Balotaje: los antifaces del peronismo
Subsiste un temor inconfesable entre referentes encumbrados del kirchnerismo...
12 de Noviembre de 2015
Subsiste un temor inconfesable entre referentes encumbrados del kirchnerismo, portadores de nutridas causas por corrupción; este terror reverencial se respalda en la eventualidad de un triunfo de Mauricio Macri en el balotaje del próximo 22 de noviembre, y de que el evento emule aquel inicio de la gestión de Néstor Kirchner, esto es, que el todavía jefe de Gobierno porteño podría embestir contra no pocos elementos del oficialismo ahora en retirada. Para certificar este eventual escenario, acaso sirva retrotraerse al arribo del macrismo a la Ciudad de Buenos Aires, oportunidad en la que Macri la emprendió sin miramientos contra el sindicato de empleados municipales regenteado por el eterno Amadeo Genta. El destino no sobreviene sin ironías: el kirchnerismo duro se vería forzado a probar de su propia medicina, una muy similar a la ingeniada por su extinto líder.
Desde luego, para que este panorama cobre rigor de certeza, primero, el ex presidente de Boca Juniors deberá imponerse en la segunda vuelta electoral, el 22 del corriente. Amén de la sensación que cruza el horizonte político y de los guarismos referidos por los estudios de opinión, lo cierto es que no todo está dicho. Se registran -en privado y en público- algunos movimientos extraños. Algunos dignatarios del massismo prefirieron aferrarse a declaraciones ambiguas, al respecto de a qué candidato apoyarán en el balotaje. En una reciente entrevista radial en Radio Mitre Buenos Aires, el ex ministro de economía Roberto Lavagna se aferró a aquella ambigüedad, declamando que se inclinará por el cambio, mas no a cualquier precio. Aquellos que ejercitan su memoria, tienen presente aquella foto de primera plana de Diario Clarín del verano de 2008, pocos después de la primera victoria de Cristina Fernández; allí, se veía a Kirchner y a Lavagna recorriendo con parsimonia la quinta de Olivos, buscando afianzar el rol del Partido Justicialista. El detalle no estaba llamado a concentrar mayor atención, si el ex titular de la cartera de Hacienda no se hubiese presentado como contendiente directo de Cristina para la Presidencia, por la Unión Cívica Radical.
Pocas semanas atrás, ya Felipe Solá reforzaba su idea, que versaba sobre las dificultades de los peronistas a la hora de respaldar con votos a Macri. Naturalmente, nadie le recordó al ex gobernador su rol de socio del propio jefe de PRO, en compañía del hombre de negocios Francisco De Narváez. Agregando condimento a la confusión, el ex jefe de Gabinete del kirchnerismo, Alberto Fernández, recordó en una columna publicada en Clarín que una victoria del espacio Cambiemos llegará de la mano de un ajuste más profundo del que la ciudadanía imagina. A fuer de ser justos, servirá apuntar que, en plena campaña para la primera vuelta, el gremialsita gastronómico Luis Barrionuevo y su esposa, la Diputada Graciela Camaño, adelantaron sus preferencias por Daniel Scioli en un hipotético escenario de balotaje. En rigor, lo que estos dirigentes expresan va en sintonía con la percepción de buena parte del electorado que optó por Sergio Tomás Massa. De momento al menos, analistas y encuestadores certfician que, con todo, ese segmento de sufragios no sería suficiente para el aspirante del Frente para la Victoria. Sin embargo, restán aún unos cuántos días para el comicio definitivo; y los devaneos cifrados de Lavagna, Solá y Alberto Fernández podrían surtir algún efecto.
Tras aquel 25 de octubre, la fraseología del cambio se apoderó de la opinión ciudadana. A tal efecto, sería útil preguntarse si la candidatura de Sergio Massa acaso no resultó ser otra versión del cambio, similar pero no idéntica a la proposición de Cambiemos, pero igualmente aglutinadora del hartazgo hacia el kirchnerismo. Como es lógico, el peronismo nada tiene de lineal: en el seno del Frente Renovador, el grueso de sus dirigentes no oculta su simpatía con el peronismo. En tal sentido, de no haberse conocido la participación del ex jefe comunal de Tigre en la disputa presidencial, lo más probable que aquellos dirigentes se hubiesen alineado en el seno del PJ -más allá de la intransigencia del kirchnerismo duro, y de ese modo el pejotismo habría ganado más lugar en la campaña, aún a costa de la declarada imposibilidad emocional de Scioli de cercenar su cordón umbilical con Cristina Fernández. Desde hace ya algún tiempo, los corredores de la política nacional conducen siempre al interés, en desmedro de las convicciones -mal que a algunos les pese notificarse. Lo cual, a su vez, lleva a concluir que las carreras y tomas de posición históricos de Lavagna, Alberto Fernández, Felipe Solá (e incluso José Manuel De la Sota) no comportan una afinidad clara con Mauricio Macri.
Massismo y peronismo crítico disienten a la hora de resolver qué hacer con el kirchnerismo. Mientras los primeros preferirían taparlo con tierra, los segundos intentan ser más componedores. De tal suerte que la opinión pública hoy evalúa no sin cierta dosis de comicidad el modo en que, tardíamente, numerosos gobernadores justicialistas (si no todos) hacen fila para aconsejar a Scioli que rompa con el Gobierno Nacional. Juan Manuel Urtubey es uno de ellos, y no será necesario comentar que él mismo jamás se atrevió a enfrentarse a la Casa Rosada. En idéntico plano, resulta a todas luces conmovedor que se le proponga al saliente Gobernador de la Provincia de Buenos Aires volcarse al pejotismo, a modo de soliviantar los últimos pasos de su sendero hacia Balcarce 50. Y no quedará mayor margen para la duda: el elemento disruptor es, claramente, el kirchnercristinismo. Cristina Kirchner, sabiéndose derrotada con candidato propio, no tuvo otro camino que optar por Scioli -poniendo una trampa en el camino del candidato, y del propio peronismo. El pretendido ex motonauta, amén de su paupérrima gestión bonaerense y de su pobreza de condiciones para aspirar a la Presidencia, supo valerse de prensa amiga para cimentar su imagen favorable. De ahí a la primera magistratura, había solo un pequeño paso.
El que Daniel Osvaldo Scioli haya obtenido un 37% de los votos, asociado a un subsistema político con doce años de vigencia en el poder, con uno de los índices de inflación más altos del globo, con la violencia apoderándose de centros urbanos y suburbanos, etcétera, nada tiene de desdeñable. Esta vigencia, sumada a una incapacidad comprobable, solo puede explicarse a partir de la persistencia del peronismo. Se asiste, sin más, a esos antifaces que no terminan de caer.
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@PortaluppiPablo
Sobre Pablo Portaluppi
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.