Argentina: mucho, poquito, nada
No se trata de deshojar la margarita, sino de analizar la ecuación fiscal argentina...
08 de Febrero de 2017
No se trata de deshojar la margarita, sino de analizar la ecuación fiscal argentina -sin lugar a dudas, nuestro principal problema.
Podemos hacer una matriz de la cual obtengamos las combinaciones posibles entre exacción fiscal y prestación del gasto público. Analizaremos tres opciones.
Puede haber países donde el Estado extrae 'mucho' (presiones tributarias superiores al 45%) pero, a la vez, la prestación es satisfactoria para la población.
Podría ser el mentado caso de los países escandinavos, donde la presión tributaria es elevada (aunque con tendencia decreciente) y la prestación es elevada, pese a que en los últimos años se esté discutiendo cada vez más el Estado de bienestar.
Cabe destacar que esta ecuación de 'mucho–mucho' fue una consecuencia y no una causa del progreso de dichos países. Noruega, Suecia y Finlandia han tenido un marcado desarrollo capitalista privado (básicamente por su seguridad jurídica) previo al crecimiento o ampliación del Estado.
Otra combinación puede ser 'poquito-poquito', esto es, países donde el Estado está casi ausente, ni cobra impuestos ni ofrece absolutamente nada. Somalia y otros Estados fallidos pueden ser un buen ejemplo. Nada por nada. Ni se cobran impuestos ni el Estado ofrece las mínimas garantías de progreso. Ni se respeta la propiedad, ni se ofrecen servicios sociales básicos.
Por último podemos ver el caso argentino. 'Mucho por nada'. Esa es nuestra ecuación fiscal. Muchos impuestos y casi ninguna contraprestación. Cada mes, una PyME tiene once vencimientos impositivos en veinte días hábiles. Más de un impuesto cada dos días. ¿A cambio de qué?
La Argentina es una economía de permisos. El Estado obliga a todas las empresas e individuos a pedir permiso mediante costosos trámites para ejercer una libertad que es previa, incluso, a la existencia del Estado. La Constitución Nacional es violada de punta a punta. Es el Estado el que debe pedir permiso a los ciudadanos, y no al revés. La hemos leído mal y lo que es peor, la enseñamos mal en las escuelas. Todo para crear nuevos agentes tributarios.
El Estado argentino, en sus tres niveles, cobra impuestos escandinavos cercanos al 45% de en relación al PIB y ofrece bien poco en materia de seguridad jurídica, protección de derechos y ni hablar de prestaciones básicas de servicios públicos.
Un estudio del IERAL muestra que la sumatoria de las tasas 'legales' de impuestos (de las tres jurisdicciones) son superiores a las de Noruega. No tiene sentido destacar las características de la prestación de servicios públicos por parte del Estado argentino en sus tres niveles. Basta decir que la desconfianza en la justicia es tal que los únicos delitos que se denuncian son los que tienen que ver con el cobro de seguros y los homicidios. En materia de robo a la propiedad, la gente denuncia no para buscar justicia porque sabe que no va llegar sino como un trámite obligatorio para las aseguradoras.
Para el resto de los servicios públicos, es creciente la participación de la oferta privada aunque regulada e ineficaz.
De esta manera, el contribuyente financia dos 'gastos públicos': el oficial que no usa y el privado que prefiere. Así, la educación, salud y seguridad privada están sustituyendo a la pobre oferta pública.
El Estado, aún en la actual administración, poco aporta para tornarse atractivo. Toda vez que las iniciativas públicas tienen, ante todo, un prioritario objetivo recaudatorio. (Ejemplo, las multas de tránsito y el estacionamiento público). El Estado argentino es caro y no ofrece nada atractivo a cambio. Implica por tanto, la ecuación propicia para explicar una marginalidad tributaria cercana al 35-40% del PIB.
Quizás convenga repasar a Juan Bautista Say que, en 1850, decía:
“Estado no es manco ni puede serlo. Tiene dos manos, una para recibir y otra para dar, dicho de otro modo, la mano ruda y la mano dulce. La actividad de la segunda está necesariamente subordinada a la actividad de la primera. En rigor, el Estado puede tomar y no dar. Esto se observa y se explica por la naturaleza porosa y absorbente de sus manos, que retienen siempre una parte y algunas veces la totalidad de lo que ellas tocan. Pero lo que no se ha visto jamás ni jamás se verá e incluso no se puede concebir es que el Estado dé al público más de lo que le ha tomado”.
Sugiero releer los dos últimos renglones. 'Lo que no se ha visto jamás ni jamás se verá e incluso no se puede concebir es que el Estado dé al público más de lo que le ha tomado'.
La quimera argentina de un Estado megalómano y que no nos cueste nada, no sólo es inmoral y antieconómica; es impensable.
Estamos viendo si debatimos una reforma tributaria. El ministro Nicolás Dujovne y el equipo económico actúa como si tuviera tiempo. Grosero error.
La Argentina debe replantear con urgencia la ecuación fiscal, cuánto nos saca el Estado y qué es lo que debe darnos. No hay mucho tiempo para actuar y decidir. La africanización de la economía argentina crece a un ritmo mayor que la desafricanización de África. Más pronto que tarde, quizás algún distraído nos confunda en un fraternal abrazo.
* Foto: Nicolás Dujovne (crédito: Diario Clarín)
* Foto: Nicolás Dujovne (crédito: Diario Clarín)
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@Lacha
Sobre Gustavo Lázzari
El autor es economista en la Fundación Libertad y Progreso (Argentina). Publica regularmente sus trabajos en la web de la fundación y en el sitio web en español del Instituto Cato.