistemas de computación como mecanismo de interconectar y defender ideas. El primer seminario que se hizo en el mundo de los think tanks sobre este tema lo hicimos en Jamaica en 1986. Tuve la suerte de que un amigo mío de IBM me mostrara el sistema que se utilizaba entonces, el Prof System (PROFs), precursor del Internet y de Bitnet, y de la World Wide Web. En 1986, y durante cuatro o cinco años, llevamos a cabo eventos en los que explicábamos a la gente la importancia de tener un computer billboard y utilizar todo este tipo de cosas. Obviamente, hoy en día esto se ha convertido en algo subsidiario, ya que existe una infinidad de empresas comerciales mostrándole a la gente cómo usar Internet y, por tanto, no se vuelve tan necesario que una organización sin ánimo de lucro como la nuestra se encargue de esto.
Quizás este ejemplo sobre cómo se ha cambiado la cultura hacia el uso de los ordenadores ilustra bien el objetivo de los think tanks: ser catalizadores de un cambio claramente beneficioso para la sociedad. Siempre buscando crear las condiciones que permitan lograr un clima social superior, en donde los valores de libertad que fundamentan nuestro sistema permitan el pleno desarrollo de la persona.
Seguir en
@DavidIglesiasP
Sobre David Iglesias Pérez
Editor en Jefe del sitio USA Hispanic Press. Periodista y consultor de comunicación política y corporativa. Analiza la actualidad de Iberoamérica y de Estados Unidos desde Washington, D.C.