'El Más Buscado': Amado Boudou y las vísperas
Es, quizás, demasiado tarde para Amado Boudou. La exposición mediática que caracteriza al affaire Ciccone recapitula aspectos ahora conocidos...
Es, quizás, demasiado tarde para Amado Boudou. La exposición mediática que caracteriza al affaire Ciccone recapitula aspectos ahora conocidos, y otros que -de la mano del tiempo- no tardarán en conocerse, salpicando directa e indirectamente a sus protagonistas marginales. Como prueba cabal de ello, el episodio de la aeronave que se dirigía a la localidad uruguaya de Carmelo -y que luego se precipitara a tierra- ha terminado empujando a periodistas investigadores a indagar entre la pretendida y cercana relación del CEO de Kosiuko, Federico Bonomi, con el risueño Vicepresidente de Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner.
Las circunstancias que hacen al compilado de The Old Fund y sus obscuros dignatarios remiten a peripecias contaminadas con malversación de fondos provinciales y nacionales, tráfico de influencias, explotación torpe e indiscriminada de testaferros, amenazas de muerte y hasta lavado de dinero por vía de paraísos fiscales y adquisición de bienes inmuebles en los Estados Unidos de América -en contundente violación de leyes federales que entienden sobre el lavado de activos en esa nación. Como si se tratase de un agujero de gusano emanado de la prolífica literatura científica de Stephen Hawking, la firma relacionada con Boudou sirve de conector para englobar no solo al Vice, sino a la Presidente de la Nación, al desaparecido Néstor Carlos Kirchner, a Gildo Insfrán (Gobernador de la Provincia de Formosa), y a Ricardo Echegaray (AFIP). Eso, si es preciso limtarse estrictamente al protagonismo de personajes de interés público. Y, por cierto, las investigaciones de oportunidad todavía no han reparado en el interés subterráneo de la SEC americana (Securities and Exchange Commission) por el bueno de Aimé: se certifica, en el norte, sobre disquisiciones aún no ventiladas que hacen al megacanje kirchnerista y a vínculos documentados de Boudou tras bambalinas con el fondo Gramercy. De tal suerte que el petulante y maloliente concubinato de Ciccone proyecta un apartado de dimensión transnacional -sin importar las aristas que el espinoso asunto termine exhibiendo en la republiqueta bananera de Argentina.
Sin embargo -y amén de los detalles y el hilado fino-, los exabruptos operativos del hijo dilecto de Cristina Fernández ofrecen espacio para consideraciones más amplias. A prima facie, resulta insoslayable que la agenda macroeconómica compartida por Balcarce 50 a lo largo de los últimos años ha buscado comprometer el modus operandi de quien deba hacerse cargo del poder después de 2015: las finanzas del próximo gobierno deberán hallar soluciones para el pesado lastre de las restricciones en el comercio exterior; el cepo al dólar; la dependencia del Tesoro frente a una presión impositiva sin igual y frente al acoso a la actividad agropecuaria por vía de brutales retenciones; el evidente quiebre del sistema previsional; el déficit energético; el crecimiento exponencial del Estado; y la indetenible sangría que ha carcomido las reservas del Banco Central de la República. Variables con las cuales interactúa proporcionalmente esa bomba de tiempo conocida como 'agitación social'.
La segunda consideración que hace a las potenciales derivaciones de The Old Fund es sopesada por la dirigencia política, pero en mesas de difícil acceso y con confidencialidad garantizada: tiene que ver con la abyecta infiltración y posterior implosión de la credibilidad del Estado Nacional, devenido en una ciclópea asociación ilícita. La declaración indagatoria de Boudou y su eventual procesamiento han terminado por exponer con tal crudeza los desperfectos del actual Poder Ejecutivo, que una próxima Administración verá su margen de maniobra extremadamente acotado. En este tren de pensamiento, un futuro gobierno -más allá de presentarse bajo un formato ideológico diferente- caminará sus primeros pasos a los trompicones, amenazado por un índice mensurable de desconfianza ciudadana. Los repentinos lavados de cara no serán ya útiles para extinguir incendios o crisis de Relaciones Públicas, conforme quien ejerza por entonces la Presidencia no tendrá otro camino que lidiar con una plataforma potencialmente destructiva de votantes furiosos que, parapetados en modo preventivo en redes sociales y medios alternativos, dispondrán de reportes e informes sobre corrupción en la función pública casi en tiempo real y con la opción de replicar esos contenidos con implacable diligencia. Es que el personero de la impunidad no pondera, desde el vamos, la necesidad de atender a lo que el público dice de él; la tecnología de las comunicaciones, los algoritmos y el escenario cibernético han evolucionado con mayor celeridad que la componenda política. El aprovechamiento de la información, su sinergia y criteriosa diseminación permiten hoy -por ejemplo- destruir la reputación, el presente y/o aspiraciones de dirigentes, funcionarios o candidatos; en ocasiones, sin mediar piedad: Google siempre se ocupará de hacer el resto, perpetuando datos originalmente concebidos solo para las sombras. Si de lo que se trata es de conjugar lo expuesto en un paradigma de precisión, podría perfectamente anticiparse que -de la mano de un escenario cibernético adverso- Mauricio Macri habrá de despedirse prematuramente de cualquier ambición macricaputista con miras a intoxicar la obra pública; el massismo tendrá que deshacerse con prontitud de la recalcitrante proposición poskirchnerista que todavía nutre; y Daniel Scioli deberá reinventarse desde cero (en virtud de que los acuerdos mediáticos con grandes grupos no sirven ya de mucho). A cualquier prototipo presidencialista le estará vedado portar, siquiera mínimamente, los malos modos de un cristinismo en retirada. Se asiste a los beneficios todavía no computados por la ciudadanía frente a la corrupción endémica: clonarla será imposible, bajo severo apercibimiento.
Al cierre, una apreciación final. Los considerandos más desagradables del affaire Ciccone -se ha visto en los padecimientos de Muñoz, Capdevila y Reinwick- permitieron la entrada en escena del apriete y la amenaza de parte de elementos reciclados -o bien en funciones- de la Secretaría de Inteligencia (S.I.). Los Honorables Legisladores de la Nación Argentina -particularmente quienes han comenzado a activarse en el conglomerado opositor- se encuentran ahora en posición idónea para comenzar a diagramar un proceso de destrucción creativa de los servicios de información civiles. A la luz de las evidencias (y ya desde hace décadas), los órganos de referencia han dejado de trabajar en aras de los intereses de los argentinos, limitándose a configurar un esperpento en mucho comparable a una vulgar GESTAPO del subdesarrollo -intimidando, agrediendo o extorsionando a periodistas, magistrados, políticos y particulares por igual. La única consigna aceptable coincidirá con adaptarse o desaparecer. Las artes negras del chantaje y la coacción -esto deberá quedar claro- tendrán como único destino engrosar el pasado.
Foto de portada: Amado Boudou y Ricardo Echegaray. Crédito: La Voz del Interior (Córdoba)
Lectura complementaria
Pablo Portaluppi: Boudou, Triste y Taciturno, en http://www.elojodigital.com/contenido/13356-boudou-triste-y-taciturno
Matías E. Ruiz: Homo Novus, el Revolucionario Tres Punto Cero, en http://www.elojodigital.com/contenido/11524-homo-novus-el-revolucionario-tres-punto-cero
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.