Estados Unidos: el terrorismo del Status Quo
Trump y Clinton han prometido terminar con el terrorismo. Pero es harto difícil detener a un asesino en masa con motivaciones.
Erase una vez, que la gran amenaza a la civilización era al-Qaeda. Pero, hoy día, se trata de ISIS -grupo alternativamente conocido como Estado Islámico, ISIL, o Daesh. Al trascender su existencia como entidades físicas concretas, los nombres o acrónimos se han convertido en metáforas para describir ataques terroristas, fogoneando el miedo en los corazones de la gente, y permitiendo a la clase política en Europa y los Estados Unidos aumentar el tamaño del gobierno, como respuesta. En la Convención Nacional Republicana, el candidato presidencial Donald Trump urgió a destruir a ISIS -y los Demócratas, conducidos por Hillary Clinton, probablemente hagan lo propio. Pero, ¿puede conseguirse ese objetivo? O bien -yendo más al punto-, ¿cómo puede hacerse? ¿Cómo harán Trump y Hillary Clinton para mantener su promesa de proteger a los ciudadanos estadounidenses de los fundamentalistas islámicos?
Aquello que conocemos como terrorismo es una táctica empleada por grupos que, esencialmente, exhiben un origen político. Usted puede hallarlo en Tácito, leer sobre el tema en el anarquismo del siglo XIX, y considerar el modo en que ha logrado evolucionar hasta la época moderna, comenzando con los grupos izquierdistas europeos de los años setenta, y que luego migrarían hacia Oriente Medio. Hoy día, el terrorismo y el fundamentalismo islámico se muestran estrechamente vinculados, aunque es importante recordar que no siempre ha sido así. Aquello a lo que nos referimos como terrorismo habilita a un grupo débil a desmoralizar e incluso amenazar la estabilidad nominal de una autoridad bastante más competente.
Estados Unidos distingue al terrorismo del homicidio en masa. En el Código Penal de los Estados Unidos de América, se tipifica al terrorismo como 'aquellos actos peligrosos para la vida humana, que violan la ley federal o estatal', que 'se muestran orientados a (i) intimidar o a ejercer coerción sobre la población civil; (ii) a influenciar la política de un gobierno por vía de la intimidación o la coerción; o (iii) a afectar la conducta de un gobierno por vía de la destrucción masiva, el asesinato o el secuestro'.
Así, pues, el terrorismo -a grosso modo- es una acción que persigue desestabilizar el status quo político, de forma tal que pueda influenciar o subvertir el proceso de toma de decisiones de un gobierno. Pero la definición, de alguna manera, se exhibe anacrónica. Si uno se mueve más allá del lenguaje legalista, numerosas categorías del homicidio en masa podrían, plausiblemente, entenderse como 'terroristas', debido a que inevitablemente crean miedo cuando incluyen la toma indiscriminada de vidas, particularmente en situaciones en donde las personas se sienten inseguras al llevar a cabo sus actividades cotidianas. En este caso, ya sea que su objetivo primario sea político o no, producen una reacción de parte del gobierno, generalmente en la forma de leyes que reaseguran el poder del Estado -lo cual, a su vez, puede lograr que la ciudadanía se muestre cada vez más suspicaz de cara a las autoridades.
Tres perpetradores comunes del homicidio en masa son los individuos mentalmente insanos, aquellos que buscan venganza, y aquellos motivados por la ideología para matar a quienes consideran como enemigos. Las tres categorías, por cierto, pueden -en ocasiones- superponerse. Y las armas elegidas en el formato más corriente son armas de mano; en otros casos, explosivos; y, más rara vez, instrumentos que no suelen asociarse con el homicidio intencional, llegando a incluir vehículos en movimiento.
Considérense como ejemplos los perfiles de ocho de los homicidios múltiples más comentados en Europa y los Estados Unidos, la totalidad de los cuales han sido descriptos por los medios como actos terroristas. El más reciente tuvo lugar en Munich la pasada semana, oportunidad en la que diez personas murieron. El perpetrador fue un ciudadano alemán mentalmente perturbado, de ascendencia iraní, quien se hallaba obsesionado con los homicidios en masa. Evento que fue precedido de otro ataque en Bavaria -en un tren- por parte de un refugiado afgano que portaba un cuchillo, mientras que un ataque en oportunidad del Día de la Bastilla en Niza, fue ejecutado por un ciudadano francés de origen tunecino que empleó un tren para asesinar a 84 personas en la misma semana. Ambos ataques fueron, según se informó, inspirados en ISIS.
El ataque de marzo pasado en el aeropuerto de Bruselas y en una estación de metro por parte de cinco ciudadanos belgas de extracción musulmana, dio como resultado una cifra de 32 personas fallecidas, tras el empleo de armas y explosivos. En noviembre del año pasado, siete ciudadanos belgas y franceses de extracción musulmana emplearon armas de mano y explosivos para asesinar a 130 personas en restaurantes, un teatro y en instalaciones deportivas en París. Un atacante adicional era un refugiado, y otro no pudo ser identificado. Ambos ataques, según se informó, fueron inspirados en ISIS. En enero del mismo año, tuvo lugar el famoso ataque en las oficinas de Charlie Hebdo -también en París-, con dos ciudadanos franceses de extracción argelina dispararon a trece personas, en tanto afirmaron haberse inspirado en al-Qaeda.
Aquí, en los Estados Unidos, recientemente hemos padecido dos ataques. En junio, cincuenta ciudadanos estadounidenses fueron ultimados en un club nocturno de Orlando (Florida), en medio de un tiroteo perpetrado por un ciudadano americano nacido de refugiados afganos; esta persona juró lealtad a ISIS, pero terminó siendo evaluado por sus problemas mentales. En diciembre de 2015, catorce personas fallecieron en San Bernardino, a manos de un pistolero nacido en la ciudad de Chicago -de ascendencia paquistaní- y de su mujer -nacida en Paquistán-. Ambos juraron lealtad a ISIS.
Si Donald y Hillary en realidad se proponen proteger a los estaounidenses y de verdad buscan tomar pasos en tal sentido, ¿qué puede hacerse para hacer frente a cada categoría de asesinos en masa, y a cada tipo de arma empleada? La respuesta conveniente de Hillary Clinton, que ya está ofreciendo al público, es el control de armas. Pero cualquier analista de los recientes incidentes sugiere que siempre será sencillo obtener armamento, aún en un ambiente estrictamente controlado como el de Europa Occidental. En el Viejo Continente, los proveedores suelen tener la capacidad de vincularse con aquellos interesados en adquirir armas de mano o rigles. Muchas de las armas tienen como origen los Balcanes (particularmente, Kosovo, en donde la disponibilidad es relativa) y terminan llegando al oeste del suelo europeo. De igual manera, en los Estados Unidos, nuevas leyes no eliminarían los centenares de millones de armas ya en manos privadas. De tal suerte que el control de armas se presenta como una solución simple y al alcance de la mano, pero que difícilmente lograría mucho.
Otro prometedor enfoque, respaldado por Donald Trump, vincula al terrorismo con el Islam. Trump ha propuesto prohibir el ingreso al país de todos los musulmanes, o bien de aquellos residentes de un puñado de países en donde la violencia se ha vuelto metástasis, promocionada por fundamentalistas islámicos. El candidato también ha sugerido que podría implementarse una 'restricción extrema' para ciudadanos de naciones europeas sujetas a reiterados ataques terroristas. El presidente exhibe considerable autoridad para dar inicio a limitaciones de visado o emisión de visados, aún cuando cualquier tipo de sistema de filtros basado exclusivamente en religión antes que nacionalidad podría -sin dudas- tropezarse con problemas legales.
Algunos podrían argumentar, con algún criterio de plausibilidad, que, si paquistaníes y afganos hubiesen visto su ingreso a Estados Unidos prohibido, Orlando y San Bernardino no hubiesen tenido lugar. Pero es difícil imaginar que el solo hecho de descartar algunas nacionalidades en la lista de potenciales inmigrantes sea una política sostenible. Sería mucho mejor desarrollar procedimientos investigativos para descartar potenciales problemas mucho antes de que sean emitidos los visados -pero nadie está proponiendo esto.
De igual manera, si los árabes de Africa del Norte fueran objeto de restricciones para residir en Europa, la mayoría de los seis incidentes antes citados probablemente no hubiesen ocurrido. Con todo, casi la totalidad de los perpetradores nacieron en Europa, o bien eran ciudadanos naturalizados; solo dos eran refugiados. Esto sugiere que Europa ya cuenta con importantes minorías musulmanas que se ven infectadas por la enfermedad del extremismo, que en Estados Unidos comporta la referencia de 'extremismo doméstico', de tal suerte que la clausura de la inmigración podría tener un pobre resultado. No es práctica ni políticamente imaginable que las colectividades musulmanas existentes deban ser expulsadas, dejándonos en manos de la opción de un incremento en la vigilancia policial.
Clinton, a diferencia de Trump, se muestra a favor de procedimientos más laxos en la emisión de visados, posiblemente porque ella se vio recientemente involucrada en la implementación de tal papeleo. Pero existe el enfoque razonable que se posiciona en medio de la exclusión y la política de puertas abiertas: esto es, restringir visados para postulantes que puedan ser evaluados bajo procedimientos existentes. Si acaso cada aspirante pueda abrazarse a la sintonía fina de un sistema obviamente disfuncional, ello no está claro. También podría haber una considerable interferencia desde un Congreso que busque castigar a algunos países, al momento de poner en marcha determinada legislación y provea los fondos para ello.
A fin de cuentas, Usted no puede detener el flujo de armas, y también es difícil crear una base racional para obstaculizar el ingreso de nuevos visitantes e inmigrantes, pero el problema real consiste en identificar a los mentalmente perturbados y a aquellos influenciados por grupos como ISIS quienes, en conjunto, han llevado a cabo la totalidad de los ataques de carácter terrorista en los pasados cinco años. Estados Unidos podría destruir al califato de ISIS físicamente, haciéndolo desde el aire, al costo de, quizás, miles de vidas de civiles inocentes. Pero no puede eliminar la muy efectiva maquinaria de propaganda que el grupo exhibe en el Internet. Y, cuando ISIS se respalda en proxies del tipo 'lobo solitario' o células independientes para escenificar ataques, los servicios de seguridad de la nación se muestran recurrentemente incapacitados para identificar a los afiliados que en realidad se ven motorizados por ISIS -que comportaren la posibilidad de ser descubiertos y fueran susceptibles de ser desmantelados (si acaso existieren).
Aún cuando ISIS no comporta un califato físico, persistirá en formato online y será accesible para aquellos que lo busquen. Y cuando, inevitablemente, algún día, termine siendo relevado por grupos más radicales para los caídos del sistema. Los intentos de las fuerzas de la ley en los Estados Unidos para identificar a aquellos individuos que intenten interactuar con sitios web extremistas, empleando luego informantes para construir casos criminales contra aquéllos, en realidad asisten a un sistema o proceso que, probablemente, cree más radicalización que la que busca impedir. Y, en lo que respecta a los psíquicamente perturbados, solo salen a la superficie cuando son denunciados a las autoridades por un miembro de sus familias o por un proveedor de servicios de salud, de tal manera que es poco lo que puede hacerse para prevenir incidentes -más allá de alentar tales denuncias.
Finalmente, no interesa aquello que los candidatos a la Presidencia prometan hacer; las opciones disponibles para el próximo presidente de los Estados Unidos a la hora de lidiar con ISIS y otros personeros del terrorismo no son muy prometedoras. Los intentos de deshacerse de las armas y de deportar a ciudadanos con derechos de nacimiento serían, en ambos casos, ilegales y presentan dificultades de aplicación práctica. El mantener a visitantes peligrosos alejados de las fronteras sería una variante altamente deseable, pero se encuentra, probablemente, más allá de las capacidades de los burócratas del gobierno -y no se percibe que puedan desarrollar y administrar tal variante con éxito. Mientras tanto, el FBI y la NSA leen emails, escuchan conversaciones telefónicas, y reaccionan. Por mi parte, imaginaría que una revisión post-electoral de la seguridad nacional deberá devolver un escenario en donde todas las partes vuelquen su frustración, ante la escasez de opciones razonables. Probablemente, el nuevo presidente se vuelque al respaldo del status quo.
Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/the-terror-of-the-status-quo/ | Traducido y republicado por El Ojo Digital con permiso del autor y de The American Conservative magazine (Estados Unidos)
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.