Duelo de purismos
Simpático o antipático, el oficialismo logró, a partir de la designación de Carlos Zannini...
18 de Junio de 2015
Simpático o antipático, el oficialismo logró, a partir de la designación de Carlos Zannini como acompañante de Daniel Scioli, que el país entero hable del tema con exclusividad, en las últimas horas. Aún más, si de lo que se trata es de interpretar el carácter de algunas informaciones y opiniones vertidas en los matutinos, no será difícil cotejar que las mismas casi se refieren al Secretario Legal y Técnico como el futuro Vicepresidente de la Nación. Es que esta sensación está recorriendo el espinazo del país político.
Al impacto producido por la novedad, le siguió la comentada decisión de Florencio Randazzo de no aceptar la imposición de la Presidente de pelear por la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires en representación del FPV. El modo cómo los medios de comunicación y la opinión pública se han mostrado expectantes de cara a lo que sucedía en el espectro oficialista fue recibido con cierta dosis de resignación por la oposición. En cualquier caso, no deja de ser curioso que, aún habiéndose designado a un ultrakirchnerista en la fórmula del Frente para la Victoria, tanto escozor haya transitado por diversos sectores de la vida pública y política: se sobreentiende que cualquier dirigente del riñón oficialista debería restar bastante más de lo que suma. Amén de esto, la reacción generalizada pareció desmentir esa impostura.
En ocasión de un reciente cónclave marplatense organizado por el circuito que se referencia en Sergio Massa -dirigentes de la quinta sección electoral que respaldan la candidatura a una diputación de Mercedes Morro, la Secretaria General de los Gastronómicos en la ciudad balnearia-, el ánimo detectado era de evidente pesadumbre. También en este encuentro, el tema excluyente bajo tratamiento era Zannini, como si la fórmula del FPV comportara un carácter imbatible. En un segundo plano quedó el debate intrapartidario massista: el desmoronamiento de Massa le era adjudicado a las 'corporaciones', a los grandes medios y el 'poder económico'. Por momentos, la sensación era la de participar en una reunión del kirchnerismo, y no del Frente Renovador.
Sobre Carlos Zannini, han comenzado a multiplicarse comentarios y opiniones. La postura que más adeptos recoge es la lógica, a saber, que Cristina le impuso a Scioli al Secretario Legal y Técnico con el fin de condicionarlo en un eventual mandato -el rol que cumpliría un comisario político. Otro segmento de opinadores lo ve de otra manera, apuntando que habría sido la propia Cristina Fernández la que cedió, al focalizar la totalidad de su empuje electoral en el Gobernador y marginando a Randazzo. Jamás la Presidente se hubiera permitido que un probable triunfo del sciolismo fuese leído como una victoria a medias del kirchnerismo. Menos hubiese tolerado Cristina que Mauricio Macri se convirtiera en el aspirante más votado en la fecha de las PASO. Quizás deba rastrearse aquí el yerro de un grueso de analistas políticos, extremando en sus artículos la tensión y la desconfianza entre la jefe de Estado y el cónyuge de Karina Rabolini. Un viejo militante peronista de los años setenta (residente en Mar del Plata) asegura haber oído de boca de CFK -en un velatorio organizado tres años atrás- que el candidato sería Scioli acompañado de un 'puro', y que el apellido Kirchner figuraría sí o sí en la cabeza de alguna lista bonaerense.
No obstante, poco de esta historia podría explicarse sin un hecho crítico en este proceso: el rol pasivo del peronismo a lo largo de toda la era K. El justicialismo toleró la injerencia de La Cámpora, el frustrado proceso de transversalidad de Néstor Kirchner, las vicepresidencias de Julio Cobos y Amado Boudou, y el rol clave desempeñado por el propio Carlos Zannini en no pocas decisiones del Gobierno Nacional. Hoy ha quedado expuesto el error de interpretación de muchos, que entendían que Sergio Massa estaba llamado a arrastrar a la totalidad del pejotismo con él, tras la victoria en las Legislativas de 2013. El remate han sido las deserciones masivas que acusa el espacio del ex intendente de Tigre; todos regresan casi alegremente al redil oficialista.
A la postre, el kirchnerismo -lícito es reconocerlo- ha quemado todos los papeles, tanto en el terreno político como económico. De ahí que segmentos atendibles en la opinión pública entiendan que el kirchnerismo ha llegado para quedarse, incluso trascendiendo al propio peronismo. Lo cierto es nadie parece reparar en cuestiones gravosas, como el intolerable enriquecimiento de la familia presidencial, las sospechas de lavado de dinero, la inflación, la pobreza, etcétera. El desafío es comprobar si el encantamiento con la retórica oficialista habrá de continuar, una vez acontecida la salida de Cristina del poder. El nombramiento de Zannini parece orientarse hacia ese objetivo. En el complemento, todo se hace más fácil con la neutralización y el letargo del cuestionado movimiento peronista.
Mientras tanto, Mauricio Macri comienza a ser cuestionado por ser funcional al esquema descripto. El 'purismo ideológico' propuesto por su asesor estrella, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, parece remitir al deseo inconsciente de la derrota, antes que a una estratagema victoriosa que conduzca al Jefe de Gobierno porteño y a su esquipo al poder. Jorge Fontevechia -director de Perfil- se posicionó entre los primeros en difundir esta idea; y la sospecha logró ampliarse (acaso certificada, por ejemplo, en la elección de Christian Ritondo como Vice de María Eugenia Vidal). Bastante más allá de los antecedentes peronistas del primero, parece indudable que el tándem se presenta en extremo poco atractivo para los bonaerenses. En el seno de PRO, todo se parece más a la búsqueda del milagro, que a una planificación preelectoral hecha y derecha. Si Macri termina optando por Marcos Peña como su acompañante en su fórmula, aquellas sospechas solo lograrán confirmarse. ¿Se encontraría este binomio porteño y 'químicamente puro' -en la óptica duranbarbaísta- de presentarle batalla al pragmatismo peronista? Finalmente, y habida cuenta de que Macri parece emular a Cristina Kirchner a la hora de seleccionar candidatos, ¿no se corporiza ésto en una ruidosa contradicción con el nombre dado al espacio, 'Cambiemos'? Por ende, no son pocos los que presionan contra reloj para que el dúo Macri-Sanz sea ungido sin mediar compulsa previa. Infortunadamente para los promotores, no sólo habrá que convencer a la líder de la Coalición Cívica. Igual esfuerzo habrá que invertir para convencer al propio Macri... y a Durán Barba.
En el sciolismo, por lo pronto, la puesta del apellido Zannini sobre la mesa se interpreta como un fuerte espaldarazo de Cristina para con el Gobernador; aquellos que trabajan y militan para Scioli, ven al Secretario Legal y Ténico como un constructor de poder, portador de una sólida presencia parlamentaria. El tiempo dirá si la presencia en la fórmula termina por repeler a los votantes independientes o si, en contrario, el condimento zanninista no afecta mayormente la configuración de las preferencias.
Al impacto producido por la novedad, le siguió la comentada decisión de Florencio Randazzo de no aceptar la imposición de la Presidente de pelear por la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires en representación del FPV. El modo cómo los medios de comunicación y la opinión pública se han mostrado expectantes de cara a lo que sucedía en el espectro oficialista fue recibido con cierta dosis de resignación por la oposición. En cualquier caso, no deja de ser curioso que, aún habiéndose designado a un ultrakirchnerista en la fórmula del Frente para la Victoria, tanto escozor haya transitado por diversos sectores de la vida pública y política: se sobreentiende que cualquier dirigente del riñón oficialista debería restar bastante más de lo que suma. Amén de esto, la reacción generalizada pareció desmentir esa impostura.
En ocasión de un reciente cónclave marplatense organizado por el circuito que se referencia en Sergio Massa -dirigentes de la quinta sección electoral que respaldan la candidatura a una diputación de Mercedes Morro, la Secretaria General de los Gastronómicos en la ciudad balnearia-, el ánimo detectado era de evidente pesadumbre. También en este encuentro, el tema excluyente bajo tratamiento era Zannini, como si la fórmula del FPV comportara un carácter imbatible. En un segundo plano quedó el debate intrapartidario massista: el desmoronamiento de Massa le era adjudicado a las 'corporaciones', a los grandes medios y el 'poder económico'. Por momentos, la sensación era la de participar en una reunión del kirchnerismo, y no del Frente Renovador.
Sobre Carlos Zannini, han comenzado a multiplicarse comentarios y opiniones. La postura que más adeptos recoge es la lógica, a saber, que Cristina le impuso a Scioli al Secretario Legal y Técnico con el fin de condicionarlo en un eventual mandato -el rol que cumpliría un comisario político. Otro segmento de opinadores lo ve de otra manera, apuntando que habría sido la propia Cristina Fernández la que cedió, al focalizar la totalidad de su empuje electoral en el Gobernador y marginando a Randazzo. Jamás la Presidente se hubiera permitido que un probable triunfo del sciolismo fuese leído como una victoria a medias del kirchnerismo. Menos hubiese tolerado Cristina que Mauricio Macri se convirtiera en el aspirante más votado en la fecha de las PASO. Quizás deba rastrearse aquí el yerro de un grueso de analistas políticos, extremando en sus artículos la tensión y la desconfianza entre la jefe de Estado y el cónyuge de Karina Rabolini. Un viejo militante peronista de los años setenta (residente en Mar del Plata) asegura haber oído de boca de CFK -en un velatorio organizado tres años atrás- que el candidato sería Scioli acompañado de un 'puro', y que el apellido Kirchner figuraría sí o sí en la cabeza de alguna lista bonaerense.
No obstante, poco de esta historia podría explicarse sin un hecho crítico en este proceso: el rol pasivo del peronismo a lo largo de toda la era K. El justicialismo toleró la injerencia de La Cámpora, el frustrado proceso de transversalidad de Néstor Kirchner, las vicepresidencias de Julio Cobos y Amado Boudou, y el rol clave desempeñado por el propio Carlos Zannini en no pocas decisiones del Gobierno Nacional. Hoy ha quedado expuesto el error de interpretación de muchos, que entendían que Sergio Massa estaba llamado a arrastrar a la totalidad del pejotismo con él, tras la victoria en las Legislativas de 2013. El remate han sido las deserciones masivas que acusa el espacio del ex intendente de Tigre; todos regresan casi alegremente al redil oficialista.
A la postre, el kirchnerismo -lícito es reconocerlo- ha quemado todos los papeles, tanto en el terreno político como económico. De ahí que segmentos atendibles en la opinión pública entiendan que el kirchnerismo ha llegado para quedarse, incluso trascendiendo al propio peronismo. Lo cierto es nadie parece reparar en cuestiones gravosas, como el intolerable enriquecimiento de la familia presidencial, las sospechas de lavado de dinero, la inflación, la pobreza, etcétera. El desafío es comprobar si el encantamiento con la retórica oficialista habrá de continuar, una vez acontecida la salida de Cristina del poder. El nombramiento de Zannini parece orientarse hacia ese objetivo. En el complemento, todo se hace más fácil con la neutralización y el letargo del cuestionado movimiento peronista.
Mientras tanto, Mauricio Macri comienza a ser cuestionado por ser funcional al esquema descripto. El 'purismo ideológico' propuesto por su asesor estrella, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, parece remitir al deseo inconsciente de la derrota, antes que a una estratagema victoriosa que conduzca al Jefe de Gobierno porteño y a su esquipo al poder. Jorge Fontevechia -director de Perfil- se posicionó entre los primeros en difundir esta idea; y la sospecha logró ampliarse (acaso certificada, por ejemplo, en la elección de Christian Ritondo como Vice de María Eugenia Vidal). Bastante más allá de los antecedentes peronistas del primero, parece indudable que el tándem se presenta en extremo poco atractivo para los bonaerenses. En el seno de PRO, todo se parece más a la búsqueda del milagro, que a una planificación preelectoral hecha y derecha. Si Macri termina optando por Marcos Peña como su acompañante en su fórmula, aquellas sospechas solo lograrán confirmarse. ¿Se encontraría este binomio porteño y 'químicamente puro' -en la óptica duranbarbaísta- de presentarle batalla al pragmatismo peronista? Finalmente, y habida cuenta de que Macri parece emular a Cristina Kirchner a la hora de seleccionar candidatos, ¿no se corporiza ésto en una ruidosa contradicción con el nombre dado al espacio, 'Cambiemos'? Por ende, no son pocos los que presionan contra reloj para que el dúo Macri-Sanz sea ungido sin mediar compulsa previa. Infortunadamente para los promotores, no sólo habrá que convencer a la líder de la Coalición Cívica. Igual esfuerzo habrá que invertir para convencer al propio Macri... y a Durán Barba.
En el sciolismo, por lo pronto, la puesta del apellido Zannini sobre la mesa se interpreta como un fuerte espaldarazo de Cristina para con el Gobernador; aquellos que trabajan y militan para Scioli, ven al Secretario Legal y Ténico como un constructor de poder, portador de una sólida presencia parlamentaria. El tiempo dirá si la presencia en la fórmula termina por repeler a los votantes independientes o si, en contrario, el condimento zanninista no afecta mayormente la configuración de las preferencias.
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@PortaluppiPablo
Sobre Pablo Portaluppi
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.