Estados Unidos: por qué espiamos a los japoneses
El drama de la exposición de la figura de Edward Snowden, en relación al alcance extendido del espionaje...
21 de Agosto de 2015
El drama de la exposición de la figura de Edward Snowden, en relación al alcance extendido del espionaje doméstico de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense ha, de alguna manera, arrojado sombras sobre el flujo de revelaciones menos importantes emanadas del masivo caché de documentos conocido como Wikileaks. Los informes de noticias más recientes se basaron en cinco documentos de Wikileaks, amén de una lista de números telefónicos considerados como objetivos, y detallan cómo Washington espió a funcionarios de carrera del gobierno japonés, así como también a bancos y a compañías -como ser el conglomerado altamente diversificado de Mitsui y Mitsubishi, conocido allí como keiretsu.
De acuerdo a documentación que cobrara dominio público, 35 números telefónicos fueron calificados como objetivo específicamente por la NSA, para ser analizados entre 2006 y 2009. La intrusión electrónica permitió a Washington obtener información sobre negociaciones comerciales, políticas relativas a energía y cambio climático, así como también reuniones de información secretas que involucraban al entonces primer ministro nipón -que tuvieron lugar en su residencia oficial.
Como suele ser elc caso, la historia tras bambalinas es mucho más interesante que la exposición del hecho de espionaje en sí mismo, conforme gran parte del mundo ha concluído hoy que los Estados Unidos espían a todo el mundo, todo el tiempo, y se ha vuelto un área común el hecho de que un nuevo país se agregue a aquella lista. En esta instancia, sin embargo, los documentos revelaron que la NSA compartía algo de la información sobre estrategias de cambio climático niponas con los británicos, canadienses, australianos y neocelandeses, lo cual viene a encarnar un recordatorio sobre el grupo Five Eyes (en español, Cinco Ojos), bien predispuesto para las operaciones más sensibles en materia de inteligencia de señales (SIGINT). La sugerencia coincidiría en que éstas cinco naciones estuvieron -y siguen estando- interesadas en recopilar, al menos, ciertos tipos de información a través del espionaje -una propuesta riesgosa, dado que la revelación de semejante actividad podría fácilmente torpedear cualquier negociación comercial.
Un segundo ítem de importancia remite a qué hace uno con información relacionada con negocios, luego de ser recopilada. Obviamente, la inteligencia que remite a disputas comerciales representaría algún valor para la Casa Blanca, pero el diseño o los planes de marketing que pudieren proporcionar una ventaja competitiva a cualquier firma privada estadounidense al momento de lidiar con una empresa japonesa invita a preguntas éticas, de alcance más serio. El gobierno de los Estados Unidos no deja pasar semejante información, al menos en teoría, dada la consideración práctica de que la economía americana registra una miríada de compañías que compiten en una mayoría de segmentos de la economía, y ello daría lugar a una ventaja injusta, si la información solo fuese obsequiada a una firma en particular. Así es que nadie la obtiene, a pesar de que uno debe sospechar que debe existir algún llamado telefónico de medianoche que quebrante esa regla.
Irónicamente, los japoneses trabajan precisamente al revés. El gobierno coopera en forma extensiva con sus firmas industriales más importantes, a criterio de proporcionarles toda ventaja posible, lo cual incluye el espionaje industrial sobre su contraparte y en su nombre, desde las embajadas niponas en el extranjero.
Finalmente, una evaluación riesgo-beneficio sobre el valor aparente obtenido del espionaje sobre el Japón, podría determinar que el esfuerzo nunca ha valido la pena, si se mide el daño a las relaciones bilaterales. Ello resulta inexplicable, como el raciocinio producido al momento de justificar los programas que involucraban a otras naciones amigas de los EE.UU., como Alemania, Francia y Brasil.
Uno se ve compelido a sospechar que el espionaje de la NSA tiene lugar periódicamente, solo porque los recursos existen y porque deben ser empleados para algo. Nosotros, los estadounidenses, espiamos a todo el mundo. Simplemente, porque podemos hacerlo.
Traducción al español: Matías E. Ruiz | Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/why-we-spy-on-the-japanese/ | Traducido y republicado con permiso del autor y de The American Conservative (Estados Unidos)
De acuerdo a documentación que cobrara dominio público, 35 números telefónicos fueron calificados como objetivo específicamente por la NSA, para ser analizados entre 2006 y 2009. La intrusión electrónica permitió a Washington obtener información sobre negociaciones comerciales, políticas relativas a energía y cambio climático, así como también reuniones de información secretas que involucraban al entonces primer ministro nipón -que tuvieron lugar en su residencia oficial.
Como suele ser elc caso, la historia tras bambalinas es mucho más interesante que la exposición del hecho de espionaje en sí mismo, conforme gran parte del mundo ha concluído hoy que los Estados Unidos espían a todo el mundo, todo el tiempo, y se ha vuelto un área común el hecho de que un nuevo país se agregue a aquella lista. En esta instancia, sin embargo, los documentos revelaron que la NSA compartía algo de la información sobre estrategias de cambio climático niponas con los británicos, canadienses, australianos y neocelandeses, lo cual viene a encarnar un recordatorio sobre el grupo Five Eyes (en español, Cinco Ojos), bien predispuesto para las operaciones más sensibles en materia de inteligencia de señales (SIGINT). La sugerencia coincidiría en que éstas cinco naciones estuvieron -y siguen estando- interesadas en recopilar, al menos, ciertos tipos de información a través del espionaje -una propuesta riesgosa, dado que la revelación de semejante actividad podría fácilmente torpedear cualquier negociación comercial.
Un segundo ítem de importancia remite a qué hace uno con información relacionada con negocios, luego de ser recopilada. Obviamente, la inteligencia que remite a disputas comerciales representaría algún valor para la Casa Blanca, pero el diseño o los planes de marketing que pudieren proporcionar una ventaja competitiva a cualquier firma privada estadounidense al momento de lidiar con una empresa japonesa invita a preguntas éticas, de alcance más serio. El gobierno de los Estados Unidos no deja pasar semejante información, al menos en teoría, dada la consideración práctica de que la economía americana registra una miríada de compañías que compiten en una mayoría de segmentos de la economía, y ello daría lugar a una ventaja injusta, si la información solo fuese obsequiada a una firma en particular. Así es que nadie la obtiene, a pesar de que uno debe sospechar que debe existir algún llamado telefónico de medianoche que quebrante esa regla.
Irónicamente, los japoneses trabajan precisamente al revés. El gobierno coopera en forma extensiva con sus firmas industriales más importantes, a criterio de proporcionarles toda ventaja posible, lo cual incluye el espionaje industrial sobre su contraparte y en su nombre, desde las embajadas niponas en el extranjero.
Finalmente, una evaluación riesgo-beneficio sobre el valor aparente obtenido del espionaje sobre el Japón, podría determinar que el esfuerzo nunca ha valido la pena, si se mide el daño a las relaciones bilaterales. Ello resulta inexplicable, como el raciocinio producido al momento de justificar los programas que involucraban a otras naciones amigas de los EE.UU., como Alemania, Francia y Brasil.
Uno se ve compelido a sospechar que el espionaje de la NSA tiene lugar periódicamente, solo porque los recursos existen y porque deben ser empleados para algo. Nosotros, los estadounidenses, espiamos a todo el mundo. Simplemente, porque podemos hacerlo.
Traducción al español: Matías E. Ruiz | Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/why-we-spy-on-the-japanese/ | Traducido y republicado con permiso del autor y de The American Conservative (Estados Unidos)
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@PhilipGiraldi
Sobre Philip Giraldi
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.