Ruta de la Seda y blockchain
El relativamente reciente relanzamiento del megaproyecto 'Ruta de la Seda' por parte de la República Popular China...
11 de Junio de 2017
El relativamente reciente relanzamiento del megaproyecto 'Ruta de la Seda' por parte de la República Popular China de cara al siglo XXI ha activado el interés de los analistas de factibilidad en relación a la implementación de la tecnología Blockchain y al empleo de criptomonedas como el Bitcoin en el enorme volumen de transacciones comerciales previstas tras su concreción.
Sucede que la potencialidad de la cadena de bloques, más allá de las monedas virtuales en sí mismas, parece evidenciar cada día mayor eficiencia.
En cada transacción, los registros digitales – resúmenes criptográficos- se agrupan en bloques, vinculándose posteriormente de manera cronológica en una cadena de complejos algoritmos matemáticos. Este proceso o hashing es llevado adelante por numerosas computadoras o nodos distribuídos en distintas partes del globo, que corroboran la validez de la respuesta, dotando a cada bloque de una exclusiva firma digital, manteniendo los datos seguros.
Un proceso irreversible que, a priori, no permitiría que el resumen criptográfico se transformara en los datos originales. La tecnología en cuestión reduce sustancialmente los costos de transacción, conforme no requiere de controles adicionales, a la vez que las acelera. Se trata, ni más ni menos, que de una contabilidad triangular o por partida triple que, en términos de Blockchain, es un Libro Contable Mayor distribuído.
Cabe recordar que, a partir de la caída del Muro de Berlín, y gracias al declive de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el sistema político-económico mundial pasó a ser delineado por la Unión Europea, el Japón y los Estados Unidos. No obstante, resultaba impensable que el país del norte fuera desplazado de su hegemonía global, en tanto su estrategia cultural de imposición fue consolidándose cada vez con mayor fuerza durante décadas.
Las crisis cíclicas que suelen acosar al sistema capitalista fueron alterando el escenario geopolítico, distribuyendo parte de ese protagonismo entre Rusia y China, las cuales han comenzado a disputarse esa centralidad en tres frentes bien diferenciados: militar, político y económico. Estados Unidos, pese a los constantes desequilibrios en su balanza de pagos, una deuda pública que duplica a su PBI, una menor competitividad y mayor déficit fiscal, continuó liderando el sistema financiero y el tecnológico. De igual modo, casi la mitad de las firmas privadas internacionales continuaron expandiéndose con capitales mayoritariamente estadounidenses -y lo propio ha sucedido con la renta financiera, aún cuando éste escenario ha ido alterándose en los últimos años.
El crecimiento del mercado interno en China respecto del de Japón y el de los EE.UU., lo ha llevado a ser hoy el mayor consumidor energético del mundo. Adicionalmente, la creación de los Bancos de Desarrollo de los BRICS – Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica - y de Desarrollo Asiático en 2014, instauraron un nuevo paradigma que puja por sustituír al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, a lo que hay que sumar el volumen de reservas chinas en dólares, y las crecientes inversiones en Latinoamérica y el Caribe.
Hace mas de dos mil años que las relaciones comerciales de China con Europa, el resto de Asia y Africa dieron inicio, dando lugar a una compleja red de intercambios conocida como la 'Ruta de la Seda', la cual bordeaba un extenso desierto de casi 300 mil kilómetros cuadrados y que comprendía a Mongolia, India, Persia, Siria, Arabia, Turquía, África y Europa, desde Xian a la costa mediterránea.
Pero la Ruta de la Seda no ha servido solamente para comercializar esa mercancía, sino que ha facilitado el intercambio cultural, religioso y filosófico entre Oriente y Occidente. Ya en 2013, en una visita oficial a la República de Kazajstán, entre Asia Central y Europa, el presidente Xi Jinpin había deslizado su intención de reflotar la antigua Ruta de la Seda.
Hoy, la última estrategia geopolítica del gigante asiático es relanzar dicho proyecto y un Cinturón Económico - One Belt-One Road - apuntando a un nuevo orden mundial, a los efectos de ocupar el sitio que, desde la caída del muro de Berlín, monopolizaron los Estados Unidos de América. Se trata, pues, de una ambiciosa iniciativa internacional que persigue la integración de Asia y Europa, colonizando otros continentes con sus inversiones, consolidar su moneda - el yuan -en el sistema financiero internacional, e incrementar sustancialmente su participación en el mercado global de commodities o materias primas.
La referida Ruta de la Seda no solo mantendrá el corredor que tuviera otrora, sino que incluirá nuevas redes, tanto por tierra (Silk Road Economic Belt – Franja Económica de la Ruta de la Seda), como por agua (21st Century Maritime Silk Road – Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI), cuyo desarrollo sería financiado por el Banco Asiático de Inversión e Infraestructuras con una base de US$ 100 mil millones de capital inicial, propuesto para su creación hace casi tres años, contando con el consenso de unos sesenta Estados nacionales, y representando un tercio del PBI mundial. Aunque China ya ha dejado bien clara la no admisión del Japón ni de los EE.UU. en su conformación inicial.
En cualquier caso, los excedentes de reservas chinas en divisa estadounidense por encima de los 4 billones, podrían no ser suficientes para afrontar los gastos totales hasta el 2049, los que han sido calculados por expertos hasta 2020 en montos que superan los US$ 20 billones. El megaproyecto incluye la ampliación de la red de transportes de alta velocidad en Pekín, extensión de líneas de comunicaciones, la construcción de dos estratégicos corredores terrestres en Europa mediante redes de ferrocarriles en el Norte y en el Sur, reemplazando las travesías a lomo de camello de hace más de 23 mil años. Y Africa, donde, además de vías férreas, sustituyendo la senda de las caravanas, también desarrollará una base militar.
Pekín por su parte, colaborará con China en la construcción de un puerto que le habilite salida directa al mar para la comercialización de sus productos, sin tener que pasar por el estrecho de Malaca, al sudeste de Asia, ensanchando además la carretera que une ambos países. En cuanto a la implementación de Blockchain como medio de intercambio, cabe señalar una eventual segunda estrategia subyacente.
Hace ya varios años que la clásica metodología generadora de deuda a partir de la emisión indiscriminada de dinero fiduciario viene siendo reemplazada por la inversión en tecnología que, frente a la escasez de recursos y el incremento poblacional, facilitará a las naciones que alcancen su mayor desarrollo, el convertirse en más poderosas a mediano y/o corto plazo.
En 2014, el Banco Popular de China comenzó a experimentar en la producción de su propia moneda digital similar al Bitcoin, para ser utilizada en intercambios comerciales, que redujera de manera drástica los costos de las transacciones. Se buscaba garantizar, además, un sistema seguro de registración y transferencia contra la evasión tributaria y el lavado de dinero. Finalizando 2016, realizó su primer ensayo, siendo ésta la primera criptomoneda respaldada por un Banco Central en todo el mundo, basada en tecnología Blockchain. El hecho de referencia no es menor, considerándose que comporta la posibilidad de llevar a ese país a ocupar el primer puesto como emisor y regulador mundial de criptodivisas: China estaría facultada para controlar y neutralizar los riesgos en el sistema financiero internacional, monitoreando el grueso de las transacciones a escala económica global.
El caso de Bitcoin, para algunos, remite a un simple activo. Para otros, en contrario, su existencia se resume en dinero creado con el fin de eludir el control de bancos centrales.
La criptomoneda emitida por el Banco Central de China constituiría, de esta manera, una moneda controlada exclusivamente por la autoridad monetaria de ese país y por ninguna otra entidad financiera. La eventualidad de la tecnología Blockchain y el dinero digital como medio de intercambio en la nueva Ruta de la Seda, reemplazando nada más y nada menos que al dólar, sería una utopía diseñada por los chinos. Pero, ¿será una utopía, realmente?
Sucede que la potencialidad de la cadena de bloques, más allá de las monedas virtuales en sí mismas, parece evidenciar cada día mayor eficiencia.
En cada transacción, los registros digitales – resúmenes criptográficos- se agrupan en bloques, vinculándose posteriormente de manera cronológica en una cadena de complejos algoritmos matemáticos. Este proceso o hashing es llevado adelante por numerosas computadoras o nodos distribuídos en distintas partes del globo, que corroboran la validez de la respuesta, dotando a cada bloque de una exclusiva firma digital, manteniendo los datos seguros.
Un proceso irreversible que, a priori, no permitiría que el resumen criptográfico se transformara en los datos originales. La tecnología en cuestión reduce sustancialmente los costos de transacción, conforme no requiere de controles adicionales, a la vez que las acelera. Se trata, ni más ni menos, que de una contabilidad triangular o por partida triple que, en términos de Blockchain, es un Libro Contable Mayor distribuído.
Cabe recordar que, a partir de la caída del Muro de Berlín, y gracias al declive de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el sistema político-económico mundial pasó a ser delineado por la Unión Europea, el Japón y los Estados Unidos. No obstante, resultaba impensable que el país del norte fuera desplazado de su hegemonía global, en tanto su estrategia cultural de imposición fue consolidándose cada vez con mayor fuerza durante décadas.
Las crisis cíclicas que suelen acosar al sistema capitalista fueron alterando el escenario geopolítico, distribuyendo parte de ese protagonismo entre Rusia y China, las cuales han comenzado a disputarse esa centralidad en tres frentes bien diferenciados: militar, político y económico. Estados Unidos, pese a los constantes desequilibrios en su balanza de pagos, una deuda pública que duplica a su PBI, una menor competitividad y mayor déficit fiscal, continuó liderando el sistema financiero y el tecnológico. De igual modo, casi la mitad de las firmas privadas internacionales continuaron expandiéndose con capitales mayoritariamente estadounidenses -y lo propio ha sucedido con la renta financiera, aún cuando éste escenario ha ido alterándose en los últimos años.
El crecimiento del mercado interno en China respecto del de Japón y el de los EE.UU., lo ha llevado a ser hoy el mayor consumidor energético del mundo. Adicionalmente, la creación de los Bancos de Desarrollo de los BRICS – Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica - y de Desarrollo Asiático en 2014, instauraron un nuevo paradigma que puja por sustituír al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, a lo que hay que sumar el volumen de reservas chinas en dólares, y las crecientes inversiones en Latinoamérica y el Caribe.
Hace mas de dos mil años que las relaciones comerciales de China con Europa, el resto de Asia y Africa dieron inicio, dando lugar a una compleja red de intercambios conocida como la 'Ruta de la Seda', la cual bordeaba un extenso desierto de casi 300 mil kilómetros cuadrados y que comprendía a Mongolia, India, Persia, Siria, Arabia, Turquía, África y Europa, desde Xian a la costa mediterránea.
Pero la Ruta de la Seda no ha servido solamente para comercializar esa mercancía, sino que ha facilitado el intercambio cultural, religioso y filosófico entre Oriente y Occidente. Ya en 2013, en una visita oficial a la República de Kazajstán, entre Asia Central y Europa, el presidente Xi Jinpin había deslizado su intención de reflotar la antigua Ruta de la Seda.
Hoy, la última estrategia geopolítica del gigante asiático es relanzar dicho proyecto y un Cinturón Económico - One Belt-One Road - apuntando a un nuevo orden mundial, a los efectos de ocupar el sitio que, desde la caída del muro de Berlín, monopolizaron los Estados Unidos de América. Se trata, pues, de una ambiciosa iniciativa internacional que persigue la integración de Asia y Europa, colonizando otros continentes con sus inversiones, consolidar su moneda - el yuan -en el sistema financiero internacional, e incrementar sustancialmente su participación en el mercado global de commodities o materias primas.
La referida Ruta de la Seda no solo mantendrá el corredor que tuviera otrora, sino que incluirá nuevas redes, tanto por tierra (Silk Road Economic Belt – Franja Económica de la Ruta de la Seda), como por agua (21st Century Maritime Silk Road – Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI), cuyo desarrollo sería financiado por el Banco Asiático de Inversión e Infraestructuras con una base de US$ 100 mil millones de capital inicial, propuesto para su creación hace casi tres años, contando con el consenso de unos sesenta Estados nacionales, y representando un tercio del PBI mundial. Aunque China ya ha dejado bien clara la no admisión del Japón ni de los EE.UU. en su conformación inicial.
En cualquier caso, los excedentes de reservas chinas en divisa estadounidense por encima de los 4 billones, podrían no ser suficientes para afrontar los gastos totales hasta el 2049, los que han sido calculados por expertos hasta 2020 en montos que superan los US$ 20 billones. El megaproyecto incluye la ampliación de la red de transportes de alta velocidad en Pekín, extensión de líneas de comunicaciones, la construcción de dos estratégicos corredores terrestres en Europa mediante redes de ferrocarriles en el Norte y en el Sur, reemplazando las travesías a lomo de camello de hace más de 23 mil años. Y Africa, donde, además de vías férreas, sustituyendo la senda de las caravanas, también desarrollará una base militar.
Pekín por su parte, colaborará con China en la construcción de un puerto que le habilite salida directa al mar para la comercialización de sus productos, sin tener que pasar por el estrecho de Malaca, al sudeste de Asia, ensanchando además la carretera que une ambos países. En cuanto a la implementación de Blockchain como medio de intercambio, cabe señalar una eventual segunda estrategia subyacente.
Hace ya varios años que la clásica metodología generadora de deuda a partir de la emisión indiscriminada de dinero fiduciario viene siendo reemplazada por la inversión en tecnología que, frente a la escasez de recursos y el incremento poblacional, facilitará a las naciones que alcancen su mayor desarrollo, el convertirse en más poderosas a mediano y/o corto plazo.
En 2014, el Banco Popular de China comenzó a experimentar en la producción de su propia moneda digital similar al Bitcoin, para ser utilizada en intercambios comerciales, que redujera de manera drástica los costos de las transacciones. Se buscaba garantizar, además, un sistema seguro de registración y transferencia contra la evasión tributaria y el lavado de dinero. Finalizando 2016, realizó su primer ensayo, siendo ésta la primera criptomoneda respaldada por un Banco Central en todo el mundo, basada en tecnología Blockchain. El hecho de referencia no es menor, considerándose que comporta la posibilidad de llevar a ese país a ocupar el primer puesto como emisor y regulador mundial de criptodivisas: China estaría facultada para controlar y neutralizar los riesgos en el sistema financiero internacional, monitoreando el grueso de las transacciones a escala económica global.
El caso de Bitcoin, para algunos, remite a un simple activo. Para otros, en contrario, su existencia se resume en dinero creado con el fin de eludir el control de bancos centrales.
La criptomoneda emitida por el Banco Central de China constituiría, de esta manera, una moneda controlada exclusivamente por la autoridad monetaria de ese país y por ninguna otra entidad financiera. La eventualidad de la tecnología Blockchain y el dinero digital como medio de intercambio en la nueva Ruta de la Seda, reemplazando nada más y nada menos que al dólar, sería una utopía diseñada por los chinos. Pero, ¿será una utopía, realmente?
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