POLITICA ARGENTINA: PABLO PORTALUPPI

Argentina: quiénes somos; hacia dónde vamos

Ante la inminencia de unas elecciones que decidirán el rumbo de la Nación...

03 de Agosto de 2015

Ante la inminencia de unas elecciones que decidirán el rumbo de la Nación durante la próxima década, destaca un puñado de elementos que ofrece espacio para conjeturar sobre el futuro inmediato. El carácter vertiginoso de los eventos suele invitar a que aquéllos pasen desapercibidos.

Los candidatos de mayor renombre vienen a corporizar una suerte de síntesis perfecta del presente de un país y del escenario por venir. No sólo los presidenciables; lo propio sucede con los aspirantes a hacerse del control de los asuntos públicos en las provincias más grandes. 

El hecho que uno de los dos hombres con más posibilidades de suceder a Cristina Fernández de Kirchner en la presidencia, sea un Gobernador de una provincia que exhibe los mayores índices de violencia del país, tal vez no esté hablando mal del candidato; antes bien, habría que depositar la mirada sobre la sociedad que el aspirante representa. Más aún si se trata de un dirigente que -en apariencia, al menos- corre primero en no pocas encuestas. Tras lo cual no será necesario invertir mayor esfuerzo para imaginar qué cosas pasarán por las cabezas de un sinnúmero de familiares de víctimas de la inseguridad que, de cara al televisor, oyen a Daniel Osvaldo Scioli pidiéndoles su voto.

Pero justo sería decir que tampoco le va a la saga el otro presidenciable, cuyas ideas sobre temas bien específicos del quehacer nacional se muestran difusos -y que, en simultáneo, presta más oído a su consultor ecuatoriano. La pérdida de tiempo que representara la estéril discusión sobre el aparente cambio de discurso de Mauricio Macri vino a ratificar uno de los grandes males que acusa la Argentina: los falsos debates. Y el caso de Aerolíneas Argentinas resulta más que emblemático. El líder del PRO no tuvo reparos para, en su oportunidad, confesar que la reprivatizaría si llegara a la Casa Rosada. Para luego -pocos días atrás- asegurar que la firma seguiría en manos del Estado en un eventual gobierno suyo. Lo cierto es que, luego de la ruidosa contradicción, el país le cayó encima. Marginalmente, los que le 'cayeron encima' vienen a ser los mismos que hace apenas veinticinco años respaldaron la comercialización de la aerolínea de bandera a una empresa privada española; esa misma ciudadanía celebraría después la reestatización. El ejemplo de YPF no registró prolegómenos distintos: su venta se promocionó como uno de los pecados más letales de la era menemista (aunque, entre 1992 y 1993, nadie haya puesto el grito en el cielo). Por caso, Carlos Saúl Menem sería reelecto algo más tarde, con casi el 50% de los sufragios. Nuevamente, no era preciso pensar más de la cuenta: el ciudadano de a pie solo pretende que Aerolíneas Argentinas funcione adecuadamente; se aleja de su interés el carácter estatal o privado que pueda exhibir la compañía. Amén de su gigantesco déficit, el órgano en manos de Mariano Recalde destaca por su pésimo gerenciamiento: solo basta remitirse a los centenares de vuelos cancelados, a la igual cantidad de demorados y a los reprogramados o inclusive 'desaparecidos'.

Lo que Macri terminó de cristalizar al momento de pronunciar su discurso tras el agónico triunfo de Horacio Rodríguez Larreta no es otra cosa que una carencia de ideas que se ha vuelto epidémica. El dilema 'Cambio o continuidad' también comporta una falsedad evidente. Es apenas un mote de las encuestadoras de opinión, con el cual condimentan y contextualizan sus servicios. Si no se sabe a dónde se va o, peor aún, si tampoco interesa y  las preocupaciones sociales sólo puestas están en no perder el trabajo ni las 12 cuotas con tarjeta, la pregunta surge obvia: ¿de qué cambio se está hablando? Y, en consecuencia, ¿de qué clase de continuidad? El problema es que los candidatos suelen orientar sus discursos con el norte puesto en los consejos de sus asesores, que son los mismos que encargan las encuestas. De tal suerte que las campañas rematan en un concierto de palabrerío bello pero desprovisto de contenido.

Por su parte, los funcionarios allegados al sciolismo hablan de desarrollo económico (no sólo en público; también en privado), cuando brillaron por su ausencia durante los ocho años que estuvieron al frente de la Provincia de Buenos Aires. Si el currículum sobre lo hecho en un distrito es inexistente, ¿qué resultados podrían esperarse de su gestión a nivel nacional? ¿Acaso no es el propio Scioli el ungido del Frente para la Victoria, espectro que gobernó la Argentina durante doce años y que hizo del cortoplacismo una virtud? Hablar de 'desarrollo económico' implica -al menos y, entre otras cosas- políticas de Estado, como ser la consolidación de un sistema estatal de salud, contar con colegios que no destaquen por la cifra de paros docentes, etcétera. Mar del Plata ofrece dos casos testigo: una de las famosas UPA (Unidad de Pronta Atención) que se emplaza en el derruido Hospital Regional ha dejado de funcionar por falta de médicos. La Escuela Número 10 ha optado por cesar el dictado de clases en el turno mañana, a raíz de la ruptura del sistema de calefacción. ¿'Desarrollo' o 'subdesarrollo' económico? 

Culturalmente, tanto Scioli como Macri (pero también Sergio Tomás Massa) despliegan desde su discursos grandilocuentes una pasmosa e inquietante liviandad conceptual, un optimismo exacerbado; todo ello rebozado con una extremada corrección política. Hablan de fe, de esperanza, de amor. Los spots del contendiente oficialista hacen mención a la 'victoria' y, precisamente desde ese punto de partida, formulan una incoherencia que alarma. El macrismo comparte un mundo amarillo demasiado poco creíble. Massa, mientras tanto, acusa una ceremoniosa compulsión a emitir propuestas de todo tipo, que ni siquiera él parece creérselas. No en vano, el de Tigre empezó a endurecer su discurso cuando empezó a desmoronarse en las encuestas.

Se asiste a una monumental escisión entre hechos y discursos. Existe toda una intención de mostrar cierta prolijidad en las palabras y en los modos, de promocionar cercanía con el ciudadano; se multiplican los conceptos de fácil comprensión pero, en esencia, absurdos. Mientras se presenta la bufanda más larga del mundo en Mar del Plata, con presencia de la gente del libro Guiness, en la ciudad balnearia el puerto acusa una parálisis récord, y son muchos más los comercios que cerraron sus puertas. A la par que prosigue el descalabro, ahora crecen las sospechas sobre un Jefe de Gabinete potencialmente devenido en homicida, reparo que parece adherirse al propio Gobernador de la Provincia. Horas después, una ampulosa candidata a presidente desliza que el dirigente en cuestión podría, perfectamente, sufrir un atentado (ejecutado por sus propios socios políticos) -si le toca arribar a Balcarce 50. ¿Pesará más en el interés de la ciudadanía esta gravosa realidad, o se impondrá en la agenda nacional el probable título de River Plate en la Copa Libertadores?


Mientras tanto -y no demasiado lejos de aquí-, en Brasil, los magistrados obran con inexpugnable independencia; enviando a prisión a todo aquel que le toque. De este lado de la frontera, denuncias tan graves como la que ahora pesa sobre Aníbal Fernández están llamadas a diluírse en cosa de horas. No es la administración de justicia el problema central, sino el escepticismo que se ha adueñado de una sociedad que no reacciona.

 

Sobre Pablo Portaluppi

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.