Doce razones para explicar por qué EE.UU. no gana sus guerras
Estados Unidos no 'gana' sus guerras, porque ganar una guerra es un objetivo secundario...
Estados Unidos no 'gana' sus guerras, porque ganar una guerra es un objetivo secundario de cara a otros, en el proceso de decisión de hacer la guerra. Ganar o perder son factores que comportan escasas consecuencias inmediatas para los Estados Unidos, dado que las guerras que el país empieza, Guerras por Elección, no hacen al vital interés nacional; perder no significa verse invadido, o que nuestras ciudades terminen siendo destruídas. Los siguientes son algunos de los intereses que Washington exhibe en el 'no ganar', razones que conducen a guerras sin final.
1) La guerra sirve para sostener a los mismísimos contratos de largo plazo para aportar a distritos congresionales clave, subsidios para facultades en universidades destinados a analizar estrategias, y nuevo financiamiento para armamento novedoso. En tiempos de guerra, ¿quién se atreve a cuestionar los costos surgidos del Pentágono que tienen por objetivo 'proteger a EE.UU.'?
2) Los conflictos recurrentes pospone la toma de decisiones difíciles relativas a recortes en el gasto de la Defensa, como ser la clausura de bases innecesarias, el recorte de sistemas duplicados, y el foco en el gasto. Analícense las 16 Maneras de Recortar en Defensa. Shakespeare lo dijo bien, aconsejando a un rey mantener una serie de guerras en el exterior, a criterio de mantener la tranquilidad a nivel doméstico.
3) El iniciar guerras es la manera histórica para que reyes (y presidentes) ganen popularidad y se ahorren la implementación de duras reformas domésticas a problemas que piden a gritos una solución. La guerra les permite posponer estas soluciones. Recuérdese a George W. Bush, quien ganó las elecciones bajo la promesa de equilibrar el presupuesto, implementar una reforma de salud, reformar los compromisos de seguridad en franca bancarrota, atacar a la Agencia de Protección Ambiental (EPA), hacer frente a los sindicatos de maestros, reconstruir nuestra infraestructura (ya en estado calamitoso), y demás. En lugar de ello, y gracias a la guerra, el conjunto de todos aquellos temas fueron dejados de lado. Bush obtuvo su reelección contando con mayor margen de déficit para gastar en guerra y/o salud, incrementando a su vez la deuda nacional en billones de dólares.
4) Los 'contratistas' privados obtienen ganancias a partir de la recurrencia de las crisis. Ellos no registran utilidades en tiempos de paz, como sucede con los soldados regulares; antes bien, las obtienen de la guerra o, al menos, cuando Estados Unidos tiene más enemigos contra los cuales protegerse. En Irak y Afganistán, tenemos cientos de miles de ellos, muy bien remunerados (son, en general, ex militares), y ahora en trabajos con no tan buena paga.
5) La comunidad en Washington prospera. Los intelectuales de los think tanks obtienen mayor exposición en televisión y el circuito de conferencias; nuevo financiamiento da lugar a nuevos empleos y subsidios gubernamentales (y viajes a excitantes zonas de conflicto o, al menos, hacia cuarteles generales, para estudiar al 'enemigo'). Los congresistas obtienen más tiempo en tevé; los críticos pueden ser atacados por herir el esfuerzo bélico, e incluso por ayudar al enemigo. Todo mundo se siente importante. Los pasantes de la Fundación Heritage fueron reclutados para ayudar a administrar Irak y, mientras que no toda guerra genera espacio para empleo que pueda ocupar a pasantes, el dinero fluye por todas partes.
6) La televisión por cable gana más teleaudiencia (por ejemplo, en forma de más ingreso en concepto de publicidad). En lugar de dar lugar a extensas y aburridas coberturas sobre el mismo tema, considérese la cobertura reiterada del avión comercial desaparecido de Malaysian en CNN durante semanas enteras; las guerras son excitantes y se arrogan cobertura las 24 horas, y más televidentes.
7) Carreras militares. Nuestro Ejército y Armada fueron diseñados para guerras pasadas, en donde soldados y marineros eran entrenados de manera idéntica, para verse capaces de ocupar espacios idénticos en los cuales suplir a camaradas caídos o a buques hundidos. Las carreras de los oficiales se basaban en fundada experiencia y comando. Las guerras en el Tercer Mundo son diferentes. En naciones que carecen de Estado de derecho, todo se basa en las relaciones personales entre líderes tribales y militares. Los imperios británico y romano enviaban personal que luego invertiría tiempo ganándose la confianza de distintas tribus, religiones y asuntos locales -y para estudiarlos. Para el caso de Estados Unidos, cada oficial cuenta con docenas detrás suyo esperando por una oportunidad en la cual sumar experiencia de 'guerra' para sus currículums. De tal suerte que los oficiales rara vez permanecen más de un año en una zona de conflicto, apenas el tiempo suficiente como para aprender sobre la zona y ganar la confianza de líderes locales -menos alcanza para aprender el idioma. Las guerras interminables permiten que muchos más oficiales utilicen su boleto de viaje.
8) No podemos absorber muchas bajas, así es que, a los efectos de minimizarlas, bombardeamos y destruímos pueblos y localidades enteras (recuérdese el caso de Faluya, en Irak), creando una oferta constante de nuevos enemigos. Si ganar fuera, en realidad, tan importante, hubiéramos absorbido muchas más bajas, y desplegado más tropas por mucho más tiempo, a criterio de ocupar y pacificar las naciones conquistadas (liberadas). En lugar de ello, luchamos durante años, sin que se perciba el final del combate.
9) Pocos estadounidenses desean invertir sus vidas estudiando tribus, religiones y costumbres locales en regiones obscuras, aburridas y poco confortables del globo. El Imperio Británico se exhibía pesadamente nutrido por escoceses e irlandeses que terminaban hallando nuevos empleos en casa. Estados Unidos no tiene ese problema a la hora de enfrentar a élites educadas, capaces de administrar posesiones alejadas de la patria.
10) Nuestro Congreso está más preocupado con las apariciones que con el hecho de ganar. La grandilocuencia política, el aparecer firme, y la complacencia a grupos locales son objetivos principales para la mayor parte de ellos. Piénsese en Irán, en donde es improbable que un acuerdo de paz aceptable para este país y para nuestros aliados europeos obtenga apoyo del congreso americano. Otra guerra sin fin se vuelve más probable, y podría fácilmente extenderse a la detonación de recursos petroleros y gasíferos a lo largo del Golfo Pérsico.
11) Nuestro establishment de seguridad interior -que cuesta cientos de miles de millones de dólares- precisa de amenazas. Considérese la periodicidad con la que el FBI provee falsos explosivos y armamento para jóvenes con ambiciones de convertirse en terroristas y que solo actúan alimentando sus propias fantasías. El criterio de la guerra sin límite complementa esta necesidad. Si Estados Unidos en realidad hubiese 'ganado', muchos de sus (bien remunerados) empleos se volverían superfluos.
12) Somos hoy muy vulnerables a operaciones del tipo false flag, y a la propaganda política extranjera paga. Numerosas naciones del exterior e intereses rebeldes desean que bombardeemos y/o invadamos a sus enemigos locales. Nuestro reciente ataque en Libia se basó en información falsa, difundida por nuestros aliados. Arabia Saudita desea que nosotros (EE.UU.) destruyamos a Irán; Turquía se esforzó para que ataquemos a al-Assad en Siria; Los halcones neoconservadores israelíes quisieron que nosotros 'destruyéramos' Irak. El jeque de Kuwait pagó millones de dólares por una campaña de relaciones públicas para que Estados Unidos ataque a Irak la primera vez, y así sucesivamente.
Hubiésemos podido 'ganar' si hubiésemos tomado nota de Sun Tzu, si hubiésemos aprendido de la Historia, y del consejo de nuestros Padres Fundadores. Pero, conforme lo hemos escrito líneas arriba, en realidad no deseamos ganar; demasiados ciudadanos estadounidenses se benefician de las guerras sin fin.
No somos el primer imperio que debe hacer frente a este problema. Sin embargo, en el pasado, tales guerras sin final se hallaban limitadas por sus costos. Pero Estados Unidos siempre puede, al menos hasta ahora, pedir prestado ese dinero al extranjero. Recuérdese cómo los chinos, que nos han prestado mucho de ese dinero, se benefician de la eventual debilidad estadounidense -con Estados Unidos permanentemente rompiéndose la cabeza contra fanáticos religiosos, provocando la muerte de cientos de miles de inocentes, y haciendo enemigos de todo el mundo musulmán. Conforme lo comentara Rand Paul (precandidato presidencial para los comicios de 2016), fueron los halcones estadounidenses de la guerra quienes crearon ISIS, y mucho del caos en el Medio Oriente. Sin embargo, no perdemos guerras realmente. Como lo afirmara el General retirado de cuatro estrellas, Mattis, EE.UU. no pierde guerras; solo pierde intereses, y luego se retira de la pelea.
Con todo, un sinnúmero de ideas que buscan limitar la proliferación de intervenciones de parte de Washington, comienza a surgir en los medios de comunicación. Fareed Zakaria respaldó a Rand Paul, escribiendo que el precandidato 'forzaba a los republicanos y a muchos demócratas a defender lo que se ha vuelto un vago consenso en favor de un Estado de seguridad nacional en franca ampliación'. La muy respetada Peggy Noonan ahora escribe que 'gastamos demasiado en los militares, lo cual no solo engrosa nuestra deuda, sino que garantiza que nuestras armas sean usadas'. Noonan cita al experto en política pública Ian Bremmer—'Los hacedores de política pública hallarán métodos que les ayuden a justificar su gasto, lo cual nos implicará en crisis que no tienen nada que ver con nuestro interés'.
Traducción al español: Matías E. Ruiz | Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/12-reasons-america-doesnt-win-its-wars/ | Traducido y republicado con permiso del autor y de The American Conservative (Estados Unidos)
Es columnista (publisher) en la reconocida revista estadounidense The American Conservative. Se graduó en la Facultad de Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown, con estudio de idiomas en Alemania y Francia. Trabajó para la aseguradora American International Group en Cuba, Venezuela y Colombia. Tiempo después, se convirtió en corresponsal extranjero en América del Sur para periódicos del grupo Knight-Ridder. Ex comentarista sobre temáticas del Tercer Mundo en Voice of America (La Voz de América).