Ratoneras y misceláneos: la Princesa contra el Hampa
Acaso antes de lo que se esperaba, la algarabía que depositó...
Acaso antes de lo que se esperaba, la algarabía que depositó a María Eugenia Vidal (Cambiemos) en el comando de la Provincia de Buenos Aires llegó a término. Mientras la flamante funcionaria hacía malabares de cara al poco envidiable desafío de ordenar las cuentas provinciales tras la bancarrota legada por los ahora sospechosamente taciturnos Daniel Scioli y Silvina Batakis, sobrevino el episodio de la fuga de los hermanos Cristian y Martín Lanatta y Víctor Schillaci -sinécdoque perfecta de la nueva burguesía de narcocriminales cuyo crecimiento y expansión el kirchnerismo alentó durante más de una década.
El grueso de los analistas políticos del país tomó tardía nota de la nueva 'fuga del siglo', habida cuenta de que la misma viene a certificar que los más encumbrados referentes de la narcopolítica resultaron perdidosos en las recientes elecciones presidenciales -y la fuga planificada de personajes siniestros de una crujía remite a apenas una porción de su contrarrespuesta. Así las cosas, un resultado electoral inesperado ha contribuído a dividir las aguas: de un lado, se asiste a una nueva Administración (Vidal, Macri) que, a caballo de aparentes buenas intenciones, puja contra los 'derechos adquiridos' de una Policía Bonaerense disfuncional, un servicio penitenciario esclavizado por sus propios intereses, y contra jueces federales retirados y fiscales en ejercicio que ofician de 'tercerizados' del narco -o cuya estrategia financiera coincide con el cobro de peaje a comerciantes mayoristas de estupefacientes o a 'hijos de'. En el medio -acaso funcionando como pútrido aceite para esta inextricable maquinaria-, revista la vieja escuela de la AFI (ex SI; SIDE).
El servomecanismo de la 'ratonera' o 'bolsa de mugre' (tal se dice en alguna jerga) remató con una sonrisa inconclusa para los fugitivos hoy más buscados -creían éstos que el salvoconducto les sería garantizado en pleno cuando, en rigor, se los depositó con presteza en un laberinto borgeano para el cual solo existen dos salidas: el retorno a prisión o la ejecución extrajudicial. Prerrogativa esta última que se anota cada vez más adeptos, tras la réplica violenta emprendida contra dos agentes de la Bonaerense en un piquete policial rutero. Entre bambalinas, Aníbal Fernández aguarda por el resultado más beneficioso para él; no sin tribulación, por cuanto los furtivos arquitectos de las alturas podrían luego decidirse a ir por él. De otro modo, sería difícil explicar el incremento del celo y staff de su custodia personal. En la vereda opuesta, el Ministro Cristian Ritondo se esfuerza para evitar que los gatilleros no lleguen primero a la madriguera, a criterio de que el final feliz pueda coincidir con una recaptura: es la presea por la que también batallan María Eugenia Vidal y el Presidente, Mauricio Macri.
Amén de superar holgadamente a la ficción, y según el monóculo que se emplee para arrojar luz sobre el análisis, la narrativa de referencia está llamada a proyectar sinergia sobre lumbreras en apariencia inconexas. Son actores de reparto aquí Ibar Pérez Corradi (alias 'El Hombre Invisible') -quien monitorea los prolegómenos desde su apacible refugio mexicano en Cancún-, el ex juex federal retirado Héctor Yrimia -cercano a Aníbal Fernández, protagonista no tan efímero del Caso Nisman, y de quien se dice llegó a reunirse con los prófugos pocos días previo a la huída-, y el argentino nacionalizado mexicano Carlos Ahumada Kurtz -businessman de probada competencia al momento de fusionar fútbol con ingresos de la droga-.
Demasiada tensión para una democracia declaradamente imperfecta.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.