Estados Unidos debería bloquear los suministros de ISIS
La cuestión de los combatientes extranjeros -ya se trate de reclutados o de voluntarios para pelear en un tercer país para la causa de alguien más...
La cuestión de los combatientes extranjeros -ya se trate de reclutados o de voluntarios para pelear en un tercer país para la causa de alguien más- no es nada nuevo. Lo que sí es novedoso es que esos combatientes se han convertido en una variable fundamental del cohorte de al-Qaeda.
Es lo que se ha dado en llamar el 'problema de las tuberías'. Trasladar combatientes a la guerra y devolverlos a sus respectivos hogares para extender el conflicto hacia cualquier otra parte se ha vuelto parte del stock utilizado por los terroristas transnacionales para conducir sus negocios. El novedoso frente en Irak crea oportunidades para otra oleada de ataques contra Occidente, ya fuere de parte de 'lobos solitarios' o de células organizadas -o bien respaldadas- por extremistas veteranos.
Involucrarse en el combate por una causa en particular comporta raíces históricas. El ex presidente Teddy Roosevelt motorizó a sus 'Rough Riders'. Durante la Guerra Civil Española, ciudadanos estadounidenses se unieron a la Brigada Lincoln para combatir a los fascistas. En 1947, Mickey Marcus (West Point) sirvió como asesor militar para David Ben-Gurion y el Haganá, peleando por la independencia israelí.
En tanto la noción de los extranjeros que se unen a grupos armados no es de por sí innovadora, la integración de esta práctica en la construcción de una red terrorista islamista global se ha convertido en el azote del siglo XXI.
La invasión soviética de Afganistán en 1979 probó ser un momento transformador para la naciente red islamista que buscaba conjuntar a aquellos de pensamiento similar. La lóbrega red Haqqani en Paquistán, escribieron Vahid Brown y Don Rassler en La Fuente de la Yihad¸'introdujo un aspecto innovador en sus apelación al mundo árabe que exhibiría consecuencias de importancia en los años siguientes (...) los Haqqani protagonizaron llamados directos a voluntarios y combatientes del extranjero'. Luego, ayudaron a configurar la logística de red, con miras a convertir ese llamado en acción. Y atrajeron a Osama bin Laden a la lucha.
Cuando bin Laden regresó a Afganistán en 1996, conforme lo documentara la Comisión del 11 de Septiembre en EE.UU., estableció campos de entrenamiento para combatientes extranjeros. 'Muchos de los operativos que participaron en los ataques contra la embajada africana y el USS Cole asistieron a campos de entrenamiento en Afganistán, tal como lo hizo la totalidad de los secuestradores de aviones el 11/9', apuntaron los periodistas investigadores.
Al-Qaeda organizó una suerte de 'tubería' para ingresar combatientes extranjeros en el caos, después de que Estados Unidos liberar a Irak. Un proyecto de investigación llevado a cabo por el Centro Contraterrorista de West Point documentó algunas de sus operaciones.
Desde entonces, la 'tubería' ha sido crucial ante cada oportunidad en que al-Qaeda o sus afiliados abrieron un nuevo frente de batalla a lo largo del Medio Oriente y Africa del Norte. Combatientes que emigraban desde Europa occidental para pelear contra el régimen de al-Assad en Siria se convirtieron en eje de preocupación para funcionarios y para la inteligencia occidental.
Desde todo punto de vista, esa 'tubería' está en funciones en estos días, mientras ISIS inunda Irak. No solo la práctica y las técnicas son probadas y bien conocidas, sino que los grupos extremistas también están incrementando su nivel de agresividad, empleando las redes sociales para su propaganda, lo cual, a su vez, potencia las posibilidades de recolección de fondos y reclutamiento de elementos.
Estados Unidos puede planificar sobre dos tareas, de cara a sus esfuerzos futuros para combatir al terrorismo transnacional.
En primer lugar, existe margen para una nueva oleada de ataques terroristas de orden transnacional. Este es un problema mayor. Como se preveía, la estrategia antiterrorista de Obama ha fracasado. En el medio de ese vacío, al-Qaeda y sus afiliados pujarán para llevar la próxima ofensiva a Occidente. Para empeorar las cosas, la campaña de seguridad nacional creada luego del 11/9 a criterio de lidiar con esta amenaza no se encuentra en su mejor momento. Se exhibe distraída con asuntos relativos a la inmigración y el control fronterizo -pasando por el Real ID y listas negras de terroristas-. Programa que se encuentra bajo escrutinio de críticos, el Congreso y los tribunales.
En segundo término, el hecho de que los extremistas se muestren tan predispuestos a alimentar esta 'tubería', aún cuando Occidente sabe de primera mano que se trata de una táctica predecible, sugiere que Estados Unidos y sus aliados están haciendo un trabajo bastante pobre a la hora de anticiparlos y degradarlos. EE.UU. debería encabezar una estrategia global para asfixiar, de manera preventiva, el empleo de estas 'tuberías' que transportan combatientes extranjeros, antes de enterarse por la CNN por dónde están apareciendo esos combatientes.
Traducción al español: Matías E. Ruiz | Artículo original en inglés, en http://dailysignal.com/2014/07/05/u-s-needs-stop-isis-pipeline/
Poseedor de master y doctorado en la Universidad de Georgetown, Carafano es un reconocido experto en temáticas de seguridad nacional y desafíos en política exterior. Es vicepresidente de Estudios en Políticas de Defensa y de Política Exterior en la Fundación Heritage, y Director del Instituto Kathryn y Shelby Cullom Davis de Estudios Internacionales. Es también historiador e investigador; su publicación más reciente es "Wiki at War: Conflict in a Socially Networked World" ('Wiki en Guerra: el Conflicto en un Mundo Socialmente Interconectado', 2012), obra que examina el impacto revolucionario del Internet en la seguridad nacional. Es Teniente Coronel del Ejército de los Estados Unidos. Recientemente, se ha desempeñado -asesorando en temas sobre los cuales es experto- en el equipo de transición del presidente estadounidense Donald Trump.