Vladimir Putin pone sus ojos sobre Ucrania
La pasada semana, tuve la oportunidad de visitar el Maidan de Kiev, esto es, la plaza de la "Independencia"...
24 de Febrero de 2014
La pasada semana, tuve la oportunidad de visitar el Maidan de Kiev, esto es, la plaza de la "Independencia". Fue similar a un festival callejero, pero también sobrevolaba la sensación de que la violencia no tardaría en aparecer.
Barricadas hechas a base de cubiertas viejas y bolsas de basura llenas de nieve hacían de protectores para las cabinas y tiendas de campaña erigidas por grupos pro-democráticos a lo largo del país. Tambores encendidos con fuego ahora servían a los manifestantes para resguardarse del frío pero, al menos, la policía permitía actuar a los protagonistas.
Aquello llegó a término el martes. Fuerzas policiales antidisturbios tomaron el campamento por asalto. Las barricadas fueron incineradas por las fuerzas de seguridad. Murieron personas. Y lo peor aún está por venir.
Algo ciertamente muy distinto a la Revolución Naranja de diez años atrás. Las multitudes entonces eran impresionantes y exuberantes, invadidas por la esperanza frente a que un cambio positivo estaba en marcha. A la postre, ese sentimiento se comprobó ingenuo.
Los pequeños grupos que protestan hoy -serios, calmos y portadores de obscura determinación- son diferentes. Saben que son parte de una lucha sangrienta que se resolverá a largo plazo.
La semana pasada, en medio del humo del caucho quemado, pequeños púlpitos salpican el Maidan. Las candelas se multiplican bajo las fotos de jóvenes rostros -los rostros de los caídos-, asesinados o 'desaparecidos' por los matones del presidente Viktor Yanukovich. Después del martes, habrá más de estos pequeños templos.
Estos manifestantes lo arriesgan todo para desembarazarse del puño de la familia rapaz y de modos mafiosos del Señor Yanukovych (regenteada por su hijo, Oleksandr) y su promotor, el presidente ruso Vladimir Putin.
Bajo el mandato del Señor Yanukovych, la libertad económica se ha desbarrancado. El ránking de Ucrania en el Indice de Libertad Económica es ahora el peor de Europa y uno de los más bajos del globo. En su reprimida economía, la corrupción se ha vuelto rampante y las reglas para la inversión son opacas -precisamente, a medida del gusto de oligarcas matones.
Diez años atrás, los ucranianos tenían razones para tener esperanzas frente a una mejora del panorama. Bendecidos con una notable capacidad industrial, su agricultura y sus reservas potenciales de energía, lo único que necesitaban era huir de la sofocante sombra de Rusia, y construir su estrella junto a la Unión Europea. Los ciudadanos ucranianos amantes de la libertad aguardaban que Kiev pudiera llegar a una cuerdo con la UE, abriendo las puertas a la inversión occidental en agricultura, energía y otros sectores. Pero estas esperanzas se estrellaron en noviembre pasado, cuando el Señor Putin ordenó a Yanukovych darle la espalda a cualquier convenio que lo acercara a Europa.
Hastiados de la corrupción de Yanukovych y enfermos frente al prospecto de que se los situara bajo el pulgar de Moscú otra vez, los ucranianos dijeron: "Ya basta". Y, una vez más, la plaza Maidan se llenó de manifestantes. Los más veteranos habían experimentado la opresión de una economía planificada centralizadamente desde la ex URSS. Y no quieren regresar a eso.
Ellos también conservan amargos recuerdos de los días de tierras ensangrentadas en los años 30, cuando millones de sus ancestros fueron asesinados o forzados a morir de hambre por Josef Stalin, mientras que otros tantos millones fueron aniquilados por los nazis. Incluso los ucranianos del este -que hablan ruso- no desean resucitar aquellas viejas épocas.
El ataque sobrevino apenas un día después de que Rusia entregara US$ 2 mil millones para salvaguardar en desfalleciente gobierno del Señor Yanukovych. Pero la violencia, con toda probabilidad, no se intensificará hasta después de que la llama olímpica sea retirada de Sochi el próximo fin de semana. Apenas la atención mundial se aleje de la región, el Señor Yanukovych podrá enviar a sus tropas de choque nuevamente hacia la Plaza de la Independencia -y hacia otros campamentos disidentes a lo largo del país- para completar el trabajo por él iniciado antes del inicio de los Juegos, esto es, romper cráneos e imponer un estado totalitario en el nombre de la "ley y el orden".
Si el Señor Putin logra mantener a Ucrania bajo la órbita rusa, ¿dónde se detendría? ¿Seguirá adelante, tomando el resto de Georgia? ¿Se posicionará en Azerbaiján? ¿Desestabilizará Moldova? ¿Amenazará a los Estados Bálticos?
El ex presidente georgiano, Mikheil Saakashvili, escribió en el matutino The Wall Street Journal el mes pasado que Occidente aún dispone del tiempo, y de los medios, para salvar a Ucrania. Estados Unidos y las naciones de la Europa Occidental deberían sancionar a los líderes y oligarcas ucranianos que orquestaron los ataques contra su población, congelando sus cuentas bancarias en EE.UU. y el Viejo Continente y cancelando sus visados.
El presidente estadounidense Barack Obama deberá trabajar urgentemente con los socios de EE.UU. en Europa, a criterio de tomar una posición firme y unificada contra el Señor Putin. Obama deberá mirarlo de frente, sin pestañear. Y debe hacerlo ahora.
Traducción al español: Matías E. Ruiz | Artículo original en inglés, en: http://blog.heritage.org/2014/02/23/putin-put-sights-ukraine/
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@JamesMRoberts3
Sobre James M. Roberts
Es Analista en temáticas de Libertad Económica y Crecimiento en el Centro para Comercio Internacional y Economía (CITE). Responsable de tareas de investigación, desarrollo y análisis del Indice de Libertad Económica (desarrollado en conjunto entre la Fundación Heritage y The Wall Street Journal). Sirvió durante 25 años en el Departamento de Estado, desempeñándose en el servicio exterior en las embajadas de los Estados Unidos en México, Portugal, Francia, Panamá y Haití.