Argentina: el Caso Cabral y la tolerancia ciudadana
Desde la proclamaciòn de Daniel Scioli como único candidato presidencial...
03 de Julio de 2015
Desde la proclamación de Daniel Scioli como único candidato presidencial del kirchnerismo, y la designación presidencial de Carlos Zannini como compañero de fórmula, se han multiplicado diversas interpretaciones y fantasías sobre el binomio. En simultáneo, se registraron episodios de poco impacto en la opinión pública media pero que comportan alto valor político.
Los dos sucesos más trascendentes fueron, sin duda, el pase a retiro de César Milani como Jefe del Ejército y la remoción -a manos de la mayoría kirchnerista en el Consejo de la Magistratura- del magistrado subrogante Luis María Cabral como juez en la Cámara Federal de Casación Penal. El periodismo le obsequió grandes espacios a la cuestión, pero lo cierto es que el común de los argentinos exhibe escaso interés en ella. Con todo, la variable Cabral tiene su correlato en la dinámica diaria de la política, y en el posible escenario nacional tras las elecciones presidenciales de octubre. Es que, precisamente en el declarado desinterés de la ciudadanía es donde deba rastrearse el origen de muchas noticias.
Por otro lado, algunas versiones indicaban que la salida de César Milani buscaba el objetivo de allanar el camino de obstáculos electorales para Daniel Scioli. Sin embargo, esta explicación no parece mayormente forme, teniendo en cuenta que el regente de la inteligencia militar ocupaba la Jefatura del Ejército Argentina desde tiempo antes, y su presencia nunca había preocupado a la Presidente, como así tampoco en la potencial intención de voto de Scioli. Si el JEMGE era útil para un sinnúmero de fines, ¿cuál era el sentido de removerlo? Adicionalmente, ni Cristina Kirchner ni su desaparecido marido entregaron a funcionario alguno, ante el vivaz reclamo opositor y de los medios de comunicación. Menos válido sería presuponer que el militar fue eliminado de la escena a raíz de las causas de enriquecimiento ilìcito y la de la desaparición de un conscripto, cuarenta años atrás. Ambas cuestiones judiciales hubiesen sido perfectamente manejables por la Casa Rosada -conforme ya ha sabido hacerlo- y el mejor ejemplo para ilustrarlo es Amado Boudou, múltiple procesado que continúa ejerciendo la Vicepresidencia de la Nación. ¿Por qué quitar a Milani de la arena y permitirle al marplatense permanecer? ¿No representaría, acaso, Boudou un peor lastre para Scioli que el uniformado nacido en Cosquín? Al final del día, será Cristina la única que conoce realmente las razones que la empujaron a deshacerse del Teniente General. También lo sabe Carlos Zannini, el verdadero elegido. Aunque más no se trate de un ilustre desconocido para la mayoría de la gente.
Casualidad o no, a los pocos días de removido el Jefe Militar, el Fiscal de Tucumán Gustavo Gómez fue separado de la causa que se le sigue a Milani por la desapariciòn de Ledo. 24 horas antes de este hecho, el Juez subrogante Luis María Cabral fue cesanteado de sus funciones ante la firme sospecha de que el magistrado estaba llamado a decidir la inconstitucionalidad del 'Memorándum de Entendimiento' con Irán, haciendo uso de un voto decisivo. De acuerdo a comentarios del mundillo judicial, la certeza de su voto llegó de boca de una par de Cabral en la Cámara, Ana María Figueroa. ¿A quién le habría notificado esta jueza tamaña novedad? Pues, nada menos que al propio Zannini. Más allá de de la desestimación de la denuncia contra la Presidente (argumentada oportunamente por el fallecido Alberto Natalio Nisman), la declaración de inconstitucionalidad podía traerle a Cristina consecuencias legales de altísimo riesgo. Conviene detenerse en este punto, recordar un hecho que pasaría casi desapercibido: en su momento, se sindicó al propio Daniel Scioli como eficaz operador eficaz en la Justicia para la desestimación de la denuncia contra la Mandataria, por vía de gestiones encaradas por el Fiscal Carlos Stornelli, ex funcionario del Gobernador y uno de los organizadores de la ya olvidada marcha del 18F en memoria del propio Nisman. Es que el doble juego está mucho más presente en política de lo que se cree comúnmente. En tal contexto, la fórmula elegida Scioli-Zannini adquiere todavía mayor relevancia. El cordobés -se sabe- es el cerebro jurídico de la familia presidecial, y un hombre de aceitadas relaciones con la Justicia Federal. Una de las mayores obsesiones presidenciales es la colonización de la justicia. Carlos Zannini, a la postre, no es un comisario político; es un comisario judicial de alto alcance y calibre.
Desde luego que nada de esto podría ocurrir sin la connivencia de vastos sectores del poder. La Administración, por caso, jamás podría implementar su exitosa agenda, de no ser por el silencio cómplice de magistrados, dirigentes de la oposición y altos jefes del empresariado local. Como muestra, basta repasar un pequeño párrafo de una columna de Joaquin Morales Solá (La Nación, 15/02) a casi un mes de la muerte de Nisman. Decía el columnista dominical: 'Cristina Kirchner tendrá que zigzaguear en lo que le queda de mandato con la abierta sublevación de jueces y fiscales'. Sobra decir que nada de esto sucedió. Y así lo certificaba Eduardo van der Kooy (Diario Clarín, 25/03), donde deslizaba la posibilidad de un acuerdo tácito entre Balcarce 50 y la Justicia Federal.
La conducta de la Administración es, de por sí, reprobable; pero quizás haya que preguntarse si la postura de sus interlocutores no sería peor que deleznable. A fin de cuentas, los hombres de empresa quieren ganar dinero; los jueces, permanecer en sus cargos (con los beneficios obtenidos); y los políticos, convertirse en funcionarios o titulares de diferentes Ejecutivos, sea en ámbitos municipales o provinciales. ¿A quién no le conviene gobernar con una Justicia adicta o contar con los buenos oficios de un jefe militar que porte información sensible de calidad sobre la vereda del oponente? Nuevamente: fue Carlos Zannini el ingeniero en torno de este escenario político macro.
El conflicto con la justicia no será la última batalla del oficialismo; se trata, apenas, de un ensayo de lo que vendría en un eventual cuarto mandato. Las verdaderas razones del encumbramiento del acompañante de Scioli comienzan a develarse. En octubre, hablará el pueblo.
Pero lo concreto es que ninguno de los recurrentes atropellos oficiales hubiese ganado espacio, de no ser por la alarmante tolerancia con la que los argentinos evalúan la cotidianeidad.
Los dos sucesos más trascendentes fueron, sin duda, el pase a retiro de César Milani como Jefe del Ejército y la remoción -a manos de la mayoría kirchnerista en el Consejo de la Magistratura- del magistrado subrogante Luis María Cabral como juez en la Cámara Federal de Casación Penal. El periodismo le obsequió grandes espacios a la cuestión, pero lo cierto es que el común de los argentinos exhibe escaso interés en ella. Con todo, la variable Cabral tiene su correlato en la dinámica diaria de la política, y en el posible escenario nacional tras las elecciones presidenciales de octubre. Es que, precisamente en el declarado desinterés de la ciudadanía es donde deba rastrearse el origen de muchas noticias.
Por otro lado, algunas versiones indicaban que la salida de César Milani buscaba el objetivo de allanar el camino de obstáculos electorales para Daniel Scioli. Sin embargo, esta explicación no parece mayormente forme, teniendo en cuenta que el regente de la inteligencia militar ocupaba la Jefatura del Ejército Argentina desde tiempo antes, y su presencia nunca había preocupado a la Presidente, como así tampoco en la potencial intención de voto de Scioli. Si el JEMGE era útil para un sinnúmero de fines, ¿cuál era el sentido de removerlo? Adicionalmente, ni Cristina Kirchner ni su desaparecido marido entregaron a funcionario alguno, ante el vivaz reclamo opositor y de los medios de comunicación. Menos válido sería presuponer que el militar fue eliminado de la escena a raíz de las causas de enriquecimiento ilìcito y la de la desaparición de un conscripto, cuarenta años atrás. Ambas cuestiones judiciales hubiesen sido perfectamente manejables por la Casa Rosada -conforme ya ha sabido hacerlo- y el mejor ejemplo para ilustrarlo es Amado Boudou, múltiple procesado que continúa ejerciendo la Vicepresidencia de la Nación. ¿Por qué quitar a Milani de la arena y permitirle al marplatense permanecer? ¿No representaría, acaso, Boudou un peor lastre para Scioli que el uniformado nacido en Cosquín? Al final del día, será Cristina la única que conoce realmente las razones que la empujaron a deshacerse del Teniente General. También lo sabe Carlos Zannini, el verdadero elegido. Aunque más no se trate de un ilustre desconocido para la mayoría de la gente.
Casualidad o no, a los pocos días de removido el Jefe Militar, el Fiscal de Tucumán Gustavo Gómez fue separado de la causa que se le sigue a Milani por la desapariciòn de Ledo. 24 horas antes de este hecho, el Juez subrogante Luis María Cabral fue cesanteado de sus funciones ante la firme sospecha de que el magistrado estaba llamado a decidir la inconstitucionalidad del 'Memorándum de Entendimiento' con Irán, haciendo uso de un voto decisivo. De acuerdo a comentarios del mundillo judicial, la certeza de su voto llegó de boca de una par de Cabral en la Cámara, Ana María Figueroa. ¿A quién le habría notificado esta jueza tamaña novedad? Pues, nada menos que al propio Zannini. Más allá de de la desestimación de la denuncia contra la Presidente (argumentada oportunamente por el fallecido Alberto Natalio Nisman), la declaración de inconstitucionalidad podía traerle a Cristina consecuencias legales de altísimo riesgo. Conviene detenerse en este punto, recordar un hecho que pasaría casi desapercibido: en su momento, se sindicó al propio Daniel Scioli como eficaz operador eficaz en la Justicia para la desestimación de la denuncia contra la Mandataria, por vía de gestiones encaradas por el Fiscal Carlos Stornelli, ex funcionario del Gobernador y uno de los organizadores de la ya olvidada marcha del 18F en memoria del propio Nisman. Es que el doble juego está mucho más presente en política de lo que se cree comúnmente. En tal contexto, la fórmula elegida Scioli-Zannini adquiere todavía mayor relevancia. El cordobés -se sabe- es el cerebro jurídico de la familia presidecial, y un hombre de aceitadas relaciones con la Justicia Federal. Una de las mayores obsesiones presidenciales es la colonización de la justicia. Carlos Zannini, a la postre, no es un comisario político; es un comisario judicial de alto alcance y calibre.
Desde luego que nada de esto podría ocurrir sin la connivencia de vastos sectores del poder. La Administración, por caso, jamás podría implementar su exitosa agenda, de no ser por el silencio cómplice de magistrados, dirigentes de la oposición y altos jefes del empresariado local. Como muestra, basta repasar un pequeño párrafo de una columna de Joaquin Morales Solá (La Nación, 15/02) a casi un mes de la muerte de Nisman. Decía el columnista dominical: 'Cristina Kirchner tendrá que zigzaguear en lo que le queda de mandato con la abierta sublevación de jueces y fiscales'. Sobra decir que nada de esto sucedió. Y así lo certificaba Eduardo van der Kooy (Diario Clarín, 25/03), donde deslizaba la posibilidad de un acuerdo tácito entre Balcarce 50 y la Justicia Federal.
La conducta de la Administración es, de por sí, reprobable; pero quizás haya que preguntarse si la postura de sus interlocutores no sería peor que deleznable. A fin de cuentas, los hombres de empresa quieren ganar dinero; los jueces, permanecer en sus cargos (con los beneficios obtenidos); y los políticos, convertirse en funcionarios o titulares de diferentes Ejecutivos, sea en ámbitos municipales o provinciales. ¿A quién no le conviene gobernar con una Justicia adicta o contar con los buenos oficios de un jefe militar que porte información sensible de calidad sobre la vereda del oponente? Nuevamente: fue Carlos Zannini el ingeniero en torno de este escenario político macro.
El conflicto con la justicia no será la última batalla del oficialismo; se trata, apenas, de un ensayo de lo que vendría en un eventual cuarto mandato. Las verdaderas razones del encumbramiento del acompañante de Scioli comienzan a develarse. En octubre, hablará el pueblo.
Pero lo concreto es que ninguno de los recurrentes atropellos oficiales hubiese ganado espacio, de no ser por la alarmante tolerancia con la que los argentinos evalúan la cotidianeidad.
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@PortaluppiPablo
Sobre Pablo Portaluppi
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.