China golpea a su puerta
Si Usted conoce a algún ciudadano chino que se dedique a los negocios en su vecindario...
11 de Enero de 2014
Si Usted conoce a algún ciudadano chino que se dedique a los negocios en su vecindario, y se entera de que éste se propone adquirir una firma local o un terreno, entonces Ud. no está solo. Al margen de las adquisiciones de bonos soberanos, la inversión china en los Estados Unidos ha compartido un récord el pasado año, llegando a US$ 14 mil millones -lo cual representa un incremento de más del 50% en relación a 2012. Si acaso esta tendencia se acrecienta, ello dependerá exclusivamente de nuestra decisión.
El Análisis de Inversión Global de China de la Fundación Heritage y el American Enterprise Institute (AEI) (ver en http://www.heritage.org/research/projects/china-global-investment-tracker-interactive-map) es la única fuente de información que explora públicamente la inversión de Pekín más allá de los bonos soberanos. Refleja más de 500 inversiones directas de US$100 millones o más llevadas a cabo por la República Popular desde 2005, y comprende un total aproximado de US$475 mil millones (en donde se agregan cientos de millones extras en materia de contratos de ingeniería y construcción).
La performance china en los EE.UU. durante 2013 superó a la registrada en Australia como objetivo de Pekín. Desde 2005, Estados Unidos ha recibido un aproximado de US$60 mil millones en inversiones chinas no relacionadas con adquisiciones de bonos soberanos.
Mientras que la adquisición china de bonos del Tesoro estadounidense es bastante más extensa, también resulta ser abstracta. La República Popular ya no compra tiras de papeles norteamericanos: solo en 2013, adquirió una gran compañía de alimentos (Smithfield), una importante cantidad de propiedades en Los Angeles y Nueva York, y muchos miles de millones de dólares en derechos de producción.
¿Es esto algo positivo? Ciertamente lo es para ciudadanos estadounidenses que venden algunas de sus propiedades, terrenos o compañías. Para obstaculizar a la gente que intenta vender sus bienes -esto es, interferir en el proceso de libre empresa-, deben existir buenos motivos.
La reacción no informada remite a la expresión "invasión china". Usted podría recordar que, en los años ochenta, era Japón quien nos "invadía". Aquella no era una invasión real entonces, y tampoco lo es ahora. El total de la riqueza de los Estados Unidos -el valor monetario de todo aquello que poseemos- excede los US$75 billones de dólares. La inversión de Pekín representa, apenas, una gota en un balde lleno de agua.
Un argumento bastante más sustancial invita a considerar que la República Popular no es un aliado y que, con frecuencia, tampoco es un amigo de EE.UU. Al no ser un aliado, algunos tratos hechos por Pekín deben ser sometidos a un escrutinio a consciencia por parte del Comité de Inversiones Extranjeras en los Estados Unidos (Committee on Foreign Investment in the United States, CFIUS). Se trata aquí de negocios que podrían representar un riesgo para la seguridad estadounidense. Cuando no se registra un riesgo genuino, el CFIUS debe -rápidamente- dar un paso al costado.
Dado que China no es, con frecuencia, un amigo, no les debemos nada. El mercado estadounidense debería permanecer abierto y ser transparente, porque beneficia a los ciudadanos de los EE.UU. Si Pekín tiene quejas, éstas deben mensurarse con la misma vara acordada para resolver idénticos reclamos que Washington pueda tener respecto de políticas implementadas por la República Popular.
Por ejemplo, Estados Unidos considera a las firmas privadas bajo tutela del Estado chino (SOEs) como profundamente subsidiadas, mientras que Pekín estima que EE.UU. las discrimina. Pekín tiene razón, solo hasta cierto punto: fuera de los Estados Unidos, las empresas subsidiadas por China representan casi el 95% de las inversiones chinas en cifras nominales. En EE.UU., representan menos del 70%. Pero, hasta tanto las compañías estadounidenses no registren un mejor trato en China, habrá pocas razones de parte de Washington para darle la bienvenida a las firmas subsidiadas por el Estado chino.
Mirando un poco más allá, el estudio realizado por AEI y Heritage prueba la existencia de un claro patrón a lo largo del tiempo: las firmas chinas comportan una mentalidad de ganado, conforme se mueven con premura. Invierten con fuerza en una región -digamos, por ejemplo, América del Sur- durante dos años y, tiempo más tarde, se van hacia otra parte.
Estados Unidos podría representar la excepción a esa regla. Tenemos, en este país, todo aquello que China no tiene en su propio territorio -recursos, tecnología, y protección contra los derechos de autor-. Y nuestro mercado es lo suficientemente grande como para absorber mayores inversiones originarias de China que cualquier otro país. Con la excepción crucial de la seguridad nacional, deberíamos estar abiertos a esta posibilidad. La inversión china -récord en 2013- es buena para ambas naciones.
Traducción al español: Matías E. Ruiz | Artículo original en inglés, en http://blog.heritage.org/2014/01/09/china-doorstep/
Traducción al español: Matías E. Ruiz | Artículo original en inglés, en http://blog.heritage.org/2014/01/09/china-doorstep/
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Sobre Derek Scissors
Es Socio Investigador en Políticas Económicas de Asia en el Centro de Estudios Asiáticos de la Fundación Heritage, Washington, D.C. El autor desarrolla análisis con foco en la economía de la República Popular China, como también en las tendencias macroeconómicas del continente asiático y los desafíos que tales escenarios representan para los Estados Unidos de América. Sus trabajos también se publican en idioma español en la web Heritage Libertad. Scissors exhibe un Doctorado y también se desempeña como Analista Residente en el American Enterprise Institute (AEI).