Argentina: del 'cuanto peor, mejor' a la cápsula de cianuro
El 24 de marzo de 1976, el gobierno de María Estela Martínez de Perón es desalojado del poder...
21 de Febrero de 2016
El amor por nuestro Partido,el deseo de preservarlo,que no es más que el deseo del triunfo de la revolución,son los elementos centrales que debe tener cada compañero al llevar la pastilla y tomar la decisión de ingerirla. La otra,la actitud egoísta de querer morir antes de sufrir las torturas y vejámenes del enemigo,sería una desviación suicida.
Informe acerca del empleo y fundamentos de la cápsula con veneno. Montoneros, enero de 1977.
Informe acerca del empleo y fundamentos de la cápsula con veneno. Montoneros, enero de 1977.
El 24 de marzo de 1976, el gobierno de María Estela Martínez de Perón es desalojado del poder por un golpe incruento. La prensa venía anunciando la inexorabilidad del quiebre institucional, ya meses previo a producirse aquél. Para Montoneros y las formaciones especiales, se iniciaba el tiempo histórico más esperado: la 'agudización de las contradicciones' llevaría a las masas a una toma de conciencia cabal de sus genuinos intereses de clase para, consecuentemente, adherir a la estrategia de la guerrilla y forzar el camino al socialismo. En la óptica de la izquierda armada, el dispositivo ideológico que construyó el peronismo en sus dos primeros gobiernos había alcanzado el punto de agotamiento: 'En el campo popular, la crisis de transformación del peronismo aún no está superada, y va a llevar mucho tiempo. Esa crisis de transformación implica (..) en el plano organizativo, (pasar) de un movimiento conducido unipersonalmente.de una manera casi autocrática y con un grado de organicidad muy bajo, a un movimiento conducido por un partido y con un grado de organicidad altísimo, como el que es necesario en una guerra' (1). Un año después de acontecido el golpe, el Jefe de Montoneros, Mario Eduardo Firmenich, reafirmaría la llegada de la hora bisagra en la que el peronismo, si bien 'idéntico a sí mismo', y a pesar de las vicisitudes soportadas, padece la más importante mutación desde su fundación: 'Proponemos la construcción del Movimiento Montonero, que paulatinamente vaya desplazando ideológica y organizativamente al Movimiento Peronista (...) Ante la crisis en que entró el Peronismo a partir de 1973, y fundamentalmente después de la muerte del General Perón, Montoneros se encuentra en vías de dejar de ser una organización para constituirse en el partido que conduzca el proceso de liberación nacional y social de nuestra patria' (2).
La cuestión central seguirá remitiendo, tras el golpe, a una discusión intestina en la guerrilla, en relación a la 'vía peronista al socialismo'. En numerosos documentos internos, puede apreciarse que no existía uniformidad de criterios en torno de la eficacia de la solución militar, ni en la permeabilidad de las masas peronistas para incorporar como legítimo el giro a la izquierda. Desde la cima de la Organización, se propone un discurso que descalifica al peronismo en los bordes de la insolencia: '(...) lo que sucede es que la doctrina Justicialista castra el capitalismo pero no propone el socialismo. Es una doctrina capitalista, aunque limita las posibilidades de acumulación de capital básicamente por su política distribucionista. Perón fue un líder burgués. Y su ideología, al no proponer el socialismo, era tambien burguesa' (3).
El golpe del 24 es interpretado como un blanqueo o acaso un sinceramiento de una política antipopular iniciada desde la asunción de Isabel Perón. Los militares habrían decidido alcanzar niveles superiores de eficiencia, desplazando a las camarillas de políticos corruptos que infestaban la administración civil y disponer de manos libres para aniquilar toda forma de cuestionamiento al sistema capitalista. Se concluye, por lo tanto, que el Gobierno de la viuda de Perón 'desconoce totalmente la voluntad popular, que se había expresado claramente a través de su voto, por un programa liberador. Pero ese programa es traicionado en todos sus aspectos fundamentales; en consecuencia, ese gobierno pierde legitimidad: no expresa la voluntad de la mayoria; es un gobierno de minorías' (4).
Contra la evidencia de que el enfrentamiento limitado al terreno militar conduce al fracaso de la estrategia guerrillera (conforme un puñado de voces lúcidas del propio montonerismo venían advirtiéndolo), algún sector todavía sostiene una épica de la violencia que parece ignorar el peso de las de las fuerzas en juego y la historia misma del proletariado argentino: 'Es que hoy contemplamos como la lucha de este año,q ue pareció eterno, va dando sus frutos, como cada caño, cada sabotaje, cada molotov que tiramos genera más conflictos entre ellos, empiezan a vacilar; a dar distintas respuestas, a dicutir públicamente entre ellos acerca de medidas económicas, políticas o militares. Y entonces nosotros avanzamos, vamos abriendo brechas, aumentando el accionar político, y acompañándolo cada vez más con los golpes violentos' (5). Se registra, en el trasfondo de algunas arengas, un compromiso personal, visceral; similar al que animaba a los anarquistas de comienzos del siglo XX. El pueblo, como actor social y motor de la historia, parece tener asignado un rol pasivo, quedando a la espera de motivaciones que surjan de la vanguardia, encarnada en el brazo armado de la izquierda peronista: 'Y, ¿cómo avanzamos? Lo haremos masificando la violencia, haciendo que cada compañero del Movimiento hostigue al enemigo, que todos hagan algo. Multipliquemos aún más los caños, que los centenares que pusimos este tiempo en las vías de los trenes y en las casillas de señales, en los transformadores de SEGBA y en las casas y autos de los patrones, se tranformen en miles; que los ruidos de las explosiones no los dejen dormir' (6).
En abril de 1977, el escritor colombiano Gabriel García Márquez realiza a Firmenich un extenso reportaje. En algunos pasajes, se advierte en el entrevistado una necesidad imperiosa de transferir una visión optimista del curso de la guerra. Es difícil afirmar que necesariamente hubiera sinceridad en la declaración: bien podría tratarse de una actitud engarzada en la estrategia central de no debilitar el frente interno con opiniones desmovilizadoras, ni de ofrecer ante las Fuerza Armadas la imagen de alguien que se prepara para la derrota. La guerrilla planea adoptar la estructura de un partido, esto es, el futuro Partido Peronista Montonero ya que, alcanzados los objetivos fijados para la etapa de la lucha armada, sería la hora de presentarse como opción electoral: '(...) este año, se terminará la ofensiva de la dictadura y, finalmente, se presentarán las condiciones favorables para nuestra contraofensiva final. Al mismo tiempo, se verá que la única alternativa concreta de la dictadura es el Movimiento Peronista y Montonero, el que llevará a la constitución de un Frente de Liberación Nacional con objetivos antidictatoriales, antioligárquicos y antiimperialistas' (7).
La cuestión central seguirá remitiendo, tras el golpe, a una discusión intestina en la guerrilla, en relación a la 'vía peronista al socialismo'. En numerosos documentos internos, puede apreciarse que no existía uniformidad de criterios en torno de la eficacia de la solución militar, ni en la permeabilidad de las masas peronistas para incorporar como legítimo el giro a la izquierda. Desde la cima de la Organización, se propone un discurso que descalifica al peronismo en los bordes de la insolencia: '(...) lo que sucede es que la doctrina Justicialista castra el capitalismo pero no propone el socialismo. Es una doctrina capitalista, aunque limita las posibilidades de acumulación de capital básicamente por su política distribucionista. Perón fue un líder burgués. Y su ideología, al no proponer el socialismo, era tambien burguesa' (3).
El golpe del 24 es interpretado como un blanqueo o acaso un sinceramiento de una política antipopular iniciada desde la asunción de Isabel Perón. Los militares habrían decidido alcanzar niveles superiores de eficiencia, desplazando a las camarillas de políticos corruptos que infestaban la administración civil y disponer de manos libres para aniquilar toda forma de cuestionamiento al sistema capitalista. Se concluye, por lo tanto, que el Gobierno de la viuda de Perón 'desconoce totalmente la voluntad popular, que se había expresado claramente a través de su voto, por un programa liberador. Pero ese programa es traicionado en todos sus aspectos fundamentales; en consecuencia, ese gobierno pierde legitimidad: no expresa la voluntad de la mayoria; es un gobierno de minorías' (4).
Contra la evidencia de que el enfrentamiento limitado al terreno militar conduce al fracaso de la estrategia guerrillera (conforme un puñado de voces lúcidas del propio montonerismo venían advirtiéndolo), algún sector todavía sostiene una épica de la violencia que parece ignorar el peso de las de las fuerzas en juego y la historia misma del proletariado argentino: 'Es que hoy contemplamos como la lucha de este año,q ue pareció eterno, va dando sus frutos, como cada caño, cada sabotaje, cada molotov que tiramos genera más conflictos entre ellos, empiezan a vacilar; a dar distintas respuestas, a dicutir públicamente entre ellos acerca de medidas económicas, políticas o militares. Y entonces nosotros avanzamos, vamos abriendo brechas, aumentando el accionar político, y acompañándolo cada vez más con los golpes violentos' (5). Se registra, en el trasfondo de algunas arengas, un compromiso personal, visceral; similar al que animaba a los anarquistas de comienzos del siglo XX. El pueblo, como actor social y motor de la historia, parece tener asignado un rol pasivo, quedando a la espera de motivaciones que surjan de la vanguardia, encarnada en el brazo armado de la izquierda peronista: 'Y, ¿cómo avanzamos? Lo haremos masificando la violencia, haciendo que cada compañero del Movimiento hostigue al enemigo, que todos hagan algo. Multipliquemos aún más los caños, que los centenares que pusimos este tiempo en las vías de los trenes y en las casillas de señales, en los transformadores de SEGBA y en las casas y autos de los patrones, se tranformen en miles; que los ruidos de las explosiones no los dejen dormir' (6).
En abril de 1977, el escritor colombiano Gabriel García Márquez realiza a Firmenich un extenso reportaje. En algunos pasajes, se advierte en el entrevistado una necesidad imperiosa de transferir una visión optimista del curso de la guerra. Es difícil afirmar que necesariamente hubiera sinceridad en la declaración: bien podría tratarse de una actitud engarzada en la estrategia central de no debilitar el frente interno con opiniones desmovilizadoras, ni de ofrecer ante las Fuerza Armadas la imagen de alguien que se prepara para la derrota. La guerrilla planea adoptar la estructura de un partido, esto es, el futuro Partido Peronista Montonero ya que, alcanzados los objetivos fijados para la etapa de la lucha armada, sería la hora de presentarse como opción electoral: '(...) este año, se terminará la ofensiva de la dictadura y, finalmente, se presentarán las condiciones favorables para nuestra contraofensiva final. Al mismo tiempo, se verá que la única alternativa concreta de la dictadura es el Movimiento Peronista y Montonero, el que llevará a la constitución de un Frente de Liberación Nacional con objetivos antidictatoriales, antioligárquicos y antiimperialistas' (7).
En el interior de la 'formación especial', se dejan escuchar voces de alarma a un año del golpe, señalando que cabe cuestionar la racionalidad de persistir en el enfrentamiento armado con las fuerzas armadas argentinas. La obstinación de la dirección de Montoneros arrastrará al fracaso la opción política esgrimida como alternativa para la supervivencia. En algunos documentos, el reclamo adquiere un tono dramático: 'La correlación de fuerzas en el plano militar, en tanto nosotros nos definamos como un ejército, como un aparato militar y pretendamos enfrentar al enemigo en esos términos, es tan desfavorable, que nuestro aniquilamiento es seguro, tarde o temprano' (8).
Para el primer cuatrimestre de 1977, la conducción de Montoneros prepara un plan de acción. Del documento, subráyanse dos puntos que el analista entiende cruciales: política de alianzas y tareas militares. La primera sugerencia lleva por título 'Avanzar decididamente hacia una política de alianzas amplia': el objetivo consiste en acordar con organizaciones de masas legales o clandestinas. El centro organizador de esta actividad gira en torno al concepto de 'enemigo': 'La única limitación para nuestra política de masas debe ser el enemigo: es decir, cuando el enemigo adopta la forma de un dirigente sindical, barrial, universitario, etcétera, para aumentar la explotación y la represión (...) Debemos tener en claro que la lucha contra la dictadura y sus políticas específicas es el punto de acuerdo válido para cualquier política de alianzas y no nuestra conducción "a presion" de esta lucha' (9).
En el apartado 'Tareas Militares', la organización, a través de la Conducción Capital, y a despecho de opiniones divergentes como las señaladas arriba, insiste en la instrumentación de la violencia como herramienta básica para llevar a las fuerzas armadas hacia alguna forma de negociación. En tres puntos, se subraya la alternativa: 'a) Priorizar la masificación de la violencia en las situaciones de conflicto, a través de la propuesta de sabotaje: que se implemente en forma simple incentivando la creatividad y la participación del conjunto; b) Planificar el hostigamiento sostenido en los gremios, barrios, hoteles, universidades y colegios contra la patronal, la represión y los que colaboran con ellos. No debe pasar una semana en que varios patrones, represores y alcahuetes no lamenten la justa violencia popular; c) Debemos seguir impulsando, en lo que hace al accionar miliciano, la sencillez de los medios empleados: los medios que emplearemos serán fundamentalmente caños, quemas y palizas. Esto persigue un doble objetivo: mantener la permanencia del hostigamiento y masificar los medios de acción, extendiendo su empleo al número más alto posible' (10). Se sugiere que cada miembro de la organización debe de estar atento a la detección de cualquier conflicto social, especialmente los de origen sindical. La lucha armada debe contar con el auxilio de una actitud invariable: el compromiso de cada miliciano para fortalecer la base social de sustentación: '(...) Es preciso señalar que la preocupación constante de todo militante o activista, sea del frente que sea, debe ser la de meterse en cualquier conflicto del que tenga conocimiento' (11).
La izquierda armada peronista propone constituirse en la vanguardia que lidere la marcha al socialismo. Pero debe intentarlo a partir de la desvalorización del justicialismo, conforme éste se ha mostrado incapaz de materializar la revolución, dadas las limitaciones derivadas de la extracción de clase de su conductor y y dadas por una degradación intolerable de la dirigencia que lo sucedió tras su deceso. Papeles fechados en marzo de 1977 reiteran estos postulados: 'Nosotros teníamos la esperanza de que Perón hubiese comprendido la imposibilidad material de realizar una política distribucionista como la que había hecho del 45 al 49, por cuanto ya no existían los márgenes que tenía en aquella época para esa política de distribución y que, por lo tanto, comprendiera que un movimiento policlasista hegemonizado por una burguesía nacional ya no era posible, porque tampoco podía como clase hegemonizar en el plano económico (...) Cuando cae Isabel, la burocracia sindical no mueve un dedo para resistir el golpe; algunos huyen del país, otros caen presos como pajaritos y, en las fábricas, no se mueve nadie; hay como una parálisis' (12).
Hacia fines de 1977, el Consejo -órgano de conducción nacional ampliado de Montoneros- emite un documento de circulación interna restringida, en el que se realiza una evaluación de la OPM (Organización Política Militar -denominación de la forma organizativa del Movimiento), en el contexto de un enfrentamiento que vuelca progresivamente los resultados a favor de las fuerzas armadas. El brillante periodista y escritor Rodolfo Walsh tiene, para la fecha, responsabilidades superiores en el área de Inteligencia de la organización y, en tal carácter, prepara una serie de informes en los que realizará una fuerte crítica de dicho documento. Ideas claras y una sintaxis prolija salen a la superficie: 'Hasta el 24 de marzo del '76, planteábamos correctamente la lucha interna por la conducción del peronismo. Después del 24 de marzo, cuando las condiciones eran inmejorables para esa lucha, desistimos de ella y, en vez de hacer política, de hablar con todo el mundo, en todos los niveles del peronismo, decidimos que las armas principales del enfrentamiento eran militares, y dedicamos nuestra atención a profundizar acuerdos ideológicos con la ultraizquierda' (13).
Walsh critica sin piedad el documento de la Conducción Nacional, y convoca a un baño de autocrítica sanadora para la Organización. Algunos puntos esenciales, entre otros muchos, son los siguientes:
a) La situación internacional no significa un perjuicio importante para el Gobierno Militar: 'Hay un notable exceso de optimismo. Al enemigo, la situación internacional lo mejora. Consigue créditos para su objetivo inmediato de refinanciar la deuda, y mantiene excelente relación con el bloque soviético que, con su importancia, los salva en el sector externo' (14).
b) Absorbidos por la obsesión de derrotar al Partido Militar en el terreno del duelo bélico, Montoneros descuidó la relación con el común de la gente. Faltó una conexión anímica o sentimental, al estilo del mejor folclore justicialista con las propias bases. Las afirmaciones siguientes comportan una sinceridad inédita: 'Tenemos que ser más autocríticos y realistas. Por supuesto que hay lucha de clases; siempre la hubo y la seguirá habiendo. Pero uno de los grandes éxitos del enemigo fue estar en guerra con nosotros y no con el conjunto del pueblo. Y esto, en buena medida, por errores nuestros, que nos autoaislamos con el ideologismo y nuestra falta de propuestas políticas para la gente real' (15)
c) Montoneros debe reconocer las dificultades que enfrenta para sostener la guerra en la que está empeñado. El militarismo consiste en una visión estrecha y acotada que reduce el concepto de 'triunfo' a partir y sólo a partir de la derrota de las fuerzas armadas. Es un camino que lleva a un callejón sin salida: la advertencia debe servir para salvar al proyecto de liberación nacional en que está comprometida la OPM. Walsh lo ilustra de la siguiente manera: '(...) Y falta una autocrítica en serio, porque nosotros dijimos en 1974, cuando murió Perón, que queríamos el golpe para evitar la fractura del pueblo y, en 1975, que las armas principales del enfrentamiento serían las militares (...) Nos están dando muy duro, y sólo empeñan una parte mínima de sus fuerzas. Les sobran reservas tácticas. Este es un error gravísimo (...) Ellos avanzan en lo militar y también en lo político. Nosotros retrocedemos en ambos campos. Y, esto porque, sin política, no era posible avanzar. Hay que admitirlo así, aunque duela' (16).
Los primeros días de 1977, Rodolfo Walsh redacta un nuevo documento para su discusión en el 'ámbito partidario', denominación que responde a la decisión de la Conducción Nacional de fundar el Partido Montonero, a la postre, Partido Peronista Montonero. El viraje hacia la política resultará tardío: el espiral de la guerra consumirá las energías de la Organización, y no habrá tiempo para que las rectificaciones reclamadas fructifiquen. Una vez más, se reafirma el carácter inviable de la solución militar a través de un texto despojado e inmisericorde: 'Marcha de la guerra. Se parte de la hipótesis de que la guerra, en la forma en que la hemos planteado en 1975/1976, está perdida en el plano militar y que la derrota militar se corresponde en el plano político con el repliegue de las masas, que no asumen la guerra, porque no vislumbran posibilidades de triunfo en la actual estrategia montonera' (17).
En palabras de Walsh, Montoneros debe pasar 'de la guerra a la resistencia', ya que la otra alternativa es el exterminio de la organización. Ese tránsito implica una maniobra política inevitable: el ofrecimiento de paz, una suerte de armisticio que debería poner fin al ciclo de la lucha armada: 'El pasaje a la resistencia debe ser precedido de un ofrecimiento de paz que, al tiempo que reafirme los principios justos de la lucha liberadora, reconozca la derrota militar' (18). La idea central consiste en poner a la FF. AA. en un dilema crucial: si rechazan todo acuerdo de paz y prosiguen la tarea de aniquilamiento, pagarán el costo ante instituciones nacionales o internacionales, por negarse a un convenio que puede poner fin al la ordalía de sangre en que se debate la Nación. Walsh plantea una propuesta, enérgicamente publicitada bajo el lema 'la paz es posible en 48 horas'. La maniobra sugerida es finalmente rechazada por la misma Conducción de Montoneros aunque, de manera extraoficial, la organización 'Reiteradamente (...) ha ofrecido la paz a las FF. AA., como lo demuestran el Operativo Dorrego, las relaciones sostenidas con los Generales Carcagno, Anaya y Dalla Tea, las conversaciones con al Almirante Massera y las negociaciones con el General Harguindeguy tras la detención de Roberto Quieto' (19). Las fuerzas armadas argentinas hacen llegar, por ciertos conductos, a la Conducción Nacional, el mensaje de que la única paz posible implica una rendición incondicional: ni vigencia de la filosofía de derechos humanos, ni salida democrática inminente.
El 28 de diciembre de 1975, Roberto Quieto es detenido en un recreo de la localidad de Martínez, Provincia de Buenos Aires. Algún tiempo después, compañeros de militancia cercanos al dirigente son secuestrados y algunas casas de su conocimiento son allanadas, con la consecuente pérdida de armamento y de recursos logísticos de carácter imprescindible para la organización. Convencida la Conducción Nacional de que estos acontecimientos derivan de que Quieto, quebrado por la tortura, ha confesado, decide implementar el empleo de la cápsula de cianuro para que el suicidio impida nuevas delaciones. Al principio, fue de uso obligatorio para oficiales superiores pero, ante el reclamo del resto de los miembros, se dispuso su utilización para la totalidad de los combatientes.
Inicialmente, se prepararon pastillas sólidas; luego, de polvo encapsulado. La presentación más eficiente coincidió con el desarrollo de ampolletas de vidrio que contenían cianuro líquido. Muchos militantes adoptaron el hábito de concurrir a citas y realizar operativos con la ampolla en la boca: previo a ser detenidos, debían masticarla. Los restos de vidrio producían heridas que facilitaban la acción del veneno líquido.
Los primeros días de 1977, Rodolfo Walsh redacta un nuevo documento para su discusión en el 'ámbito partidario', denominación que responde a la decisión de la Conducción Nacional de fundar el Partido Montonero, a la postre, Partido Peronista Montonero. El viraje hacia la política resultará tardío: el espiral de la guerra consumirá las energías de la Organización, y no habrá tiempo para que las rectificaciones reclamadas fructifiquen. Una vez más, se reafirma el carácter inviable de la solución militar a través de un texto despojado e inmisericorde: 'Marcha de la guerra. Se parte de la hipótesis de que la guerra, en la forma en que la hemos planteado en 1975/1976, está perdida en el plano militar y que la derrota militar se corresponde en el plano político con el repliegue de las masas, que no asumen la guerra, porque no vislumbran posibilidades de triunfo en la actual estrategia montonera' (17).
En palabras de Walsh, Montoneros debe pasar 'de la guerra a la resistencia', ya que la otra alternativa es el exterminio de la organización. Ese tránsito implica una maniobra política inevitable: el ofrecimiento de paz, una suerte de armisticio que debería poner fin al ciclo de la lucha armada: 'El pasaje a la resistencia debe ser precedido de un ofrecimiento de paz que, al tiempo que reafirme los principios justos de la lucha liberadora, reconozca la derrota militar' (18). La idea central consiste en poner a la FF. AA. en un dilema crucial: si rechazan todo acuerdo de paz y prosiguen la tarea de aniquilamiento, pagarán el costo ante instituciones nacionales o internacionales, por negarse a un convenio que puede poner fin al la ordalía de sangre en que se debate la Nación. Walsh plantea una propuesta, enérgicamente publicitada bajo el lema 'la paz es posible en 48 horas'. La maniobra sugerida es finalmente rechazada por la misma Conducción de Montoneros aunque, de manera extraoficial, la organización 'Reiteradamente (...) ha ofrecido la paz a las FF. AA., como lo demuestran el Operativo Dorrego, las relaciones sostenidas con los Generales Carcagno, Anaya y Dalla Tea, las conversaciones con al Almirante Massera y las negociaciones con el General Harguindeguy tras la detención de Roberto Quieto' (19). Las fuerzas armadas argentinas hacen llegar, por ciertos conductos, a la Conducción Nacional, el mensaje de que la única paz posible implica una rendición incondicional: ni vigencia de la filosofía de derechos humanos, ni salida democrática inminente.
El 28 de diciembre de 1975, Roberto Quieto es detenido en un recreo de la localidad de Martínez, Provincia de Buenos Aires. Algún tiempo después, compañeros de militancia cercanos al dirigente son secuestrados y algunas casas de su conocimiento son allanadas, con la consecuente pérdida de armamento y de recursos logísticos de carácter imprescindible para la organización. Convencida la Conducción Nacional de que estos acontecimientos derivan de que Quieto, quebrado por la tortura, ha confesado, decide implementar el empleo de la cápsula de cianuro para que el suicidio impida nuevas delaciones. Al principio, fue de uso obligatorio para oficiales superiores pero, ante el reclamo del resto de los miembros, se dispuso su utilización para la totalidad de los combatientes.
Inicialmente, se prepararon pastillas sólidas; luego, de polvo encapsulado. La presentación más eficiente coincidió con el desarrollo de ampolletas de vidrio que contenían cianuro líquido. Muchos militantes adoptaron el hábito de concurrir a citas y realizar operativos con la ampolla en la boca: previo a ser detenidos, debían masticarla. Los restos de vidrio producían heridas que facilitaban la acción del veneno líquido.
Un documento de Montoneros fechado en enero de 1977, intitulado 'Informe respecto de fundamentos y uso de la pastilla de veneno' plantea con crudeza las dramáticas opciones de sus integrantes: 'La consigna de todo Montonero es RESISTIRSE HASTA ESCAPAR O MORIR; por lo tanto, se han tomado medidas organizativas que tienden a hacer factible la primera parte de la consigna, a través de la planificación de citas, la decisión de ir armados, etcétera, planes de defensa de las casas, etcétera' (20).
El debate ético divide opiniones en el seno de la organización: la cuestión merodea el nivel de responsabilidad del miembro que delata información sensible bajo tortura. Un mensaje un tanto ambiguo cierra el documento, apelando a la épica del sacrificio heroico de los caidos: 'Es importante y fundamental para nuestra práctica diaria y más en este caso (la decisión del uso correcto de la pastilla de veneno) recordar los miles de compañeros que dieron su vida sin dudar cuál era su actitud ante el enemigo. Compañeros que todos los días caen vivos y no dicen una palabra, o compañeros que, sin tener la pastilla, resolvieron su combate, mediante su fortaleza ideológica, su convencimiento político y su combatividad' (21).
Cuarenta días previo al inminente golpe de Estado, el Tribunal Revolucionario Montonero encuentra a Roberto Quieto 'culpable de los delitos de deserción en operación y delación, y propone las penas de degradación y muerte, a ser aplicadas en el modo y oportunidad a determinar' (22).
Años después, Firmenich proseguía justificando el suicidio como un acto de entrega extrema a la causa de la liberación nacional: '¿Cómo era posible que áquel que tenía que ser el "hombre nuevo" pudiera cantar en la tortura? (...) Nosotros establecimos, a partir de allí, dos cosas: un juicio en ausencia a Quieto, que tenía un valor realmente simbólico. Sabíamos que no tendríamos ningún rastro de él (...) En ese juicio, Quieto fue condenado por cantar en la tortura, condenado por delación. Que tenía el efecto de decir no admitimos la delación, no nos parece razonable que alguien delate, aunque las torturas puedan ser muy tremendas (...) Y, allí, fue que se estableció para los miembros de la conducción la obligatoriedad de la pastilla de cianuro, para no entregarse vivo' (23).
Antes de 1980, a capacidad de combate de la guerrilla peronista había sido reducida a un nivel insignificante.
El listado de atrocidades cometidas por ambos enemigos constituye una cifra en el sentido borgeano del vocablo. Ni más ni menos que un código inaccesible, una guía para ciegos. Acaso una clave para iluminar la invariable vocación para el fracaso de una nación que este año cumple doscientos años.
Referencias
(1) Argentina, país en Guerra. Hablan los Montoneros. Ivan Julio Roqué.Marzo 1977. Juan Julio Roqué (1949-1977) nombre de guerra 'Iván', 'Lino', 'Mateo', 'Martín'; fue miembro fundador de F.A.R. (Fuerzas Armadas Revolucionarias, incorporándose a Montoneros cuando ambas organizaciones se fusionaron. Tuvo rol preponderante en el asesinato del Comandante del Segundo Cuerpo de Ejército, el General Sánchez y en el atentado que le costó la vida a Jose Ignacio Rucci, Secretario General de la CGT, pocos días después del triunfo electoral de Perón en setiembre de 1973. Miembro de la C.N. (Conducción nacional de Montoneros), es autor de un manual de entrenamiento empleado por los miembros de la organización para su empleo en Medio Oriente y Cuba. Allanada la vivienda que ocupaba en Haedo (Provincia de Buenos Aires), resistió horas el asedio de un batallón de las fuerzas armadas, hasta que finalmente se inmoló con un explosivo construído a base de exógeno.
(2) Los militares quieren destruirnos. Mario Eduardo Firmenich. Posible. España. 1977.
(3) Idem anterior.
(4) Argentina Resiste. Ricardo Armando Obregón Cano. Febrero 1977. Plural N* 65, México.
(5) Continuemos pegando; forcemos la mano que comienza a aflojar. Horacio Mendizábal. En Evita Montonera N* 17; abril 1977.
(6) Idem anterior.
(7) Entrevista con Mario Eduardo Firmenich. Gabriel García Marquez. Originalmente aparecido en 'L´Espressso'. .Italia.17 abril 1977.
(8) Argentina, país en guerrra. Idem.
(9) Plan Cuatrimestral Enero-Abril. Documento de Montoneros; Enero 1977.
(10) Idem anterior.
(11) Idem anterior. El siguiente párrafo ilustra acerca del discurso empleado por la organización armada: 'Múltiples operaciones se desarrollaron durante el año, y van, desde el ataque individual al ataque masivo, con la incorporación de una nueva táctica que causó estragos (cargas explosivas en sus madrigueras), produciendo fuertes golpes tanto entre sus efectivos militares como entre la patronal, con más de trescientas bajas entre muertos y heridos. Pero, más que bajas en sí, lo que más interesa es la demostración de que es posible continuar con el hostigamietno militar y de la vulnerabilidad del enemigo (que conspira contra su pretendida imagen de estabilidad), adecuando las tácticas y ligando permanentemente el accionar armado con la necesidad de sostener y ampliar el espacio político'.
(12) Argentina, país en guerra.
(13) Los Papeles de Walsh. Cuadernos del Peronismo Montonero. 1979.
(14) Idem ant.
(15) Idem ant.
(16) Idem ant.
(17) Idem ant.
(18) Idem ant.
(19) Idem ant.
(20) Informe Respecto de Fundamentos y Uso de la Pastilla de Veneno. Documento de circulación interna. Enero 1977.
(21) Idem anterior.
(22) Juicio Revolucionario a Roberto Quieto. Evita Montonera N* 12. Febrero-Marzo 1976; pág. 13. Ultimamente, se ha conocido una revisión de los fundamentos fácticos en que se basó la condena de Quieto por parte de la C.N. de Montoneros. Así, en un trabajo reciente (Doble Condena, Sudamericana,2011), Alejandra Vignollés propone revisar el asunto. Declaró: 'Mi hipótesis de partida es que Quieto no habia "cantado" nada durante el secuestro. Ahora, bien; me costó años demostrarlo. Se cae por peso propio que si él era el jefe militar federal de Montoneros y sabía donde estaban las armas, la plata, las casas logísticas, la fábrica de armas, los 40 millones del secuestro de los hermanos Born; bien podría haber hecho caer a toda la organización en cuestión de horas. Si hubiera querido salvar su vida, primero lo hubiera entregado a Firmenich, porque sabía donde vivía. Quieto sabía todo: tenía información que quizás ni el propio Firmenich manejaba'.
(23) Entrevista de Felipe Pigna en el sitio web El Ortiba.
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@Atlante2008
Sobre Sergio Julio Nerguizian
De profesión Abogado, Sergio Julio Nerguizian oficia de colaborador en El Ojo Digital (Argentina) y otros medios del país. En su rol de columnista en la sección Política, explora la historia de las ideologías en la Argentina y el eventual fracaso de éstas. Sus columnas pueden accederse en éste link.