EE.UU.: los altos costos de mantener un imperio
Administrar un imperio no es barato...
Administrar un imperio no es barato.
La revelación frente a que el Secretario de la Armada de EE.UU., Ray Mabus, ha acumulado US$4.7 millones en gastos de viaje, más de 930 mil millas y un total de 373 días de gira durante sus cinco años en el cargo no debería sorprender a nadie, hasta que uno se notifica de que las cifras ocultan tanto como lo que revelan. Dado que el Secretario se traslada en vehículos navales y aeronaves militares, el costo de llevarlo desde el punto A hasta el punto B no está incluído, como tampoco la cantidad derivada de sus gastos de personal cubiertos por el Departamento de Defensa que, de todas maneras, recibe pagos por su trabajo.
Aún con semejantes costos, sin embargo, los visitantes comprometen la capacidad de la misión o el comando local para desarrollar sus tareas normales. En mi experiencia, la visita de un burócrata de carrera, una delegación del congreso o un alto oficial militar del extranjero representan un desperdicio de dinero y una pérdida de tiempo, conforme requiere, invariablemente, semanas de preparación previo al arribo del potentado.
Los legisladores son conocidos por sus periplos alrededor del globo, como parte de las Delegaciones del Congreso (CODELs), que buscan ser 'reveladoras' y 'educativas'. La mayoría de las visitas CODEL, sin que ello represente sorpresa, tienen lugar en verano, cuando el congreso ha entrado en receso y, en ocasiones, exhiben falta de seriedad e incluso, carencias identificables de agenda. Dieciséis legisladores se trasladaron a Roma en marzo pasado, para asistir a la designación del Papa Francisco, con un costo de US$63 mil; un gasto relativamente pequeño para los estándares del gobierno pero, sin embargo, remitiendo a un gesto que debió haber sido pagado o bien por alguna fundación privada, o bien por los propios congresistas.
Los legisladores de los Estados Unidos también se muestran predispuestos a trasladarse con sus familias y personal, particularmente cuando el destino es deseable. Las agendas sin valor son confeccionadas con la cooperación de las embajadas estadounidenses locales, a criterio de que el gobierno pague por los altos costos. Esto incluye a cónyuges asistiendo a la apertura de alguna escuela, o visitas a un hospital. En general, una reunión con funcionarios locales en ocasión de una CODEL es más que suficiente para justificar el viaje. Esta es la parte 'reveladora', siendo el resto 'educativa'. Los CODELs tradicionalmente se trasladan en formato VIP en aeronaves militares a numerosos destinos, pero las nuevas regulaciones -posteriores al secuestro de la Defensa- ahora les exigen movilizarse en aeronaves comerciales. Declamando que ellos deben ponerse a trabajar de inmediato apenas llegados a un destino del extranjero, cuentan con la posibilidad de lograr un upgrade a clase business.
Frecuentemente, los hombres del congreso y su personal se benefician de periplos organizados por lobbistas, grupos de interés, e incluso gobiernos extranjeros. Las frecuentes y desmañadas presentaciones del senador John McCain en espacios internacionales suelen mostrarse financiadas desde el ámbito privado. En un notorio ejemplo retratado en el Washington Post, 'casi una docena de individuos del personal del congreso volaron en business class en un viaje a China el verano pasado [2012], y permanecieron en hoteles de lujo mientras visitaban la Gran Muralla y la Ciudad Prohibida, para recibir un informe relativo a "artefactos antiguos y dinastías" en el Museo de Shanghai. La visita tuvo todos sus gastos pagos como cortesía del gobierno chino'.
Y otros oficiales de carrera se sienten menos inclinados a quedarse en casa. Hillary Clinton se anotó casi un millón de millas al visitar 111 países en su período como Secretaria de Estado, y es probable que John Kerry supere ese récord, tras visitar 51 naciones y totalizar más de 520 mil millas solo en su primer año.
Los Secretarios de Estado se trasladan en un Boeing 757 especialmente equipado, y muchos de los agregados de seguridad y comunicaciones que acompañan al presidente, incluyendo equipos avanzados del Servicio Secreto y de aeronaves de apoyo para trasladar periodistas y personal. Al menos, Clinton y Kerry tuvieron una buena excusa para sus peripatéticos traslados, esto es: la necesidad de tratar con representantes extranjeros hace directamente a su trabajo. En lo que respecta a los costos reales de todo el viaje, éstos continúan siendo un secreto de Estado y probablemente serían distractivos, aún si se hicieran intentos para detallarlos. Dado que aeronaves, tripulación, elementos de seguridad y personal de comunicaciones son provistos por el gobierno federal y son pagos ya fuere sean utilizados o no, es difícil separar los costos discrecionales. Hoteles, comidas y gastos de entretenimiento no han sido hecho públicos para el caso de viajes oficiales, y no son accesibles desde el Acta de Libertad de Información.
Quizás, y sin que ello sea sorpresivo, el mayor abuso en materia de privilegios financiados por los contribuyentes provienen de la Casa Blanca que, de manera rutinaria bajo Republicanos y Demócratas, combina viajes 'oficiales' con eventos para recaudación de fondos y otras actividades derivadas de política estrictamente bipartidista, en un intento deliberado tendiente a contar con un guiño para que el gobierno pague por politiquería. El presidente Barack Obama es, en efecto, el presidente 'más viajado' en la historia de los Estados Unidos, y también el más caro.
Se supone que el Comité Nacional Demócrata retorne al gobierno todo aquel costo que se derive de actividades electorales o de recaudación de fondos. Pero Obama, como sus predecesores y contrariando sus promesas de 'transparencia en el gobierno', ha rehusado revelar tales cifras. Se presume que los costos de infraestructura, incluyendo US$228 mil por hora de uso del Air Force One solamente, son considerados como gastos fijos, lo mismo que la seguridad y el transporte terrestre, lo cual sugiere que el reembolso real podría ser más nominal que real, significando ésto que podría ser vergonzoso revelar exactamente qué tan pequeño es.
Los estimados del grupo Watchdog sobre los viajes de Obama, incluyéndose más de US$ 7 millones gastados en vacaciones a Hawaii y a Martha’s Vineyard, y una aparición en el show de Jay Leno en 2013, superan los US$ 44 millones. Una aparición en forma de cameo en el funeral de Nelson Mandela costó US$ 11 millones, lo cual incluyó una factura de hotel por 127 habitaciones.
Las estimaciones sobre costos de traslados deberían ser consideradas como minimalistas, conforme numerosos gastos son tomados de otras maneras, incluyendo el presupuesto operativo de la Casa Blanca, o bien no son incluídos. Y Lady Michelle también se encuentra en la nómina gubernamental cuando se traslada por separado. Un reciente viaje 'no político' a China la mostró pernoctando en el Hotel Westin, con un gasto de US$ 8,400 la noche, en una suite que había sido considerada inaceptable por el vicepresidente Joe Biden en ocasión de una visita previa, por ser demasiado onerosa.
¿Qué argumentos se emplean para la totalidad de los viajes y los gastos involucrados, fenómeno único para el gobierno de los Estados Unidos? El presidente representa a un país ante foros internacionales y, mientras que uno podría no mostrarse de acuerdo con la racionalización de algunos de sus traslados, pocos podrían disputar que, a nivel general, esos viajes representan un mal necesario. Lo que no es necesario es el entourage de carácter imperial que acompaña al presidente, y del que se ha informado -para algunos viajes- precisa de un segundo 747 para los medios y otros invitados, tres aviones de carga, un total de 900 acompañantes, y una puesta a disposición de vehículos blindados.
Para viajeros de los establishments de la inteligencia y la defensa, se acepta que ser informado en Washington no es lo mismo que visitar una operación de campo y ver cómo funcionan las cosas de primera mano. El único problema con ese argumento es que las visitas de funcionarios de carrera y de oficiales militares son cuidadosamente orquestadas y preparadas, lo cual implica que los análisis obtenidos son cuidadosamente administrados y bastante idénticos a aquellos que podrían ser obtenidos en reuniones en casa, sin que sea necesario mirar por la ventana y ver las dunas de un desierto.
En ocasiones, también suele argumentarse que una visita de campo permite al management senior tratar con rangos más bajos, a criterio de obtener sus percepciones y puntos de vista pero, en mis veinte años de experiencia en el gobierno, nunca fui testigo de una situación en la cual los congresistas u oficiales de campo tuvieran permitido conjuntarse con rangos inferiores no supervisados. El Secretario Mabus describe, en efecto, un encuentro casual con un oficial junior en Hawaii, en el cual ella se explayó de cara a los prospectos de su carrera, dado que ella no podía servir en un submarino. Mabus cambió las reglas para permitirle servir bajo el agua, pero la cita de esta conversación como justificativo para trasladarse a Honolulú es, en realidad, una justificación pobre para muchos gastos innecesarios.
Un argumento más persuasivo es que, en el contexto del imperio estadounidense, es deseable visitar a los Estados clientes para convencer a los aliados locales de que son verdaderamente respetados y amados por los mandarines en Washington. Ese argumento comporta alguna coherencia, conforme recuerdo visitas a puestos en el exterior de parte de delegaciones de legisladores y de burócratas de carrera que consistieron largamente en una serie de presentaciones de informes y encuentros sociales preparados no necesariamente para educar, sino para reforzar el vínculo entre las dos naciones. Es, por cierto, difícil calcular cuánto contacto es valioso, a la vez que resulta imposible decir si aquél está justificado, en un momento de amplias restricciones fiscales a nivel gubernamental.
Lo que es seguro es que ningún parlamento extranjero habilita a sus funcionarios electos para viajar tan extensivamente como el congreso de los Estados Unidos de América. Y ningún jefe de Estado cuesta tanto como el presidente Obama.
Traducción al español: Matías E. Ruiz | Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/the-high-cost-of-empire-maintenance/ | Traducido y reproducido con permiso de The American Conservative
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.