Un año de Cambiemos: Mauricio Macri y los paladines del status quo
La fulgurante llegada de Mauricio Macri y su glamorosa partenaire Juliana Awada...
La fulgurante llegada de Mauricio Macri y su glamorosa partenaire Juliana Awada a la Casa Rosada hace poco más de un año -habrá que subrayarlo: Gabriela Michetti ofició, con suerte, de lastimero elemento decorativo- consignó el final de la 'década ganada' kirchnerista y sus peores costumbrismos. Se auspiciaba la aniquilación de la dictadura del graserío (si fuera necesario remitirse a los conceptos de un corrosivo Alfonso Prat Gay) y comenzaban a cincelarse las lápidas que decretarían la defunción política de los más funestos promotores del populismo bolivariano doméstico.
Aquel espíritu positivista inicial ganaba empuje junto a la primer buena nueva, coincidente con la puesta a término del contrapunto nacional con el psicólogo Paul Singer y un puñado de hedge funds neoyorquinos. Estos habían decidido cobrarse revancha con el país, tras su sanguinolento duelo personal con Cristina Elisabet Fernández Wilhelm de Kirchner.
Sin embargo, el optimismo ante la nueva Administración sería breve.
La fuga del tándem delincuencial compuesto por los hermanos Lanatta y Víctor Schillaci terminaría exponiendo cabalmente las carencias de Patricia Bullrich, Ministro de Seguridad. El organigrama de marginalidad orquestado entre policías de la Provincia de Buenos Aires y sus secuaces en el ámbito judicial seguía intacto -al menos, los hechos así lo certificaron entonces. Bullrich redoblaría luego la apuesta, de la mano de su tristemente célebre promoción de un protocolo antipiquetes que las organizaciones sociales vinculadas a Su Santidad Francisco se esmeraron en bañar de ridículo. En tiempo y forma, la funcionaria más impopular de Cambiemos se metería de lleno en otra tropelía, que daría color al Affaire Pérez Corradi -prolegómeno sobre el que nadie jamás volvería a comentar. La Señora Bullrich -sin comprenderse a ciencia cierta las razones que la mantienen allí- continúa en su puesto; confirmando la veterana presunción de que la dirigencia política (sin importar el color ideológico-retórico) respeta a rajatabla el primer renglón de su librillo, esto es, recompensar la ineptitud, la inoperancia y el oportunismo. El contacto periódico de la Ministro con su íntima amiga Nilda Garré, mientras tanto, la ha llevado a intercambiar ideas y sugerencias con el albacea de aquélla, el General (R) César Milani. La seguridad ciudadana continúa siendo una suerte de bendición esquiva; el gobierno de Mauricio Macri es incapaz de ofrecer solución alguna al problema, y esa realidad se comprueba a diario en todas las localidades del país. Los nombramientos -por ejemplo- en el área responsable del control de precursores químicos merodean la peligrosa sinonimia con el kirchnerismo: se reemplazan militantes con otros, de color amarillo. Por su parte, en esa maloliente ciénaga que siempre ha sido la administración de justicia, todo permanece intacto: María Romilda Servini de Cubría, Rodolfo Canicoba Corral y Eduardo Freiler (entre muchos otros) ni piensan abandonar sus juzgados. Se perpetúa, de esta manera, el herrumbrado servomecanismo a través del cual los magistrados de siempre nutren sus respectivos kioscos, consensuando términos y condiciones con cualquier nuevo gobierno. Alejandra Gils Carbó -ya se sabe- tampoco da el brazo a torcer, y se ha abroquelado en la jefatura de todos los fiscales del país; regenteando como antes la conducción del espectrograma filoterrorista bautizado como Justicia Legítima. Para encabezar la resistencia a este esperpento, el Presidente había comisionado a un estéril Federico Pinedo -no sería necesario apuntar mucho más.
Las relaciones de la República Argentina con el mundo bajo el propagandismo cambiemita también caerían víctima de la decepción. La protagonista central en este apartado ha sido, obviamente, la Canciller Susana Malcorra, quien fracasó miserablemente al pretender utilizar su función como trampolín desde el cual acariciar la Secretaría General de Naciones Unidas. Mientras que la prensa especializada internacional jamás la tuvo siquiera en consideración, Malcorra puso de suyo (en comunión con el próximamente ex embajador argentino en Washington, D.C., Martín Lousteau) para promocionar la candidatura presidencial de Hillary Rodham Clinton en todo ámbito diplomático habido y por haber. Tan tristes como su apuesta fallida fueron sus desmentidas posteriores; hizo caso omiso del más suculento archivo periodístico, basado en sus propias declaraciones e instantáneas junto a la derrotada aspirante del Partido Demócrata.
¿Qué podría decirse de la economía, salvo tal vez refrendar a viva voz que el promocionadamente 'segundo semestre de despegue' ha sido una entelequia digna del engaño más explícito? Tal vez influído por sus consejeros, el Presidente de la Nación estimó que las alicaídas finanzas públicas serían rescatadas por un blanqueo exitoso. Pero surgió un problema: ni bien el programa de sinceramiento fiscal anuncióse como un logro destacado, Macri cayó víctima de la prerrogativa demagógica del massismo de gravar a los [falsamente] 'más ricos'. Así las cosas, la iniciativa comprada por el oficialismo de gravar la renta financiera golpea directamente en la línea de flotación a las PyMEs y a inversores minoritarios -esto es, buscadores y generadores de crédito para la producción. Muchos de quienes aplicaron para el blanqueo se percataron, casi de inmediato, que fueron estafados, tal como se daba con recurrencia en los años ochenta. Peor resulta la ecuación y más se exaltan los ánimos cuando, conforme los hechos lo ilustran acabadamente, Balcarce 50 no oculta su interés en aspirar fondos del sector privado para luego entregarlos incondicionalmente a piqueteros y extorsionadores profesionales como Emilio Pérsico, a centenares de miles de puestos prescindibles en el Estado Nacional, o a gobernadores peronistas que -sin perder un minuto- invierten el dinero en financiar gastos corrientes (léase: populismo y sobrecalentamiento de los sectores públicos provinciales de la mano de más nombramientos). Una suerte de autocratismo-populistoide de orden macro, copia fiel del implementado por Horacio Rodríguez Larreta (a estas alturas, el peor jefe comunal en la historia de la Ciudad de Buenos Aires): dueños de vehículos deben pagar al municipio el denominado Fondo SUBTE, para que el GCBA construya una boca de subterráneos en la Villa 1-11-14. Entre otros incontables y onerosos ejemplos de despilfarro: financiamiento de transporte para cartoneros y de celebraciones para representantes de murgas; calles y avenidas que se pavimentan varias veces en un año cuando no es necesario; subsidios que la Ciudad otorga a ciudadanos extranjeros sin mediar preguntas; etcétera.
¿Remite Cambiemos a una proposición verdaderamente revolucionaria en lo que hace a la gestión, o -como no pocos sospechan ya- su agenda fenece en un expresionismo en forma de edulcorado timo que suena a armoniosa melodía para propios e independientes pero que, a la postre, termina consolidando las raíces del más pernicioso status quo?
Toda vez que el Presidente Mauricio Macri reconoce solo ante íntimos que no buscará presentarse a un segundo período, ha de procurar centrar toda su atención en que su legado de cuatro años no sea fagocitado por el olvido. A esto, precisamente, juegan Sergio Tomás Massa, Roberto Lavagna y otros enmohecidos embajadores del más turbio pejotismo.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.