Bloques que abren el comercio, y bloques demagógicos
El presidente mexicano Enrique Peña Nieto ha andado de cumbre en cumbre con los líderes de los más disímbolos países.
16 de Febrero de 2014
El presidente mexicano Enrique Peña Nieto ha andado de cumbre en cumbre con los líderes de los más disímbolos países. Al escribir estas líneas, está reunido en Cartagena de Indias con sus contrapartes de Chile, Colombia y Perú en la 8ª Cumbre de la Alianza del Pacífico, un bloque eficaz que se mueve con celeridad hacia la integración económica.
Apenas unos días antes fue a La Habana a la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), calco de otra entidad que inventamos en los años setenta del siglo pasado, el Sistema Económico Latinoamericano (SELA), para reunir a los países del continente con exclusión de Canadá y los Estados Unidos.
La semana que entra, Peña Nieto recibirá en Toluca a sus contrapartes de EE.UU. y Canadá, los excluídos del CELAC, en la cumbre de dirigentes de países miembros del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) -con veinte años recién cumplidos-, para buscar formas de acelerar y profundizar la integración de esta región.
La CELAC, bajo la presidencia de la gerontocracia dictatorial de los hermanos Castro, que llevan causando destrozos a Cuba y sus habitantes por más de medio siglo, no es sino un club reinventado por el venezolano Hugo Chávez, de infausta memoria, para insultar a los gringos y hacer propaganda para sus cuates populistas en la región.
¿No existe acaso una flagrante contradicción en pertenecer a grupos tan discordantes de naciones con propósitos tan opuestos? Evidentemente, la hay en buena medida, pero es claro que la membresía en algunas de estas cofradías tiene motivos puramente políticos y carece de contenido alguno de integración económica y comercial.
Ciertamente, el TLCAN ha sido un éxito notable en cuanto que ha hecho posible la integración productiva de Canadá, México y EE.UU., sobre todo en manufacturas, mucho más allá de lo que imaginamos cuando trabajamos para conseguir su aprobación. Prueba de su éxito son la cantidad de sus detractores y la estridencia de su discurso.
La Alianza del Pacífico se está moviendo aceleradamente a conseguir una integración comercial respetable, habiendo removido barreras al 92% del comercio entre nuestros cuatro países —Costa Rica planea sumarse— y representa también una plataforma política peculiar: la ideología se margina de la convicción en la libertad comercial.
En este caso, ha sido notable que una nación dirigida por un ex-militar marxista, el peruano Ollanta Humala Tasso, participe en un proceso sólido de integración con países como México y Colombia, con liderazgos de centro, y más sorprendente aún que acepte de buen grado negociar con el Presidente Sebastián Piñera, el hombre más rico de Chile, país al que Perú le guarda resentimientos históricos muy arraigados.
La Alianza del Pacífico contrasta de manera notable con otras dos agrupaciones de países regionales, ALBA, la Alianza Bolivariana para América, club promovido por Fidel Castro y Hugo Chávez que agrupa a los regímenes populistas de la región, y que sirvió para que Venezuela les regalara petrodólares a sus aliados. Este muégano de países socialistoides morirá conforme se vayan acabando los dólares venezolanos.
El otro arreglo disfuncional es Mercosur, originalmente signado por Argentina Brasil, Paraguay y Uruguay, al que se sumaron hace poco Venezuela y Bolivia. El problema es que nunca existirá integración económica entre países proteccionistas, como Brasil, o en los que el estado de derecho no existe, como Argentina, Bolivia y Venezuela.
El libre flujo de bienes y servicios entre sus países avanzó en alguna medida pero cada vez la presidente argentina Cristina Fernández se irrita porque la importación de algo está creciendo “en exceso”, le sorrajan nuevo trabas a su ingreso. Tampoco se ha avanzado en la adopción de un arancel externo común que es el ingrediente esencial de una unión aduanera, precedente obligado de un mercado común.
A los reflejos proteccionistas argentinos se suman los altercados con Uruguay por unas plantas de celulosa construidas en un río compartido por ambos países, y las acciones tomadas por Argentina de bloquear el tránsito de gente y vehículos en los tres puentes entre ambas naciones. Incomparable metáfora del fracaso de Mercosur.
México debe concentrarse en sacarle el mayor provecho posible a los convenios con naciones, que han probado su utilidad como el TLCAN, la Alianza del Pacífico y los otros muchos tratados de libre comercio que tenemos, y no perder valioso tiempo en foros demagógicos e inservibles como el CELAC, ALBA —Daniel Ortega, presidente vitalicio de Nicaragua nos invitó— o Mercosur —al que quería ingresar Vicente Fox.
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@ElCatoEnCorto
Sobre Manuel Suárez-Mier
Profesor en la Escuela de Servicio Internacional de la American University (EE.UU.) y escribe una columna semanal para el diario financiero El Economista (México). Fue Economista en Jefe para América Latina de Bank of America, Jefe de Gabinete del Gobernador del Banco de México, y Asesor Principal de su primera Junta de Gobierno. Durante la negociación del TLCAN, fue Ministro para Asuntos Económicos de la Embajada de México en EE.UU.