ESTADOS UNIDOS: PHILIP GIRALDI

Por qué perdió Hillary Clinton, en sus propias palabras

En efecto, voté en su momento por Donald Trump. Cuando la gente me confronta...

16 de Junio de 2017
En efecto, voté en su momento por Donald Trump. Cuando la gente me confronta y cuestiona mis motivos, bajo la cabeza y musito una explicación para resumir porqué Trump no era 'el candidato de la guerra'.
 
Incluso he tomado posición por Trump, hasta el momento en que decidió lanzar misiles crucero contra una base aérea en Siria y, de la noche a la mañana, se convirtió en el favorito del establishment, con todos los medios y la dirigencia política lanzando loas hacia él luego de atacar a un país con el que Estados Unidos no estaba en guerra, justificada la acción a partir de una supuesta atrocidad que no involucró a estadounidenses -y que fácilmente pudo ser atribuída a los terroristas que Damasco había estado combatiendo. Y, luego, volvió a hacerlo, utilizando cazabombarderos para atacar a un columna de milicianos afiliados al gobierno sirio quienes, según se dijo, amenazaban una posición en el seno del territorio sirio en donde insurgentes 'buenos' (apoyados por EE.UU.), acompañados por consultores americanos, estaban ocultándose.
 
Hillary ClintonAlguien debería echar mano de un mapa y mostrarle a Trump dónde queda Siria, mostrando sus fronteras y explicándole qué significa exactamente 'territorio soberano'. Si Trump pudiera comprender el concepto, acaso comparándolo con México, ello podría sugerirle que nosotros, los yanquis, podríamos cobrar la forma de invasores extranjeros que cruzaron una frontera nacional para asesinar a pobladores locales, en franca violación de las leyes internacionales.
 
Y luego está la cuestión del approach de política exterior exhibida en su reciente tour mundial. El cual dio inicio con su predecible parloteo frente a sauditas e israelíes, alabando luego a los palestinos. Pero, más tarde, redobló su apuesta haciendo enojar al Papa, quejándose ante los alemanes porque no había Chevys en las calles de Berlín, atropellando al primer ministro de Montenegro y, finalmente, insistiendo en montar un coche eléctrico de golf para llegar tarde a la fotografía de líderes mundiales en la reunión del G7 en Sicilia, mientras todos caminaban 700 yardas por propia cuenta. El aburrimiento de Trump se manifiesta en sí mismo como una completa falta de predisposición para compartir el menor gesto que facilitaría las relaciones con otros países y líderes que son importantes socios de los Estados Unidos. Imagino que él vería ese gesto como una muestra de debilidad. ¡Siga con su actuación, Donald!
 
Pero, nuevamente, aún cuando no me simpatiza lo que haga o deje de hacer Trump, vuelvo a pensar en Hillary Clinton. Joe Lauria -un gran amigo de quien escribe, ex corresponsal del matutino The Wall Street Journal- editó y ofreció un extendido comentario para un libro intitulado 'Por qué perdí; en palabras de Hillary Clinton'. Se trata de una acusación contra la campaña de Clinton, 'en sus propias palabras', e incluye un prólogo de Julian Assange (WikiLeaks), que conversa sobre las filtraciones del Comité Nacional Demócrata (DNC) y los emails de John Podesta -todo ello, en conjunto, aportó el grueso del material incluído en el trabajo.
 
Lauria utiliza fuentes para describir la campaña de Clinton, recurriendo a sus propios discursos, así como también los emails de sus allegados íntimos que fueron filtrados y, en realidad, resulta refrescante repasar todo aquello que hizo de Hillary una candidata tan poco atractiva, particularmente mientras, ahora mismo, ella intenta reinventarse a sí misma, sin asumir responsabilidad alguna por sus limitaciones como aspirante a la presidencia. En el proceso, los documentos revelan el camino hacia el Rusiagate y a los planes de Clinton para promocionar cambios de regímenes, en tanto expone corrupción en el nominalmente 'neutral' DNC -detalle que condujo al sabotaje deliberado de la campaña de Bernie Sanders y a la unción de facto de Clinton como casi-presidente.
 
El libro se organiza a partir de dos temas centrales: Hillary como elitista, y Hillary como halcón. En su introducción, Lauria describe a Clinton como 'una elitista económica y política, y halcón de política exterior divorciada de las serias preocupaciones de rigor diario del estadounidense promedio -esto es, la misma gente de la cual ella precisaba el voto'. Se trata, en rigor, de una evaluación justa y, en su introducción, Joe se explaya sobre el Rusiagate entre otros objetivos, preguntándose por qué, luego de más de un año de investigaciones y evaluaciones, no existió Estimación de Inteligencia Nacional (NIE) alguna en relación a la pretendida interferencia de Moscú en la elección americana. Las NIE son meticulosamente preparadas a criterio de proporcionar un análisis detallado sobre un tema, que incluye fuentes y evaluaciones de confiabilidad. Se trata de productos cuidadosamente diseñados en el conjunto de la comunidad de inteligencia, e incluyen opiniones que reflejan varios puntos de vista. El hecho de que no hayan existido NIEs sobre el Rusiagate es inimaginable, a menos que, por cierto, tal informe hubiese revelado que el Rusiagate en sí mismo no fue más que una fabricación de principio a fin.
 
Específicamente, Lauria evalúa la política exterior de Hillary Clinton, describiendo a la candidata como una intervencionista neoliberal que fue la fuerza motorizadora primigenia de una serie de acciones lideradas por Estados Unidos que convirtieron a Libia en un Estado fallido, mientras que ella arengaba para tomar acciones más duras contra Rusia y, más aún, promocionaba otro cambio de régimen en Siria. Joe observa que Arabia Saudita y Qatar proporcionaban armamento a terroristas en Siria estando Clinton en el Departamento de Estado, teniendo ella información sobre los reportes diarios de la DIA (Agencia de Inteligencia de Defensa), y mientras se registraban generosos aportes a la Fundación Clinton -notablemente, la fundación entremezclaba programas de corte humanitario junto a las actividades políticas de Hillary y Bill. Y la fundación incluso recompensó a los Clinton de manera directa por vía de generosos salarios y sustanciosos beneficios para toda la familia, incluyendo viajes pagados por la institución en jets ejecutivos, todo lo cual totalizó (solo en 2011) US$ 12 millones.
 
Los derechos de los Clinton no conocían límites; comenzando por la instancia en que, en una oportunidad, Bill aceptó un regalo de cumpleaños de US$ 1 millón de parte de Qatar -principal patrocinador del Frente al-Nusra, afiliado a al-Qaeda. Citando correos electrónicos como evidencia, el libro documenta los modos en que aportantes de la fundación podían disfrutar de acceso especial a la Secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton. Huma Abedin, la allegada más cercana a Hillary, fue la persona principal de contacto para el grueso de la actividad, y recibía un salario de US$105 mil en el Departamento de Estado, más una cifra no revelada de parte de una firma de consultoría vinculada a la fundación -un arreglo doble de cuestionable legalidad.
 
Entre abril de 2013 y marzo de 2015, Hillary Clinton ofreció 91 discursos y ganó más de US$ 21 millones. Los tres discursos para Goldman-Sachs que ofreció en ese lapso de tiempo, por los cuales recibió un total de US$ 657 mil, son los más conocidos, mayormente porque la eventual aspirante Clinton se rehusó a dar a conocer las transcripciones. Pero, de igual manera, se dirigió a prácticamente cualquier grupo que le pagase cifras de US$200 mil o superiores. Esto incluyó a numerosas universidades públicas. En sus ponencias, Clinton solía quejarse sobre lo desagradable que era el hecho de que muchos estadounidenses vieran mal a aquellos que tenían mucho dinero, incluyendo un comentario a Goldman Sachs al respecto de que, textual, 'existe un sesgo tan grande contra la gente que ha llevado vidas exitosas y/o complicadas'. Ella se refería a sí misma y a Bill.
 
Desde luego que era extraño que la máscara de Hillary cayera, y que ella terminaría diciendo lo que realmente pensaba -aunque ello, en ocasiones, sucede. Un discurso ofrecido en un evento para recaudar fondos en el espectro LGBT en Nueva York incluyó la tristemente célebre sentencia: 'Usted podría incluír a la mitad de los seguidores de Trump en lo que yo llamo la canasta de los deplorables; ¿cierto? El racista, sexista, xenófobo, homofóbico, islamofóbico, como quiera llamarlo... son irrecuperables pero, gracias a Dios, ellos no son Estados Unidos'. O, al menos, no los Estados Unidos que ella conoce.
 
Los discursos de Hillary y los emails de Podesta y su personal son citados, in extenso, en el texto del libro y sus apéndices. La impresión subyacente es lo aburrido que era todo lo pronunciado por ella. Su experiencia política le permitió decir lo que su audiencia esperaba oir -ni más, ni menos. Rara vez, ella habó de políticas públicas reales en términos concretos y, por ejemplo, al hablar ante Goldman Sachs, ella recurrió a elogios genéricos por la promoción democrática del 'Estilo Americano', combinado ello con valores positivos, sólidos y liberales de libremercado. Clinton habló sobre el modo en que la industria de servicios financieros era la cabecera de playa de todos los cambios positivos que estaban teniendo lugar en todo el mundo. Rara vez había algún concepto crítico sobre el rol predatorio de los grandes bancos en el gran crash de 2008 y, cuando habló ella sobre los afectados por aquel desastre, se refirió a las disrupciones experimentadas por aquellos en los servicios financieros y el gobierno que no estaban cómodos al verse forzados a responder ante la crisis.
 
Conforme lo observa Joe Lauria, el fallo de Clinton consistió, claramente, en su incapacidad para asimilar aquello que el grueso de la clase trabajadora blanca en los Estados Unidos estaba experimentando. Su fracaso a la hora de ver o comprender, inevitablemente se convirtió en una incapacidad declarada para empatizar verbalmente con los auditorios de un modo que pareciese sincero. Ella llegaba siempre con la letra en mano. Sus discursos se tornaron cada vez más en ataques sostenidos contra la persona de Trump y su personalidad fallida, combinado ello con apelativos a las mujeres para votar estrictamente por ella, solo por cuestiones de género. La campaña de Clinton careció de cualquier fórmula útil para encarar los problemas reales que acosaban a muchos en el país.
 
Al hablar ante banqueros y otros elitistas en el eje Washington-Nueva York-Hollywood, Hillary se sentía más cómoda, dado que ella era, después de todo, una de ellos. Clinton evitó visitas de campaña a sectores de clase trabajadora. Al mismo tiempo, acompañó todo aquello de una perspectiva bélica sobre el mundo, que consideraba la ambición de Washington de convertirse en una suerte de poder hegemónico benigno pero firme -cuestión que el grueso de los estadounidenses difícilmente vio como una prioridad.
 
De tal suerte que el libro es digno de lectura. Infortunadamente para este país, hay allí incontables clones de Hillary que aún no han aprendido la lección de su derrota. Por suerte para los conservadores, muchos de aquéllos siguen en control del Partido Demócrata.


Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/resist-this-how-hillary-lost-in-her-own-words/

 
Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.