INTERNACIONALES: PHILIP GIRALDI

Crisis de refugiados, Made in USA

El 29 de abril de 2009, experimenté un episodio al estilo de Saúl en Camino a Damasco.

10 de Septiembre de 2015

El 29 de abril de 2009, experimenté un episodio al estilo de Saúl en Camino a Damasco. Abrí el Washington Post y, ahí, en primera plana, había una foto a todo color de un niño iraquí de dos años de edad llamado Ali Hussein, que era rescatado de los escombros de una casa que había sido destruída por misiles guiados estadounidenses. El pequeño llevaba puestos unos shorts y una camiseta. Su cabeza caía hacia atrás en un ángulo que daba a entender inmediatamente al receptor que estaba muerto.

Cuatro días más tarde, el 3 de mayo, una carta redactada por Valerie Murphy (de Dunn Loring, Virginia), era publicada en el Post. Murphy se quejaba de que la foto del niño-víctima iraquí no debería haber sido exhibida en el matutino porque 'fogonearía la oposición a la guerra y alimentado el sentimiento antiestadounidense'. Supuse que el periódico estaba siendo imparcial al imprimir la misiva de la mujer, aunque no pude dejar de recordar que el Post -dominado por los neoconservadores- generalmente no se mostraba predispuesto a cubrir novedades antibélicas, aún ignorando la protesta de 300 mil manifestantes de Washington, D.C., en 2005. Al releer el reclamo de Murphy e, incluso, un comentario del sitio web que sugería que la foto del niño iraquí fallecido había sido manufacturada, me dije a mí mismo: 'Vaya clase de monstruos en la que nos hemos convertido'. Y, en rigor, nos hemos convertido en eso: monstruos bipartidistas, envueltos en la bandera americana. La Secretaria de Estado de Bill Clinton, Madeleine Albright, dijo una vez que el homicidio de 500 mil niños iraquíes a través de sanciones 'valía la pena'. Hoy día, ella es una estadista respetada estadista, cercana a la campaña presidencial de Hillary.

Tuve otra epifanía la pasada semana, cuando vi la foto del pequeño niño sirio, Aylan Kurdi, cuyo cadáver fue a parar a una playa turca -como si se tratase de desperdicios flotantes. Aylan llevaba una camiseta roja y zapatillas negras. Pensé para mis adentros en la cantidad de estadounidenses que sacudirían sus cabezas al ver la fotografía antes de continuar su día, más preocupados por el debut de Stephen Colbert en el programa Late Show, y por el comienzo de la temporada de la NFL.

El pequeño es uno entre cientos de miles de refugiados que intentan llegar a Europa. Los medios de comunicación del globo dan cobertura a la crisis, enfocándose primariamente en la incapacidad de gobiernos locales no preparados para lidiar Nena refugiadacon los números de migrantes, preguntándose por qué nadie en alguna parte simplemente no 'hace algo'. Esto implica que, de alguna manera y como resultado, la vasta tragedia humana ha sido reducida a una estadística e, inevitablemente, a una pelota de fútbol político.

Conmocionada por miles de migrantes en vías de trasladarse, Hungría suspendió el servicio de ferrocarriles en dirección a Europa Occidental, en tanto naciones como Serbia y Macedonia desplegaron sus fuerzas armadas y de policía a lo largo de sus fronteras, en un fallido intento por bloquear por completo a los refugiados. Italia y Grecia se han visto sobrepasadas por los migrantes que llegan por vía marítima. Alemania -valga el reconocimiento- busca recibir hasta 800 mil refugiados y procesar pedidos de asilo, mayormente de ciudadanos sirios; mientras tanto, Austria y Suecia también explicitaron su predisposición a aceptar a otros tantos migrantes. Los vecinos inmediatos de la zona de conflicto -Turquía, notoriamente-, Líbano y Jordania, albergan hoy a más de tres millones de desplazados, pero las ricas naciones árabes del Golfo y Arabia Saudita han hecho poco y nada para ayudar.

Las exigencias tendientes a una estrategia europea unificada para tratar con el problema son crecientes, e incluyen el cierre de fronteras y la declaración de los mares como zona militar, en donde los viajeros serán interceptados y regresados. Uno incluso debe sospechar que la crisis de refugiados podría ser explotada por ciertos políticos europeos a criterio de justificar una intervención 'humanitaria' de algún tipo por parte de la OTAN en Siria, maniobra que podría recibir el apoyo de Washington. Pero, mientras las maniobras continúan, la cifra de muertes se incrementa. El reciente descubrimiento de 71 potenciales emigrantes muertos, que se sofocaron en la sección trasera de un camión en Austria, horrorizaron al mundo. Y eso fue anterior al deceso del niño de tres años en la playa turca.

Muchos de los migrantes en potencia son hombres jóvenes que buscan empleo en Europa, una iniciativa de vieja data, pero la mayor parte de los recién llegados son familias que huyen de los horrores de la guerra en Siria, Irak, Afganistán y Yemén. Su situación ha sido descripta en los medios en términos sobradamente gráficos: familias que llegan sin nada y que nada esperan tampoco, conforme escapan de condiciones mucho peores en sus países de origen.

Los Estados Unidos de América han recibido apenas una baja cifra de refugiados, y la usualmente voluble Casa Blanca ha compartido demasiado silencio de cara al problema (lo cual no es normal), probablemente percatándose de que permitir el ingreso de muchos extranjeros desplazados en un momento en donde sube la temperatura del debate respecto de las políticas de inmigración en general podría no ser una buena idea, políticamente hablando. Pero acaso debiera prestar mayor atención a las causas del problema en primer lugar, introspección que ha venido escaseando tanto de parte de los medios como de parte de los políticos.

En efecto, yo atribuiría a Washington la mayor parte de la culpa por lo que sucede hoy mismo. Dado que los muchachos que participan del sistema son afectos a presentar juicios de valor sustentados en datos numéricos, podrían mostrarse interesados en las cifras devueltas por la guerra global de los EE.UU. contra el terrorismo. De acuerdo a un estimado que para nada resulta poco razonable, no menos de cuatro millones de musulmantes han perdido la vida o bien han sido asesinados como resultado de los conflictos que Washington inició, o bien protagonizó desde 2001.

Adicionalmente, se conoce de millones de personas desplazadas que perdieron sus hogares y estilos de vida, mcuhos de los cuales revistan hoy en la marejada humana que se vuelca a Europa. Existe un estimado de 2.590.000 de refugiados que han emigrado de sus hogares en Afganistán, 370.000 de Irak, 3.880.000 de Siria, y 1.100.000 de Somalia. La Agencia de Refugiados de Naciones Unidas espera por, al menos, 130 mil refugiados provenientes de Yemén, mientras los combates en ese país se aceleran. Entre 600 mil y un millón de libios residen hoy en condiciones precarias en la vecina Túnez.

El número de desplazados a nivel interno en cada país, en promedio, representa el doble de aquellos que, en efecto, abandonaron sus sitios de origen y buscan reubicarse fuera de aquéllos. Muchos de los últimos han terminado en campos temporales administrados por Naciones Unidas, mientra sque otros le pagan a criminales para que los transporten hacia Europa continental.

Lo que resulta significativo, los países que han generado las mayores cifras de refugiados remiten a sitios que Estados Unidos ha invadido, donde Washington ha derribado gobiernos, respaldado a insurgentes, o bien intervenido en guerras civiles. La invasión de Irak generó un vacío de poder que ha dotado de poder al terrorismo en el corazón árabe. El respaldo a los rebeldes en Siria es otro apartado. Afganistán continúa desangrándose, catorce años después de que Estados Unidos llegara y decidiera crear una democracia. Libia, que se ha mostrado relativamente estable cuando Estados Unidos y sus aliados intervinieron, se ha sumergido ahora en el caos -con su debacle vertiéndose hacia el Africa subsahariana.

En todas partes, la gente se aleja de la violencia que, entre otros beneficios, ha virtualmente destruído la antigua presencia cristiana en el Medio Oriente. Aún cuando reconozco que el problema de los refugiados no puede ser responsabilidad exclusiva de una parte, muchos de esos millones podrían hoy estar vivos, y los refugiados del ahora podrían haber permanecido en sus hogares -si no fuera por las catastróficas políticas intervencionistas promocionadas por las Administraciones tanto Demócrata como Republicana en los Estados Unidos de América.

Acaso haya pasado la hora para que Washington comience a hacerse responsable de lo que hace. Los millones de personas viviendo su vida con crudeza o bien en tiendas de campaña -si tienen suerte- necesitan ayuda, y no resulta satisfactorio para la Casa Blanca continuar con su silencio, postura que sugiere que los refugiados son, de alguna manera, el problema de otro. Ellos son, en efecto, nuestro problema. Un atisbo de honestidad de parte del presidente Barack Obama sería más que apreciado, quizás un reconocimiento de que las cosas no han funcionado exactamente como se planearon desde su Administración, y desde la de su predecesor. Y se precisa dinero. Washington desperdicia miles de millones de dólares para pelear guerras y para alimentar a aliados irresponsables en todo el mundo. Para variar, sería novedoso ver que el dinero de los contribuyentes está haciendo algún bien, trabajando con aquellos que se han visto más afectados en el Medio Oriente y Europa, a los efectos de reubicar a los desposeídos e implementándose un esfuerzo sincero para llegar a acuerdos negociados para poner término a los combates en Siria y en Yemén -los cuales solo podrán comportar resultados incomentables si continúan en sus trayectorias actuales.

Irónicamente, los halcones estadounidenses están explotando la instantánea del niño sirio muerto para culpar a los europeos por la crisis humanitaria, mientras que Washington exige un esfuerzo completo para deponer a Basher al-Assad. El viernes próximo-pasado, el Washington Post propició u editorial intitulado 'La abdicación de Europa', e incluso publicó un comentario de Michael Gerson, urgiendo a un cambio inmediato de régimen en Siria, culpando por la crisis exclusivamente a Damasco. El editorial la eprendió contra los 'racistas' europeos, al tratar con la situación de los refugiados. Y no queda del todo claro cómo Gerson, un neoconservador evangelista que supo oficiar de redactor de discursos para George W. Bush, pueda sencillamente creer que permitir que Siria caiga en manos de ISIS podría beneficiar a nadie.

Nosotros, los estadounidenses, nos ubicamos en una suerte de completa negación a la hora de reconocer qué tan horripilante ha sido el impacto de nuestra nación en el resto del mundo. Somos universalmente odiados, incluso por aquellos que extienden sus manos para recibir su Danegeld, y el mundo indudablemente sacude su cabeza mientras escucha la bilis que emerge de la boca de nuestros candidatos presidenciales. Shakespeare apuntó una vez que 'el mal hecho por los hombres, los sobrevive', aunque no llegó a conocer a los Estados Unidos. Preferimos disimular las malas elecciones que solemos hacer, continuándolas con mentiras pensadas para justificar y mitigar nuestros crímenes. Y, tiempo después, el mal que hacemos desaparece por el agujero de la amnesia. Literalmente.

Al escribir este texto, miré la foto de Ali Hussein, el niño iraquí que fuera ultimado por una bomba guiada estadounidense. El había sido 'desaparecido' de Google (y lo propio sucedió con su fotografía), presuntamente porque su muerte no hacía honor a los estándares de la comunidad. De igual forma, él fue eliminado del archivo del Washington Post. La experiencia de Winston Smith en 1984, de George Orwell, me vino -de súbito- a la mente..


Traducción al español: Matías E. Ruiz | Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/a-refugee-crisis-made-in-america/ | Traducido y republicado con permiso del autor y de The American Conservative magazine (Estados Unidos)

 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.