Secreto y confidencial
Toda vez que parece mostrar atisbos de evolución, la Argentina, en rigor, involuciona.
El análisis me ha dado una notable libertad de emociones y una confianza fabulosa. Siento que he cumplido con mi rol de marioneta.
Hedy Lamarr (actriz austríaca; 1914-2000)
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Toda vez que parece mostrar atisbos de evolución, la Argentina, en rigor, involuciona. Así sucedió con las masivas manifestaciones ciudadanas (o 'cacerolazos') de 2012, y las que siguieron. Poco después, tomó parte de la organización de los eventos la propia corporación política en su versión opositora (el concepto 'corporación' no se ve atenuado si un segmento, el que fuere, resultare protagonista). En cualquier caso, la infiltración que se implementara sobre las marchas terminó por licuar el interés del ciudadano de a pie en incorporarse a cualquier futuro convite; el espíritu contestatario se fracturó.
La inspiración se renovaría luego, en la forma de expresiones públicas consensuadas con el objetivo de respaldar a la figura del fiscal José María Campagnoli, consolidando su reposición en causas que hurgaban en casos de obscena corruptela oficial. No mucho sucedió después de aquello; antes bien, la consecuencia fue otra no buscada, a saber, que el conglomerado de los fiscales dio inicio a negociaciones con la Corte Suprema de Ricardo Lorenzetti y el Gobierno Nacional, para poner fin a las movilizaciones y sellar una suerte de iudicialis indutias (tregua) entre dos altos poderes del Estado. A posteriori -el 18 de febrero de 2015, tras cumplirse un mes del extraño deceso de Alberto Nisman-, tuvo lugar la denominada Marcha de los Fiscales. Con el silencio como leit motiv, la comunidad judicial encabezó una nueva convocatoria, buscando que las investigaciones sobre el magnicidio no se extinguiesen prematuramente. Como antes, los resultados comprobables de la iniciativa fueron inocuos; la sociedad no se percató, pero había vuelto a prestarse al juego de poder de unos pocos, que buscaban recomponer sus alforjas desde una posición de mayor fuerza. Como muestra para cimentar la hipótesis, habrá de recordarse que uno de los fiscales participantes de aquella marcha fue Carlos Stornelli, sindicado por analistas políticos bien informados como operador sciolista por excelencia en la administración de justicia. Con el paso del tiempo, se descubriría que Daniel Scioli y sus consortes judiciales se esmeraban para que la Causa Nisman languideciera en una bizarra e inverosímil carátula de suicidio. En el ínterim, se volvía necesario que un puñado de indolentes redirigiera convenientemente el griterío de los idiotas del rebaño. Misión cumplida.
¿Cuál fue el lapidario legado de la desaparición física del fiscal? Los prolegómenos del homicidio dejaron entrever un sendero pringado de pistas sobre los ideólogos y arquitectos del esquema, en parte gracias a la declarada inoperancia de los actores centrales y marginales. Lo que sorprendió, en todo caso, no fue la execrable calidad humana de los implicados, sino la magnitud de la conspiración. Hasta donde se permite certificarlo, tomaron parte de la gigantesca charada ex magistrados, operativos de inteligencia, piratas informáticos, jefes políticos, periodistas e ignotos opinadores de varieté. Mientras la muerte de Nisman llegaba a las redacciones de los medios de comunicación locales, la madrugada del 19 de enero, un ex funcionario estadounidense (con más de dos décadas de trayectoria en el servicio exterior y el Departamento de Estado, de trato periódico con este medio) compartía su veredicto vía e-mail: [se trató de un] 'indignante y horrendo acto criminal'. En la Argentina, el planteo del suicidio se presentaba más confortable para muchos.
Por estos días, el surgimiento de novedosa evidencia reconfigura el norte de la brújula hacia el refuerzo de la tesis del homicidio. Conforme se ha visto, el monumental esfuerzo de propaganda del Gobierno Nacional no ha podido ocultar el daño físico -en forma de golpes, cotejados por recientes pericias- que acusara la humanidad del fiscal en sus últimos minutos de vida. Como tampoco el malware que -también corroborado- arribara al ordenador personal de Nisman, bajo el tag 'Estrictamente Secreto y Confidencial.PDF'. Curiosamente, el mismo troyano que se descubriera en una de las computadoras del periodista-investigador Jorge Lanata y las de otros personajes colaterales, portadores de un conocimiento bastante más profundo sobre lo sucedido en realidad.
Este preámbulo será de utilidad para que, en el futuro, algún cuerpo judicial que exhiba un mínimo de credibilidad (desde luego no Viviana Fein ni sus sospechadas contrapartes) tome nota y proceda a una investigacion no contaminada. Porque el Caso Nisman no podría entenderse sino a partir de la comprensión extensiva del funcionamiento de un nodo bien identificado de inteligencia paralela, que ejercita sus habilidades con impunidad contra ciudadanos argentinos.
En tal sentido, la lupa de cualquier pesquisa profesional y dedicada debiera reorientarse, por ejemplo, hacia la figura del ex magistrado Héctor Yrimia, y su deslucido subalterno, Ramón Allan Bogado. Muy a pesar de su prominente hoja de servicios, Yrimia -en conformidad con investigaciones realizadas en terceros países- suele hacer alarde, en privado, de ser el ideólogo y autor material de la AFI (Agencia Federal de Información) que tanta atención negativa concentrara de parte de los medios tradicionales. En tanto el ex juez se halla vinculado con el referido Bogado (con quien sostiene, al menos, una reunión privada semanal, y sobre quien se entiende oficia de agente inorgánico de inteligencia de Gendarmería Nacional), los servicios que su patrón ofrece a un selecto pero definido portfolio de clientes podrían intuírse perfectamente. ¿Con qué fin Yrimia ha decidido recalar en países tan alejados como la República Popular China y la Federación Rusa? Mientras tanto, ¿para qué Ramón Bogado -quien, dicho sea de paso, emplea su cuenta de Twitter para monitorear a periodistas independientes- se trasladaría en reiteradas oportunidades a Irán, Venezuela o Alemania? El problema para los involucrados en la confabulación es que sus movimientos se acrecentaron de súbito, precisamente en la temporada previa a que Nisman apareciera muerto. Complementariamente, esta colorida pandilla sostenía encuentros con interlocutores iraníes -que ya expresaban públicamente su descontento por las investigaciones del malogrado funcionario judicial de la Unidad Especial AMIA. ¿Cuál es el rol que desempeña Yrimia en el affaire Nisman? Surge de la investigación del fiscal muerto que aquél se esforzaba en desviar la atención sobre la responsabilidad de la República Islámica en el atentado de 1995; también de acuerdo a aquella medulosa documentación, Yrimia se confabuló con Fernando Esteche (Quebracho) y Jorge 'Yussuf' Khalil para fabricar pistas falsas sobre el ataque. ¿Hizo el ex juez de enlace político para tender un cerco sobre Alberto Nisman y luego infiltrarle su equipo informático, echando mano de una célula de crackers nucleados en su propia organización? Hoy, investigadores independientes incluso ponen la lupa en Prefectura Naval Argentina -cuyo elemento, que responde al Ministerio de Seguridad, monitoreaba los movimientos del fiscal para reportar a personajes no del todo identificados.
El surgimiento del troyano de moda amerita ser evaluado desde una óptica, que comporta dinámica propia: ¿quiénes son sus remitentes y controladores? Algunos dirigen la mirada hacia freelancers informáticos estacionados en la República Oriental del Uruguay, acaso emparentados con Aníbal Fernández y el siempre indescifrable Mario Ishii. Estos deflectarán -lógicamente- las responsabilidades hacia el circuito de Fernando Pocino; y el remanente de atribulados volverá a emprenderla contra Jaime Stiuso, o contra Héctor Icazuriaga. Infortunadamente, el rastro de migajas podrían conducir hacia hallazgos, por definición, desagradables: la tercerización de tareas de espionaje en terreno neutral invita a la consideración de altos nombres en el mundo del periodismo, la política y el empresariado -léase: el poder. Y la sociedad argentina aún no está preparada para carearse con este esperpento de dimensiones ciclópeas. Complementariamente, sirve, el Uruguay, de vaporoso limbo; tierra en donde muchos aguardan por una repatriación o comisión que nunca llega (ni llegará). Mustios émulos de Don Diego de Zama, personaje ingeniado por el insigne escritor Antonio Di Benedetto.
Regresando al bueno de Héctor Yrimia, otros apartados lo convierten en persona de interés para reparticiones estadounidenses tan disímiles como el Departamento del Tesoro o el FBI, a raíz de su documentada vinculación con el ciudadano colombiano Juan Miguel Rodríguez Arbeláez. El citado es hijo de Miguel Rodríguez Orejuela, fundador en los años setenta del cártel de Cali, en compañía de su hermano Giberto y de José Santacruz Londoño. Mientras el ex magistrado niega públicamente no haber mantenido reuniones personales con la Presidente Cristina Kirchner, se ufana de tales encuentros, en oportunidad de dialogar a nivel privado. Como también perjura tener a su disposición a algo más de un centenar de individuos en el ámbito judicial argentino. Finalmente -y, valga la nota de color-, Héctor Yrimia ha llegado al colmo de proponerse como 'agente del Estado Vaticano'. Aviesa -pero permitida- interpretación: tras su acalorada defensa del candidato a la Presidencia por el FPV, Daniel Scioli, Su Santidad Francisco podría permitirse aplicar un mejor criterio a la hora de elegir a sus amistades.
Si el objetivo se tratase de tender un puente entre los dos grandes temas que dan forma al presente texto (el coitus interruptus de las marchas ciudadanas y el Caso Nisman), la conclusión podría ser solo una: de un modo u otro, los protagonistas de la charada han asumido con resignación los respectivos roles que les fueran asignados en esta intrincada y laberíntica granja de hormigas.
Mañana será otro día.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.