Entre Poliarquía y la verdad
En los meses previos a las elecciones legislativas de 2009, la consultora Poliarquía...
28 de Octubre de 2014
En los meses previos a las elecciones legislativas de 2009, la consultora Poliarquía cobró una remarcable notoriedad, tras haber sido la única que se atrevió a pronosticar un triunfo de Francisco De Narváez sobre el propio Nestor Kirchner en la Provincia de Buenos Aires. Fue a partir de ese momento que sus máximos responsables comenzaron a desfilar ante diversos programas políticos y medios gráficos, al tiempo que los resultados de sus estudios de opinión fueron tomados casi como un anticipo de lo que luego podría suceder en las los comicios subsiguientes.
Pero, durante mayo de 2014, algo se rompió. Su Director y tal vez su cara más conocida, Sergio Berensztein, abandonó la consultora en medio de rumores de peleas. La versión que más circuló en aquel entonces es que Berensztein se fue enojado porque, en apariencia, la consultora había comenzado a trabajar para su solo cliente, un aspirante a presidente y actual gobernador, Daniel Scioli. El ex director nunca lo confirmó, pero tampoco se esforzó para desmentirlo. Desde ese instante, Poliarquía dejó de ser creíble para muchos. Aunque sus encuestas siguen siendo publicadas con regularidad por periódicos como La Nación.
Precisamente, el domingo próximo-pasado, el diario de los Mitre publicó en primera plana el más reciente estudio confeccionado por dicha consultora, con resultados muy curiosos. El trabajo de referencia consigna consigna que la mitad de los consultados demanda un cambio moderado al próximo gobierno, al tiempo que asigna un extraño 40% de imagen positiva a Cristina Kirchner, y otorga a Scioli la mayor intención de voto para alcanzar la Presidencia. Que un primer mandatario posea niveles tan altos de aceptación tras siete años de gobierno no debería ser motivo de alarma para nadie y, a tal efecto, allí está el ejemplo de Lula Da Silva en el vecino Brasil para demostrarlo. Pero no deja de llamar poderosamente la atención que Cristina Fernández de Kirchner exhiba semejantes niveles de aprobación, especialmente si se toma en cuenta que los ciudadanos de este país conviven con una inflación del 40% anual, que han visto bloqueado su acceso al mercado de cambios, que son víctimas actuales y potenciales de una delincuencia descontrolada, y tantas otras obscuras realidades (entre las que también destaca la corrupción gubernamental). El impacto negativo de esta variables puede ser cotejado por cualquier persona, contrafácticamente. Por otra parte, sería injusto negar la existencia de un núcleo duro de votantes kirchneristas pero, ¿es verosímil afirmar que Cristina Kirchner cuenta con un 40% de aprobación en relación a su gestión?
Que de estos resultados se desprenda que Daniel Scioli -de quien nadie sabe a ciencia cierta dónde está parado-, vaya primero en intención de voto, resulta casi una obviedad. La Provincia de Buenos Aires siempre fue un misterio en sí mismo: hace veintisiete años que es gobernada ininterrumpidamente por el peronismo (en cualesquiera de sus vertientes) y, a pesar de ser un distrito enormemente rico en lo que a recursos respecta, se caracteriza por su enorme deuda social y ciudadana. Por solo citar un caso, en la ciudad de Mar del Plata -elegida por el Gobernador como su segunda casa-, la justicia acaba de clausurar dos escuelas por detectarse en ellas severos problemas edilicios; cerraron también veintiocho comedores, y el Consejo Escolar arrastra deudas con proveedores de más de un año. Finalmente, a no pocos trabajadores de la docencia se les adeudan retroactivos en sus salarios, desde hace ya más de dos años.
Si la mitad del potencial electorado demanda cambios moderados, esto puede comportar dos lecturas: o bien la ciudadanía ha aprendido a no echar por la borda los logros de un gobierno durante el período en que le tocó gobernar, o bien los votantes han aceptado que solo es preciso realizar cambios de índole cosmética -sin jamás hacer frente a las problemáticas de fondo que castigan a la Argentina. Entre las que concentran mayor atención de parte de la opinión pública revista la corrupción; ésta -vale decirlo- no es exclusiva del pejotismo, aunque tal vez sí pueda decirse sin temor a error que aquél es su rostro más representativo. La capacidad de penetración que exhiben los candidatos peronistas en la sociedad y en todas las épocas no deja de ser notable; trátese de Menem, Cafiero, Reutemann, Rodríguez Saá, Kirchner, Duhalde, Massa o el propio Scioli. Acaso haya que otorgarle la razón a aquellos que reafirman que la sociedad siempre se halla 'condenada' al peronismo. Y, en honor a la verdad, la demanda por un 'cambio moderado' no puede significar otra cosa que reclamar un cambio para que nada cambie.
El mismo día en que La Nación publicó el trabajo de investigación de Poliarquía, el periodista Jorge Lanata -en su ciclo Periodismo Para Todos- preparó un informe especial en donde comparaba la República Argentina con Bolivia, Paraguay y Perú. Estas naciones -si hay que atenerse a una consideración genérica- también son regenteadas por gobiernos autoproclamados de centroizquierda y cuyos recursos naturales son visiblemente más escasos en comparación con este país. En la totalidad de los índices comparados en el trabajo de PPT, Argentina no obtuvo una posición de relevancia: en inflación, en reservas valoradas en porcentaje del PBI, crecimiento, expectativas para 2015, etcétera. Es difícil pasar por alto el contraste entre dicho informe y los resultados devueltos por Poliarquía. Si, en efecto, Cristina Fernández goza de 40% de imagen positiva, habrá que indagar más en la sociedad.
La legisladora Elisa Carrió -para muchos, la dirigente que se muestra con mayor firmeza dentro del espectro opositor- declaró en las últimas horas: 'Yo, a [Eduardo] Fidanza [unos de los responsables de Poliarquía], no le creo nada'.
Si Poliarquía acomoda algunos números para favorecer a algún candidato en particular, y un matutino prestigioso como La Nación decide publicar tales guarismos en primera plana, estamos en un problema. Si esos números fueran reales, el problema sería aún mayor.
Pero, durante mayo de 2014, algo se rompió. Su Director y tal vez su cara más conocida, Sergio Berensztein, abandonó la consultora en medio de rumores de peleas. La versión que más circuló en aquel entonces es que Berensztein se fue enojado porque, en apariencia, la consultora había comenzado a trabajar para su solo cliente, un aspirante a presidente y actual gobernador, Daniel Scioli. El ex director nunca lo confirmó, pero tampoco se esforzó para desmentirlo. Desde ese instante, Poliarquía dejó de ser creíble para muchos. Aunque sus encuestas siguen siendo publicadas con regularidad por periódicos como La Nación.
Precisamente, el domingo próximo-pasado, el diario de los Mitre publicó en primera plana el más reciente estudio confeccionado por dicha consultora, con resultados muy curiosos. El trabajo de referencia consigna consigna que la mitad de los consultados demanda un cambio moderado al próximo gobierno, al tiempo que asigna un extraño 40% de imagen positiva a Cristina Kirchner, y otorga a Scioli la mayor intención de voto para alcanzar la Presidencia. Que un primer mandatario posea niveles tan altos de aceptación tras siete años de gobierno no debería ser motivo de alarma para nadie y, a tal efecto, allí está el ejemplo de Lula Da Silva en el vecino Brasil para demostrarlo. Pero no deja de llamar poderosamente la atención que Cristina Fernández de Kirchner exhiba semejantes niveles de aprobación, especialmente si se toma en cuenta que los ciudadanos de este país conviven con una inflación del 40% anual, que han visto bloqueado su acceso al mercado de cambios, que son víctimas actuales y potenciales de una delincuencia descontrolada, y tantas otras obscuras realidades (entre las que también destaca la corrupción gubernamental). El impacto negativo de esta variables puede ser cotejado por cualquier persona, contrafácticamente. Por otra parte, sería injusto negar la existencia de un núcleo duro de votantes kirchneristas pero, ¿es verosímil afirmar que Cristina Kirchner cuenta con un 40% de aprobación en relación a su gestión?
Que de estos resultados se desprenda que Daniel Scioli -de quien nadie sabe a ciencia cierta dónde está parado-, vaya primero en intención de voto, resulta casi una obviedad. La Provincia de Buenos Aires siempre fue un misterio en sí mismo: hace veintisiete años que es gobernada ininterrumpidamente por el peronismo (en cualesquiera de sus vertientes) y, a pesar de ser un distrito enormemente rico en lo que a recursos respecta, se caracteriza por su enorme deuda social y ciudadana. Por solo citar un caso, en la ciudad de Mar del Plata -elegida por el Gobernador como su segunda casa-, la justicia acaba de clausurar dos escuelas por detectarse en ellas severos problemas edilicios; cerraron también veintiocho comedores, y el Consejo Escolar arrastra deudas con proveedores de más de un año. Finalmente, a no pocos trabajadores de la docencia se les adeudan retroactivos en sus salarios, desde hace ya más de dos años.
Si la mitad del potencial electorado demanda cambios moderados, esto puede comportar dos lecturas: o bien la ciudadanía ha aprendido a no echar por la borda los logros de un gobierno durante el período en que le tocó gobernar, o bien los votantes han aceptado que solo es preciso realizar cambios de índole cosmética -sin jamás hacer frente a las problemáticas de fondo que castigan a la Argentina. Entre las que concentran mayor atención de parte de la opinión pública revista la corrupción; ésta -vale decirlo- no es exclusiva del pejotismo, aunque tal vez sí pueda decirse sin temor a error que aquél es su rostro más representativo. La capacidad de penetración que exhiben los candidatos peronistas en la sociedad y en todas las épocas no deja de ser notable; trátese de Menem, Cafiero, Reutemann, Rodríguez Saá, Kirchner, Duhalde, Massa o el propio Scioli. Acaso haya que otorgarle la razón a aquellos que reafirman que la sociedad siempre se halla 'condenada' al peronismo. Y, en honor a la verdad, la demanda por un 'cambio moderado' no puede significar otra cosa que reclamar un cambio para que nada cambie.
El mismo día en que La Nación publicó el trabajo de investigación de Poliarquía, el periodista Jorge Lanata -en su ciclo Periodismo Para Todos- preparó un informe especial en donde comparaba la República Argentina con Bolivia, Paraguay y Perú. Estas naciones -si hay que atenerse a una consideración genérica- también son regenteadas por gobiernos autoproclamados de centroizquierda y cuyos recursos naturales son visiblemente más escasos en comparación con este país. En la totalidad de los índices comparados en el trabajo de PPT, Argentina no obtuvo una posición de relevancia: en inflación, en reservas valoradas en porcentaje del PBI, crecimiento, expectativas para 2015, etcétera. Es difícil pasar por alto el contraste entre dicho informe y los resultados devueltos por Poliarquía. Si, en efecto, Cristina Fernández goza de 40% de imagen positiva, habrá que indagar más en la sociedad.
La legisladora Elisa Carrió -para muchos, la dirigente que se muestra con mayor firmeza dentro del espectro opositor- declaró en las últimas horas: 'Yo, a [Eduardo] Fidanza [unos de los responsables de Poliarquía], no le creo nada'.
Si Poliarquía acomoda algunos números para favorecer a algún candidato en particular, y un matutino prestigioso como La Nación decide publicar tales guarismos en primera plana, estamos en un problema. Si esos números fueran reales, el problema sería aún mayor.
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@PortaluppiPablo
Sobre Pablo Portaluppi
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.