Cristina, 'en su salsa'
Nada es casual en el kirchnerismo; aunque parezca lo contrario. Caen en el error aquellos analistas y dirigentes...
03 de Octubre de 2014
Nada es casual en el kirchnerismo; aunque parezca lo contrario. Caen en el error aquellos analistas y dirigentes opositores que estudian las decisiones gubernamentales en función del bienestar del país, en función de la que indica una lógica incierta. La Administración de Cristina ha decidido no resolver las fuertes distorsiones que acumula la economía argentina. Ha resuelto atrincherarse en sus comarcas para pelear una guerra inexistente, contra un enemigo improbable, y fantaseando con la posibilidad de no irse nunca del Gobierno.
Para ello, cuenta con la inestimable ayuda de una oposición atónita, paralizada, que cantó victoria antes de tiempo, y que ya observa de reojo y con temor que la reconstrucción política, económica y social no será tarea sencilla. En el medio, subsisten un peronismo que no reacciona, oscilando entre seguir apoyando a un gobierno radicalizado o desmarcarse; y un sindicalismo y un empresariado dispuestos siempre a mirar hacia sus propios ombligos.
Tras los retos públicos de Cristina se esconde, en verdad, una gran cobardía. La fortaleza del kirchnerismo es haberle hecho creer al pueblo que su ejercicio es temible cuando se lo propone. Pero los hechos recordarán que la Casa Rosada y sus aliados siempre han sido reyes tuertos en un país de ciegos. Su verdadero poder se construyó sólo en base al dineros público, y la verdadera tragedia argentina es haberlos hecho gobernantes en el mejor período de su historia, con tasas mundiales cercanas a cero y con la cotización de la tonelada de soja a niveles récord. El tropiezo de la ciudadanía consiste, ni más ni menos, en haberle obsequiado un voto de confianza al FPV durante tres períodos presidenciales consecutivos, y garantizando -en 2011- una mayoría casi absolutas en el Poder Legislativo al oficialismo. Nada más peligroso que eso en una democracia imperfecta como la argentina. Hoy día, hay asombro de cara a los Proyectos de Ley enviados al Congreso, que terminan siendo aprobados del mismo modo en que un escribano refrenda un escrito.
¿Dónde está la oposición, mientras la Presidente grita barbaridades en Nueva York o habla de complots en Cadena Nacional? Casi resultó patético escuchar a Sergio Massa balbuceando grandes eslóganes, más cercanos a la propaganda que a propuestas o ideas que persigan salir del laberinto. Lo propio aplica a Mauricio Macri, programando periplos turísticos por Europa; a Daniel Scioli, hablando de las cloacas, las rutas, la fe y la esperanza. Sólo Ernesto Sanz y Elisa Carrió comparten algúna que otra crítica a tono con el grave tenor de las circunstancias. Los voceros de UNEN se atreven a alzar la voz porque, en el fondo, sospechan que la gente no los va a elegir. En cambio, a Macri y a Massa los ha tomado por asalto un pánico escénico que desnuda cuán asustados están de tomar el gobierno en 2015. Mientras todo esto pasa, y el dólar blue oscila violentamente en torno de los $16, la industria cae por decimotercer mes consecutivo, el desempleo reaparece con fuerza y la inflación se desborda, el Gobierno de Cristina se repliega sobre sí mismo y avanza a paso redoblado.
La tragicomedia argentina está en un punto álgido. Ilusos son los que creen que en enero habrá acuerdo con los holdouts -esto son solo rumores que dejan correr ciertos dirigentes y funcionarios, más cerca de la expresión de deseos que a la realidad concreta. La reciente salida de Juan Carlos Fábrega del Banco Central corrobora esta hipótesis. Será hora de dejar de exigirle a la Casa Rosada que tome medidas para corregir el rumbo económico; esto simplemente no sucederá. Cristina Fernández, aún en su cobardía, sabe que a la oposición no se le cae una idea. Entonces avanza y arrasa, y fantasea con la idea de quedarse más tiempo de lo previsto. El rol que está cumpliendo la oposición no es muy distinto al que ocupaba durante la presidencia de Isabel Perón, asistiendo al derrumbe nacional sin pestañear. Sólo que en aquellos tiempos todavía subsistía la errada 'salida militar'. Hoy no será así, pero el panorama es igual de desértico que por aquellos años.
Pocos reflexionaron sobre dos cuestiones: el lunes próximo-pasado trascendió en ámbitos oficiales que la Administración Kirchner se proponía modificar la ley penal cambiaria, marginando al Banco Central de tales controles, endureciendo los procedimientos contra las 'cuevas'. Tras el discurso de barricada de Cristina del martes por la noche, los grandes medios hicieron más hincapié en los dichos de Cristina sobre un complot ingeniado por banqueros y financistas para derribarla. Ambos hechos -correctamente interpretados- anticipaban la remoción del hombre del BCRA. No sirve engañarse: Juan Carlos Fábrega es un hombre gris, aplicado y con procedimientos de manual, pero aportaba un poco de criterio frente a la desmesura camporista y 'kicillofiana'. Con Alejandro Vanoli al frente del Central, lo único que se espera es más descontrol monetario. Y el círculo ha terminado de cerrarse: Milani al frente de una suerte de SIDE paralela; vigencia plena de la Ley de Abastecimiento; un sheriff devaluado al frente de la entidad monetaria madre; un futuro Jefe de Gabinete camporista; Kicillof controlando cada vez más áreas estratégicas; Cristina desbordada; más aislamiento internacional; oposición inerte..., y el regreso inminente de Guillermo Moreno al Gobierno. Y aún queda un año. O más.
A la luz de los hechos, aquel gesto del Papa invitando a almorzar a Cristina funcionó como un permiso para que la Presidenta hiciera lo que le plazca. Basta con analizar todo lo que sobrevino tras ese criticado almuerzo. Hace siete años que Cristina gobierna. Ya todos la conocen bien. Nadie puede hacerse el distraído.
Para ello, cuenta con la inestimable ayuda de una oposición atónita, paralizada, que cantó victoria antes de tiempo, y que ya observa de reojo y con temor que la reconstrucción política, económica y social no será tarea sencilla. En el medio, subsisten un peronismo que no reacciona, oscilando entre seguir apoyando a un gobierno radicalizado o desmarcarse; y un sindicalismo y un empresariado dispuestos siempre a mirar hacia sus propios ombligos.
Tras los retos públicos de Cristina se esconde, en verdad, una gran cobardía. La fortaleza del kirchnerismo es haberle hecho creer al pueblo que su ejercicio es temible cuando se lo propone. Pero los hechos recordarán que la Casa Rosada y sus aliados siempre han sido reyes tuertos en un país de ciegos. Su verdadero poder se construyó sólo en base al dineros público, y la verdadera tragedia argentina es haberlos hecho gobernantes en el mejor período de su historia, con tasas mundiales cercanas a cero y con la cotización de la tonelada de soja a niveles récord. El tropiezo de la ciudadanía consiste, ni más ni menos, en haberle obsequiado un voto de confianza al FPV durante tres períodos presidenciales consecutivos, y garantizando -en 2011- una mayoría casi absolutas en el Poder Legislativo al oficialismo. Nada más peligroso que eso en una democracia imperfecta como la argentina. Hoy día, hay asombro de cara a los Proyectos de Ley enviados al Congreso, que terminan siendo aprobados del mismo modo en que un escribano refrenda un escrito.
¿Dónde está la oposición, mientras la Presidente grita barbaridades en Nueva York o habla de complots en Cadena Nacional? Casi resultó patético escuchar a Sergio Massa balbuceando grandes eslóganes, más cercanos a la propaganda que a propuestas o ideas que persigan salir del laberinto. Lo propio aplica a Mauricio Macri, programando periplos turísticos por Europa; a Daniel Scioli, hablando de las cloacas, las rutas, la fe y la esperanza. Sólo Ernesto Sanz y Elisa Carrió comparten algúna que otra crítica a tono con el grave tenor de las circunstancias. Los voceros de UNEN se atreven a alzar la voz porque, en el fondo, sospechan que la gente no los va a elegir. En cambio, a Macri y a Massa los ha tomado por asalto un pánico escénico que desnuda cuán asustados están de tomar el gobierno en 2015. Mientras todo esto pasa, y el dólar blue oscila violentamente en torno de los $16, la industria cae por decimotercer mes consecutivo, el desempleo reaparece con fuerza y la inflación se desborda, el Gobierno de Cristina se repliega sobre sí mismo y avanza a paso redoblado.
La tragicomedia argentina está en un punto álgido. Ilusos son los que creen que en enero habrá acuerdo con los holdouts -esto son solo rumores que dejan correr ciertos dirigentes y funcionarios, más cerca de la expresión de deseos que a la realidad concreta. La reciente salida de Juan Carlos Fábrega del Banco Central corrobora esta hipótesis. Será hora de dejar de exigirle a la Casa Rosada que tome medidas para corregir el rumbo económico; esto simplemente no sucederá. Cristina Fernández, aún en su cobardía, sabe que a la oposición no se le cae una idea. Entonces avanza y arrasa, y fantasea con la idea de quedarse más tiempo de lo previsto. El rol que está cumpliendo la oposición no es muy distinto al que ocupaba durante la presidencia de Isabel Perón, asistiendo al derrumbe nacional sin pestañear. Sólo que en aquellos tiempos todavía subsistía la errada 'salida militar'. Hoy no será así, pero el panorama es igual de desértico que por aquellos años.
Pocos reflexionaron sobre dos cuestiones: el lunes próximo-pasado trascendió en ámbitos oficiales que la Administración Kirchner se proponía modificar la ley penal cambiaria, marginando al Banco Central de tales controles, endureciendo los procedimientos contra las 'cuevas'. Tras el discurso de barricada de Cristina del martes por la noche, los grandes medios hicieron más hincapié en los dichos de Cristina sobre un complot ingeniado por banqueros y financistas para derribarla. Ambos hechos -correctamente interpretados- anticipaban la remoción del hombre del BCRA. No sirve engañarse: Juan Carlos Fábrega es un hombre gris, aplicado y con procedimientos de manual, pero aportaba un poco de criterio frente a la desmesura camporista y 'kicillofiana'. Con Alejandro Vanoli al frente del Central, lo único que se espera es más descontrol monetario. Y el círculo ha terminado de cerrarse: Milani al frente de una suerte de SIDE paralela; vigencia plena de la Ley de Abastecimiento; un sheriff devaluado al frente de la entidad monetaria madre; un futuro Jefe de Gabinete camporista; Kicillof controlando cada vez más áreas estratégicas; Cristina desbordada; más aislamiento internacional; oposición inerte..., y el regreso inminente de Guillermo Moreno al Gobierno. Y aún queda un año. O más.
A la luz de los hechos, aquel gesto del Papa invitando a almorzar a Cristina funcionó como un permiso para que la Presidenta hiciera lo que le plazca. Basta con analizar todo lo que sobrevino tras ese criticado almuerzo. Hace siete años que Cristina gobierna. Ya todos la conocen bien. Nadie puede hacerse el distraído.
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@PortaluppiPablo
Sobre Pablo Portaluppi
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.