Perú deriva (gratis) sus problemas sociales hacia la Argentina
¿Se encuentra Argentina en condiciones de subvencionar la política social de terceros países?
¿Se encuentra Argentina en condiciones de subvencionar la política social de terceros países? ¿Puede el Perú transferir sus recursos humanos más problemáticos a países regionales, cuando éstos ostentan una tasa de crecimiento inferior y mayores problemas estructurales, sin ofrecer forma alguna de cooperación? ¿Puede Perú mirar para otro lado, mientras sus ciudadanos extienden redes criminales en países no centrales que enfrentan crisis determinantes para su propia sobrevivencia? Aquí, algunas reflexiones sobre la necesidad de un reconocimiento entre estado de origen y estado receptor de la migración.
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Estos últimos días, dos noticias en apariencia anodinas han vuelto ha poner sobre la mesa la cuestión de la migración intrarregional en América del Sur. El caso de Julieta Rodríguez, una joven argentina que trabajaba de animadora de discotecas y con una presencia en el rubro de los reality en Lima, cuyos mensajes racistas 'indios marginales', 'cholos horrorosos' y otras bondades de la misma índole causaron -legítimamente- una fuerte conmoción en Perú. Una semana después de la publicación de esos audios, el 13 de diciembre 2016, la joven fue citada por la División Extranjería de la Policía Nacional del Perú. El viernes pasado, en un raro celo administrativo, Rodríguez fue deportada, manu militari, en un desfiladero de cámaras de televisión, bajo el motivo de no haber actualizado su domicilio en el país andino.
En forma concomitante, otro viaje, conectando Buenos Aires y Lima, hacía hablar de él. Se trataba del retorno del joven, pero viejo en el crimen, Brian Joel Cruz González, de 16 años, nacido en Argentina (por ende, de nacionalidad argentina), autor material del asesinato de Brian Aguinaco (foto), de 15 años. Los médicos no pudieron salvar a Brian el Bueno, del disparo recibido de Brian el Malo, en la vigilia de Navidad. Brian el Malo fue sobreseído, en razón de su minoría de edad, y sin mediar forma alguna de sanción educativa, lo cual contraviene hasta la disposición jurídica de 'interés superior del menor' de la Declaración universal de los Derechos del Niño. Negar una sanción devenga en negar educación.
El joven partió hacia el país de origen de sus padres apenas pronunciado el fallo, y provocando, a su vez, una tremenda conmoción aún palpable en un país no obstante sobradamente curtido por tragedias de ese género.
Padre y madre de Brian el Malo 'ejercen' de narcos en la Villa 1.11.14. El padre está establecido en Perú después de ser deportado de Argentina y, luego, de Chile. El asesino, a pesar de su corta edad, pertenecía a una pandilla de ladrones que opera en moto (motochorro, en slang argentino). Cada uno de los miembros de esa parentela se desempeña dentro de una especialidad delictiva y cada uno de los aspectos de la vida refiere a la violencia, al dinero mal habido, a la solidaridad mafiosa. La artesanía peruana, en este caso, nada tiene que ver con la cultura precolombina, a menos que se contemple la dimensión homicida.
En esa contraposición de monstruos, el caso de Julieta Rodríguez refleja un deleznable nivel de racismo, aunque cabe matizar que la conversación fuese de orden privado, y los dichos fueran destinados a dos particulares de su cerco de relación. Por otra, parte Rodríguez no es precisamente una peruanista y no es por su calidad de criterio que es contratada para el tipo de prestación que se exige -o exigía- de ella.
Si vamos por el racismo, nadie detiene el monopolio. Muy por el contrario. Existe un prejuicio según el cual, cuanto más blanco, más racista. La última frase de Brian el asesino a su víctima, que debía ser una asiática, antes que la bala alcance a Brian el bueno, fue: 'China de mierda, dame todo o te quemo'. El racismo de algunas minorías es estridentemente más potente, más profundo, más desinhibido y más efectivo en la denegación de humanidad hacia quien pertenezca a otro grupo étnico.
Contraponiendo un caso con otro, el de miles de ciudadanos peruanos de tipo Brian el malo en Argentina, con el de Julieta Rodríguez, no es exagerado decir que Perú sobreactuó un tanto. Porque existe una realidad, y es que los ciudadanos que Perú exporta a Argentina tampoco son émulos de Mario Vargas Llosa, pero además generan problemas que van mucho más allá del mal gusto y la libertad de expresión. Es un recurso humano que no siempre gana a ser conocido. Claramente, se guardan los mejores. La Argentina exporta sus élites a países centrales; Perú exporta su excedente criminal a Argentina o donde pueda. No es precisamente un caso modelo de la globalización o de la integración regional.
A diferencia de los flujos migratorios que eligen estados centrales del hemisferio norte, dotados de economías más sólidas, la Argentina es un país que padece de dificultades económicas que vienen de lejos. Un tercio de su población vive en condiciones de pobreza, lindando la indigencia. Sus problemas de infraestructura son conocidos y condenan grandes porciones de su territorio del interior al subdesarrollo, inclusive el de sus minorías étnicas. Sobre todo, su realidad macroeconómica tras una década de desidia kirchnerista es peor que la de Perú, cuya última Administración -a pesar de algunos casos insoslayables de corrupción, siendo América Latina lo que es- fue una gestión mucho más precavida.
Desde 2011, el crecimiento del Perú se ha mantenido por encima del promedio de los países latinoamericanos. A pesar de la dependencia a su sector minero, la membresía al tratado de cooperación de la zona Asia Pacifico (APEC) le garantiza desemboques para una producción crecientememte diversificada. Relación ahora reforzada por nuevos acuerdos firmados entre el flamante presidente Pablo Pedro Kuczynski (PPP) y su par chino Xi Jinping. Se mire por donde se mire, la situación peruana es infinitamente superior. El crecimiento para 2017 sería entre 3,2% y 4,2% en Perú, en Argentina en consenso prospectivo sería de 2,2% en el mismo período. La deuda pública en Perú es en parte de PBI de 23,3%, en Argentina de 46%, el desempleo en Perú es de 6,5%, en Argentina -según el INDEC- de 9,3%. La inflación de 4,45% en Perú, de 26,9% en Argentina. Cuando se observan las estadísticas migratorias y se las corrige por categoría profesional o nivel de educación, de los argentinos que migran a Perú y de los peruanos que migran a Argentina, claramente el ganador es -de nuevo- Perú.
La Argentina es aquí también un caso paradigmático de país que ejecuta la política social de un país tercero, siendo objetivamente más pobre que éste. En un marco de modernización de política de Estado, tal paradoja sería inconcebible, de no ser un acuerdo de cooperación el cual estipule al país de origen el modo de saldar la factura que representa en termino de prevención y represión del delito, educación, política habitacional, sanitaria, todo aquello que conlleve ese esfuerzo.
De ese punto de vista, la mayor vulnerabilidad de la Argentina es padecer de un complejo de castellano viejo, tal vez su último rasgo heredado de la Metrópoli: el hidalgo que se tira migas de pan en la barba para dar a creer que comió cuando no comió, como en el Lazarillo de Tormes. Es el único país de América Latina que hace parte del G20, cuando su patrimonio industrial es de los más obsoletos de la región. La Argentina se ve como una potencia, cuando estaría en situación de recibir ayuda internacional -de aceptar ser representada como país en desarrollo. Lima, sede la de antigua autoridad virreinal, no se representa con tantas ínfulas y no pasa vergüenza en dejar en manos de otros sus pobres, a través del factor migratorio.
Históricamente, la Argentina padeció un complejo de 'como si', que su miles de psicoanalistas no lograron sanear. Se vive como Suecia, a pesar de la cuenca del Riachuelo, a pesar de sus villas de emergencia, a pesar de los números. A diferencia de México, que trata peor a los migrantes guatemaltecos que cualquier política concebida por Donald Trump, la Argentina recibe a todo el mundo. A veces, lo hace por cálculo político, porque son carne de cañón del clientelismo, especialmente durante el kirchnerismo, cuando la 'Patria Grande' se prestaba al acarreo. La mayoría de las veces, los recibe simplemente porque el acceso a la salud pública es gratis y es para todo el mundo.
Esta década se abre sobre un desgaste psicológico aferente a todas esas posturas impostadas que chocan con la realidad. El clash étnico entre la carita del Brian víctima y la del Brian verdugo que alardea de su fechoría en Facebook, actuó como una parábola. Hay un gran grupo humano designado como sujeto de un relato victimizante que se arroga el derecho de matar por despecho (Brian asesino) y un grupo que no revindica nada, del cual se ha decretado que es portador de un pecado original y puede ser matado (Brian blanco); pero éste último no inspira compasión, porque no es parte de una estética miserabilista y, de alguna manera, 'tiene su merecido'.
Por fortuna, aquél relato perverso está llegando a las postrimerías. La revolución del sentido común le está fijando un techo al atropello y al sentimiento de híperpotencia, característica fundamental de la mente criminal, y la censura de plomo sobre este tema es cosa del ayer. Todavía prevalece una regla no escrita desde la segunda mitad del siglo XX que es que la epistemología en ciencias sociales se para ante el origen étnico de la persona. Pero la cuestión peruana en Argentina no puede seguir siendo desatendida. El nivel de organización de los grupos narcos, en particular en la villa 1.11.14, se traduce por consecuencias tan desafiantes para la seguridad y la paz civil que no pueden recaer únicamente al cuidado de las autoridades receptoras.
PS: Argentina no le 'devolvió un asesino' al Perú, como lo publicara una columnista de aquel país; lo padeció. 'Gracias; de nada', podrían decir los argentinos. Porque, realmente, ha sido por nada.