Argentina: el peronismo en el banquillo
En el marco de las audiencias del juicio oral y público llevadas a cabo en Mar del Plata...
16 de May de 2016
En el marco de las audiencias del juicio oral y público llevadas a cabo en Mar del Plata a supuestos ex miembros de la agrupación setentista de la ortodoxia peronista CNU (Concentración Nacionalista Universitaria), por momentos se transmite la sensación de estar ante un extraño fenómeno. El objeto procesal se entremezcla con una idea que atraviesa de lleno el propio caso: de a ratos, los diez imputados pasan a un segundo plano y los acusados parecen ser el peronismo en su visión histórica y la misma ciudad de Mar del Plata.
Desde la década del cuarenta del siglo pasado, el peronismo ha estado siempre presente en la historia política argentina -aún en sus dieciocho años de proscripción. Durante su largo exilio, Juan Domingo Perón siguió siendo el protagonista excluyente de la política nacional. Desde el momento mismo de su salida intempestiva del poder, en septiembre de 1955, el justicialismo comenzó a transitar la llamada 'resistencia'. De derecha a izquierda, distintas agrupaciones peronistas fueron surgiendo en el espectro argentino. Los diferenciaban muchas cosas, pero los unía un sentimiento muy potente: su declamada veneración hacia el líder exiliado. Sin embargo, las diferencias fueron mucho más determinantes que su única similitud.
No se puede abordar seriamente el juicio contra CNU si no se comprende la propia esencia del peronismo, que es, en rigor, la historia misma del país. Es imposible aceptar la aparición de cualquier organización representante de la ortodoxia justicialista si no se entiende la existencia de su contracara, es decir, las agrupaciones de la izquierda peronista. La historia oficial ha sentenciado que los movimientos enrolados en la 'Tendencia' empuñaban sus armas para luchar por sus ideas de lograr una sociedad más justa, mientras que las organizaciones vinculadas a la derecha mataban sólo por placer y por instinto criminal. Visto así, se trata de un reduccionismo casi infantil. Pero sobre esta sentencia se supo edificar un relato siniestro, que tuvo su punto más álgido en Mar del Plata en las falsas acusaciones contra el Juez Pedro Federico Hooft, que este medio ya ha tratado y seguirá tratando próximamente.
Uno de los ámbitos donde mejor se expone la manipulación a la que a veces es sometida la verdad es, a todas luces, la Universidad. La efervescencia manifestada en los claustros universitarios de todo el país desde la asunción presidencial de Héctor Cámpora el 25 de mayo de 1973, muestra a las claras la existencia de dos países. La versión más aceptada presenta aquella ebullición académica como una fiesta, un marco donde canalizar el inconformismo generalizado. Un lugar donde las cátedras empezaron a legitimar las ideas de cambio, convirtiéndose en fuente de inspiración para los jóvenes que querían cambiar el mundo. En palabras de María Fernanda Díaz, Licenciada en Historia: 'Espacios considerados como síntesis de conocimiento y actividad militante cuyo objeto era poner al primero al servicio del pueblo. El peronismo intenta una Universidad abierta a la gente de a pie'.
Sin embargo, otras versiones empiezan a surgir, en especial en testigos directos de aquellos hechos, al menos en la ciudad de Mar del Plata. Es el caso, por ejemplo, del Dr. Carlos Arona, ex Juez de Trabajo designado en 1974 y profesor universitario. En una audiencia reciente, contó que la Facultad de Derecho de la Universidad Católica fue tomada por la JUP (Juventud Universitaria Peronista) apenas asumió Cámpora la presidencia del país. Aseguró que dicha toma no fue nada pacífica, que había en el acceso al edificio gente palpando de armas a todos lo que ingresaban, y que en una oportunidad pudo ver una escopeta apoyada sobre una pared y a su lado un hombre sentado vigilando las mesas de examen. Además, confesó que durante la toma hubo muchos docentes cesanteados. El abogado Luis Irós, estudiante de la Católica en 1973, confirmó la toma de la JUP y agregó más datos: dijo que el ambiente era muy espeso, que habían colocado chapas en el suelo para escuchar las pisadas de la gente, y que una vez pudo distinguir a un miembro de Montoneros oficiando de guardia en el acceso a la facultad con un arma en la cintura. A su vez, se pueden contemplar numerosas fotografías en publicaciones de la época, donde se aprecia que las tomas, que estaban a la orden del día durante los 49 días de Gobierno de Cámpora, en algunos casos fueron muy violentas, registrándose destrucción de aulas, pintadas en sus paredes y ventanas rotas. En contraposición a esto, es justo destacar el testimonio de la Sra. Isabel Sendón, quien se desempañara como Secretaria Académica de la Facultad de Turismo durante el decanato de uno de los imputados en la causa CNU, el Dr. José Luis Granel, cuando manifestó tajantemente que ella pudo trabajar con absoluta libertad y que nunca debió someterse a un control de acceso al edificio.
Justificar la violencia de las agrupaciones de la 'Tendencia' en la larga dictadura de la 'Revolución Argentina' es como justificar también el surgimiento violento de los movimientos de la ortodoxia. En tal caso, todas fueron la contrapartida y la consecuencia de la extensa y absurda proscripción peronista. Aunque hoy parezca inapropiado, en aquel tiempo el uso de las armas estaba plenamente legitimado por la sociedad. Así, miembros de CNU manifestaban que '…a la violencia destructiva de la sinarquía, en todos sus frentes, opondremos en su momento la violencia de la Patria Bárbara'. Pero también Mario Firmenich, líder de Montoneros, alguna vez dijo que 'el poder político brota de la boca de un fusil' y Roberto Santucho, Jefe del ERP, aseveró que ,'para poder lograr la patria socialista habrá que matar no menos de un millón de personas'. Si no se comprende esta realidad, es imposible analizar lo sucedido.
En el juicio actual contra CNU, se investigan ocho muertes acaecidas en la ciudad balnearia entre marzo y mayo de 1975, que fueron producidas, según reza el dictamen de elevación a juicio, por el asesinato de quien fuera el Jefe de la agrupación en Mar del Plata, el abogado Ernesto Piantoni. Sin embargo, nadie se preocupó nunca por saber quién mató a Piantoni. Su crimen fue tan trascendente que habría originado ocho muertes más como represalia. Y así y todo, nadie hizo nada al respecto. Esto, lejos de ser un detalle o una pequeña omisión, cobra fundamental importancia a la hora de medir con justicia imparcial el enfoque que le dio la historia a la violencia de los setenta.
Originalmente los imputados en el juicio fueron once, pero uno de ellos, Marcelo Arenaza, acaba de fallecer. De los diez restantes, hay que hacer una clara diferenciación en tres grupos. En uno de ellos se puede incluir a José Luis Granel, Roberto Coronel, Roberto Justel, los hermanos Piero y Juan Carlos Asaro, y Raúl Viglizzo. En otro, a Raúl MolFernando Otero, Mario Durquet y Raúl Moleón. Y en el restante, a uno solo de ellos, pero de vital importancia: el ex Fiscal Gustavo Demarchi. Muchos de los testimonios recogidos en el último tiempo proponen que este proceso se armó lisa y llanamente para vengarse de Demarchi. Las causas aducidas se presentan variadas: internas judiciales durante el menemismo, denuncias del ex Fiscal contra los Jueces Roberto Falcone y Mario Portela que instruyeron los Juicios por la Verdad donde se inició esta causa, casos de narcotráfico en la ciudad donde estarían involucrados algunos acusadores, y el negocio de los derechos humanos durante el kirchnerismo. Lo cierto y concreto es que nada parece claro en este proceso, y con el correr de las audiencias, la confusión es mayor.
Los integrantes del primer grupo aludido son los más mencionados por los diferentes testigos. Pero esto, lejos de involucrarlos en los crímenes investigados, se da por el hecho que la mayoría de ellos eran abogados de gremios, siendo ellos muy conocidos en el ambiente político y judicial. Mar del Plata siempre fue una ciudad con una actividad sindical muy potente. Y en la década del setenta, los gremios extendían su participación a todos los sectores de la economía. La gran mayoría de los testigos se refiere a este grupo de personas como gente de bien, enemigos de la violencia, y dueños de los mejores conceptos. Aún de aquellos que no son abogados, como los hermanos Asaro y Roberto Justel. En cambio, a los integrantes del segundo grupo descripto, nadie los nombra, ni para decir que los conocen o para directamente acusarlos. 'Es que no son de acá', cuentan algunos testigos. Y aquí se introduce un tema de fundamental importancia.
La idea que por momentos transmiten las audiencias es que lo que en verdad están sentados en el banquillo de los acusados son el peronismo y la mismísima Mar del Plata. La ciudad balnearia, en los primeros setenta, estaba muy lejos de ser la urbe que es hoy. 'En esa época había tres comercios, tres o cuatro bares de reunión, y cinco familias importantes. Todo se cocinaba entre unos pocos. Desconocer esto es no entender nada. Cuando dicen que en el velorio de Piantoni había caras extrañas, es porque fue así. Vino gente de Capital y La Plata', afirma un protagonista de aquellos años. En 1975, año de los hechos en cuestión, la ciudad no llegaba a los 150.000 habitantes, muy lejos del millón que ostenta hoy. Y aquellos que ocupaban cargos importantes, como Gustavo Demarchi, quien era Fiscal, y algunos de los otros imputados, ligados al sindicalismo, desde donde se forjó la resistencia peronista durante el exilio del líder, se destacaban por sobre el resto. Por lo que resulta azarozo y arbitrario ligar a estos hombres con las ocho muertes investigadas por el solo hecho de ser amigos de Piantoni o haber militado en determinada organización política, algo muy común en aquellos años, especialmente dentro del Partido Justicialista. De hecho, muchos testimonios obrantes en el juicio dan cuenta que algunos de los imputados en verdad pertenecían a un movimiento poco conocido: el Sindicato de Abogados Peronistas, y no a CNU. Un abogado no involucrado en estos hechos, pero protagonista de aquellos años, dice sin dudar y con cierta ironía: 'Nos conocíamos todos. Si empezamos a culpar a alguien porque conocía a tal o cual, los acusados deberían ser no menos de 100. Además, CNU no tenía un acta constitutiva'.
.El 19 de octubre de 2015 declaró en el juicio la Sra. Elena Arena. La testigo se desempeñaba como empleada de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica al momento de los hechos. Contó que la mañana del 20 de marzo de 1975 llegó a las 8:45 hs a su trabajo en la Universidad y que allí se enteró de la muerte de Ernesto Piantoni. Agregó que por recomendación de sus compañeros, se retiró inmediatamente del lugar, tomando un colectivo a media mañana. Al llegar a destino, el chofer le dijo que esa era la última vuelta ya que en repudio al asesinato de Piantoni la CGT había decretado un paro general de actividades. Al día siguiente de esta declaración, uno de los abogados defensores, Dr. Horacio Insanti, denunció a la testigo por falso testimonio: Ernesto Piantoni fue asesinado el 20 de marzo a las 13:30 hs, y ella contó que se enteró de su muerte cinco horas antes de sucedida la misma. A su vez, también supo predecir el futuro al enterarse del paro de la CGT a media mañana, cuando la central obrera decretó un cese de actividades desde las 16 hs. Se trata, evidentemente, de un testimonio que genera muchas suspicacias.
Las mismas que genera el caso del Dr. Alberto Dalmasso, procesado y sobreseído por el asesinato en 1971 de la estudiante de Arquitectura Silvia Filler y reconocido militante de CNU, y que muchos no logran explicarse por qué no está imputado en esta causa. El ex Fiscal Gustavo Demarchi encuentra una explicación: “Dalmasso fue codefensor del terrorista Ciga Correa, junto con Roberto Falcone, instigador de esta causa. Actuó como “mensajero” de Falcone para torcer algunas declaraciones en contra mía como surge de los dichos públicos de los imputados Piero Asaro y Mario Durquet”. Asaro, quien tenía una conocida librería en la ciudad, contó que recibió a Dalmasso en su comercio y que este le ofreció, en nombre de Falcone, solucionar su situación procesal a cambio de un testimonio que inculpara al Dr. Demarchi. Dalmasso, en su reciente testimonio como testigo, negó que haya existido tal reunión.
Mar del Plata y el peronismo aparecen en este juicio como protagonistas involuntarios de esta historia. Cuando se asiste a las audiencias, es imposible desligar la presencia de algunos protagonistas del juicio, como el Fiscal Daniel Adler, del debate al que se asiste desde el cambio de Gobierno con respecto a los propósitos verdaderos de los Juicios por lesa humanidad llevados a cabo en los últimos diez años y a la sospecha de ciertos ánimos de venganza contra muchos de los imputados. Llama mucho la atención, a la vez que no deja de generar cierta indignación, la violencia implícita existente en las audiencias por parte de algunos integrantes de organismos de derechos humanos, concurrentes habituales al juicio, que en más de una ocasión han insultado con epítetos irreproducibles a la hija de Gustavo Demarchi y a su esposa, como asimismo se puede escuchar un evidente murmullo cada vez que el ex Fiscal hace uno de la palabra, algo que se da con frecuencia ya que ejerce su propia defensa. También, ante cada testimonio favorable a los acusados, por lo bajo se pueden apreciar términos como “gorila” o “h…de p….”, lo que pone de manifiesto ciertos preconceptos y prejuicios, ya que las personas que los vierten no son familiares de las víctimas.
Así y todo, la mirada no deja de ser parcial, ya que si de hacer justicia se trata, no estaría mal aunque sea recordar algunos hechos de violencia poco conocidos, y que tienen como protagonistas a las organizaciones de izquierda: El 7 de agosto de 1974, Montoneros asesina al empresario azucarero José María Paz en Tucumán. Entre agosto y septiembre del mismo año caen asesinados los policías Orlando Fernández, Raúl San Juan y Luis Alberto Coronel, en distintas ciudades del país. También en septiembre mueren acribillados dos dirigentes juveniles de la ortodoxia peronista en Chaco, Víctor Sánchez y Félix Villalba. Lo mismo ocurre en San Isidro con el médico Alejandro Bertoch. Otros dos dirigentes del peronismo ortodoxo son muertos a balazos, esta vez en la Provincia de Buenos Aires, Juan Carlos Mariani y Juan Domingo Vera. El 7 de febrero de 1975 el ERP asesina a Antonio Muscat, Gerente de Alba SA. El 18 del mismo mes le disparan a quemarropa 11 veces a Félix Villafañe, delegado sindical. Tres días después, acribillan al dirigente de la UOM de Rosario Teodoro Ponce….
Y el 27 de agosto de 1973, mientras se disponía a salir de su casa, fue acribillado a balazos el sindicalista Marcelino Mansilla. Su cuerpo presentó veintiún impactos de balas. El asesinato se lo adjudicó FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias).
Y sucedió en Mar del Plata.
Y sucedió en Mar del Plata.
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@PortaluppiPablo
Sobre Pablo Portaluppi
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.