Donald Trump, una dosis de tribalismo frente al mundo libre
No ha habido respiro en la primera semana desde que el presidente número 45 de Estados Unidos...
No ha habido respiro en la primera semana desde que el presidente número 45 de Estados Unidos se instalara en la mítica Oficina Oval, sin que alguna noticia venga a romper con los esquemas preestablecidos y genere polémica como pocas veces antes. Desde ese punto de vista, el Trump del cual se advertía que iba a entrar en el molde, una vez asumido, se mantiene fiel a sí mismo.
Entre todas las polémicas, la prohibición de entrada a ciudadanos de siete países, inclusive quienes dispondrían de la doble nacionalidad, y aun habiendo cumplido con los trámites de migración, es lo que más remueve el hinterland de las redes sociales y más allá. Entre los países impactados por el Orden Ejecutivo están: Siria, Irak, Irán, Sudán, Somalia, Yemen y Libia. La prohibición es percibida como una medida antimusulmana, a pesar de estar circunscrita a esos países. Lo es cuanto más que el republicano ha explícitamente declarado privilegiar los refugiados cristianos de Oriente, marcando por primera vez una forma de discriminación positiva hacia la minoría más perseguida del mundo. Curiosamente, el clero cristiano de Estados Unidos, todos sus cultos incluidos, tanto la Conferencia de Obispos como los protestantes, en lugar de aplaudir la medida expresó su condena. En declaraciones a The New York Times, el obispo Joe S. Vázquez, presidente de la Comisión de Cuestiones Migratorias, considera “que todos tienen que estar asistidos de la misma manera, independientemente de sus creencias”. El punto de Donald Trump es precisamente que no pueden equipararse víctimas y verdugos, haciéndose eco de un principio básico de filosofía de derecho penal. En esa acepción, los cristianos deben ser auxiliados con prioridad. Algo que la canciller alemana, Ángela Merkel, quien tuvo a bien aleccionar al nuevo presidente sobre la Convención de Ginebra durante su conversación telefónica del viernes, y con el factor agravante de ser ella misma hija de un pastor, se olvidó de poner en aplicación.
De tratarse de una medida antimusulmana, sería la primera vez que un jefe de Estado no musulmán tomaría medidas de restricción por motivos religiosos. Hasta ahora, los únicos países en prohibir la entrada a su territorio motivados por la discriminación religiosa, son Arabia Saudí y varios países del Golfo, los cuales otorgan visas a cuentagotas y sólo por motivos de negocios. Las restricciones a la entrada de 'infieles' o de fieles no adinerados en los Países del Golfo son permanentes y las posibilidades de circular libremente para quien tenga un visado son significativas. La restricción emitida por Donald Trump por su parte es aplicable sólo durante 90 días, y nada dice que sea seguida de otras medidas similares.
En el fondo, la medida del flamante presidente es estrictamente simbólica. Puesto en perspectiva, Estados Unidos recibió muy pocos refugiados en comparación con las pequeñas repúblicas europeas. El protagonismo de Barack Obama, 'charm singer', consistió en hablar mucho desde el atril pero luego, nada. En 2016, Estados Unidos recibió 12.486 sirios en comparación con 1,5 millones de refugiados solo para Alemania entre 2015 y 2016. Cualquier país de Europa Occidental ha actuado con una generosidad mucho más desaprensiva que Estados Unidos desde que se desatara la “crisis de refugiados”. Ello, a pesar de ser la Administración Obama la causante del exilio y del caos en la zona del Sham a través de su ridícula aventura de “Primaveras Árabes”, por si fuera poco el haberse retirado a secas de Irak y finalmente haber financiado directa o indirectamente todo grupo yihadista, con la bandera en todo igual a la de Daesh terminando por el sufijo al-Sham.
Por ser simbólica la medida de Trump no es menos importante. Es bueno que el mundo musulmán sunní, especialmente aquel que ha sido wahabizado o afianzado a la hermandad musulmana, ese otro árbol del mal, se sienta rociado por primera vez en la historia contemporánea por una forma de reciprocidad. Es bueno fijar un techo de tolerancia a la idea que se hacen los Estados musulmanes de la libertad religiosa en sus territorios; del deber de protección hacia las iglesias y confesiones no musulmanas, las cuales son perseguidas y sus fieles asesinados; que se tenga memoria de los atentados y estragos cometidos y si no ensalzados por doquier en nombre de esa religión; que se condene el racismo practicado en sus regímenes, por otra parte alérgicos a la democracia y al respecto de los derechos humanos. Es bueno que se imprima una dosis de simetría, deplorando todo aquello que abarque una ineludible arbitrariedad.
La Liga Árabe expresó su “preocupación” en un escueto comunicado. No puede ser más expansiva. En efecto: ¿Cómo reprochar a Estados Unidos de hacer en pequeño lo que hacen en grande las naciones árabes? Especialmente teniendo en cuenta que, aparte de Turquía, Líbano y Jordania (y hay que ver lo mal que los tratan), ninguna de las petromonarquías recibe refugiados, porque sus dirigentes tienen el corazón más duro que piedra de lapidación. Hasta Israel ha recibido y curado más víctimas musulmanas sirias del conflicto que cualquier monarquía del Golfo, a pesar del inminente riesgo que puede representar para el pequeño estado.
La medida impuesta por Trump tiene de original que instala una cierta idea de tribalismo, aunque provenga de una nación pluriétnica. Y lo hace ante un enemigo cuya sociedad endógama no cede derecho de ciudadanía a quien no piense, no rece, no ame de la misma manera. Desde ese punto de vista, la actitud de Trump puede ser equiparable a un esfuerzo de negantropismo; una mutación de los principios fundadores de la sociedad abierta surgida en defensa propia. Mutación que como todas las mutaciones no necesariamente pasará a la generación siguiente, al próximo gobierno, pero habrá inoculado su antídoto el tiempo que sea necesario.
Los peros
Pero hay un pero. Entre todos los países prohibidos de entrada, no figura el reino del Mal por antonomasia. No figura Arabia Saudí. En el blog Angry Árabes [i], un comentarista hace la lista de los grupos yihadistas de acuerdo a sus patrocinadores. Ninguno de esos Estados sin los cuales existirían esos grupos, que también están detrás de la ola de atentados en Europa, se encuentra en la lista de Trump. De ese punto de vista, el presidente 45 le da continuidad a la ceguera de su predecesor. La actitud de la aviación americana en Yemen y los crímenes contra los hutíes (chiítas) para complacer a Arabia Saudí es una cuestión espinosa de la cual el Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, debería responder. Resta ver si esa política tendrá continuidad bajo la actual Administración.
El otro punto fuerte de la semana ha sido México y la cuestión del muro entre ambos países del norte -y quién lo pagará. Trump insiste en que debe hacerlo México. Si la cuestión migratoria es, por excelencia, una cuestión de soberanía y Estados Unidos, con el presidente que sus ciudadanos han elegido, decide erguir ese muro ¿quién se lo va a restregar? Pero no puede pedir a México pagar por su política edilicia. El hostigamiento hacia Enrique Peña Nieto está tirando contra las cuerdas una supervivencia de gestión política razonable en un contexto de alta tentación populista. Populismo cuyos voceros son propagandistas de alto vuelo, entre otros la presentadora estrella de CNN, Carmen Aristegui. Por otra parte, el Mexican bashing de Trump ignora la dificultad técnica de un país que, a pesar del flagelo estructural que representa su crimen organizado, ha realizado un progreso real en su lucha contra el tráfico de personas. Por fin Trump percibe el mundo desde su experiencia, la de una fortuna realizada en el real estate no en la industria. Es un formato de capitalismo bien distinto. La deslocalización de la producción de la Unión a México es buena para ambos. Los dividendos creados son parte de la receta del crecimiento estadounidense. México continuará siendo el vecino de Estados Unidos después de Trump, pero si éste no modera su discurso antimexicano, se convertirá en el patrocinador de una nueva república populista a sus puertas. Y populismo y narcotráfico, cuando se encuentran, hace muy buenas migas.
Donald Trump ha sido votado a pesar de ser un advenedizo -o, acaso, por serlo-, con la esperanza de que instale una forma de inmediatez en la realización de ideas sencillas, centradas en el reflejo tardío de protección de una nación, allí donde otras ideas sencillas instalaron un caos sin precedente, cuyo aspecto más indecente ha coincidido con el financiamiento del terrorismo más bestial de la historia. Son dos lecturas simplistas del mundo, ante las cuales el instinto de conservación prefiere el primero.
Referencias
[i] http://angryarab.blogspot.com.ar/2017/01/your-guide-to-syrian-rebel-groups.html