Brasil: pobre Dilma Rousseff
El Zurdo Gómez, quien jugara para los Yankees de New York en los años treinta, declaró en cierta oportunidad: 'Prefiero tener suerte, que ser bueno'...
El Zurdo Gómez, quien jugara para los Yankees de New York en los años treinta, declaró en cierta oportunidad: 'Prefiero tener suerte, que ser bueno'. Dicen que Napoleón dijo una vez, hablando de los generales, que quería tener en sus ejércitos: 'No quiero buenos generales; los quiero con suerte'. De seguro que el ex presidente brasileño Lula Da Silva, y la actual mandataria Dilma Rousseff estarían de acuerdo con estas máximas, aunque uno quedó del lado de los suertudos y la otra, del de los sin suerte. Usted sólo tiene que ver la gráfica adjunta para darse cuenta de por qué digo esto.
Fuente: International Financial Statistics del FMI y World Data Bank del Banco Mundial. Nota: La tasa de cambio del PIB se calculó sobre las cifras del PIB en dólares.
La gráfica muestra el modo en que las tasas de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de Brasil dependen muy ajustadamente de las tasas de cambio de los precios de los productos primarios, que son petróleo, metales, y otros productos sin procesar (lo que la tierra produce sin mayor esfuerzo). Observe el lector la manera cómo, al incrementarse tales precios, sube el PIB y, cuando aquellos bajan, éste también se deprecia. En la gráfica, se muestran 23 años -de 1990 a 2013-, pero los datos permiten construir una gráfica que, iniciando en 1960, exhibe idéntico comportamiento. No los he presentado así, porque 53 años se ven demasiado apretujados en el cuadro.
Así las cosas, los presidentes suertudos de Brasil son aquellos que tienen, dentro de su mandato, un período de alza en los precios de los productos primarios. Se requiere ser extremadamente suertudo para que comience la presidencia cuando los precios comienzan a subir, y que aquélla finalice cuando los precios comienzan a bajar con recurrencia. Obsérvese la suerte que ha tenido Lula -quien llegó en enero de 2003, precisamente cuando comenzaba el gran boom de los productos primarios, y que finalizó en 2011, cuando el boom se debilitó y los precios comenzaron a precipitarse. Ciertamente que Da Silva debió padecer la crisis de 2008-2009, cuando cayeron drásticamente los precios de los productos primarios, pero tuvo la fortuna de que dichos precios se recuperaran en 2010, para que aquél pudiera entregar la presidencia con alto crecimiento nuevamente. La gente pensó que Lula era un genio económico, que debido a él había crecido el país, olvidando que todos los presidentes que han tenido la suerte de gozar de precios crecientes de productos primarios, han presidido sobre economías también crecientes... Y que ha sucedido exactamente lo contrario cuando estos precios bajan.
Olvidando esto, todo mundo quedó impresionado. Aquellos que siempre suelen mostrar ojeriza a Estados Unidos comenzaron a burlarse de este país porque no crecía tanto como Brasil, mencionando Brasil estaba llamado a ser el nuevo motor de la economía mundial. Los expertos comenzaron a hablar del modelo económico brasileño y de la necesidad de copiarlo en todo el mundo.
Pero, ahora, tras celebrar la buena suerte de Lula, es hora de llorar la mala suerte de Rousseff, que llegó en 2011, exactamente cuando los precios de los productos primarios comenzaban a bajar drásticamente. La pobre Dilma Rousseff hizo todo lo posible para continuar el crecimiento de los años de Lula —dejó al mismo Ministro de Hacienda, apoyó las mismas políticas, dio los mismos discursos—, pero las tasas de crecimiento de la economía se vinieron hacia abajo. No había nada que ella podría haber hecho, porque lo que las tiraban para abajo era la caída de los precios de los productos primarios. Pero la ciudadanía, ingrata, no se percató de la relación con los productos primarios, y hablaba -dándose gran importancia- de cómo Brasil había perdido su magia, de cómo la Rousseff no había logrado aprender de su maestro.
Con el tiempo, todo mundo se fue notificando de que, en rigor, las políticas de Lula no sólo no habían causado el crecimiento, sino que habían resultado negativas. Brasil hubiera crecido más, de no haber sido por esas políticas. De allí que Dilma haya cambiado el Ministro de Hacienda para su segundo período. También la ciudadanía se fue percatando de que el éxito ya pasado del modelo brasileño es imposible de copiar, porque fue creado por Dios cuando le dio tantos recursos naturales a Brasil. Lula no puso el oro, ni el hierro, ni el petróleo en la tierra brasileña, ni todo lo que subió de precio y causó el boom de ese país en los años de Lula.
Esto mortifica a los que tienen ojeriza a EE.UU., aquellos que creyeron que Brasil iba a volverse más poderoso que ese país, y que Europa. Pero podrían sentirse peor, cuando lleguen a preguntarse: ¿Y por qué suben y bajan los precios de los productos primarios? Obsérvese, pues, la gráfica 2. Los precios de los productos primarios suben cuando suben las importaciones de todos los productos de EE.UU., y bajan cuando bajan éstas.
Fuente: International Financial Statistics del FMI y World Data Bank del Banco Mundial.
Nótese que son las importaciones totales de EE.UU. -y no sólo las de productos primarios. Lo que ha sucedido es que las importaciones estadounidense crecieron mucho en 2002-2011 (con la crisis en medio); ello dio lugar al incremento de la demanda por productos industriales, muchos de ellos adquiridos por China. Para hacer frente a tal demanda, China compró de América Latina productos primarios, incluyendo commodities brasileños. Ahora, ya las importaciones de EE.UU. ya no crecen tanto, ya nadie compra tantos productos primarios, y los precios de estos están bajando (incluyendo los del petróleo).
Correponde observar, pues, que el motor de la economía brasileña no era Lula, ni el ministro Mantega, ni el potentísimo Partido de los Trabajadores (que continúa en el poder), sino Estados Unidos. El cuadro que presentamos es harto lógico. Lo que mueve la economía internacional es el país comprador; y no aquel que vende. El comprador es quien energiza la economía del vendedor.
Pues bien; el sueño romántico de que los países emergentes iban a arrebatarles el poder económico a los países desarrollados sin tener necesidad de educarse, sin necesidad de crear grandes universidades, sin necesidad de construir sistemas efectivos de salud, y sin tener que eliminar la corrupción, ha llegado a su fin.
Si Usted ya ha despertado de ese sueño, piense un rato en la mala suerte de la pobre Dilma; envíele sus mejores deseos y sus condolencias por estar del lado malo de la suerte, y ruegue a Dios que algún día las sociedades brasileña, latinoamericanas y por supuesto, la salvadoreña, comprendan que el desarrollo está en la generación de capital humano, y proceda a educar al pueblo, y a asegurarle la salud, y a darle seguridad y transporte apropiados. Estas cosas, y no los románticos populismos, son las que traerán el desarrollo a nuestros países.
Economista y consultor económico, Hinds se desempeñó como Ministro de Hacienda de El Salvador entre 1994 y 1999. Se le considera el padre de la dolarización, tras haber propuesto la idea en su país. Es autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (publicado por Yale University Press en 2006) y co-autor con Benn Steil de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009). Hinds también es columnista de El Diario de Hoy de El Salvador. En 2010, obtuvo el Premio Hayek del Manhattan Institute.