Argentina: huérfanos de representación
En la Argentina, se vive definitivamente mal.
25 de Agosto de 2015
En la Argentina, se vive definitivamente mal. Lejos de lo que muchos creen, el kirchnerismo ha representado una novedosa etapa de devastación, pero difícilmente sea la última. El panorama en lo inmediato se presenta sombrío, sin importar que los candidatos se esmeren en demostrar lo contrario, y sin importar que algunos prefieran mostrarse optimistas. Cuesta comprender los motivos por los que se toleran realidades tan mediocres, como las de vivir con serias dificultades para la comunicación por celulares, soportar cortes de energía en medio de olas de calor o de frío -o tener que evacuar la casa cuando llueve. Y mejor ni hablar de la inflación y la inseguridad.
El país que votará en octubre es uno inmerso en la apatía, plagado de conflictos inútiles y anestesiado por el mismo gobierno que se jacta de haber recuperado la política como instrumento de cambio y la militancia como estilo de vida. La explosión de una parte de Tucumán parece albergar una pequeña esperanza, pero sólo parece ser un espejismo dentro del desierto. Restan sesenta días para los comicios generales, y ese tiempo es una enormidad aquí. Al cierre, todo se irá diluyendo: las inundaciones, el inoportuno viaje de Daniel Scioli, el escándalo tucumano. Lo cierto es que, si la economía no estalla previo al 25 de octubre, el triunfo del Frente Para la Victoria está hoy casi asegurado. En este contexto tan delicado, un dirigente del PRO de Mar del Plata pone en duda la verdadera voluntad de Mauricio Macri de ser el próximo Presidente: 'No sé si a Macri le convenga ganar. Creo que lo mejor es que gane Scioli y que el despelote que se viene lo paguen ellos mismos', dice, muy seguro de sus conceptos. Es que la economía se muestra como una bomba de tiempo; y el compromiso de las variables macro podría conducir al desmadre en otros sectores.
Aunque en estos momentos parezca que poco importan la sospechosa muerte de un fiscal, el fraude electoral, los graves problemas de infraestructura y la violencia cotidiana, existe siempre un punto de quiebre social, y en general, la frontera definitiva siempre ha sido la economía. Aquí, la gente aún fantasea con soluciones mágicas; pero las malas nuevas, inexorablemente, arribarán. Con un nuevo gobierno, las ilusiones se renuevan pero, en simultáneo, la tolerancia disminuye. Lo que primero se naturaliza, luego suele mutar en insoportable.
Del gobierno de Carlos Saúl Menem, por ejemplo, mucho se ha dicho. Pero nadie reparó en un hecho trascendente: el menemismo permitió la incorporación al justicialismo de sectores históricamente reticentes al movimiento creado por Juan Domingo Perón, como intelectuales y empresarios. Es francamente llamativo observar a reconocidos analistas y periodistas, críticos acérrimos del kirchnerismo, defender a Aníbal Fernández ante las delicadas acusaciones que pesan en su contra; aquéllos también afirman que en Tucumán sólo pudo haber fraude en apenas cuarenta urnas, y destacan a Scioli como un futuro 'traidor' de Cristina. Queda expuesta, de esta manera, su vocación de rescatar al peronismo tradicional, como si no fuera responsable de nada.
Tanto el Jefe de Gabinete, como el candidato y José Alperovich o su alter ego Juan Manzur han sido -y son- fervientes kirchneristas. La gran inteligencia de Daniel Scioli ha sido dejarse vapulear por el Gobierno Nacional, mientras conspicuos analistas lo protegían, buscando mostrarlo como alguien distinto -como si acaso fuera la reserva moral del país. El vapuleo oficialista hubiese sido visto como una enorme debilidad por la ciudadanía, de no haber sido el apoyo mediático recurrente destinado al Gobernador. Con todo, hoy día Scioli no es más que una monstruosa creación de aquel periodismo que supo cobijarlo. Nadie parece haber reparado en el hecho de que el esposo de Karina Rabolini ha pertenecido siempre a un espacio en el que conviven el ya nombrado José Alperovich, los señores feudales Gildo Insfrán, Eduardo Fellner, Mario Ishi, Raul Othaecé, Hugo Curto, o la líder de 'Tupac Amarú', Milagro Sala. Entre cegueras y malas intenciones, se ha querido exhibir que el problema es el kirchnerismo cuando, en rigor, el alcance de la problemática es mucho más extendido.
Así las cosas, los traumas quedaron a la vista a partir del extemporáneo viaje de Daniel Scioli a Italia, las notables deficiencias de su gestión, su obsesión por la prensa (tiene un equipo de gente que lee absolutamente todo lo que se dice sobre él), y el apoyo explícito que recibe de parte de los dirigentes más impresentables. En todos estos años, el periodismo de investigación jamás se ha ocupado de él, cuando seguramente habrá mucho para investigar. Conscientes o no, contribuían a la preservación de las más pueriles prácticas, y a la agenda de líderes en forma de esperpentos. Los votos y el fraude hacen el resto.
Mientras tanto, los votos que el justicialismo está acostumbrado a cosechar remiten mucho a sufragios resignados y a apoyos desencantados. Como si gran parte de la sociedad estuviera necesitando de nuevos espacios de representación, que aún no halla. El gigantesco resquicio dejado vacante por la Unión Cívica Radical continúa vacante, pero aún no existe fuerza que se decida a ocuparlo. En el actual concierto de vacua representación, la anomia y la anarquía son una posibilidad latente.
Huérfanos de empatía, amplios sectores sociales se vuelcan hacia aquellos dirigentes paternalistas que los mantienen en la esclavitud -como parte de su convenio de cautiverio, aquellos votantes reciben comida, agua y un colchón donde reposar. Saben perfectamente que nunca dejarán de ser cautivos, pero hace tiempo han dejado de imaginarse la posibilidad de una vida mejor. Precisamente, en esta debilidad radica la fortaleza del peronismo. Si de lo que se trata es de hilar fino, podrá apuntarse que el movimiento pejotista carece, en verdad, de identificación, y esta cualidad lo torna frágil e impredecible. ¿Qué tienen en común los Gobernadores Juan Manuel Urtubey y Gildo Insfrán, o Axel Kicillof y Gerardo Martínez (UOCRA)? En este desmadre variopinto, conviven desde Hermes Binner en Santa Fe hasta Luis Juez en Córdoba, desde Sergio Massa en Buenos Aires hasta Alfredo De Angelis en Entre Ríos. El cenagal está completo con una Presidente en retirada que se muestra verborrágica y soberbia, un gobernador de provincia ineficiente y un Jefe de Gobierno que sólo habla de alegría, felicidad y 'cambio'. Son los dirigentes más encumbrados de un país, y este dato no le quita coherencia al panorama.
El país que votará en octubre es uno inmerso en la apatía, plagado de conflictos inútiles y anestesiado por el mismo gobierno que se jacta de haber recuperado la política como instrumento de cambio y la militancia como estilo de vida. La explosión de una parte de Tucumán parece albergar una pequeña esperanza, pero sólo parece ser un espejismo dentro del desierto. Restan sesenta días para los comicios generales, y ese tiempo es una enormidad aquí. Al cierre, todo se irá diluyendo: las inundaciones, el inoportuno viaje de Daniel Scioli, el escándalo tucumano. Lo cierto es que, si la economía no estalla previo al 25 de octubre, el triunfo del Frente Para la Victoria está hoy casi asegurado. En este contexto tan delicado, un dirigente del PRO de Mar del Plata pone en duda la verdadera voluntad de Mauricio Macri de ser el próximo Presidente: 'No sé si a Macri le convenga ganar. Creo que lo mejor es que gane Scioli y que el despelote que se viene lo paguen ellos mismos', dice, muy seguro de sus conceptos. Es que la economía se muestra como una bomba de tiempo; y el compromiso de las variables macro podría conducir al desmadre en otros sectores.
Aunque en estos momentos parezca que poco importan la sospechosa muerte de un fiscal, el fraude electoral, los graves problemas de infraestructura y la violencia cotidiana, existe siempre un punto de quiebre social, y en general, la frontera definitiva siempre ha sido la economía. Aquí, la gente aún fantasea con soluciones mágicas; pero las malas nuevas, inexorablemente, arribarán. Con un nuevo gobierno, las ilusiones se renuevan pero, en simultáneo, la tolerancia disminuye. Lo que primero se naturaliza, luego suele mutar en insoportable.
Del gobierno de Carlos Saúl Menem, por ejemplo, mucho se ha dicho. Pero nadie reparó en un hecho trascendente: el menemismo permitió la incorporación al justicialismo de sectores históricamente reticentes al movimiento creado por Juan Domingo Perón, como intelectuales y empresarios. Es francamente llamativo observar a reconocidos analistas y periodistas, críticos acérrimos del kirchnerismo, defender a Aníbal Fernández ante las delicadas acusaciones que pesan en su contra; aquéllos también afirman que en Tucumán sólo pudo haber fraude en apenas cuarenta urnas, y destacan a Scioli como un futuro 'traidor' de Cristina. Queda expuesta, de esta manera, su vocación de rescatar al peronismo tradicional, como si no fuera responsable de nada.
Tanto el Jefe de Gabinete, como el candidato y José Alperovich o su alter ego Juan Manzur han sido -y son- fervientes kirchneristas. La gran inteligencia de Daniel Scioli ha sido dejarse vapulear por el Gobierno Nacional, mientras conspicuos analistas lo protegían, buscando mostrarlo como alguien distinto -como si acaso fuera la reserva moral del país. El vapuleo oficialista hubiese sido visto como una enorme debilidad por la ciudadanía, de no haber sido el apoyo mediático recurrente destinado al Gobernador. Con todo, hoy día Scioli no es más que una monstruosa creación de aquel periodismo que supo cobijarlo. Nadie parece haber reparado en el hecho de que el esposo de Karina Rabolini ha pertenecido siempre a un espacio en el que conviven el ya nombrado José Alperovich, los señores feudales Gildo Insfrán, Eduardo Fellner, Mario Ishi, Raul Othaecé, Hugo Curto, o la líder de 'Tupac Amarú', Milagro Sala. Entre cegueras y malas intenciones, se ha querido exhibir que el problema es el kirchnerismo cuando, en rigor, el alcance de la problemática es mucho más extendido.
Así las cosas, los traumas quedaron a la vista a partir del extemporáneo viaje de Daniel Scioli a Italia, las notables deficiencias de su gestión, su obsesión por la prensa (tiene un equipo de gente que lee absolutamente todo lo que se dice sobre él), y el apoyo explícito que recibe de parte de los dirigentes más impresentables. En todos estos años, el periodismo de investigación jamás se ha ocupado de él, cuando seguramente habrá mucho para investigar. Conscientes o no, contribuían a la preservación de las más pueriles prácticas, y a la agenda de líderes en forma de esperpentos. Los votos y el fraude hacen el resto.
Mientras tanto, los votos que el justicialismo está acostumbrado a cosechar remiten mucho a sufragios resignados y a apoyos desencantados. Como si gran parte de la sociedad estuviera necesitando de nuevos espacios de representación, que aún no halla. El gigantesco resquicio dejado vacante por la Unión Cívica Radical continúa vacante, pero aún no existe fuerza que se decida a ocuparlo. En el actual concierto de vacua representación, la anomia y la anarquía son una posibilidad latente.
Huérfanos de empatía, amplios sectores sociales se vuelcan hacia aquellos dirigentes paternalistas que los mantienen en la esclavitud -como parte de su convenio de cautiverio, aquellos votantes reciben comida, agua y un colchón donde reposar. Saben perfectamente que nunca dejarán de ser cautivos, pero hace tiempo han dejado de imaginarse la posibilidad de una vida mejor. Precisamente, en esta debilidad radica la fortaleza del peronismo. Si de lo que se trata es de hilar fino, podrá apuntarse que el movimiento pejotista carece, en verdad, de identificación, y esta cualidad lo torna frágil e impredecible. ¿Qué tienen en común los Gobernadores Juan Manuel Urtubey y Gildo Insfrán, o Axel Kicillof y Gerardo Martínez (UOCRA)? En este desmadre variopinto, conviven desde Hermes Binner en Santa Fe hasta Luis Juez en Córdoba, desde Sergio Massa en Buenos Aires hasta Alfredo De Angelis en Entre Ríos. El cenagal está completo con una Presidente en retirada que se muestra verborrágica y soberbia, un gobernador de provincia ineficiente y un Jefe de Gobierno que sólo habla de alegría, felicidad y 'cambio'. Son los dirigentes más encumbrados de un país, y este dato no le quita coherencia al panorama.
A las carencias de identidad que caracterizan al justicialismo, se agrega la diáspora opositora. Si alguien es capaz de enumerar apenas dos diferencias entre los pensamientos de Mauricio Macri y Sergio Massa, aquí sería -directamente- un científico nuclear. Más aún, si pudiera identificar las extrañas razones que han dividido a una izquierda (cada vez más radicalizada) en cuatro o cinco candidaturas, en lugar de presentarse en conjunto y dirimir su interna en Primarias. En igual sentido, ¿cómo dilucidar los motivos por los cuales la dirigencia radical elude reafirmar la importancia histórica del partido que representa?
Tampoco habría espacio para la sorpresa si, en este interminable llano, irrumpen personajes como Marcelo Tinelli -más empresario que pretendida figura popular-, virtual sucesor de Julio Grondona en la AFA y con futuro presidencial (créase o no). Tinelli resume cabalmente al empresariado argentino: capaz de pactar con el poder de turno -o con el diablo, si existiera la posibilidad-, abandonando todo principio (¿los tiene?). ¿Será Tinelli el problema, o recae la responsabilidad en aquellos que han contribuído a encumbrarlo a él y a otros? Alguien podría afirmar que ninguno de los tres presidenciables se diferencia demasiado del exitoso animador.
A la marcha en protesta por los escándalos en Tucumán, se le sumará en los próximos días una contramarcha en favor del debilitado Manzur. En el quebranto, el candidato más votado en las reciente PASO es el gobernador de una provincia que se inunda, y en la que se tolera la muerte de cinco personas por día a causa de la violencia urbana y suburbana. El virtual futuro mandatario de ese distrito es un hombre acusado de narcotraficante. Complementariamente, una Presidente sospechada de lavar dinero disfruta del 50% de aprobación popular. El grueso de la dirigencia de oposición evita mostrar atisbos de voluntad para ejercer el poder. Finalmente, este país nunca termina de aprender de sus propios errores económicos.
Las urnas del 25 de octubre, nada cambiarán.
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@PortaluppiPablo
Sobre Pablo Portaluppi
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.