Cuba: promesas incumplidas
"El totalitarismo siempre tiende al fracaso, y siempre fracasará porque tiene como fin asfixiar a los individuos, coartar sus libertades y embotar sus conciencias".
30 de Diciembre de 2013
Al pensar en la política del siglo que hace casi tres lustros se nos marchó, recordaríamos a los personajes que consiguieron hacer de éste un mundo mejor. Si bien cada cual lo hará bajo el prisma de sus creencias. Creencias que respeto, salvo que éstas se basen en romper la que, a mi modo de ver es la premisa básica de toda sociedad, es decir, la libertad. De modo que todos recordaríamos a gente como Gandhi, Teresa de Calcuta, o el recientemente fallecido Mandela, así como a otros grandes luchadores en pro de la libertad. En cambio, si pensamos en tiranos, como han sido los dictadores que han poblado el planeta, estaríamos pensando en gente que, al no respetar la premisa básica antedicha, para mí han sobrado y no deberían haber existido. Me estoy refiriendo a gente como, por ejemplo, Perón, Chávez, Castro, Hitler, Stalin, Mussolini o Franco.
Hace bien poco, la vida se nos hizo un poco más gris al enterarnos del fallecimiento de Nelson Mandela. Si dedicamos cinco minutos a leer, aunque sea de modo somero, su biografía, podríamos observar cómo pasó de ser un luchador revolucionario paramilitar (motivo por el que fue encarcelado durante veintisiete años) a ser uno de los grandes iconos del siglo pasado. Este cambio radical fue conseguido al haber sabido rectificar su modo de lucha y su actuación puesto que sin dejar de pelear por sus ideales, pasó a hacerlo transitando un camino de paz. Esta rectificación fue el motivo que hizo que su figura creciese y se hiciese más y más grande a los ojos de todos, propios y extraños, afines o no. Pero, si bien muchos otros han errado en su lucha, no todos han sabido rectificar su modo de actuación soslayando, o intentándolo, las consecuencias de sus yerros. Por lo que, no sólo no han logrado hacer que sus figuras fuesen mayores, sino que han conseguido que éstas fuesen en muchos casos aborrecidas. De los ejemplos antes mencionados nos vamos a detener en el de Castro. Idolatrado por algunos, a raíz de la propaganda utilizada. Pero para otros, los que tenemos como fin más alto, sagrado y principal del ser humano la libertad, no precisamente es santo de nuestra devoción. Pretendida ésta para todos y no sólo para uno mismo, hablaremos de los desmanes cometidos por el dictador y, posteriormente, tras haber dado un paso lateral que nunca fue un paso atrás, por su hermanísimo.
Viendo el otro día las noticias, me dio un vuelco el corazón al escuchar las medidas anunciadas por parte del gobierno castrista. Se trataba de medidas aperturistas, que hacían creer que éstos se estaban preparando para la transición política. Me froté los ojos y un escalofrío recorrió mi espina dorsal. La tan ansiada transición política cubana parecía estar más cerca. Pero todo quedó ahí. No en vano, el presidente Raúl Castro -en su discurso de clausura de la sesión plenaria de la Audiencia Nacional- no dejaba espacio para las dudas cuando afirmó que habrá reformas económicas y políticas, sí. Pero que no acelerará su agenda, pues eso haría fracasar el modelo castrista. Un pensamiento se abrió paso en mi neblinoso cerebro. Y es que el totalitarismo siempre tiende al fracaso, y siempre fracasará porque tiene como fin asfixiar a los individuos, coartar sus libertades y embotar sus conciencias.
El objetivo del hermanísimo desde su llegada en 2006 ha sido siempre el de poner parches a la maltrecha economía cubana. Pero como ha repetido en numerosas ocasiones, éstas no tienen como finalidad cambiar nada, sino que utiliza el eufemismo de que parcheaba la política económica castrista para actualizar el modelo socialista cubano. De hecho, ya en 2010 quiso maquillar la improductividad del sistema y los pobres resultados reflejados en la carestía generalizada del pueblo. Pues desde entonces, los pasos que han tomado han sido lentos. Aunque, para ser sinceros, más que lentos, tediosos e improductivos. Llegando a dar marcha atrás en algunos avances que se habían anunciado o prometido, como el de dotar de mayor libertad a los emprendedores y autónomos. O como éste último de abrir política y económicamente la isla. La política cubana siempre ha tomado como estrategia la famosa del palo y la zanahoria para el pueblo cubano. Pues siempre denegaba una pretensión para dar otra sin venir a cuento o con resultados más pobres para la ciudadanía.
Aunque estas reformas nos parecen insuficientes, Raúl Castro ha reiterado que habrá más. Intentarán poner el acento en todo lo que sea relativo a atraer la inversión extranjera. Abrir el país a una entrada de divisas extranjeras. Para cuya búsqueda, se intenta desde el parlamento cubano, evitar la dicotomía de la economía, puesto que fue anunciado el proceso de unificación de la moneda. No olvidemos que, en Cuba, circulan dos monedas oficiales: el peso cubano convertible (CUC) y el peso cubano (CUP). Eso sí, sin llegar a describir el modo de hacerlo, en qué momento se hará la unificación y cuál será la tasa de cambio. Todas estas recetas económicas son consensuadas en el seno del gobierno castrista y, si bien buscan una mayor apertura económica en cuanto a la inversión extranjera, no es menos cierto que todo lo están llevando a cabo con pies de plomo para evitar el tsunami económico que, al intentar llevar a cabo una política similar, sacudió la antigua Unión Soviética en la época de la Perestroika de Gorbachov. Por todo ello, aunque los resultados económicos del año que ahora acaba y tras conocerse que las perspectivas para el que entra no son nada optimistas, Raúl Castro pone todo el énfasis en señalar una y otra vez que el ritmo de la economía cubana lo pone él.
Pero todas estas medidas supuestamente aperturistas no nos deben engañar. No debemos caer en el error de pensar que la maltrecha dictadura castrista está acabada. Ya que están utilizando siempre la estrategia de dar una de cal y otra de arena. De la promesa incumplida y la limosna no solicitada. Pero éste es un país en el que, por poner sólo un ejemplo, el pueblo se tiene que buscar las artimañas para hablar en clave. Usando signos similares a los del lenguaje de sordos pero más sibilinos y disimulados. Así es el pueblo cubano. Así son sus gentes. Alegres, supervivientes, simpáticas, divertidas y, por el pinchazo de la necesidad, pícaras al extremo. Se ha inventado un modo de comunicarse. De modo que Fidel, por ejemplo, se dice haciendo una simpática mímica de una barba hacia abajo en forma de pico. Se dice negro, frotando tu dedo índice en la parte superior de la otra mano. Se menta a Raúl, achinando los ojos con uno o dos dedos. En cambio, 'cállate que hay micrófonos', se dice cerrando tu boca como una cremallera imaginaria e indicando seguidamente al techo con tu dedo índice.
Todas éstas son, a mi entender, imágenes clarificadoras de la ausencia de libertad en Cuba. Por muchas diapositivas que nos pongan delante de los ojos en forma de supuestas medidas aperturistas, la premisa fundamental falla mientras continúe vigente la dictadura castrista. Porque la libertad es el valor supremo al que todo ser humano, en todo el mundo, tiene derecho; al que todo ser humano debe aspirar y que toda persona tiene que conseguir.
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@USAHispanic
Sobre Emilio Durán Escobar
Nació en Madrid, en 1971. Es columnista regular en la sección de Internacionales de USA Hispanic Press.