Hacia una América Latina sin bancos centrales
Quizás haya llegado la hora de reexaminar los supuestos beneficios de la existencia de las bancas centrales a lo largo del globo...
14 de Diciembre de 2013
Quizás haya llegado la hora de reexaminar los supuestos beneficios de la existencia de las bancas centrales a lo largo del globo.
A lo largo de los últimos años, las críticas sobre el accionar de estos órganos se han multiplicado: el comentario más común es que los bancos gubernamentales inflan la masa monetaria y actúan de manera fuertemente irresponsable al momento de intervenir en los mercados. Estas entidades –se contabilizan hoy más de 170 en el globo- aplican medidas incorrectas, en virtud de que su esencia es incorrecta de base: expandir el circulante o masa monetaria suele ser la medida que conduce al empeoramiento sostenido de toda situación macroeconómica.
El objetivo es pensar "fuera de la caja", y comprender que no es necesaria una banca central, como tampoco es necesario este sinónimo de aislacionismo nacionalista para lograr una cuota de crecimiento económico. La región latinoamericana viene implementando las mismas políticas desde hace décadas, con sus resultados a la vista. Lejos está de ser el camino correcto para alcanzar un verdadero desarrollo.
Resulta curioso preguntarnos cómo sería América Latina si lograra despojarse de estas entidades, en tanto confiesan un fin único de consentir gustos e intereses de los políticos populistas.
No quedará espacio para la duda: sin bancos centrales, la región lograría acercar economías a la solidez y la estabilidad. Por otro lado, las administraciones populistas carecerían del dinero necesario para financiar y luego llevar a cabo sus proyectos de corte demagógico, como tampoco dispondrían de una caja para la compra de votos y el fomento del clientelismo político. La responsabilidad, la confianza y la transparencia pasarían a ser, en tal caso, el motor de una economía capaz de eliminar la corrupción de cuajo, y que podría ahorrarse, a la vez, el pago de salarios de una importante cifra de burócratas que se desmpeñan en estos bancos centrales. Teniéndose en cuenta que el populismo latinoamericano no permitirá jamás la referencia a "bancas centrales independientes". La dirigencia política no vería otro sendero que recortar sus gastos, dado que ya no contarían con la posibilidad de emitir moneda para autofinanciarse. Por sí sola, esta situación llevaría a una alta estabilidad de los precios finales al consumidor y, por ende, a cuotas más elevadas de inversión privada a lo largo y ancho de la región. Los bancos centrales conducen numerosas operaciones innecesarias; son útiles para "robar", aunque pocos se encuentren en posibilidad de percibirlo de esta manera.
Hoy día, es posible pensar a Latinoamérica sin el lastre de la banca central. A pesar de que, desde hace ya varias décadas, se generara artificialmente una imagen que intenta asignar caracteres positivos a la idea del "Estado de gran tamaño", del subsidio, los bancos gubernamentales y el canonizado proteccionismo que nos resguarda de "los males que los países desarrollados buscan causarnos al invadirnos con sus bienes y servicios".
Los bancos centrales y sus administradores son, también, los responsables inequívocos al momento de generar inflación, a través de la emisión monetaria ampliada con el fin de multiplicar el gasto estatal. Se devalúa la moneda, cae el poder adquisitivo real de las personas, y las peores consecuencias terminan abatiéndose sobre los ciudadanos de estratos sociales bajos y que cuentan con menos recursos para el sustento. La sobreimpresión espúrea de billetes, destinada al financiamiento de déficits generados por el populismo, redunda en un escenario en el cual esos billetes valen cada día menos ("impuesto inflacionario").
La República Argentina y la República Bolivariana de Venezuela figuran entre los países con los procesos inflacionarios con mayor crecimiento en el mundo. Mientras la economía venezolana se muestra en extremo deteriorada, y la inflación bordea el 50% anual, su similar argentina parece seguir idéntico libreto, con un crecimiento anual de los precios lindante con el 30%.
Tradicionalmente, la tendencia latinoamericana nutrida por el populismo se ha ocupado de responsabilizar al "capitalismo" por esas insoportables tasas de inflación. Pero la percepción ciudadana está cambiando: las sociedades en América Latina que aún deben tolerar este tipo de gobiernos comienzan a comprender que el desastre no es provocado por las ideas del empresariado, sino por quienes están a cargo del Estado. Aquí da inicio el problema de la emisión descontrolada del dinero. Latinoamérica, al hacerse eco de este diagnóstico, comienza a transitar el camino correcto.
El economista austríaco Friedrich Hayek explicó oportunamente que "la inflación es siempre el resultado de la debilidad o de la ignorancia de aquellos que tienen a su cargo la política monetaria". En igual sentido, este riesgoso apego hacia el nacionalismo monetario comporta la posibilidad de conducirnos rápidamente hacia la multiplicación de las crisis; tal como puede comprobarse no solo en la región latinoamericana, sino en otras partes del mundo. Finalmente, hemos de consolidar la percepción sobre por qué una "banca central independiente" no es garantía suficiente de una reducción de la inflación. Recién en esa etapa, comprenderemos la necesidad de una "desnacionalización del dinero".
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@AntonellaMarty
Sobre Antonella Marty
Tiene estudios en Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Abierta Interamericana. Es Miembro Fundadora del Grupo Joven de la Fundación Libertad. Investigadora Asociada de Fundación para El Progreso, Chile; miembro del Consejo Ejecutivo y Directora Regional por Argentina y Chile de Estudiantes por la Libertad. Publica novedades relativas al trabajo e investigaciones de think tanks de América Latina y los Estados Unidos de América.