Huracanes continentales
Gran semana han tenido Latinoamérica y los argentinos...
15 de May de 2016
Gran semana han tenido Latinoamérica y los argentinos. Los hechos más destacados fueron, obviamente, el procesamiento de Cristina Fernández de Kirchner y la prevista suspensión de Dilma Rousseff en su cargo de Presidente de Brasil por el plazo de 180 días, durante los cuales el Senado sustanciará su juicio político, como establece la Constitución. Este tema, el de la legalidad del proceso, viene a cuento porque, como era de esperar, ya ha comenzado a plañir el coro de los populismos groucho-marxistas del continente Macondo, al son de una música que inventó Rafael Correa, con la complicidad necesaria de don Néstor (q.e.p.d.), para transformar una mera huelga de la Policía de Quito, en reclamo de mejores salarios, en un golpe de Estado.
Esa melodía, a la que se puso por pomposo título 'cláusula democrática', fue aplicada cuando Honduras, primero, y luego Paraguay utilizaron mecanismos constitucionales para destituir a sus presidentes (Manuel Zelaya y Fernando Lugo, respectivamente); en el último caso, arteramente se suspendió la membresía del Mercosur para permitir la entrada por la ventana de Venezuela, a la cual el Congreso guaraní se oponía, dando origen así al Trucho-Sur.
El PT de Lula, continuando con las medidas implantadas por Fernando Henrique Cardoso (PSDB), logró sacar de la pobreza a decenas de millones de brasileños, que lo premiaron con dos períodos de su líder y dos más -el segundo, ahora truncado- de su heredera. La baja en el precio de las commodities, el aumento de la inflación y el marcado crecimiento del desempleo hicieron que muchos de quienes habían accedido a la clase media baja volvieran a caer y, cuando trascendieron los detalles del "lava- jato" y del "petrolão", cundió el descontento y esos re-empobrecidos se transformaran en los principales demandantes del cambio de gobierno que protagonizaron el jueves Dilma y Michel Temer, su reemplazante.
Aquí, en la Argentina, la atención estuvo centrada en las nuevas revelaciones sobre la magnitud de la corrupción kirchnerista -que, en términos absolutos, deja a los brsileños convertidos en ladrones de gallinas- y, sobre todo, en la finalmente frustrada sesión de Diputados que pretendían realizar los contradictorios nostálgicos del latrocinio para aprobar el disparatado proyecto de ley antidespidos.
Entre tanto ruido político, incrementado por las marchas de estudiantes y gremios docentes que salieron a la calle para protestar -por si acaso- se reducía el presupuesto universitario, hubo algunos hechos menores que me llamaron la atención. A esta altura, usted, sufrido lector de estas columnas semanales, sabe que mi relación espiritual con S.S. Francisco se reduce a su rol de cabeza de la Iglesia a la cual pertenezco y sólo reconozco su infalibilidad cuando habla de dogma. Digamos que muchas de sus actitudes, cuando actúa en el ámbito de la política argentina, me producen una fuerte urticaria. Los síntomas habían comenzado cuando insistió en recibir tantas veces a Cristina Kirchner, inclusive cuando fue a Roma acompañada de los sátrapas de La Cámpora, pese a las muchas pruebas que ya existían de su corrupción desmedida, o la cálida recepción que brindó a Guillermo Moreno, otro delincuente, derrochando unas sonrisas que luego mezquinó a Mauricio Macri, cuando ya era Presidente de su patria; fue una clara demostración de su voluntad de jugar un rol de principal actor en el escenario local. Ese descontento mío se agravó con el envío de un rosario a Milagro Sala, jefa detenida de una asociación ilícita creada para sojuzgar y robar a los más pobres de los argentinos, y para traficar drogas.
Pero en estos días, el Papa se superó a sí mismo: no solamente se supo que no había recibido a Margarita Barrientos, un epítome del compromiso con la caridad y la solidaridad que tanto predica el Pontífice, sino que la excusa para tamaña descortesía habría sido la intención de no perturbar la visita que, contemporáneamente, estaba realizándole Estela Barnes de Carlotto. Y antes de fin de mes se ha confirmado que recibirá nada menos que a Hebe Pastor de Bonafini, que se cansó de insultarlo -"basura fascista"- hasta después de elegido, que aplaudió todos los atentados terroristas del mundo, que usó como baño el altar de la Catedral y que está metida hasta las cejas en el caso de sus "Sueños Compartidos" y de su pseudouniversidad, que tanto nos han costado.
Sus más fervientes adherentes locales, los cretinos curas de la Opción por la Pobreza, quizás no casualmente encabezados por un pariente del homicida Che Guevara, han pedido que, '¡por dignidad!', Mauricio Macri renuncie a la Presidencia, olvidando que la ganó en buena ley y, con ello, expulsó a los ladrones del templo de la democracia. Pero también puedo olvidar que Monseñor Jorge Lozano, cuya subordinación al Papa no puede ser puesta en duda, y recibió a Fernando Esteche y a Luis D'Elía, y Monseñor Pedro Laxague, éste casualmente Presidente de la Pastoral Penitenciaria, no se dignaron recibir a quien esto escribe cuando pidió sendas audiencias para plantear la cuestión de los dos mil presos políticos que se pudren desde hace décadas en prisiones comunes y que, a la fecha, ya han entregado nada menos que 356 cadáveres a los terroristas que hoy los juzgan, verdaderos asesinos togados.
El viernes, finalmente, Cristina Kirchner fue procesada en una de las muchas causas que tiene abiertas en la Justicia federal. El Juez Claudio Bonadío tomó esa determinación, que afecta también a sus cómplices Axel Kiciloff (ex Ministro de Economía) y Alejandro Vanoli (ex Presidente del Banco Central), por la nefasta decisión de vender dólares a futuro, a un precio muy inferior al que regía en el mercado (33%), a sabiendas que estaba prendiendo la cortísima mecha de una bomba que costó al Estado una fortuna, traducida en la brutal emisión monetaria que tuvo que realizar el Banco Central desde el 10 de diciembre para pagar esa irracional fiesta. El mismo magistrado, supongo, pronto hará lo mismo en la causa "Los Sauces", ya que el Fiscal Carlos Rívolo la imputó por cohecho, por los "retornos" cobrados a Lázaro Báez y Cristóbal López por los "favores" recibidos, disfrazados de pagos por habitaciones no utilizadas en los hoteles de su familia.
Por último, me permito recomendar al Gobierno la lectura de una vieja nota mía, "Una respetuosa sugerencia a la Unión Industrial Argentina" (tinyurl.com/z8abg8s) ya que es posible que en ella encuentre la solución al problema de los precios y pueda controlar la inflación.
Los seres humanos somos esencialmente hipócritas, y sólo nos preocupamos por la corrupción de los gobiernos cuando las crisis económicas comienzan a roer nuestros bolsillos personales. Eso está sucediendo, como en Brasil y la Argentina, en casi toda la región, y los huracanes moralizadores comenzaron a arrasarla: además de expulsar a nuestra noble viuda y a Dilma Rousseff, pronto se llevarán al arcón de la historia a los populismos de Nicolás Maduro, Michelle Bachelet, Rafael Correa y Tabaré Vázquez, ya incapaces de financiar las fiestas del pasado.
Esa melodía, a la que se puso por pomposo título 'cláusula democrática', fue aplicada cuando Honduras, primero, y luego Paraguay utilizaron mecanismos constitucionales para destituir a sus presidentes (Manuel Zelaya y Fernando Lugo, respectivamente); en el último caso, arteramente se suspendió la membresía del Mercosur para permitir la entrada por la ventana de Venezuela, a la cual el Congreso guaraní se oponía, dando origen así al Trucho-Sur.
El PT de Lula, continuando con las medidas implantadas por Fernando Henrique Cardoso (PSDB), logró sacar de la pobreza a decenas de millones de brasileños, que lo premiaron con dos períodos de su líder y dos más -el segundo, ahora truncado- de su heredera. La baja en el precio de las commodities, el aumento de la inflación y el marcado crecimiento del desempleo hicieron que muchos de quienes habían accedido a la clase media baja volvieran a caer y, cuando trascendieron los detalles del "lava- jato" y del "petrolão", cundió el descontento y esos re-empobrecidos se transformaran en los principales demandantes del cambio de gobierno que protagonizaron el jueves Dilma y Michel Temer, su reemplazante.
Aquí, en la Argentina, la atención estuvo centrada en las nuevas revelaciones sobre la magnitud de la corrupción kirchnerista -que, en términos absolutos, deja a los brsileños convertidos en ladrones de gallinas- y, sobre todo, en la finalmente frustrada sesión de Diputados que pretendían realizar los contradictorios nostálgicos del latrocinio para aprobar el disparatado proyecto de ley antidespidos.
Entre tanto ruido político, incrementado por las marchas de estudiantes y gremios docentes que salieron a la calle para protestar -por si acaso- se reducía el presupuesto universitario, hubo algunos hechos menores que me llamaron la atención. A esta altura, usted, sufrido lector de estas columnas semanales, sabe que mi relación espiritual con S.S. Francisco se reduce a su rol de cabeza de la Iglesia a la cual pertenezco y sólo reconozco su infalibilidad cuando habla de dogma. Digamos que muchas de sus actitudes, cuando actúa en el ámbito de la política argentina, me producen una fuerte urticaria. Los síntomas habían comenzado cuando insistió en recibir tantas veces a Cristina Kirchner, inclusive cuando fue a Roma acompañada de los sátrapas de La Cámpora, pese a las muchas pruebas que ya existían de su corrupción desmedida, o la cálida recepción que brindó a Guillermo Moreno, otro delincuente, derrochando unas sonrisas que luego mezquinó a Mauricio Macri, cuando ya era Presidente de su patria; fue una clara demostración de su voluntad de jugar un rol de principal actor en el escenario local. Ese descontento mío se agravó con el envío de un rosario a Milagro Sala, jefa detenida de una asociación ilícita creada para sojuzgar y robar a los más pobres de los argentinos, y para traficar drogas.
Pero en estos días, el Papa se superó a sí mismo: no solamente se supo que no había recibido a Margarita Barrientos, un epítome del compromiso con la caridad y la solidaridad que tanto predica el Pontífice, sino que la excusa para tamaña descortesía habría sido la intención de no perturbar la visita que, contemporáneamente, estaba realizándole Estela Barnes de Carlotto. Y antes de fin de mes se ha confirmado que recibirá nada menos que a Hebe Pastor de Bonafini, que se cansó de insultarlo -"basura fascista"- hasta después de elegido, que aplaudió todos los atentados terroristas del mundo, que usó como baño el altar de la Catedral y que está metida hasta las cejas en el caso de sus "Sueños Compartidos" y de su pseudouniversidad, que tanto nos han costado.
Sus más fervientes adherentes locales, los cretinos curas de la Opción por la Pobreza, quizás no casualmente encabezados por un pariente del homicida Che Guevara, han pedido que, '¡por dignidad!', Mauricio Macri renuncie a la Presidencia, olvidando que la ganó en buena ley y, con ello, expulsó a los ladrones del templo de la democracia. Pero también puedo olvidar que Monseñor Jorge Lozano, cuya subordinación al Papa no puede ser puesta en duda, y recibió a Fernando Esteche y a Luis D'Elía, y Monseñor Pedro Laxague, éste casualmente Presidente de la Pastoral Penitenciaria, no se dignaron recibir a quien esto escribe cuando pidió sendas audiencias para plantear la cuestión de los dos mil presos políticos que se pudren desde hace décadas en prisiones comunes y que, a la fecha, ya han entregado nada menos que 356 cadáveres a los terroristas que hoy los juzgan, verdaderos asesinos togados.
El viernes, finalmente, Cristina Kirchner fue procesada en una de las muchas causas que tiene abiertas en la Justicia federal. El Juez Claudio Bonadío tomó esa determinación, que afecta también a sus cómplices Axel Kiciloff (ex Ministro de Economía) y Alejandro Vanoli (ex Presidente del Banco Central), por la nefasta decisión de vender dólares a futuro, a un precio muy inferior al que regía en el mercado (33%), a sabiendas que estaba prendiendo la cortísima mecha de una bomba que costó al Estado una fortuna, traducida en la brutal emisión monetaria que tuvo que realizar el Banco Central desde el 10 de diciembre para pagar esa irracional fiesta. El mismo magistrado, supongo, pronto hará lo mismo en la causa "Los Sauces", ya que el Fiscal Carlos Rívolo la imputó por cohecho, por los "retornos" cobrados a Lázaro Báez y Cristóbal López por los "favores" recibidos, disfrazados de pagos por habitaciones no utilizadas en los hoteles de su familia.
Por último, me permito recomendar al Gobierno la lectura de una vieja nota mía, "Una respetuosa sugerencia a la Unión Industrial Argentina" (tinyurl.com/z8abg8s) ya que es posible que en ella encuentre la solución al problema de los precios y pueda controlar la inflación.
Los seres humanos somos esencialmente hipócritas, y sólo nos preocupamos por la corrupción de los gobiernos cuando las crisis económicas comienzan a roer nuestros bolsillos personales. Eso está sucediendo, como en Brasil y la Argentina, en casi toda la región, y los huracanes moralizadores comenzaron a arrasarla: además de expulsar a nuestra noble viuda y a Dilma Rousseff, pronto se llevarán al arcón de la historia a los populismos de Nicolás Maduro, Michelle Bachelet, Rafael Correa y Tabaré Vázquez, ya incapaces de financiar las fiestas del pasado.
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@EGAvogadro
Sobre Enrique Guillermo Avogadro
Abogado. Columnista de temas políticos de Argentina, y colaborador en otros medios nacionales. Sus artículos completos pueden repasarse en el blog del autor, o en el enlace http://www.elojodigital.com/categoria/tags/enrique-guillermo-avogadro.