Cumbre en el Vaticano: los usurpadores
Nuevamente, conviene detenerse a analizar la tragedia en que se ha convertido...
09 de Junio de 2016
Nuevamente, conviene detenerse a analizar la tragedia en que se ha convertido la República Argentina -plagada de individuos de dudoso honor capaces de cometer los actos más viles en pos de objetivos miserables. Al igual que muchos personajes shakespereanos, pero con la diferencia de que estos, al menos, tenían la decencia de no disimular su hipocrecía. Simulan defender banderas que no les pertenecen y asumen una moralidad de la que carecen por completo. En otras palabras, son capaces de hacer cualquier cosa. Hasta de cambiar su Reino por un mísero caballo, cuando les llegue la hora.
Pero así y todo están muy lejos de parecerse a Macbeth o Ricardo III. Más bien son tristes réplicas de Polonio, aquel mediocre y servil funcionario de Claudio en la tragedia de 'Hamlet', que servía a un Rey quien a su vez era un monarca usurpador. Polonio, escondido detrás de una cortina, muere literalmente como una rata, atravesado por la espada de Hamlet.
El pasado viernes 3 de junio una nutrida comitiva de Jueces y Fiscales de todo el mundo tuvo el honor de asistir a una Cumbre junto al Papa Francisco. La excusa, debatir sobre la trata de personas y el crimen organizado. El motivo real de la "armada brancaleone" argentina, buscar la legitimación que otorga una foto con Su Santidad. Hacia allí fueron, entre otros, cuestionados Jueces Federales como Sebastián Casanello, dueño de todas las miradas, María Romilda Servini de Cubría y Julián Ercolini. También estuvo el Presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti. Y los menos conocidos Daniel Adler y Claudio Kishimoto. La presencia de estos últimos, gracias a los buenos oficios del indescifrable Gustavo Vera, pasó casi desapercibida para los grandes medios. Pero logró generar indignación en mucha gente.
'El demonio nos engaña con la verdad y nos trae la perdición disfrazada de virtudes que parecen inocentes'
Casi sin proponérselo, el actual Fiscal de Santa Fe, Claudio Kishimoto, confesó sus pecados ante Federico Hooft, hijo y codefensor del Juez Pedro Hooft, ( ver http://www.elojodigital.com/contenido/15260-caso-hooft-segunda-parte-la-crudeza-del-relato-kirchnerista) quien fuera falsamente acusado de delitos de lesa humanidad. Kishimoto era Fiscal Subrogante en la causa contra el respetado y respetable Magistrado marplatense. Para lograr su confirmación en el Ministerio Público, no dudó en intentar enviar a prisión a un hombre inocente. Pero Kishimoto, en sus famosas confesiones ante el hijo de la víctima, no buscó la absolución. Sólo intentó salvar su pellejo. El uso indiscriminado de las subrogancias de las que hizo gala el kirchnerismo no se le hubiese ocurrido ni al propio Shakespeare.
"Esto es una mierda", dijo el poeta Kishimoto delante de su antiguo compañero de trabajo en referencia al inescrupuloso armado de la causa, de la que él formó parte sin siquiera ponerse colorado. Sólo se permitió titubear, apenas un poco, cuando lo obligaron a firmar un pedido de indagatoria al Juez inocente, para humillarlo ante un colega menor, de baja estatura jurídica. Este hombre, Claudio Kishimoto, estuvo presente en la Cumbre escuchando al Papa hablar de la corrupción judicial.
“Para engañar al mundo, tienes que parecerte a el. Procura el inocente aspecto de una flor, pero compórtate como una serpiente”
Daniel Adler es Fiscal General ante la Cámara de Apelaciones de Mar del Plata. Ante la presentación de las denuncias que pretendieron involucrar al Dr. Hooft, Adler se excusó aduciendo estima y admiración por el Juez. Pero siguió “operando” desde las sombras, escondido detrás de la cortina para servir a su Jefa, la Procuradora Alejandra Gils Carbó, el gran bastión de la resistencia kirchnerista a la espera de la caída del Gobierno de Mauricio Macri. Kishimoto cuenta de Adler: “Me puso una pistola en la cabeza. Si no pedía el procesamiento me iban a cortar la cabeza”. Y dice que le dijeron: “Adler es funcional a nosotros (léase Gils Carbó) y nos sirve”.
En declaraciones públicas luego de la Cumbre en el Vaticano, Adler manifestó lo siguiente en relación a dichos del Papa: “La independencia de la justicia está en la libertad con que los magistrados tienen que resolver los conflictos conforme su conciencia, y hay que ser misericordioso en las penas, porque no son para siempre, sino que un día se terminan de cumplir”. Resulta por demás curioso que resalte esos conceptos, cuando hace tres años, Kishimoto, en sus célebres confesiones, lo acusó de hacer exactamente lo contrario: “La Unidad que acá se creó para separar la presión que tenía Adler en las causas de derechos humanos, porque era evidente que el tipo interfería porque no sabía qué teléfono atendía”. Traducido: Adler presionaba Jueces, y como sabía que no era confiable a los fines kirchneristas, quizá porque sospechaba hasta de él mismo, también presionó a sus superiores.
No conforme con lo que declaró ante la prensa a la salida de la Cumbre, agregó: “Una pena sin esperanza no es una pena, es una tortura”. Una declaración muy cínica proveniendo de alguien que no dudó en encarcelar a un hombre inocente, y que aunque no lo logró, sometió (y aún somete) a una persona mayor a tener que soportar en los últimos tramos de su vida semejante escarnio, exponiendo a su familia a la amargura de tener que tolerar semejante injusticia. Como dijo una de las hijas del Juez Hooft: “El mundo se detuvo y se derrumbó ante mí”. Tampoco se permitió el beneficio de la duda, ni siquiera por un efímero instante, al aceptar un pedido de su Jefa para presidir el Jury que intentó destituir al Fiscal José María Campagnoli, quien osó investigar antes que Casanello el derrotero de ciertos dineros aparentemente mal habidos por parte de Làzaro Báez y la familia Kirchner. Este hombre, Daniel Eduardo Adler, estuvo inpertérrito y asintiendo con la cabeza las afirmaciones del Papa sobre la corruptela judicial argentina. El mismo mortal que por cumplir una órden directa no tuvo la hidalguía de apoyar una investigación sobre uno de las robos más grandes que sufriera el país.
“La maldad puede disfrazarse de virtud, pero la virtud no lleva máscara”
Además de intentar la legitimación que otorga una foto con el Papa, muchos personajes del mundillo judicial buscan refugiarse en combatir aquellos delitos que más réditos otorgan. Así como hace 10 años fue la calificación de lesa humanidad, hoy ese blanqueo lo brinda la trata de personas y el narcotráfico. Adler coordina en Mar del Plata una Mesa Interinstitucional contra la Trata, y Kishimoto realiza declaraciones públicas sobre las adicciones desde su flamante cargo en la Justicia Federal en la Provincia de Santa Fé. Cabe preguntarse si verdaderamente les interesa combatir dichos flagelos.
Dijo Francisco en la Cumbre, en relación directa a los funcionarios judiciales argentinos: “Merecen un reconocimiento por la valentía con la que quieren seguir siendo libres en el ejercicio de su función jurídica. Sin esta libertad, el poder judicial de una Nación se corrompe”. Con sólo limitarse a la causa Hooft, quizá algunos destinatarios de estas palabras no merecerían estar allí presentes.
Como dice Ricardo III: “Puedo sonreir. Y matar mientras sonrío. Derramar lágrimas falsas en mis mejillas. Y adaptar mi rostro a cualquier ocasión”. Y como bien dijo Kishimoto, con menos poesía pero con igual crudeza: “Esto es un verso. Un gran verso”.
Se refería al caso Hooft. Pero tal vez hablaba de su presencia, y la de otros, en el Vaticano.
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@PortaluppiPablo
Sobre Pablo Portaluppi
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.