Inseguridad y corrupción: la gloria o el cadalso para Macri y Vidal
Al cumplirse el primer mes de la Administración Macri...
11 de Enero de 2016
Al cumplirse el primer mes de la Administración Macri, comienza a cobrar forma el enemigo a batir por el Presidente: la inseguridad y su prima hermana, la corrupción estatal. El patético show que diera inicio el 27 de diciembre próximo-pasado con la triple fuga y que recientemente llegara a término, permiten dilucidar los desafíos de los nuevos moradores de la Casa Rosada.
Y cada nuevo gobierno llega con la expectativa ciudadana de ofrecer respuestas a problemáticas específicas: así como en su momento Fernando De la Rúa debió hacer frente a las dificultades legadas por la herencia económica menemista, Macri ahora tiene por delante el desafío de desarmar el monumental legado de corruptela estatal kirchnerista-sciolista.
Y cada nuevo gobierno llega con la expectativa ciudadana de ofrecer respuestas a problemáticas específicas: así como en su momento Fernando De la Rúa debió hacer frente a las dificultades legadas por la herencia económica menemista, Macri ahora tiene por delante el desafío de desarmar el monumental legado de corruptela estatal kirchnerista-sciolista.
La Alianza debió luchar no sólo contra los desaguisados económicos que el menemato ocultara bajo la alfombra, sino más que nada contra las extendidas raíces que la convertibilidad había plantado en el plano cultural. Tan desigual fue aquella lucha, que el gobierno terminó derrumbándose tras apenas dos años de gestión. No pocos conflictos aguardan resolución para la actual Administración; el calibre de los retos por venir se intuye a partir del raid hollywoodense de la fuga de los Lanatta y Víctor Schillaci.
A lo largo de estos largos quince días de escape y persecución, algunos analistas se hicieron eco de comentarios del estilo: 'Con el kirchnerismo, esto no hubiera pasado' -como si el problema de la capacitación de las Fuerzas de Seguridad o el de la inseguridad no se hubiesen tornado gravosos en la última década. O, como si la solución fuera tan sencilla como colocar a un lobo más grande a cuidar a otros más pequeños. La zoología suele apuntar que no siempre es recomendable que las bestias de una misma especie se custodien entre sí. Las cosas pueden terminar mal.
La herencia kirchnerista es, fundamentalmente, cultural. Toda vez que un gobierno hace y deshace a antojo, habrá consecuencias culturales. En paralelo, la Argentina se ha alejado de la vía del desarrollo en estos últimos años; a los efectos de recuperar el tiempo perdido, hoy no son pocos quienes entienden que el país debe ser goberndo a base de malos modos y garrote -y si el líder es temido y tiene prontuario, pues entonces mucho mejor. En cualquier caso, el 25 de octubre esta creencia comenzó a resquebrajarse. La victoria de María Eugenia Vidal sobre Aníbal Domingo Fernández en la endiablada Provincia de Buenos Aires así lo sentenció. Aún cuando algunos hayan comenzado a hacerse a la idea de que Vidal no podrá domar a la hidra bonaerense.
Daniel Scioli encerraba en la Provincia de Buenos Aires una enorme contradicción: gozaba de una gran simpatía popular, pero jamás dudó en pactar con lo peor del territorio que gobernó. Ese fue su modo de sobrevivir. Sin embargo, no se percató que esa conducta no hizo más que agravar los problemas de la provincia, hasta tensionarlos al máximo tolerable. Los más conspicuos analistas políticos debieran hacer una fuerte autocrítica sobre la forma en que trataron al ex gobernador: mientras subrayaban su perfil dialoguista y enaltecían su imagen de buen fulano, olvidaban marcar los desastres de su gestión. Tanto el déficit de las cuentas provinciales como el desmadre de violencia legados -que desde luego involucran a la incompetencia y putrefacción de las fuerzas de seguridad- son las peores facetas de aquel legado. Si bien es correcto recordar que el cuadro no se agravó desde la llegada del sciolismo, sí resulta contundente que se agravó durante sus ocho años de pretendida gestión.
A medida que arreciaba la crisis económica entrado el año 2000, parte de la ciudadanía -incitada por algunos comunicadores- comenzó a resaltar las supuestas bondades ocultas de Carlos Saúl Menem, subrayando su liderazgo y autoridad. Esta falacia no hizo más que contribuir a socavar la imagen de Fernando De la Rúa. El radical, aún en su indisimulable impericia, debía domar al golem alimentado por el riojano y su ministro estrella, Domingo Cavallo. Tan fuerte estaba arraigada la cultura del '1 a 1' en la sociedad, que se terminó recurriendo a los buenos oficios del padre de la criatura para domarla. Y el final es por todos conocido. Macri y Vidal, por su parte, no sólo se enfrentan a la pesada herencia que quedó de manifiesta en el esperpéntico espectáculo de la triple fuga y la posterior persecución, sino más que nada a la eventualidad de que se instale la falsa creencia de que aquellos que son arte y parte del problema terminen mostrándose como el antídoto contra el veneno que ellos mismos inocularon. Tal sería el núcleo del problema.
Al fin y al cabo, el éxito también dependerá -en gran medida- del rol que desempeñe el peronismo. El legado de la inseguridad y la corrupción no sólo es obra de los kirchneristas más encumbrados. El justicialismo que hoy se muestra como garante de la gobernabilidad tiene demasiado qué explicar sobre la gravedad del actual escenario. ¿O acaso Sergio Massa no fue Jefe de Gabinete de Cristina y Juan Manuel Urtubey no se ha mostrado lo suficientemente cómodo junto a 'Néstor y Cristina' durante años? El aliado de hoy que es Massa puede ser mañana su más peligroso opositor; sus ejes de discurso serán -a no dudarlo- la inseguridad, el narcotráfico y la corrupción. Es decir, el círculo volverá a cerrarse sobre estos temas -toda vez que no hallen soluciones en el mediano plazo.
La fuga de los Lanatta y Schilacci y su posterior cacería sirvió para desnudar la inoperancia y la negligencia del aparato represivo del Estado. Y para revelar el rostro del verdadero enemigo de Macri, que lo es también de la sociedad en su conjunto. Por lo que ya no quedarán excusas para mirar para otro lado.
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@PortaluppiPablo
Sobre Pablo Portaluppi
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.