NARCOTRAFICO & ADICCIONES: JUAN A. YARIA

América Latina: las drogas y la dominación de los pueblos

Víctor Frankl vivió en un campo de concentración. Salvó su vida, y convirtióse -para muchos- en el...

04 de Marzo de 2017
(...) Y, allí, nadie vivía sin que otro muriera.

Victor Frankl, un psicólogo en un campo de concentración.

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Víctor Frankl vivió en un campo de concentración. Salvó su vida, y convirtióse -para muchos- en el más esperanzador de los psiquiatras del siglo XX. Logró dotar de sentido a su sufrimiento: la ira contra los nazis se transformó en servicio y ayuda solidaria. Hoy, los nuevos Führers y los campos estalinianos de la Siberia tienen otros nombres, pero el sentido de dominio y la agenda de exterminio son idénticos.

Itatí (Corrientes) es un ejemplo de seguridad de un Estado municipal fallidoapto para liberar los distintos sectores de control, con el objeto de asegurar la importación y exportación de sustancias. Para los narcos, resultan fundamentales las rutas, los puertos y el control aduanero. El resto se da sólo. La garantía definitiva es contar con una población 'dormida'. Para ello, el marketing de las drogas resulta crítico, asegurando la banalidad de los riesgos con múltiples sitios de venta (sean estos terrestres y virtuales, empleando el Internet y redes sociales; Facebook, Twitter, chats, etcétera; y el célebre puerta a puerta con flotas propias de remises) que aseguren el consumo de los más jóvenes. La implantación del miedo se complementa con lo ya mencioando, dado que en esos pueblos dominados, el develamiento de secretos y complicidades se pagan con la muerte -y cuanto más cruel sea ésta, más ejemplarizadora será. El acatamiento de la Ley -que funcionaría como el marco de lo ejemplar- queda reemplazada por la vendetta mafiosa.

Drogas, LatAmLa pérdida de la contención familiar -unida al abandono precoz, especialmente con funciones paternas fallidas- facilitan la multiplicación de los chicos  en la calle que carecen de tutelas y orientación normativa. A ello, se suma la recurrente tarea de descrédito de las instituciones familiares, religiosas y de transmisión de valores. Todo este esquema oficia de aliado para el adormecimiento colectivo. De tal suerte que el control político del narco se tornará, a la postre, eficiente y redituable.

Dominio narco y estilos culturales van de la mano. Se asite a la era de la post-verdad -allí donde la realidad como tal queda enceguecida por las herramientas de control psicológico de las poblaciones a través de élites de poder: políticas, comunicacionales, culturales, y demás. Las drogas pasan de ser un daño a la salud pública a encarnar una metamorfosis superadora en lo que hace a herramientas de diversión y recreación. En las guerras, siempre intervinieron las drogas; hoy día, a los efectos de la implementación de sistemas de control poblacional, sucede lo propio.

Por estos momentos, la opinión esclarecida basada en supuestos ideológicos 'progre' promueve la sustitución de la autoridad de padres, maestros, profesores y religiosos. Estos espectros terminan siendo condenados socialmente, como dignatarios caídos en descrédito y pertenecientes a formatos autoritarios de disciplina. La amistad entre padres e hijos se alza como la nueva religión, y la falta de límites se muestra como un logro. Así las cosas, el chico queda abandonado a su suerte, a merced de diversos males sociales, entre los cuales está el mercado de las drogas. Los padres nos convertimos en adolescentes, y la ausencia de la Ley paterna es un hecho crítico en estos tiempos. En GRADIVA, nuestra comunidad terapéutica, el 70% de los adolescentes que asiste no ve a su padre -hace tiempo que lo ha perdido. Es que también los padres se han confundido, para terminar involucrándose en aquella simetría de vínculos que es generadora de confusiones; la jerarquía familiar queda abolida. Todo lo cual me retrotrae al ejemplo de un paciente atendido por nosotros recientemente; al buscar ayuda, le relata a su madre que consume drogas. La madre le replica: 'Yo, también'. Se asiste, pues, a un núcleo familiar emparentado con la carencia de salidas. Otro ejemplo que vale la pena citar es el del paciente que confiesa ante su madre el haber comprado marihuana; la madre contesta: '... Eso que compraste es orégano', tras lo cual remite a su propio hijo a otro domicilio en donde obtener cannabis.


Uruguay y la liberalización plena

Resonaban cánticos de libertad en la República Oriental del Uruguay, tras la regulación de la venta de marihuana. El mundo 'progre' celebraba que, al fin, el horizonte político 'rompía las cadenas de la esclavitud'. Ya Don José de San Martín y Artigas quedaron atrás; la doctrina hoy es otra, y ésta coincide con la liberalización del comercio de narcóticos y, naturalmente, de sus promotores y distribuidores, los narcotraficantes. Grandes extensiones de campos se compran, para destinar sus tierras a sembradíos de drogas. Se habilitan redes de farmacias para la venta (aunque, ante la sorpresa de los liberalizadores, el grueso de los establecimientos no acepta). El farmacéutico -bastante más lúcido que cualquier dirigente político- entiende que, para un consumidor, ver frascos con pastillas equivale a un niño pequeño que contempla un frasco de golosinas. Los clubes VIP se abren del cannabis. Los políticos prometían que bajaría el consumo, pero a nadie jamás consultaron -salvo, claro está, a los amigos de la política y a los distribuidores de narcóticos. Las sociedades médicas también quedan a fuera. Eran el viejo orden -se aproxima el Nuevo.

Las noticias no son buenas para la República Oriental, conforme la Junta Internacional de Estupefacientes (JIFE-Naciones Unidas) ha advertido que ese país registra el mayor consumo de marihuana y de cocaína en toda la América del Sur. Los capitostes de Montevideo ya se hicieron acreedores al galardón. Conforme ya ha sucedido en múltiples casos, la marihuana en una población vulnerable remata ascendiendo hacia la cocaína. Esto es casi una Ley de los sistemas regulatorios del cerebro; la marihuana es solo droga de iniciación, como lo es hoy el alcohol; a posteriori, siguen las otras. Entretanto, el informe de la JIFE refiere un incremento de las actividades del crimen organizado, que se moviliza en paralelo a la regulación estatal para la venta. El mensaje es contundente: son dos mercados cuya funcionalidad opera en proporción directa al otro; se complementan.

¿Alguien piensa, acaso, en el sistema nervioso, y en el daño que éste acusa en nuestros países? En el Uruguay, el consumo de marihuana se ha multiplicado por seis en los últimos años. La cocaína, por su parte, ocho veces. Poderosos intereses económicos se han asentado en la vecina república, que hace las veces de espejo para la Argentina. En particular, de marketing -estando ya asegurados los puestos de venta. Adicionalmente, los consumidores de cocaína, heroína y otras sustancias ponen el grito en el cielo, porque no hay regulación inmediata en la comercialización de sus productos favoritos. 'Es un ataque a los derechos humanos', vociferan. ¿Pensamos como comunidad en el Derecho a la Salud y a la vida? Para este pensamiento -que ha copado todos los ámbitos de la cultura continental-, la prevención del consumo de drogas desde edades tempranas es un acto represivo y autoritario que proviene de la 'cultura del viejo orden' según ese discurso destructivo y poco disimuladamente decadente que promueve los peores daños al colectivo social. En el ínterim, abonamos la epidemia y recolectamos miles de pacientes crónicos -con familias deshechas e hijos abandonados.


Los nuevos campos de concentración

 
Muchos jóvenes acostumbran a vagar por las calles. Civilización de 'zombies' si se quiere, ya sea encerrados en su habitación en el automatismo del consumo, en los boliches VIP inundados por la alucinación de los estimulantes tipo éxtasis, en las barriadas populares tratando de trabajar para encontrar la dosis (en organizaciones dedicadas al narcomenudeo). Nuestras sociedades están generando nuevos campos de concentración con 'alambrados imaginarios'. Cuando el paciente llega a la adicción, percibe que no existe fuga posible. Emerge allí la tentación del suicidio como en Auschwitz, en donde eso se reemplazaba por el tirarse a los alambrados. Entonces, las ráfagas de ametralladora de las S.S. ponía término a vidas que habían extraviado toda esperanza. En los campos de concentración, el 'nadie' -ya condenado por el consumo- era conocido como el 'musulmán': cadáveres ambulantes, hombres 'momia', muertos vivos, presencias sin rostro; todos ellos retrataban la marca del peor de los abandonos y la desesperanza. Idéntico perfil ha comenzado ya a pulular en nuestras ciudades: son miles. Su único propósito: poner fin a una vida de recurrente padecimiento; igual que aquellos judíos que remataban arrojándose contra los alambrados.

 
Sobre Juan Alberto Yaría

Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Los artículos del autor en El Ojo Digital, compilados en éste link.