Violencia y elecciones
Celebrar la democracia en cada acto eleccionario debería ser motivo de alegría para todos los argentinos.
26 de Agosto de 2015
Celebrar la democracia en cada acto eleccionario debería ser motivo de alegría para todos los argentinos. Con más razón, luego de haber atravesado épocas oscuras como país, temporadas en las cuales vivir en democracia era un anhelo que se presentaba difícil de alcanzar. Quizás ello sea consecuencia, precisamente, de aquellas tristes épocas que aún hoy los argentinos -en lugar de disfrutar y celebrar- debamos padecerlas.
Denuncias sobre fraude en los comicios, se han escuchado siempre. Hasta podría decirse que es parte del folclore de cada elección, sin importar quién resulte ganador y perdedor. Pero quizás tampoco debamos ser tan estrictos con nosotros mismos; reconozcamos que ese tipo de denuncias no es patrimonio exclusivo de nuestro país. Incluso en los Estados Unidos de América se ha conocido alguna vez la denuncia de episodios similares, especialmente al tratarse diferencias porcentuales entre ganador y perdedor, y si tales diferencias fueron suficientemente exiguas como para dar lugar a suspicacias.
Asimismo, debemos echar mano de la misma honestidad intelectual para reconocer que, en esta oportunidad, nuestro país pareciera estar traspasando todo límite. Pocos días atrás, y en el marco de la campaña electoral, un joven de unos veinte años de edad resultó muerto a balazos en la Provincia de Jujuy. Dos espacios políticos se adjudicaron la filiación partidaria del joven fallecido, como forma de atribuir al otro la responsabilidad del crimen. Incluso la Presidente de la Nación se involucró en esa dirección -nada menos que por cadena nacional de radio y televisión. Sobrevoló la sensación, pues, de que la muerte del joven parecía ser el dato de menor valor. Lo trascendental era determinar a qué espacio político pertenecía el desafortunado joven para que, de esta manera, el partido de pertenencia pudiera 'victimizarse'.
Otro grave episodio se registró durante el acto eleccionario en la Provincia de Tucumán. A la vista de todo el mundo, se quemaron cuarenta urnas y se abrieron otras tantas, con total impunidad y violencia. Se conoció de refriegas entre personal de Gendarmería Nacional y quienes se dedicaron a ensuciar el comicio, lo cual remató con el saldo de un hombre de la fuerza de seguridad herido de gravedad. Sin embargo, lo más triste de este también lamentable suceso es que, desde las más altas autoridades del país -y en vistas de lo comentado por otros que aspiran a serlo-, se pretendió naturalizar la violencia como si fueran parte normal y habitual.
Naturalizar la violencia no es sabio, ni prudente. Es que, precisamente, a causa de esa naturalización, la ciudadanía padece cada día más los efectos de la inseguridad y el narcotráfico. Por sobre todo, de cara a una elección nacional, se naturalizan estos actos y se les niega la entidad y la peligrosidad que comportan. Esto no solo es imprudente: alienta a que tales episodios se reproduzcan en octubre.
Naturalizar la violencia no es sabio, ni prudente. Es que, precisamente, a causa de esa naturalización, la ciudadanía padece cada día más los efectos de la inseguridad y el narcotráfico. Por sobre todo, de cara a una elección nacional, se naturalizan estos actos y se les niega la entidad y la peligrosidad que comportan. Esto no solo es imprudente: alienta a que tales episodios se reproduzcan en octubre.
Es curioso que, siendo la violencia y inseguridad el eje central de los reclamos de la sociedad, en la óptica del Gobierno Nacional, el hecho de que se interrumpa violentamente un comicio y que se roben, quemen y violen urnas a la vista de todos, sea una conducta normal y natural que no amerite condena ni consecuencia alguna. Sobrevuela la sensación de que hemos intercambiado, sin darnos cuenta, la democracia por la que tanto hemos peleado, por un populismo cuya meta es conducirnos de regreso a otros tiempos; temporadas en las que no primaba ni se respetaba la voluntad popular, sino la voluntad de unos pocos.
En la noche del martes, Tucumán demostró que los argentinos queremos vivir en una república, y no en una republiqueta al estilo de la que parodiaba el genial Alberto Olmedo en su sketch del Dictador de Costa Pobre. Podría interpretarse que algunos solo aspiran a repartirse entre ellos sendas bandas con la inscripción 'Tus Amigos' y, así, perdurar en el poder.
Sin embargo, la gran mayoría deseamos otra cosa para nuestra nación, y esto es vivir en democracia, respetar las instituciones y recuperar la República. Exigimos volver a celebrar la democracia; demandamos no seguir padeciendo populismo. Se trata, después de todo, de la diferencia entre vivir con dignidad o sin ella.
Sin embargo, la gran mayoría deseamos otra cosa para nuestra nación, y esto es vivir en democracia, respetar las instituciones y recuperar la República. Exigimos volver a celebrar la democracia; demandamos no seguir padeciendo populismo. Se trata, después de todo, de la diferencia entre vivir con dignidad o sin ella.
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@DrRobertoJ
Sobre Roberto Porcel
Es Abogado en la República Argentina, especialista en Derecho Comercial y experto en temas relativos a la falsificación marcaria. Socio en el Estudio Doctores Porcel, fundado en 1921. Los textos del autor en El Ojo Digital pueden consultarse en http://www.elojodigital.com/categoria/tags/roberto-porcel.