¿Se está perpetrando un genocidio en Burma?
A pesar del nuevo y relativamente democrático gobierno de Burma, la discriminación contra...
A pesar del nuevo y relativamente democrático gobierno de Burma, la discriminación contra la minoría rohingya musulmana en el país continúa. Nuevos informes hablan de un resurgimiento de la violencia, multiplicando las preocupaciones que indican que los rohingya están siendo víctimas de genocidio.
En 2014 y 2015, un aproximado de 47,000 ciudadanos de la etnia rohingya abandonaron Burma por vía marítima, contribuyendo a lo que se conoció como la crisis de migrantes en el sudeste de Asia. Para entonces, sin embargo, Burma se hallaba bajo control de una junta militar y era conocido como uno de los países menos libres del globo. Bajo el liderazgo de Aung San Suu Kyi, Burma está ahora en mejor posición para asistir a los rohingya -pero, hasta el momento, Suu Kyi ha fracasado a la hora de tomar medidas adecuadas.
La Organización Internacional de Migración estima que 21 mil rohingya han abandonado el país en las últimas semanas. La mayoría dejó los distritos de Maungdaw y Rathedaung districts, localidades en las que fotografías satelitales de Human Rights Watch exhiben hogares incendiados y localidades arrasadas. Burma está obstaculizando la llegada de ayuda humanitaria a tales áreas, recortando insumos esenciales como ser alimentos y asistencia sanitaria para un estimado de 130 mil personas. Las cifras precisas no pueden determinarse, dado que los periodistas tienen taxativamente prohibido ingresar a la zona.
Los refugiados que logran huir terminan siendo presas de otras dificultades al ingresar a Estados vecinos. Bangladesh clausuró sus fronteras a los rohingya en 1992, tras absorber a unos pocos cientos de miles de refugiados de las crisis de los años setenta y ochenta. Un estimado de entre 300 mil y 500 mil rohingya residen actualmente en Bangladesh. Australia también ha cerrado sus fronteras a los rohingya, declarando que el reasentamiento es responsabilidad de las naciones del sudeste de Asia.
Tanto Indonesia como Malasia acogen a los rohingya, pero los tratan como migrantes indocumentados, lo cual implica que reciben escasa protección. Tailandia es, quizás, la nación más abierta en el sudeste de Asia. Con todo, los refugiados allí corren el peligro de ser explotados por traficantes de personas. La respuesta de Aung San Suu Kyi ha sido poco coherente. En un discurso del 21 de septiembre ante Naciones Unidas, aquélla expresó su deseo de proteger los derechos humanos y prometió fijar compromisos con miras a investigar la región de Rakhine. Sin embargo, no mencionó a los rohingya en su discurso, refiriéndose elípticamente al 'Estado Rakhine'.
Los budistas nacionalistas de Burma se refieren a los rohingya como 'bengalíes', término despectivo que subraya su condición de extranjeros, y es crucial para Suu Kyi legitimizar a los rohingya, mencionándolos en forma directa. Desde septiembre pasado, el despacho de Suu Kyi ha faltado a las promesas realizadas. La oficina del consejero gubernamental -haciéndose eco de los militares- negó que la persecución esté teniendo lugar en Rakhine. Suu Kyi misma presentó un reclamo contra Naciones Unidas por haber informado la organización que Burma se hallaba involucrada en un proceso de 'limpieza étnica'. Suu Kyi exigió a la comunidad internacional que ponga término al 'redoble de tambores que motoriza mayores cuotas de resentimiento'.
Un informe del think tank estadounidense The Heritage Foundation (que versa sobre la crisis de migrantes en el sudeste de Asia) observa que existen medidas que el gobierno de Burma podría tomar para mejorar las condiciones para los rohingya:
Burma se rehúsa a reconocer que su política hacia los rohingya se ha exacerbado y que, en gran parte, ha provocado la crisis de migrantes. Las cédulas de identidad -la última pieza identificatoria con que los rohingya pueden contar en Burma- fueron revocadas recientemente por el gobierno. Burma debería legalizar a los rohingya, especialmente a aquellos ciudadanos de esta etnia que ya califican legalmente como tales.
Suu Kyi bien puede haber caído víctima de las fuerzas centrípetas del nacionalismo, y de presiones de organizaciones de derechos humanos; pero ha de dar pasos firmes con miras al reconocimiento de los rohingya como ciudadanos. Como mínimo, Suu Kyi ha de aclarar su retórica, y comenzar a hablar en nombre de estas personas perseguidas.
Artículo original en inglés, en http://dailysignal.com/2016/12/14/is-there-a-genocide-happening-in-burma/
* Artículo desarrollado con la colaboración de Hannah Cudal
Es asistente en investigación en el Centro de Estudios Asiáticos en la Fundación Heritage, Washington, D.C. Sus artículos se publican en el sitio web The Daily Signal (Estados Unidos).