Argentina: canallas, hasta el final
El viernes, en su más reciente acto de apología de un 'modelo' que, a ojos vista...
07 de Noviembre de 2015
Siempre habrá unos iluminados dispuestos a apropiarse de la verdad y a tratar de imponerles esa verdad a los demás.
Leonardo Padura
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Leonardo Padura
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El viernes, en su más reciente acto de apología de un 'modelo' que, a ojos vista, ya ha estallado por los aires, una patética Cristina, arropada por el inexplicable entusiasmo de la banda de derrotados fascinerosos que la rodeaba, defendió al extremo la campaña sucia que el Frente para la des-Vergüenza está realizando contra Cambiemos, y culminó su arenga con una más que llamativa frase: 'A mí. no me vengan con "que se vayan todos", porque yo no me voy a ningún lado; de aquí no se va nadie, nos quedamos todos'. A su lado estaba Daniel Scioli, prestando su absurda conformidad, pese que su entorno le asegura que, cada vez que ella habla, pierde setecientos mil votos (Alberto Samid dixit).
No voy a detenerme en esa inmunda campaña, por cuanto ya se ocuparon de ella las redes sociales, ridiculizándola con enorme gracia y convirtiéndola en la andanada de tiros en el pie que se inflige diariamente el Gobierno, pero me pareció el colmo del caradurismo que la noble viuda utilizara viejos dichos de un economista para intentar devaluar a Mauricio Macri cuando ni ella misma, ni nadie de su entorno, puede enfrentar un desafío semejante: allí están, en todos los medios gráficos, televisivos y electrónicos y a disposición de cualquiera, infinidad de recuerdos de las épocas en que los Kirchner colaboraban con el Proceso y comenzaban a amasar su fortuna, ponderaban la convertibilidad y a Domingo Cavallo, adulaban a Carlos Menem calificándolo como el mejor presidente de la historia y hacían lobby para privatizar YPF, y de multitud de sus funcionarios emblemáticos cuando ejercían cargos en los gobiernos de los noventa y de la Alianza: Daniel Scioli, Diana Conti, Carlos Chacho Alvarez, Débora Giorgi, Oscar Parrilli, Aníbal Fernández, etc.
El Gobierno, a treinta días de tener que entregar el poder por orden irrevocable de las urnas, continúa tirando mandobles a diestra y siniestra contra la República, o lo que queda de ella. En ese camino, van la fraudulenta designación de nuevos integrantes de la Auditoría General de la Nación, de embajadores, de fiscales y de miles de militantes en nuevos organismos, el desplazamiento de jueces incómodos, la pretensión de crear tribunales y ocuparlos con amigos, la formación de comisiones especiales legislativas para perseguir a empresarios y la sanción de paquetes de leyes destinados a demoler las instituciones y complicar la vida a su sucesor, aunque quien deba pagar el pato sea la ciudadanía toda.
También van por ese carril los enormes desaguisados que está cometiendo el Banco Central, cuyas reales reservas han llegado a cero, pero sigue rifando dólares que no le pertenecen (manotea los encajes de los depósitos de los particulares y lo adeudado a los importadores con operaciones autorizadas y concretadas) y la monumental colocación de bonos en pesos atados a la cotización del dólar y con vencimientos en los primeros meses del año próximo, que obligarán a la próxima administración a emitir otra sideral cantidad de moneda para atenderlos. Y el Ministerio de Economía, que intenta forzar a las aseguradoras a desprenderse de sus tenencias en divisas (como antes hizo con las cerealeras, exigiéndoles adelantar las liquidaciones), mientras se dedica a quemar papeles y archivos comprometedores.
Pero, tal vez, el colmo de las canalladas sea la terrible ofensiva de intimidación pública que está ejecutando la Casa Rosada por orden directa de su actual inquilina: versiones de inminentes atentados de ignotos grupos islámicos contra los principales shopping-centers, amenazas de bombas en el Palacio de Justicia y en los subterráneos y otros servicios públicos, declaraciones insurreccionales de Luis D'Elía y Fernando Esteche, y llamamientos a desatar el caos, como denunció nada menos que Raúl Castells esta misma semana, antes o después del ballotage que ya dan por perdido, ya que la Presidente debe ser consciente que, a partir del 10 de diciembre, será Macri quien ejercerá el mando de la Policía y de la Gendarmería, siempre obedientes al poder de turno.
Pese a que una enorme proporción de los ciudadanos tiene menos de cuarenta años, la sociedad aún conserva muy fresca la memoria de los criminales terroristas que bañaron en sangre las calles durante la década del setenta, e intentar reeditar esos hechos, entonces inspirados en absurdas ideologías mesiánicas, con ejércitos de sicarios que hoy sólo actúan por dinero o drogas sería la demencial frutilla de un postre con el que los argentinos nos intoxicamos hace ya casi trece años. ¿También en este aspecto Cristina quiere asemejarse a Nicolás Pajarico Chiquitico Maduro, que públicamente ha dicho que desconocerá el resultado de las elecciones de diciembre, si éste le fuera adverso, y que transformará al Gobierno venezolano en una dictadura cívico-militar?; sus dichos del viernes parecen confirmarlo.
La semana pasada alteré mi costumbre de publicar sólo una columna semanal para realizar una propuesta referida a la universidad pública, que mereció innumerables críticas, algunas feroces, y muchas ponderaciones, todas las cuales agradezco enormemente. En los próximos días volveré a hacerlo, esta vez para referirme al sector industrial, ese que tanto gusta de pescar en la bañadera o cazar en el zoológico y, para eso, busca y obtiene prebendas de cada gobierno; lo haré bajo la forma de una sugerencia para el futuro, con vistas a que sus protagonistas salgan a competir en el mundo y los beneficios que se generen, finalmente, derramen sobre toda la comunidad.
Si Usted ha tenido la paciencia enorme de leer mis notas, sabrá cuanto he despotricado contra aquéllos que, merced a la educación, a la cultura, a la herencia o a la fortuna gozaban de privilegios y tenían, como contrapartida, la obligación de ejercer el liderazgo social pero habían abdicado; hoy, por el contrario, les rindo homenaje, toda vez que me consta el gigantesco esfuerzo que realizaron en la fiscalización de la primera vuelta electoral.
Pero ahora debemos controlar, con mayor dedicación aún si cabe, el ballotage del 22 de noviembre para evitar -o al menos, minimizar- el fraude que volverá a cometer el Frente para la des-Vergüenza, sobre todo en las provincias del norte y algunas intendencias del conurbano bonaerense, donde todavía disponen de poder territorial los señores feudales de la ignominia, como Insfrán, Capitanich, Zamora, Fellner y Milagro Sala, Beder Herrera, Corpacci, Alperovich y Manzur, Closs, Uribarri, Gioja, Curto, Sabbatella, West, Espinoza, Ishii y algunos otros, aunque varios de ellos hayan caído derrotados en octubre.
Dios, la Patria y nuestos hijos y nietos nos lo exigen.
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@EGAvogadro
Sobre Enrique Guillermo Avogadro
Abogado. Columnista de temas políticos de Argentina, y colaborador en otros medios nacionales. Sus artículos completos pueden repasarse en el blog del autor, o en el enlace http://www.elojodigital.com/categoria/tags/enrique-guillermo-avogadro.