La Argentina circular
Más allá del conjunto de problemáticas sin resolución que legara la Administración kirchnerista...
22 de Diciembre de 2015
Más allá del conjunto de problemáticas sin resolución que legara la Administración kirchnerista, acaso el mayor obstáculo al que el gobierno de Macri habrá de hacer frente tiene una identidad clara: el Congreso de la Nación. Desde la restauración de la democracia en 1983, los únicos dos jefes de Estado no peronistas, Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa, exhibieron dificultades notorias a la hora de consensuar con el Poder Legislativo que les tocara en fortuna -particularmente en el Senado. Adicionalmente, un puñado de analistas (conocedores del entramado parlamentario) interpretan que el flamante Poder Ejecutivo tendrá más problemas en Diputados que en la Cámara Alta. Los fondos que las provincias precisan para hacer frente al vendaval de sus propios gastos corrientes es la moneda de cambio para acercar posiciones entre el Gobierno Nacional y la Cámara Alta. En Diputados, en cambio, el trámite podría entorpecerse.
Con todo, el Presidente no debería desatender la historia reciente. En su libro 'El Sueño Eterno' (que remite al ascenso y la debacle de la Alianza), el columnista dominical Joaquín Morales Solá apunta que, en 1999, tras la derrota electoral: 'el peronismo era un reino sin monarca. Los que mandaban ya no estaban, y los nuevos no habían llegado aún (...) Había también una línea peronista que pasaba solo por el disenso político. Anidaba sobre todo en el Senado. La mayoría propia del justicialismo en la Cámara Alta estaba en condiciones de provocar un colapso institucional'.
Sin abandonar aquel eje, Morales Solá recuerda: 'El primer error de la Alianza fue creer que los gobernadores peronistas aseguraban, por sí solos, cierto control del partido opositor. Muchos de esos mandatarios sobrellevaban conducciones frágiles en sus distritos, y en casi todos los casos, estaban enfrentados con los senadores que representaban a sus provincias en el Congreso (...) La única unanimidad entre los senadores refería al rechazo de verse colocados en el pobre papel de empleados políticos de sus gobernadores. La negociación política debía comprender a los legisladores desde el principio de cualquier tratativa'. El periodista de La Nación remata: 'La otra equivocación de la Alianza consistió en el desconocimiento del entramado justicialista tras la derrota electoral. El poder en el PJ pasaba por otro lado. Las herramientas institucionales verdaderas eran los legisladores nacionales (...) El bloque de senadores era el pertrecho de poder más importante del peronismo y su conducción era, dentro de un partido sin liderazgos reales, su virtual jefatura'.
La implosión de la convertibilidad hacia fines de 2001, amén de solidificar la eyección del gobierno aliancista, barrió el suelo con el menemismo -mas no sucedió lo propio con el peronismo en su conjunto. Eduardo Duhalde -derrotado por De la Rúa dos años antes- asumió la primera magistratura del país, proceso que desembocaría -diecisiete meses más tarde- en el kirchnerismo. Ahora, a catorce años de aquello, la Argentina ha optado por obsequiarse una renovada chance, colocando en el Gobierno a una suerte de coalición, y reservando para el pejotismo el rol de oposición.
Los gobernadores de las provincias que se apersonaron para compartir un almuerzo con el Presidente Macri explicitaron alegría, y no escatimaron en elogios para su interlocutor. Sin embargo, el jefe de Estado no reculó: quizás haya recordado que -como él hoy- De la Rúa también había sido destinatario de portentosas loas por, entre otros, Carlos Ruckauf. Las ambiciones presidenciales de Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey no podrían soslayarse. El Partido Justicialista porta en su ADN un deseo irrefrenable de poder; sus más encumbrados dirigentes de seguro meditan, por estas horas, si acaso les conviene ser testigos de una promisoria gestión macrista (que perfectamente podría garantizarle a Macri un segundo período), o si acaso el mejor 'negocio' invita a alimentar el deseo de una Administración mediocre que permita a los pretendidos herederos de Perón llegar con valioso oxígeno a 2019. Corolario inesperado: una fracción de estos actores quizás no evalúe la probabilidad de ocurrencia de un escenario complementario, a saber, el de la plausible extinción del peronismo tal como se lo conoce.
El parlamento argentino exhibe una dualidad atendible: en tanto su rol es consabidamente trascendente, no deja de ser una institución cuyo desprestigio entre los ciudadanos se ha extendido con notoriedad. Pero algo podría estar cambiando: se registra hoy un importante consenso social en dos cuestiones de alta sensibilidad, la reciente devaluación de la moneda y el cada vez más extendido cansancio hacia los piquetes y los cortes de calles y autopistas. Así es que la nueva Administración podría tener las manos más libres para aplicar soluciones contundentes al problema. De todos modos, habrá de recordarse que ninguna luna de miel es eterna y que, si bien los grandes medios están haciendo lo de siempre -esto es, obsequiarle al Presidente un respaldo irrestricto-, será la economía la que termine marcando la fortuna de la flamante Administración.
Y, aquí, conviene detenerse. La salida del cepo, hasta aquí, fue bastante menos traumática de lo pronosticado. No obstante ello, subsiste la tribulación financiera en no pocas provincias y en incontables municipios, lo que deriva en un escenario de riesgo: al necesitar la imperiosa ayuda de la Nación, lar arcas públicas pueden sufrir un notable deterioro, sumado a la eliminación de las retenciones, lo cual dará lugar a una inevitable merma en los ingresos del Estado. Valga un ejemplo: La Provincia de Buenos Aires debió recurrir a la Nación para poder afrontar el pago de sueldos en diciembre. En simultáneo, el municipio de General Pueyrredón, por citar un caso, no cuenta con los fondos necesarios para liquidar los aguinaldos. El panorama es potencialmente explosivo: el sindicato de empleados municipales se declaró en huelga por tiempo indeterminado. Se trata de síntomas atendibles útiles para ilustrar la desproporcionada 'generosidad' legada por el kirchnerismo.
En el proceso, ciertas instantáneas contribuyen al ruido generalizado. Una de ellas fue la reciente marcha 'en defensa de la Constitución' organizada por el Frente Para la Victoria residual, con la intención declarada de fustigar las designaciones del Presidente Macri en la Corte Suprema de Justicia. Lo que generó algunas sospechas fue la presencia -en una fotografía, al menos- de Daniel Scioli y José Luis Gioja junto al recientemente designado Presidente del Bloque de Diputados del FPV, Héctor Recalde, previo a dirigirse éste a la aglomeración partidaria.
Las ilusiones tempranas que acompañaron al grueso de los gobiernos después de 1983 se vieron diluídas por una suerte de realidad circular, formateada por el desgaste, los propios errores, la existencia de una oposición con declarada mala fe, y la siempre emergente volatilidad social. Si la historia volviera a repetirse, ¿quedaría la Argentina a merced de una perpetuación del ostracismo?
Con todo, el Presidente no debería desatender la historia reciente. En su libro 'El Sueño Eterno' (que remite al ascenso y la debacle de la Alianza), el columnista dominical Joaquín Morales Solá apunta que, en 1999, tras la derrota electoral: 'el peronismo era un reino sin monarca. Los que mandaban ya no estaban, y los nuevos no habían llegado aún (...) Había también una línea peronista que pasaba solo por el disenso político. Anidaba sobre todo en el Senado. La mayoría propia del justicialismo en la Cámara Alta estaba en condiciones de provocar un colapso institucional'.
Sin abandonar aquel eje, Morales Solá recuerda: 'El primer error de la Alianza fue creer que los gobernadores peronistas aseguraban, por sí solos, cierto control del partido opositor. Muchos de esos mandatarios sobrellevaban conducciones frágiles en sus distritos, y en casi todos los casos, estaban enfrentados con los senadores que representaban a sus provincias en el Congreso (...) La única unanimidad entre los senadores refería al rechazo de verse colocados en el pobre papel de empleados políticos de sus gobernadores. La negociación política debía comprender a los legisladores desde el principio de cualquier tratativa'. El periodista de La Nación remata: 'La otra equivocación de la Alianza consistió en el desconocimiento del entramado justicialista tras la derrota electoral. El poder en el PJ pasaba por otro lado. Las herramientas institucionales verdaderas eran los legisladores nacionales (...) El bloque de senadores era el pertrecho de poder más importante del peronismo y su conducción era, dentro de un partido sin liderazgos reales, su virtual jefatura'.
La implosión de la convertibilidad hacia fines de 2001, amén de solidificar la eyección del gobierno aliancista, barrió el suelo con el menemismo -mas no sucedió lo propio con el peronismo en su conjunto. Eduardo Duhalde -derrotado por De la Rúa dos años antes- asumió la primera magistratura del país, proceso que desembocaría -diecisiete meses más tarde- en el kirchnerismo. Ahora, a catorce años de aquello, la Argentina ha optado por obsequiarse una renovada chance, colocando en el Gobierno a una suerte de coalición, y reservando para el pejotismo el rol de oposición.
Los gobernadores de las provincias que se apersonaron para compartir un almuerzo con el Presidente Macri explicitaron alegría, y no escatimaron en elogios para su interlocutor. Sin embargo, el jefe de Estado no reculó: quizás haya recordado que -como él hoy- De la Rúa también había sido destinatario de portentosas loas por, entre otros, Carlos Ruckauf. Las ambiciones presidenciales de Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey no podrían soslayarse. El Partido Justicialista porta en su ADN un deseo irrefrenable de poder; sus más encumbrados dirigentes de seguro meditan, por estas horas, si acaso les conviene ser testigos de una promisoria gestión macrista (que perfectamente podría garantizarle a Macri un segundo período), o si acaso el mejor 'negocio' invita a alimentar el deseo de una Administración mediocre que permita a los pretendidos herederos de Perón llegar con valioso oxígeno a 2019. Corolario inesperado: una fracción de estos actores quizás no evalúe la probabilidad de ocurrencia de un escenario complementario, a saber, el de la plausible extinción del peronismo tal como se lo conoce.
El parlamento argentino exhibe una dualidad atendible: en tanto su rol es consabidamente trascendente, no deja de ser una institución cuyo desprestigio entre los ciudadanos se ha extendido con notoriedad. Pero algo podría estar cambiando: se registra hoy un importante consenso social en dos cuestiones de alta sensibilidad, la reciente devaluación de la moneda y el cada vez más extendido cansancio hacia los piquetes y los cortes de calles y autopistas. Así es que la nueva Administración podría tener las manos más libres para aplicar soluciones contundentes al problema. De todos modos, habrá de recordarse que ninguna luna de miel es eterna y que, si bien los grandes medios están haciendo lo de siempre -esto es, obsequiarle al Presidente un respaldo irrestricto-, será la economía la que termine marcando la fortuna de la flamante Administración.
Y, aquí, conviene detenerse. La salida del cepo, hasta aquí, fue bastante menos traumática de lo pronosticado. No obstante ello, subsiste la tribulación financiera en no pocas provincias y en incontables municipios, lo que deriva en un escenario de riesgo: al necesitar la imperiosa ayuda de la Nación, lar arcas públicas pueden sufrir un notable deterioro, sumado a la eliminación de las retenciones, lo cual dará lugar a una inevitable merma en los ingresos del Estado. Valga un ejemplo: La Provincia de Buenos Aires debió recurrir a la Nación para poder afrontar el pago de sueldos en diciembre. En simultáneo, el municipio de General Pueyrredón, por citar un caso, no cuenta con los fondos necesarios para liquidar los aguinaldos. El panorama es potencialmente explosivo: el sindicato de empleados municipales se declaró en huelga por tiempo indeterminado. Se trata de síntomas atendibles útiles para ilustrar la desproporcionada 'generosidad' legada por el kirchnerismo.
En el proceso, ciertas instantáneas contribuyen al ruido generalizado. Una de ellas fue la reciente marcha 'en defensa de la Constitución' organizada por el Frente Para la Victoria residual, con la intención declarada de fustigar las designaciones del Presidente Macri en la Corte Suprema de Justicia. Lo que generó algunas sospechas fue la presencia -en una fotografía, al menos- de Daniel Scioli y José Luis Gioja junto al recientemente designado Presidente del Bloque de Diputados del FPV, Héctor Recalde, previo a dirigirse éste a la aglomeración partidaria.
Las ilusiones tempranas que acompañaron al grueso de los gobiernos después de 1983 se vieron diluídas por una suerte de realidad circular, formateada por el desgaste, los propios errores, la existencia de una oposición con declarada mala fe, y la siempre emergente volatilidad social. Si la historia volviera a repetirse, ¿quedaría la Argentina a merced de una perpetuación del ostracismo?
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@PortaluppiPablo
Sobre Pablo Portaluppi
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.