Empresas sin empresarios
A estas alturas, se presenta evidente que la columna vertebral del populismo latinoamericano está representado por el sector estatal...
13 de Abril de 2014
A estas alturas, se presenta evidente que la columna vertebral del populismo latinoamericano está representado por el sector estatal, es decir, aquellas empresas mandadas estatizar por los gobiernos de turno y que, por regla general, exhiben un funcionamiento deficitario e improductivo. Es que el producto de estos núcleos parece resumirse a una sumatoria de fracasos y de resultado económico negativo por doquier. Asimismo, éstas se encuentran regenteadas por una burocracia estatal que teme a la competencia y que rechaza fervientemente tanto la innovación como el progreso económico.
Como contrapartida, la importancia del espíritu empresarial y de los emprendedores como aporte al crecimiento de cualquier país es fundamental, siempre en un marco de absoluta libertad laboral. Los hombres de empresa que hacen de la batalla contra la regulación estatal una carrera, son generadores de competencia, al tiempo que son los motores de la evolución y las mejoras en la calidad de vida de las personas. Los ejemplos en todo el mundo son bien conocidos.
La figura exactamente opuesta al espíritu emprendedor está dada por los 'dioses políticos', autoproclamados caudillos que en sus discursos defienden hacerlo todo en nombre del pueblo -al que previamente, estos 'líderes' se ocupan previamente de saquear o menospreciar.
Mientras tanto, la sociedad en Latinoamérica ha sido convencida frente a la falacia populista de que el empresario debe siempre "repartir sus ganancias", en tanto se ha promocionado un supuesto carácter inmoral de éstas. Tales utilidades -reza el populismo- deben ser puestas a la orden del político o nomenklatura de turno, mientras que también es necesaria una más fuerte y destructiva regulación del mercado laboral. El resultado final no sorprende: baja productividad en la industria, baja calidad de los productos -pero más caros para el consumidor final-, y caída abrupta del salario real.
América Latina precisa de una revitalización urgente y definitiva de la cultura del emprendimiento, factor que solo logrará consolidarse a partir de la neutralización del proteccionismo y de regímenes impositivos que resultan letales para la producción y la innovación. Los gobiernos que se confiesan proteccionistas -a diferencia de lo expresado por referentes populistas de ocasión- solo logran perjudicar al consumidor. A la empresa privada debe permitírsele competir y, en igual sentido, al consumidor debe permitírsele elegir.
El despilfarro, el clientelismo y la corrupción endémica son también consecuencias directas del 'Estado empresario'. Porque nada conoce el político sobre incentivos y competencia. El Estado empresario soluciona el déficit de la firma estatal que administra haciendo que aquél sea pagado por el contribuyente, es decir, Usted.
Para la dirigencia política en Latinoamérica, aún se vuelve muy difícil comprender que el verdadero proceso de generación de riqueza tiene lugar en el sector privado, pero jamás desde el Estado. El sector estatal solo administra lo recibido a partir del cobro de impuestos y tributos: en realidad, nada produce. Cuando un Estado Nacional intenta jugar a la empresa, el resultado es escasez, hambre y, finalmente, miseria. A diferencia de la quiebra de una firma de orden privado -en donde el principal damnificado es el dueño de la compañía-, las desventuras del Estado empresario y sus consecuencias son pagadas por la sociedad en su conjunto.
América Latina debe abandonar, de una vez y para siempre, la creencia populista de que lo 'estatizado' le "pertenece a todos". Si esta prerrogativa fuese cierta, todos veríamos resultados concretos de las ganancias supuestamente logradas desde la estatización. No es curioso que, a la postre, siempre suceda exactamente lo opuesto. El concepto de propiedad ve desvanecerse su sentido cuando se habla de 'propiedad del Estado' o de 'propiedad de todos'.
No obstante, una economía dispone de varias salidas para liberar su poderío. Entre ellas, expertos suelen citar la independencia total del banco central –o su eliminación, en lo posible-; un freno definitivo al proteccionismo nacionalista, procediendo a la verdadera apertura de la economía; la inclusión en el vocabulario de sociedad y dirigencia del concepto de disciplina fiscal y de su verdadera práctica; y la privatización de toda empresa pública. Conforme ya dijimos, al Estado le corresponde facilitar el surgimiento de nuevas empresas y desregular la actividad económica, no expropiar emprendimientos o estructuras cuyo déficit luego deba financiarse a través del incremento violento de impuestos y trabas al comercio.
Solo liberando el verdadero poderío de sus economías, las naciones de América Latina podrán deshacerse del flagelo populista.
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@AntonellaMarty
Sobre Antonella Marty
Tiene estudios en Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Abierta Interamericana. Es Miembro Fundadora del Grupo Joven de la Fundación Libertad. Investigadora Asociada de Fundación para El Progreso, Chile; miembro del Consejo Ejecutivo y Directora Regional por Argentina y Chile de Estudiantes por la Libertad. Publica novedades relativas al trabajo e investigaciones de think tanks de América Latina y los Estados Unidos de América.