¿Ordenó al-Assad el ataque con armamento químico?
Una vez más, la información de inteligencia se exhibe dispersa.
En la mañana del 4 de abril, un bombardero Sukhoi-22 de la Fuerza Aérea Siria (de fabricación rusa) bombardeó o bien disparó algo a un objetivo en la gobernación rebelde de Idlib. Una nube de una substancia química, a continuación, se materializó y se trasladó hacia el poblado adyacente de Khan Shaykhun, en donde terminó con la vida de entre cincuenta y cien personas. Sabemos también que los rusos utilizaron un 'teléfono rojo' previo al ataque, para alertar a las fuerzas armadas estadounidenses de que el ataque iba a tener lugar y, en apariencia, se trataba de un depósito de armamento.
También sabemos qué pudo haber sido considerado como daño colateral. Las muertes y el presunto empleo de armas químicas fueron descriptas por el presidente estadounidense Donald Trump como un 'interés vital de seguridad nacional', y sirvió como pretexto para el ataque con 59 misiles crucero de parte de Estados Unidos, dos días después, que fue dirigido contra la base aérea militar siria de al-Shayrat. El ataque estadounidense provocó escasos daños, y la base rápidamente volvió a estado operacional. Asimismo, la Casa Blanca revirtió su propia posición en relación a las posibles conversaciones de paz sobre Siria, declarando que Basher al-Assad debía ser removido, como condición para cualquier acuerdo político para la recurrente crisis. De igual manera, describió a Rusia como cómplice en la protección del mandatario sirio. El Secretario de Estado americano Tillerson declaró que las relaciones bilaterales con Moscú no podrán mejorar hasta tanto Rusia siga respaldando a al-Assad. La relación con Rusia está hoy, de acuerdo al presidente Trump, en una 'fase descendente'.
El gobierno de los Estados Unidos, en respaldo de su narrativa -que justifica el ataque con misiles crucero- ha emitido una evaluación de cuatro páginas intitulada 'El Empleo de Armamento Químico por Parte del Régimen de al-Assad el 4 de Abril de 2017'. El informe fue desarrollado por el Consejo de Seguridad Nacional, que es parte de la Casa Blanca, y su responsable es el Teniente General H.R. McMaster, consejero de seguridad nacional, antes que el Director Nacional de Inteligencia, Dan Coats. El origen del informe sugiere que podría no tratarse de aquello que se declama, un 'Resumen de la Evaluación de la Comunidad de Inteligencia de los Estados Unidos'. Ofrece una serie de afirmaciones, algunas de las cuales podrían ser consideradas fácticas, mientras que otras son cuestionables.
Considérese que casi la totalidad de la información y de la evidencia física disponible sobre el ataque contra el sitio en Siria proviene de fuentes anti-Assad, vinculadas al grupo al-Nusra (afiliado a al-Qaeda), que controla el área. Lo cual incluye a los denominados Cascos Blancos (White Helmets), que son personeros de la oposición. La narrativa del establishment se deriva de ese espectro, así como también de afirmaciones bipartidistas en EE.UU. que refieren a 'cierta' culpa de al-Assad, aún de parte de Demócratas normalmente progresistas. Y la totalidad de esto es presentado como un hecho.
El informe de la Casa Blanca ha sido dotado también de comentarios proporcionados por McMaster y por James Mattis, Secretario de Defensa (también ex general) el día del ataque estadounidense, así como también una muy reciente entrevista con el Director de la CIA, Mike Pompeo; el comentario describe el proceso de decisión y las opciones militares. Cada funcionario, así como el presidente Trump, tomó la información de que Siria había llevado a cabo el ataque -tal como esa información venía. En relación al motivo para perpetrar el ataque, el informe declama que Damasco buscaba poner fin al avance rebelde. Otros en los medios de comunicación han afirmado que esa acción se decidió para 'probar' a los Estados Unidos o bien para intimidar a la población siria; pero otros observadores entienden que tales explicaciones desvían la atención. Después de todo, Basher al-Assad no hubiese contado con buenas razones para escenificar un ataque con armamento químico en un momento en que está ganando la guerra, mientras que, en teoría, los rebeldes sí hubiesen tenido altas motivaciones para escenificar un ataque del estilo 'false flag' -para alienar a Damasco frente a Europa Occidental y los estadounidenses.
Existe considerable reiteración en el informe de la Casa Blanca a la hora de describir el involucramiento sirio, la incapacidad de los rebeldes para ejecutar un ataque químico, y los síntomas registrados entre los muertos y heridos. Declara el paper que el gobierno de los Estados Unidos 'otorga certeza' al dato de que el gobierno sirio llevó a cabo el ataque químico, empleando un 'agente neurotóxico como sarín (...) contra su propio pueblo' en la mañana del 4 de abril, y que hubiese sido imposible para los rebeldes fabricar el incidente, porque sería muy complejo para ellos hacerlo. La pretendida inteligencia estadounidense relativa a la comprensión del ataque incluyó a Sight, monitoreo geoespacial, y exémenes fisiológicos. Sumado ello a 'fuentes creíbles de formato Open Source (...), que revela un relato claro y coherente'. Ello involucró, también, imágenes satelitales de uso comercial, que muestra los sitios de impacto de las armas utilizadas, y opiniones registradas por agencias civiles tales como Medecins Sans Frontieres y Amnesty International.
El informe del gobierno estadounidense también defiende que Siria ha violado sus obligaciones internacionales, al retener capacidades de armamento químico cuando en su oportunidad acordó destruír todos sus stocks -eso fue en 2013. Asimismo, la narrativa incluso insiste en que el altamente controvertido ataque ejecutado sobre Ghouta en 2013 fue, de hecho, perpetrado por Damasco. Expertos en armas químicas de origen sirio probablemente se 'involucraron en la planificación del [referido] ataque'. Los síntomas de las víctimas no coincidían con la exposición al sarín.
Desde el ataque -reza el informe-, rusos y sirios se han ocupado de difundir 'falsas narrativas', empleando 'relatos múltiplies y conflictivos sobre lo que tuvo lugar, a los efectos de crear confusión y dudas en el seno de la comunidad internacional'.
Conforme se observara líneas arriba, más allá de los huesos desnudos que quedaron del ataque sirio, la réplica estadounidense -y las bajas-, existe poco en los incidentes y en los análisis relacionados que pueda considerarse como datos duros. Poco del material del Consejo de Seguridad Nacional es incuestionable, y uno incluso debería observar que casi nada de él se respalda en fuentes de inteligencia de los Estados Unidos. La posiblidad de que un experto en armamento químico sirio 'probablemente' estuviese involucrado, expresa incertidumbre, sugiriendo que la conversación telefónica interceptada fue interpretada con demasiasa generosidad. Y el monitoreo geoespacial se trata, o bien de un satélite (o incluso un avión no tripulado) o, posiblemente, una aeronave AWACS que operaría en soledad en cercanía de la frontera turca, que registraría la trayectoria de vuelo del SU-22 y la explosión o explosiones subsiguientes -evidencia difícilmente concluyente.
La escasez de la inteligencia estadounidense se corroboró en una conversación del Director de la CIA Mike Pompeo el 13 de abril, que describió la presión proveniente de la Casa Blanca para contar con una 'evaluación'. Como conclusión final, Pompeo comentó que 'todos vieron las fotografías de Open Source, así que la realidad estuvo de nuestra parte'. Uno podría apuntar que la realidad extraída de la fotografía satelital de Google posiblemente fue ajustada por los rebeldes y, luego, fue interpretada con ligereza por los medios -y no por la comunidad de inteligencia, que cuenta con un presupuesto de US$ 80 mil millones anuales.
De igual manera, los observadores deberían reexaminar la presunción de que los rebeldes no serían capaces de, o bien montar un ataque químico, o bien de configurar una operación del tipo 'false flag'. Se han conocido numerosas instancias en la que ISIS y al-Nusra emplearon químicos tanto en Siria como en Irak, siendo el ejemplo más reciente el registrado al oeste de Mosul, apenas la pasada semana. Y la operación 'false flag' de Ghouta en 2013 casi tuvo éxito, con la aparente asistencia de la inteligencia turca, escenificación que llegó a término solo cuando el Director Nacional de Inteligencia, James Clapper, realizó una visita sorpresa al presidente Obama en la Oficina Oval, para decirle que el caso contra Damasco no era un 'éxito garantizado'.
Y la evidencia física de que los sirios lanzaron un ataque químico desde el aire ha sido desafiada. El único testigo de superficie, un joven de catorce años de edad, describió cómo ella vio caer una bomba desde una aeronave y cómo el explosivo cayó sobre un edificio cercano, lo cual produjo una nube en foma de hongo. Es casi como si los rusos y los sirios describieran el incidente, y también descarta al sarín, que es incoloro. Finalmente, está el testimonio del Profesor Theodore Postol, profesor emérito de ciencias, tecnología y políticas de seguridad nacional en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Postol examinó la evidencia fotográfica, y concluyó que la toxina fue disparada desde tierra, no desde el aire, agregando que ningún analista competente podría verlo de otra manera -sugiriendo, en el proceso, que existió un apuro en sacar conclusiones. Postol concluyó que 'puede mostrarse, sin lugar a dudas, que el documento no proporciona evidencia de ningún tipo al respecto de que el gobierno estadounidense tenga conocimiento concreto de que el gobierno de Siria fue la fuente del ataque químico'.
El ex inspector de armamento Scott Ritter también ha disputado los hallazgos en el informe de la Casa Blanca, observando que la evidencia allí solo conduce al uso de armamento convencional por parte de los sirios. También declama que el armamento disponible para los SU-22 no está en capacidad de disparar gases químicos desde el aire, algo que Donald Trump y sus consejeros debieron considerar inicialmente.
Luego está el tema de las víctimas. Las pruebas que confirman la presencia de sarín fueron llevadas a cabo en hospitales turcos, y Ankara está lejos de encarnar una posición neutral, siendo que el presidente Recep Tayyip Erdogan ha exigido reiteradas veces que al-Assad sea removido del poder.
Es demasiado sencillo olvidar que los rebeldes y sus asociados son homicidas, con poco que los diferencie de los delitos que se despliegan en la puerta de Basher al-Assad. Dos ejemplos recientes de brutalidad por parte de los rebeldes incluyen el episodio de la decapitación de un niño, y el reciente bombardeo de refugiados sirios que esperaban para cruzar hacia territorio controlado por el gobierno. El último ataque dejó un saldo superior en muertes -incluyendo mujeres, niños y bebés- que el incidente de Khan Shaykhun, pero eso no es mencionado por el presidente Trump. Solo fue someramente reportado por los medios estadounidenses previo a quedar enterrado en el olvido, presuntamente porque la historia no concordaba con la narrativa reinante.
Otros videos y fotografías de las víctimas de Khan Shaykhun, citadas por la Casa Blanca, muestran a sobrevivientes siendo asistidos por personal presuntamente médico, que se exhibe sin equipo protector. Si el agente químico en realidad fue sarín, todos hubiesen sido afectados. Y los síntomas del sarín son similares a los síntomas experimentados por otras toxinas, incluyendo al gas cloro y las municiones de humo. Un sobreviviente describió lo que percibió como un aroma a carne en putrefacción y ajo. El sarín es, además de incoloro, inodoro.
También está la cuestión del stock de armamento químico de al-Assad. Hoy se afirma desde la Casa Blanca que los sirios retuvieron una capacidad significativa, pero no es lo que el Secretario de Estado John Kerry dijo en julio de 2014, cuando afirmó que todo el stock había sido destruído: 'Negociamos un acuerdo en donde logró eliminarse el ciento por ciento del armamento químico'. Estados Unidos, trabajando junto a Rusia, fue instrumental en la destrucción de los stocks químicos.
Ciertamente, todo indica que existió apuro para emitir juicios, de parte de la Casa Blanca y de los principales asesores presidenciales. Es posible que al-Assad hiciera aquello de lo que se le acusa, pero la Administración Trump decidió asignarle culpa a los sirios previo a que ellos pudieran averiguar de forma concreta qué fue lo que había sucedido. Como en el caso de Irak, la inteligencia disponible fue formulada para encajar con la narrativa predilecta. Todo lo que faltaba era convocar a una reunión de consejeros de primera línea para que determinasen, con precisión, cómo reprender a Damasco. La verdad sobre lo que ocurrió en Siria el 14 de abril todavía está por descubrirse, y casi ciertamente está en poder de muchos en la comunidad de inteligencia estadounidense. Quizás algún día, alguien que comprenda lo que en realidad sucedió, se sienta compelido a revelar lo que él o ella saben.
Mientras tanto, las repercusiones tras el incidente y la réplica estadounidense son severa y potencialmente catastróficas. Conforme lo citara el Profesor Stephen Cohen, experto estadounidense en temas relativos a Rusia, lo expresara recientemente:
Creo que el actual es el momento más peligroso en las relaciones rusoestadounidenses, al menos desde la Crisis de los Misiles Cubanos. Y, podría decirse, es más peligroso, porque es más complejo... Así es que la pregunta se impone: ¿por qué Trump lanzó 50 misiles Tomahawk contra una base militar aérea de Siria cuando, Dios nos ayude, aquél mató a algunas personas, pero siendo que no había allí valor militar alguno? ¿Será que esta acción sirvió para consignar 'No soy un agente del Kremlin'? Porque, normalmente, un presidente hubiese hecho lo siguiente: hubiese ido a Naciones Unidas... y hubiese exigido una investigación sobre lo que sucedió con esas armas químicas. Y, entonces, uno hubiese decidido qué hacer. Pero, mientras que compartía la cena en Mar-a-Lago con el líder chino, quien fue profundamente humillado, porque es un aliado de Rusia, ellos se apuraron con esos misiles Tomahawk.
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.