Sobre el incendio y las vísperas
A pocas horas de que los argentinos concurran a las urnas...
07 de Agosto de 2015
A pocas horas de que los argentinos concurran a las urnas para comenzar a dirimir el futuro inmediato del país, pareció emerger desde los sótanos del poder un temblor con efectos aún impredecibles. Sin embargo, lo único que realmente tuvo lugar fue la irrupción de la punta de un iceberg, cuya existencia conocían incluso los más distraídos. Sobra decir que, en la superficie, las cosas no están mucho mejor.
La grave denuncia sobre el Jefe de Gabinete Aníbal Fernández puso de manifiesto las fuertes sospechas que se cernían sobre una enorme cantidad de dirigentes e intendentes bonaerenses; todos ellos dan forma a un sistema de poder nefasto pero profundamente arraigado, y votado con resignación y hartazgo por no pocos ciudadanos. A estas alturas, no caben dudas de que, si el objetivo es sobrevivir políticamente a la Provincia de Buenos Aires, o hay que ser como los barones del conurbano o, al menos, evitar combatirlos. De tal suerte que se genera un debate, hasta aquí inédito: ¿es aconsejable no hacer frente a este esquema que convalida corrupción y muerte, o será hora de combatirlo, por fin? El problema es que, por ejemplo, aún aquel electorado antiperonista se pregunta si, por ejemplo, la candidata María Eugenia Vidal sería capaz de gobernar la provincia en paz y tranquilidad. Se multiplican las dudas.
Por su parte, Elisa Carrió compartió una afirmación temeraria, en una entrevista concedida la pasada semana: 'Si la gente vota a Anibal y a Scioli, que después no se quejen cuando le maten a sus hijos'. La candidata del espacio Cambiemos respalda su agenda en fuertes dosis de honestidad brutal, difícil de hallar hoy en la política (o en el propio periodismo). Hasta cierto punto, las inflexiones de Carrió invitan a ser consideradas a consciencia. Con todo, la memoria fallida del inconsciente colectivo nacional certificará que las relaciones entre droga, juego, prostitución y plataformas interconectadas entre dirigentes, juzgados y oficiales de policía bonaerenses nada tienen de nuevo. En todo caso, se asiste al empeoramiento del escenario. A su vez, quienquiera que termine haciéndose de la Gobernación deberá transitar un sendero de espinas hacia la normalización. ¿Es factible lograrla?
Muchos se sorprenden cuando se habla de la penetración de la droga en los barrios de cualquier ciudad argentina. No hace falta más que caminar por cualquier barrio periférico de Mar del Plata -que no es el conurbano profundo- para comprender la naturaleza del problema: policías que anticipan a comerciantes minoristas de narcóticos sobre eventuales operativos, para que éstos desaparezcan y los agentes terminen encarcelando a algún distraído. Así lo apunta Daniel Arroyo, candidato a Vicegobernador por el Frente Renovador: 'La gente ve que el que vende drogas vive mucho mejor que cualquier laburante'. 'Si querés droga, la conseguís muy fácil', dirán otros -conocedores del tema. Mientras tanto, el juego no se queda atrás: en la propia Ciudad Feliz, el titular una de las agencias clandestinas que más dinero mueve, no duda en afirmar que él puede 'trabajar' sin ser molestado, no solo por haber arreglado con el comisario de la zona; también fue necesario congeniar con más de un político local. Se trata de un fenómeno de naturalización y acostumbramiento.
La denuncia contra Anibal y su posterior 'guerra' en las entrañas del cenagal del justicialismo bonaerense, ¿no ha colocado un espejo delante de la ciudadanía? Si fuera cierto que no pocos intendentes y dirigentes regentean el negocio de las drogas en sus distritos, difícil es imaginar que más de un periodista informado no lo supiera. Desde luego que nunca es factible informar en base a meras sospechas, pero también abundan los modos para no obsequiarle visibilidad a políticos de semejante calaña. Corruptos hay en todas partes; el problema aquí ni siquiera conocen una prisión de cerca. El gran esquema argentino de prebendas y negocios turbios es, precisamente, la receta para la supervivencia política. En tren de ser honestos, el problema excede los límites de la Provincia de Buenos Aires. Basta con sólo imaginarse, por citar dos geografías del interior del país, cómo actuarían frente a la corruptela y las drogas un comisario de algún pueblo formoseño o algún dirigente político de una localidad del Chaco profundo. O quizás lo mejor sea no invitar a la imaginación.
Pero el problema es mucho más grave, toda vez que se analiza el escenario desde la perspectiva social -al fin de cuentas, la que comporta mayor valor. El argentino medio no puede ocultar cierta tendencia a encumbrar a personajes de dudosa reputación. ¿O acaso Rafael Di Zeo no firma autógrafos en las inmediaciones de la cancha de Boca? En igual sentido, ¿nadie antepone reparos al esfuerzo de 'Bebote' Alvarez en convertirse en el próximo presidente del club Independiente? Siguiendo con el ejemplo del fútbol, valga la anécdota: en ocasión de un superclásico jugado el pasado verano en Mar del Plata, la barra brava del equipo millonario se paseaba por la playa con sus bombos y cervezas, aguardando el momento para dirigirse al estadio. Los turistas los rodeaban como si se tratara de un grupo de música o de teatro, mientras vitoreaban sus cánticos; estos invitaban a 'matar a un bostero', o a 'tomar merca hasta morir'. De alguna manera, los laberínticos mecanismos de la psiquis argentina fogonean la admiración por aquel narcotraficante o corrupto que controla los resortes del poder en cualquier vecindario. ¿No se han conocido, acaso, ya demasiados casos en los que la tevé local presentó a personajes marginales como si se tratara de estrellas de la farándula? ¿No son los piqueteros subproducto de esa enfermiza admiración? Desde esta mirada ligeramente psicoanalítica, tal vez puedan evaluarse las fortalezas del aparato peronista bonaerense.
Pronto habrá que votar y -vale reafirmarlo- cualquier cosa puede pasar. Los extendidos desequilibrios que hacen al territorio nacional suelen ser determinantes en cualqueir comicio. Sólo el conurbano bonaerense concentra el 20% del electorado del país. La totalidad de la Provincia de Buenos Aires representa casi el 40% de los sufragios. Esta gigantesca e intolerable incongruencia deberá ser analizada, en su justa medida. Mientras tanto, nada cambiará, en tanto tales condiciones logren perpetuarse.
La grave denuncia sobre el Jefe de Gabinete Aníbal Fernández puso de manifiesto las fuertes sospechas que se cernían sobre una enorme cantidad de dirigentes e intendentes bonaerenses; todos ellos dan forma a un sistema de poder nefasto pero profundamente arraigado, y votado con resignación y hartazgo por no pocos ciudadanos. A estas alturas, no caben dudas de que, si el objetivo es sobrevivir políticamente a la Provincia de Buenos Aires, o hay que ser como los barones del conurbano o, al menos, evitar combatirlos. De tal suerte que se genera un debate, hasta aquí inédito: ¿es aconsejable no hacer frente a este esquema que convalida corrupción y muerte, o será hora de combatirlo, por fin? El problema es que, por ejemplo, aún aquel electorado antiperonista se pregunta si, por ejemplo, la candidata María Eugenia Vidal sería capaz de gobernar la provincia en paz y tranquilidad. Se multiplican las dudas.
Por su parte, Elisa Carrió compartió una afirmación temeraria, en una entrevista concedida la pasada semana: 'Si la gente vota a Anibal y a Scioli, que después no se quejen cuando le maten a sus hijos'. La candidata del espacio Cambiemos respalda su agenda en fuertes dosis de honestidad brutal, difícil de hallar hoy en la política (o en el propio periodismo). Hasta cierto punto, las inflexiones de Carrió invitan a ser consideradas a consciencia. Con todo, la memoria fallida del inconsciente colectivo nacional certificará que las relaciones entre droga, juego, prostitución y plataformas interconectadas entre dirigentes, juzgados y oficiales de policía bonaerenses nada tienen de nuevo. En todo caso, se asiste al empeoramiento del escenario. A su vez, quienquiera que termine haciéndose de la Gobernación deberá transitar un sendero de espinas hacia la normalización. ¿Es factible lograrla?
Muchos se sorprenden cuando se habla de la penetración de la droga en los barrios de cualquier ciudad argentina. No hace falta más que caminar por cualquier barrio periférico de Mar del Plata -que no es el conurbano profundo- para comprender la naturaleza del problema: policías que anticipan a comerciantes minoristas de narcóticos sobre eventuales operativos, para que éstos desaparezcan y los agentes terminen encarcelando a algún distraído. Así lo apunta Daniel Arroyo, candidato a Vicegobernador por el Frente Renovador: 'La gente ve que el que vende drogas vive mucho mejor que cualquier laburante'. 'Si querés droga, la conseguís muy fácil', dirán otros -conocedores del tema. Mientras tanto, el juego no se queda atrás: en la propia Ciudad Feliz, el titular una de las agencias clandestinas que más dinero mueve, no duda en afirmar que él puede 'trabajar' sin ser molestado, no solo por haber arreglado con el comisario de la zona; también fue necesario congeniar con más de un político local. Se trata de un fenómeno de naturalización y acostumbramiento.
La denuncia contra Anibal y su posterior 'guerra' en las entrañas del cenagal del justicialismo bonaerense, ¿no ha colocado un espejo delante de la ciudadanía? Si fuera cierto que no pocos intendentes y dirigentes regentean el negocio de las drogas en sus distritos, difícil es imaginar que más de un periodista informado no lo supiera. Desde luego que nunca es factible informar en base a meras sospechas, pero también abundan los modos para no obsequiarle visibilidad a políticos de semejante calaña. Corruptos hay en todas partes; el problema aquí ni siquiera conocen una prisión de cerca. El gran esquema argentino de prebendas y negocios turbios es, precisamente, la receta para la supervivencia política. En tren de ser honestos, el problema excede los límites de la Provincia de Buenos Aires. Basta con sólo imaginarse, por citar dos geografías del interior del país, cómo actuarían frente a la corruptela y las drogas un comisario de algún pueblo formoseño o algún dirigente político de una localidad del Chaco profundo. O quizás lo mejor sea no invitar a la imaginación.
Pero el problema es mucho más grave, toda vez que se analiza el escenario desde la perspectiva social -al fin de cuentas, la que comporta mayor valor. El argentino medio no puede ocultar cierta tendencia a encumbrar a personajes de dudosa reputación. ¿O acaso Rafael Di Zeo no firma autógrafos en las inmediaciones de la cancha de Boca? En igual sentido, ¿nadie antepone reparos al esfuerzo de 'Bebote' Alvarez en convertirse en el próximo presidente del club Independiente? Siguiendo con el ejemplo del fútbol, valga la anécdota: en ocasión de un superclásico jugado el pasado verano en Mar del Plata, la barra brava del equipo millonario se paseaba por la playa con sus bombos y cervezas, aguardando el momento para dirigirse al estadio. Los turistas los rodeaban como si se tratara de un grupo de música o de teatro, mientras vitoreaban sus cánticos; estos invitaban a 'matar a un bostero', o a 'tomar merca hasta morir'. De alguna manera, los laberínticos mecanismos de la psiquis argentina fogonean la admiración por aquel narcotraficante o corrupto que controla los resortes del poder en cualquier vecindario. ¿No se han conocido, acaso, ya demasiados casos en los que la tevé local presentó a personajes marginales como si se tratara de estrellas de la farándula? ¿No son los piqueteros subproducto de esa enfermiza admiración? Desde esta mirada ligeramente psicoanalítica, tal vez puedan evaluarse las fortalezas del aparato peronista bonaerense.
Pronto habrá que votar y -vale reafirmarlo- cualquier cosa puede pasar. Los extendidos desequilibrios que hacen al territorio nacional suelen ser determinantes en cualqueir comicio. Sólo el conurbano bonaerense concentra el 20% del electorado del país. La totalidad de la Provincia de Buenos Aires representa casi el 40% de los sufragios. Esta gigantesca e intolerable incongruencia deberá ser analizada, en su justa medida. Mientras tanto, nada cambiará, en tanto tales condiciones logren perpetuarse.
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@PortaluppiPablo
Sobre Pablo Portaluppi
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.