1983: la inseguridad según Eugenio Zaffaroni
La inseguridad en la Argentina se ha transformado en los últimos años...
09 de Octubre de 2014
La inseguridad en la Argentina se ha transformado, en los últimos años, en el gran tema nacional, aunque con matices. Frente a este flagelo, el kirchnerismo se ha mostrado entre impotente e indiferente. Aunque, a decir verdad, ideas no son precisamente lo que sobran en las propuestas de nuestros dirigentes para resolver este espinoso asunto.
Cabe reconocer que el tema es extremadamente complejo y merece un estudio exhaustivo para hallar los remedios adecuados. Aunque quizás solo se trate de aplicar la ley, o de endurecerla en casos específicos. Dicho en criollo: aplicar castigos efectivos a quienes delinquen. Si la sociedad lograra ésto, la delincuencia se vería disuadida de actuar. Actualmente, no puede decirse que esto esté sucediendo.
Prima en la ideosincracia de los argentinos una visión 'romántica' de la vida, casi 'onírica', volcada hacia un costado 'progre': a la ciudadanía le cuesta asumir los castigos. Factor que pudiera explicarse a partir de los resabios del terrorismo de Estado en los años setenta; como si muchos temieran que ciertos capítulos oscuros de la historia pudieran repetirse. Ya en las postrimerías del kirchnerismo, instancia en la que está en juego no solo un cambio de gobierno sino una modificación integral de enfoques y miradas, será hora de repensar muchas cosas. Más aún cuando la Administración Kirchner acaba de promulgar un nuevo Código Civil y Comercial que regirá las vidas de las personas a partir de 2016. Casi en simultáneo, aguarda en un cajón -presto a emerger a la superficie en cualquier momento- un anteproyecto de Reforma del Código Penal, cuya cara más visible es el Juez de la Corte Eugenio Zaffaroni -símbolo judicial de la década garantista K. En rigor, Zaffaroni se inscribe en la corriente 'causalista' del derecho penal, que hace más hincapié en las causas del delito que en el hecho en sí. Un sistema, que a la luz de los hechos, ha fracasado rotunda y miserablemente en la República Argentina.
Resulta más que esclarecedor el repaso de una entrevista publicada en 1983 en la desaparecida Revista 'Humor' al magistrado Eugenio Zaffaroni , por aquel entonces Juez de Sentencia en lo Criminal y Correccional. Leído en aquellos años, cuando la larga noche de la Dictadura llegaba a su fin, el texto representó un soplo de aire fresco y un augurio de un futuro esperanzador. Pero al ser reevaluado hoy día, cuando el país asiste a un violento incremento de los robos de la región (siendo el país que más episodios de este tipo cuenta en América Latina), cuando los colegios son asolados por bandas de delincuentes, y cuando ya ningún barrio o ciudad del país escapan al auge del homicidio, solo puede experimentarse un escalofrío por la espalda. La entrevista a Zaffaroni fue entonces llevada a cabo por Mona Moncalvillo.
Ya mencionaba el magistrado kirchnerista una palabra de moda hoy en día -'estigmatizar'-, para referirse a la reincidencia, figura en su momento establecida por la dictadura de Jorge Rafael Videla en el Código Penal: 'Al establecer la reincidencia como un agravante, se estigmatizó al reincidente de por vida. Es decir, nuestra legislación penal cobró la configuración más represiva de toda su historia'. Frente a esta cuestión, Zaffaroni afirmaba: 'Al acusado, se lo cosifica a través del distanciamiento humano, donde el juez y el acusado son dos personajes ajenos. En el proceso penal no se plantea una relación interpersonal, se plantea una relación sujeto-objeto. El sistema hace que se juzgue expedientes, no personas'. Completaría luego el juez: 'Hay un movimiento contemporáneo tendiente a la descriminalización, que significa sacar del derecho penal las tonterías. El derecho penal tiene que quedar para cosas importantes (...) No aumentar el número de tipos penales, de conductas punibles, sino disminuir ese número a las cosas de real gravedad (...) Es decir, el orden social no se establece por el hecho de que se encierre un sujeto, sino que se establece porque a cada infracción hay una adecuada respuesta que puede ser, muchas veces, de carácter civil, administrativo, dando lugar a la intervención de algún organismo social'.
Al respecto de la pena de encarcelamiento, Eugenio Raúl Zaffaroni aseguraba: 'El encierro no sirve como tratamiento. Su ideología ha fracasado en todas partes (...) El criterio de la política criminal no apunta a construir cárceles, sino a ocupar las que están, lo menos posible'. Para regresar luego sobre la reincidencia: 'Dice la declaración de reincidencia que solo no se tendrá en cuenta el primer delito si transcurriera tanto tiempo, pero ya después no. Es decir, esa declaración dura toda la vida, y se muere siendo reincidente (...) El sistema penal argentino tiene una serie de penas desproporcionadas, irracionales (...) El pibe que hurta una bolsa de patatas no tiene nada que ver con la seguridad nacional, pero en el razonamiento nuestro, sí tiene. Esto puede llegar a límites en que se encierra a media humanidad'.
Y ya en el año 1983, el ahora radicalizado magistrado oficialista de la Corte se refería a las drogas: 'Tenemos una ley que establece que la tenencia de cualquier estupefaciente es delito, aunque sea para consumo propio. Nosotros no tenemos droga, solo hay psicofármacos, entonces se crea una jurisprudencia por la cual se criminalizaba a todo pibe que andaba con restos de marihuana en el bolsillo'. Por último, Zaffaroni hacía un resúmen de sus postulados: 'Eliminar la reincidencia tal cual la conocemos hoy (1983), es decir, establecer que es reincidente aquel que comete un delito después de haber cumplido una pena por otro delito. Eliminar toda estigmatización de por vida de la ley. Hacer cesar las consecuencias del delito. Establecer que la condena condicional es algo que elimina la condena definitivamente. Introducir el sistema de prueba'.
Cada cual sabrá extraer sus propias conclusiones. Por su parte, a la ciudadanía le compete -aún cuando sea un ejercicio difícil el despojarse del contexto presente-, ser cautelosa a la hora de reconocerle, a ciertos personajes portadores de discursos 'románticos', la verdad absoluta sobre los hechos o, lo que es lo mismo, la solución a todos los problemas. De lo contrario, podría incubarse el huevo de la serpiente, a la inversa de cómo lo conocemos. Como lo mostrara magistralmente el cineasta español Luis Buñuel en su película 'Viridiana': una monja joven e ingenua pretende incluir en las rutinas habituales de una familia de clase media-alta a un grupo de pordioceros y oligofrénicos, y lo único que logra es que dicho grupo, intentando emular una típica cena familiar, provoque una hacatombe en la casa, destruyendo la vajilla y los adornos, y bailando arriba de la mesa con gestos obsenos, sin verdadera noción sobre lo que estaba haciendo. Quizás, la escena pudiere calificarse como 'reaccionaria', pero la vida parece ser bastante más cruel de lo que se busca hacer creer.
Cabe reconocer que el tema es extremadamente complejo y merece un estudio exhaustivo para hallar los remedios adecuados. Aunque quizás solo se trate de aplicar la ley, o de endurecerla en casos específicos. Dicho en criollo: aplicar castigos efectivos a quienes delinquen. Si la sociedad lograra ésto, la delincuencia se vería disuadida de actuar. Actualmente, no puede decirse que esto esté sucediendo.
Prima en la ideosincracia de los argentinos una visión 'romántica' de la vida, casi 'onírica', volcada hacia un costado 'progre': a la ciudadanía le cuesta asumir los castigos. Factor que pudiera explicarse a partir de los resabios del terrorismo de Estado en los años setenta; como si muchos temieran que ciertos capítulos oscuros de la historia pudieran repetirse. Ya en las postrimerías del kirchnerismo, instancia en la que está en juego no solo un cambio de gobierno sino una modificación integral de enfoques y miradas, será hora de repensar muchas cosas. Más aún cuando la Administración Kirchner acaba de promulgar un nuevo Código Civil y Comercial que regirá las vidas de las personas a partir de 2016. Casi en simultáneo, aguarda en un cajón -presto a emerger a la superficie en cualquier momento- un anteproyecto de Reforma del Código Penal, cuya cara más visible es el Juez de la Corte Eugenio Zaffaroni -símbolo judicial de la década garantista K. En rigor, Zaffaroni se inscribe en la corriente 'causalista' del derecho penal, que hace más hincapié en las causas del delito que en el hecho en sí. Un sistema, que a la luz de los hechos, ha fracasado rotunda y miserablemente en la República Argentina.
Resulta más que esclarecedor el repaso de una entrevista publicada en 1983 en la desaparecida Revista 'Humor' al magistrado Eugenio Zaffaroni , por aquel entonces Juez de Sentencia en lo Criminal y Correccional. Leído en aquellos años, cuando la larga noche de la Dictadura llegaba a su fin, el texto representó un soplo de aire fresco y un augurio de un futuro esperanzador. Pero al ser reevaluado hoy día, cuando el país asiste a un violento incremento de los robos de la región (siendo el país que más episodios de este tipo cuenta en América Latina), cuando los colegios son asolados por bandas de delincuentes, y cuando ya ningún barrio o ciudad del país escapan al auge del homicidio, solo puede experimentarse un escalofrío por la espalda. La entrevista a Zaffaroni fue entonces llevada a cabo por Mona Moncalvillo.
Ya mencionaba el magistrado kirchnerista una palabra de moda hoy en día -'estigmatizar'-, para referirse a la reincidencia, figura en su momento establecida por la dictadura de Jorge Rafael Videla en el Código Penal: 'Al establecer la reincidencia como un agravante, se estigmatizó al reincidente de por vida. Es decir, nuestra legislación penal cobró la configuración más represiva de toda su historia'. Frente a esta cuestión, Zaffaroni afirmaba: 'Al acusado, se lo cosifica a través del distanciamiento humano, donde el juez y el acusado son dos personajes ajenos. En el proceso penal no se plantea una relación interpersonal, se plantea una relación sujeto-objeto. El sistema hace que se juzgue expedientes, no personas'. Completaría luego el juez: 'Hay un movimiento contemporáneo tendiente a la descriminalización, que significa sacar del derecho penal las tonterías. El derecho penal tiene que quedar para cosas importantes (...) No aumentar el número de tipos penales, de conductas punibles, sino disminuir ese número a las cosas de real gravedad (...) Es decir, el orden social no se establece por el hecho de que se encierre un sujeto, sino que se establece porque a cada infracción hay una adecuada respuesta que puede ser, muchas veces, de carácter civil, administrativo, dando lugar a la intervención de algún organismo social'.
Al respecto de la pena de encarcelamiento, Eugenio Raúl Zaffaroni aseguraba: 'El encierro no sirve como tratamiento. Su ideología ha fracasado en todas partes (...) El criterio de la política criminal no apunta a construir cárceles, sino a ocupar las que están, lo menos posible'. Para regresar luego sobre la reincidencia: 'Dice la declaración de reincidencia que solo no se tendrá en cuenta el primer delito si transcurriera tanto tiempo, pero ya después no. Es decir, esa declaración dura toda la vida, y se muere siendo reincidente (...) El sistema penal argentino tiene una serie de penas desproporcionadas, irracionales (...) El pibe que hurta una bolsa de patatas no tiene nada que ver con la seguridad nacional, pero en el razonamiento nuestro, sí tiene. Esto puede llegar a límites en que se encierra a media humanidad'.
Y ya en el año 1983, el ahora radicalizado magistrado oficialista de la Corte se refería a las drogas: 'Tenemos una ley que establece que la tenencia de cualquier estupefaciente es delito, aunque sea para consumo propio. Nosotros no tenemos droga, solo hay psicofármacos, entonces se crea una jurisprudencia por la cual se criminalizaba a todo pibe que andaba con restos de marihuana en el bolsillo'. Por último, Zaffaroni hacía un resúmen de sus postulados: 'Eliminar la reincidencia tal cual la conocemos hoy (1983), es decir, establecer que es reincidente aquel que comete un delito después de haber cumplido una pena por otro delito. Eliminar toda estigmatización de por vida de la ley. Hacer cesar las consecuencias del delito. Establecer que la condena condicional es algo que elimina la condena definitivamente. Introducir el sistema de prueba'.
Cada cual sabrá extraer sus propias conclusiones. Por su parte, a la ciudadanía le compete -aún cuando sea un ejercicio difícil el despojarse del contexto presente-, ser cautelosa a la hora de reconocerle, a ciertos personajes portadores de discursos 'románticos', la verdad absoluta sobre los hechos o, lo que es lo mismo, la solución a todos los problemas. De lo contrario, podría incubarse el huevo de la serpiente, a la inversa de cómo lo conocemos. Como lo mostrara magistralmente el cineasta español Luis Buñuel en su película 'Viridiana': una monja joven e ingenua pretende incluir en las rutinas habituales de una familia de clase media-alta a un grupo de pordioceros y oligofrénicos, y lo único que logra es que dicho grupo, intentando emular una típica cena familiar, provoque una hacatombe en la casa, destruyendo la vajilla y los adornos, y bailando arriba de la mesa con gestos obsenos, sin verdadera noción sobre lo que estaba haciendo. Quizás, la escena pudiere calificarse como 'reaccionaria', pero la vida parece ser bastante más cruel de lo que se busca hacer creer.
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@PortaluppiPablo
Sobre Pablo Portaluppi
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.